Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: La vía Nariño
tiene mala fama por las caídas de piedras y, como tantos otros itinerarios
clásicos, ha dejado de interesar a casi todo el mundo. Mientras que los
escaladores la consideran demasiado fácil, no tratándose sólo de caminar
tampoco es una ruta apta para senderistas. Sin embargo, el Circo de Llosás es
un lugar al que hay que ir y subir al Aneto puede ser una buena excusa. La vía
es menos expuesta de lo que se puede suponer y su único problema real, las
piedras que caen desde las terrazas y canales superiores, puede paliarse
bastante yendo muy temprano, antes de que los eventuales neveros empiecen a
fundirse, o bien reservando la ascensión para finales de verano, aunque, en
este caso, habrá que afrontar interminables pedreras. El día que subí, ni me
cayó ni oí caer un solo canto.
En todo caso, es una ruta
para gente con experiencia, más que simplemente técnica; sólo hay un tramo con
verticalidad y longitud suficientes como para asegurarse, pero es tan fácil
que, quien no pueda superarlo en solo con garantías, mejor que no se meta en la
vía. Además, está el otro factor ya comentado antes, que es la orientación
imprecisa. Cuando te pones ante la cara sur, no es tan obvio cuál es la canal
buena; y sólo hay una que no acabe en dificultades mayores. Luego, por los
testimonios leídos y mi propia experiencia, es importante salir de la
confluencia de canales por el sitio bueno, pues, si no se puede acabar enrocado
o viéndose forzado a retroceder para rectificar la ruta, como les pasaba a las
primeras cordadas.
RELATO GRÁFICO:
Todavía
era noche cerrada cuando bajamos del autobús junto al Puente de Coronas los dos
únicos pasajeros, un montañero catalán que iba al Vallibierna por los lagos y
yo mismo. Como el inicio de la ruta era común y por un amplio camino sin
pérdida posible, fuimos caminando hasta la Pleta de Llosás. Donde muere el
carril, junto a un cartel que indica el inicio de las sendas que remontan los
torrentes que confluyen allí, estuvimos un buen rato esperando que clareara.
Hacia las siete y cuarto proseguimos camino, en mi caso por la izquierda (NE)
para remontar el Valle de Llosás hacia la cara sur del Aneto, visible ya en la
luz dudosa del alba. La senda me llevó a rodear el rellano herboso por su borde
noroccidental (izquierdo), bajo los últimos pinos.
El camino es por aquí estrecho y, aunque a veces entra en zonas rocosas donde se pierde la traza, multitud de hitos marcan la ruta.
Al salir
de los árboles pude ver, a través de la vaguada herbosa por donde asciende la
senda alternando prado y pedrera, la pared que se desploma sobre el Lago de
Llosás bajo las crestas de Tempestades, Margalida y Russell, mientras, a mi
espalda, …
… el sol
empezaba a iluminar los Picos de Vallibierna.
Poco
después alcanzaba el Ibón de Llosás. Llegando al borde del agua, giré a la
izquierda (NO), para subir por una vaguada llena de pedrera que apunta a las
agujas de la Cresta de Llosás. Luego resultó que la subida no es tan penosa
como aparenta desde abajo pues…
… los
hitos me llevaron enseguida a una rampa de hierba donde se marcaba claramente
la senda.
Al llegar
a la collada en que se une al macizo la anónima cota 2.554, que domina el Ibón
de Llosás, giré a la derecha (N) para remontar una rampa herbosa que evita las
placas por donde baja la escorrentía de los neveros superiores. Desde lo alto
de dicho escalón, podía ver al volverme…
… esta
buena perspectiva del Vallibierna.
Proseguí
siguiendo al principio unos hitos que, a la izquierda (NO), se dirigen hacia la
Brecha de Llosás. Pero los dejé enseguida, recuperando la subida directa de la
pendiente (N), siguiendo otra hilada que va ladera arriba, hacia el Aneto, a
través de extensas pedreras. Sobre mí, veía la morrena del Glaciar de Llosás, tras…
… la cual
se fue descubriendo la Brecha de Tempestades. Los hitos me fueron llevando
hacia su izquierda, donde…
… se abre
lo que fue un día la boca del glaciar, bajo el arranque de la arista sur del
Aneto. Hacia los 2.900 metros de altitud, cuando se van más a la izquierda aún
para dirigirse a la Brecha Superior de Llosás, abandoné su guía y continué
recto (NE) hacia…
… dicha
abertura. Entré en el Glaciar de Llosás por un estrecho pasillo entre la pared
de la arista sur y la morrena. Al fondo, la Brecha de Tempestades y las paredes
de la Espalda de Aneto ponían un toque impresionante.
Para alcanzar
la base de la cara sur del Aneto, tenía que ganar altura por las pedreras de la
izquierda, sin separarme de la pared.
Al topar
con un primer nevero, bajo la entrada a la Canal Sita, lo crucé, lo mismo que
la banda de roca subsiguiente. La siguiente lengua de nieve era la de la canal
central de la cara sur. Estaba manchado por bastante grava. Antes de acometer
la subida, me tomé un buen descanso, disfrutando del impresionante silencia de
este circo cerrado. Luego, puestos los crampones, giré a la izquierda (N) y
empecé a remontar la nieve que, aunque suave al principio, …
… en el
pasillo se empinaba hasta superar los 45º al final. La forma más cómoda de
llegar a la roca me pareció seguir la nieve en lo posible, incluso cuando se
transformó en un bloque de hielo cubierto de tierra. Me alegré de haber llevado
el piolet corto, lo que en principio había hecho por ahorrar peso, pues me
facilitó el hacer tracción en los últimos metros. Alcancé la roca a la
izquierda, trepando por una placa escalonada, pero pulida (III-) y muy sucia.
Son
apenas 4 ó 5 metros, pero muy inseguros, que tuve además que pasar con los
crampones puestos ya que no encontré buen sitio para quitármelos. La trepada me
dejó en un rellano, estrecho pero horizontal, suficiente para ponerme de pie.
A continuación,
la canal se estrecha hasta hacerse casi chimenea y aparecen los bloques
empotrados, cuya presencia se mantendría durante unos 150 metros. Ver tanta
piedra sobre mí me dio un poco de prevención, hasta que comprobé que estaban
tan bien encajadas que difícilmente se iban a mover mientras no se deshiciera
la pared. Seguro que algunos de éstos son los mismos que, según su reseña, llamaron
la atención de Renner y Ronketti hace más de 100 años.
En cada
uno de los bloques, cinco o seis, el II grado sostenido de la canal pasa a ser
III momentáneamente.
Según me
iba pareciendo, superaba cada peñasco por la derecha o la izquierda, buscando
los apoyos más seguros. Esta zona es la parte más divertida de la vía y algún
estrechamiento permite incluso hacer técnica de chimenea brevemente. Y aunque
la visibilidad es bastante limitada, a mi espalda…
… sí
podía ver el Tempestades y su brecha. Tras la zona de bloques, pasé un rellano
estrecho de donde salían un par de tubos, estrechos y empinados, a la derecha.
Dejándolos de lado, continué…
… recto,
ahora por un diedro casi vertical, pero con excelentes apoyos (II+). Al cabo de
unos 50 metros, llegué a…
… una
confluencia de canales, unas más marcadas que otras, como un pequeño circo
suspendido. Hacía rato que me había dado cuenta de que las descripciones de las
guías que había consultado, o no se ajustaban a esto, o yo no sabía
interpretarlas. No podía ver la cumbre, pero, por lógica, debía ir hacia la
derecha en lo posible.
Para
entonces, tras 45 minutos escalando, había superado unos 200 metros de canal y,
según mis cálculos debían quedarme otros 150 hasta la cumbre. Buen momento para
descansar un poco y reponer fuerzas. Más aún cuando me percaté de que estaba en
un sitio de lujo para ello: la punta de un espolón o saliente que salía del
lado izquierdo del rellano y se desplomaba sobre el Glaciar de Llosás. Era como
estar en un palco. Y al solecito. Aunque tampoco me demoré más de un cuarto de
hora, que iba pasando el tiempo.
De vuelta
al cirquito, me metí en la canal de la derecha, descompuesta, ancha y empinada
pero enseguida me fui hacia el lado izquierdo, en busca de terreno más estable,
trepando por unas placas claras muy fisuradas y menos verticales de lo que
aparentaban (II). La subida por aquí es evidentemente más cómoda que por los
guijarros movedizas de la canal. Superados unos 60 ó 70 metros, salí a…
… una
gran terraza pedregosa que rodea como un collar el domo cimero del Aneto. Tengo
la impresión que las piedras que a veces caen por las canales de la cara sur
proceden de aquí; la roca dentro de los tubos es sólida y los bloques que hay
están muy encajados; otra cosa es esto, donde los cantos rebosan los bordes y la
menor perturbación puede hacerlos caer.
Prácticamente
enfrente de la canal por donde había llegado, subía un corredor ancho,
pedregoso y mucho menos inclinado. Aunque no podía ver la cumbre, por
orientación éste debía conducirme a ella. Superé otros 70 u 80 metros, ya
simplemente caminando, antes de…
… llegar
a la cima del Aneto. Eran las doce y media de la mañana y, por tanto, la vía
Nariño propiamente dicha, de la entrada en la canal a la cumbre, me había
llevado una hora y media. Sin fotos ni el descansito del saliente, algo más de
una hora de subida, de la que la mayor parte es escalada. Llegando a cumbre,
empecé ya a ver abajo a la izquierda…
… la
vertiente de Coronas, por donde bajaría. Más lejos en esa dirección, se
levantaba en el horizonte…
… el colorido Posets con Monte Perdido, la Munia
y Vignemale al fondo. Más a la derecha, …
… al sur,
los Picos de Vallibierna y la Sierra Negra.
Al este,
la cresta del macizo se prolonga sobre el Valle de Salenques, al otro lado del
cual...
… se
alzaba la cuerda que va del Molières al Feixant, sobre la que asomaba medio
Pirineo catalán, incluyendo la lejana Pica d’Estats.
Especialmente
impresionante era mirar abajo, al Glaciar de Barrancs despeñándose hacia el
valle homónimo.
Volviéndome
al oeste, junto al Perdiguero y más allá del Gourgs Blancs, llegaba a ver en el
horizonte el Pico de Néouvielle. Más cerca, …
… la
cresta del macizo se proyecta al oeste por el Pico de Coronas y la Cresta de
Enmedio hacia la Maladeta. No estuve mucho en cumbre; al cabo de media hora,
hacia la una, emprendí la bajada, comenzando por ir en esa dirección, al oeste,
en busca del…
… Puente
de Mahoma. Es éste una arista, más bien pasarela, de bloques bien asentados y
anchos (I), que casi se podrían pasar andando. Si bien impresiona, apenas
presenta dificultad.
Incluso
los escalones que forman los cantos no son verticales. Además, yo llevaba tal
atracón de trepada en el cuerpo, que esto me pareció una avenida. Tras este
Puente de Mahoma, …
… bajé
hacia el noroeste siguiendo la cuerda, por una pendiente de piedra suelta donde
un surco marca el paso repetido de los miles de personas que visitan cada año
esta cima. En las cercanías de la Punta Oliveras, giré a la derecha (N) para
proseguir descendiendo, ahora…
… por el nevero superior del Glaciar de Aneto,
evitando así la parte más movida de la arista. Tras rodear un saliente rocoso, …
… viendo el
pico y los prados de Aigualluts a mi derecha, me encontré ante…
… el
Collado de Coronas bajo el pico homónimo. Más allá, el glaciar se extiende
hasta los pies de la Maladeta. Al ir a cruzar la horcada, …
… para salir de la nieve y tuve que bajar un resalte muy empinado para llegar a la
arista pedregosa que es aquí la cresta del macizo, dejando abajo el Ibón
Coronado.
Al
asomarme al Collado de Coronas, vi la vertiente meridional. Una desolada ladera
pedregosa cortada por antiguas morrenas antes de llegar al rellano que aloja
los lagos más altos. El inicio de la bajada fue por…
… una
rampa muy empinada y descompuesta. Aunque unos hitos indicaban lo más cómodo,
tuve que destrepar varios escalones fáciles (I), pero muy rotos y resbaladizos
por la gravilla sobre la roca.
A mi derecha,
iba desvelándose la Arista de Llosás, siempre impresionante.
Tras ese
comienzo incómodo, entré en una zona de pendiente suave donde se alternaban placas
de roca y neveros. Aunque hay hitos indicando un recorrido, no es necesario
empeñarse en seguirlos pues el terreno es casi igual por todos lados. Basta
saber que…
… hay que
ir derivando ligeramente a la derecha (SO) de la máxima pendiente, hacia el
mayor de los lagos, que pronto empecé a ver bajo el Aragüells. Me dirigí a él
por lo alto de una morrena, siguiendo un rastro de senda.
Al llegar
cerca de la orilla de este Ibón Medio de Coronas, los hitos me llevaron a
rodearlo por su orilla sureste (izquierda). Antes de alcanzar el desagüe, se
abrió a mi izquierda una especie de collada en la loma que me iba dominando por
ese lado; un gran hito destacaba en ella y hacia él me dirigí.
Aquí
dejaría de ver el Aneto, así que aproveché para volverme y despedirme hasta la
próxima.
Al otro
lado de la lomita, cambiaba el panorama, pasando del mundo mineral de la alta
montaña al verdor de Vallibierna. Enfrente, separada de mí por el torrente que
une los sucesivos ibones, vi otra loma, por lo alto de la cual va la senda que
baja al fondo del valle. Para alcanzarla, salí de la collada a la derecha (NO)
para cruzar el arroyo muy cerca del desagüe del ibón intermedio y, una vez en
la otra orilla, girar a la izquierda (SE) y seguir esa loma en descenso.
Dejé a la
izquierda el Ibón Inferior de Coronas, dominado por la Aguja Argarot y la
Brecha de Llosás antes de alcanzar de nuevo el torrente más abajo, para
cruzarlo de nuevo.
En la
orilla izquierda, los hitos me condujeron por prados pedregosos hacia el Ibonet
de Coronas. Aunque crucé alguna pedrera, éstas son cortas y de buen pasar. Tras
rodear el laguito por el este (izquierda), desde el borde del rellano que lo
aloja pude ver…
… el
final del descenso, hacia el que se dirigía ahora una senda que nítidamente
dibujada en la hierba, siempre a la izquierda del torrente.
La bajada
se empinó un tanto al pasar junto a una cascada y la pedrera la hizo algo
incómoda... o es posible que a estas alturas el descenso empezara a hacérseme
largo. Después de todo hacía casi tres horas que dejé la cumbre y apenas había
parado diez minutos al paso por el ibón intermedio. De modo que, dado que ya no
iba a llegar al bus de las cuatro y tendría que esperar al último de la tarde,
para lo que quedaba casi dos horas, cuando encontré…
… un
rellano cubierto de hierba entre los primeros árboles, me busqué una buena
sombra cerca del agua. Comí algo, me tumbé en la hierba y me quedé tan
ricamente al fresco un buen rato. Eran ya las cinco y cuarto cuando volví a
ponerme en marcha y…
… entré,
por una senda clarísima, en el bosque. Bajé muy relajadamente entre los
árboles, hasta que la senda que seguía desembocó en un camino ancho, que no es
sino el que esa misma mañana me había llevado hasta Llosás. Tomándolo a la
derecha (O), llegué en pocos minutos al…
… Refugio
de Coronas para esperar, a la vista de la Arista de las Culebras, los 20
minutos que quedaban para las seis de la tarde y el autobús. El día había sido
finalmente largo, pero, desde luego, magnífico.
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