Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Esta ruta recorre casi todas las vertientes del Monte Perdido
afrontando dificultades mínimas. No se trata de una vía práctica, con todo ese
rodeo alrededor de la montaña, pero es bella y variada; junto con las
Escaleras, lo más bonito que he hecho por aquí. Muy recomendable para
montañeros con experiencia en terreno glaciar, aunque no sean escaladores.
Lo habitual y lógico para ganar el lomo oriental desde la
Terraza Bellevue sería llegar hasta el Cuello de Monte Perdido y tomar ahí la
cresta; sin embargo, conociendo la sucia trepada que conlleva, si la nieve
persiste en el flanco del tubo, es más cómodo encaramarse al lomo antes, tal
como hago en esta ocasión. Sin nieve, la subida sería muy penosa, por un
terreno extremadamente suelto e inclinado. Por esto, y también por evitar
afrontar la rimaya que suele formarse en el acceso al collado de la Repunta de
las Neveras, creo que lo apropiado es realizar esta ruta entre mayo y junio. Principios
de julio, si el año es generoso en nieve.
A veces se ha llamado a este itinerario “Vía Russell” pero, tras
repasar las memorias del gran pirineísta, he comprobado que él nunca la
realizó. Ese nombre debería corresponder, en todo caso, a la subida por el
Cuello del Perdido desde Tucarroya, pero pasando los Esparets por debajo, por lo
que hoy se conoce como Faja del Maquis. Un día tendré que ir por ese otro
camino.
RELATO GRÁFICO:
Hacia la
una del mediodía, con un calor tremendo, aparqué en el área de acampada de
Pineta y eché a andar por un camino que se dirige al suroeste, internándose en
el bosque junto a una caseta de información. Siguiéndolo, crucé el Cinca y
alcancé la pista que recorre horizontalmente El Felqueral. La crucé y continué…
… por una
senda que emprende una recia subida bajo las hayas. Al ganar altura, los
árboles fueron clareando hasta que salí a…
… un
prado despejado frente a la famosa cascada del Cinca; o cascadas, pues hay al
menos un par bien vistosas salvando el primer estrato rocoso que corta la
ladera. Dejando los saltos a la izquierda, continué…
…
ascendiendo suavemente hacia las agudas crestas de Pineta y el Foscarral, que
me iban a dominar durante toda la subida a través de este circo. Iba alternando
tramos de ligera inclinación con otros más empinados, donde la senda trazaba
lazadas que hacían la pendiente llevadera.
Con la
altura, las vistas sobre el valle se fueron ampliando, pero no era ése el único
entretenimiento para los ojos.
Por
encima de mí, cada mirada descubría un nuevo espolón o aguja, a cada cual más
peculiar y armonioso, mientras…
… a mi
derecha se descubrían la Munia y la Robiñera.
Encontré
la parte final de esta subida, el llamado Embudo, libre de nieve. Tras
culminarlo y cruzar una especie de lomo rocoso, …
… llegué
al Balcón de Pineta y descubrí la cara norte de Monte Perdido, invisible hasta
entonces.
Naturalmente,
hay que asomarse al borde del escalón para contemplar el Valle de Pineta en
toda su longitud, bajo la cresta de la Sierra de las Tucas. Tras un descansito
en tan ameno lugar, ...
… retomé
la senda, que se dirige al fondo de este Llano de Tucarroya (NO), bien marcada
y balizada con hitos, a través del pedregal. Tras rodear por la izquierda una
prominencia que divide el llano, llegué a un cruce de sendas, un tanto confuso
pues hay superabundancia de hitos y los trazos están poco claros. Pero no hay
problema: a la derecha (N), …
… podía
ver la Brecha de Tucarroya al otro lado del Lago de Marboré. Incluso distinguía
el puntito claro del refugio, en lo alto de una pendiente de tierra y piedras
sueltas francamente desalentadora. Girando a la derecha (NE), fui rodeando el lago…
… por sus
orillas hasta el pie de la brecha, mientras la luz vespertina iba dorando las
crestas de los Astazus. Una subida menos penosa de lo esperado, merced a una
buena senda, me llevó a…
… la
brecha donde se encuentra, prácticamente encajado, el Refugio de Tucarroya.
Eran las seis y media de la tarde y, tras instalarme, me fui a asomar la vertiente
norte, desde donde veían las crestas de Néouvielle y la Munia, más allá del
Montferrant.
Menos mal
que no retrasé la subida porque después fue llegando gente al refugio y alguno
tuvo que dormir en la puerta. Yo, con el sitio asegurado, pasé lo que restaba
de tarde contemplando el cambio de luz en los glaciares del Monte Perdido y su
reflejo en las aguas serenas del lago. E imaginando cómo sería al día siguiente
la travesía del glaciar.
Pues, en
ese día siguiente, dejé el refugio a las seis y cuarto de la mañana, mientras el
alba teñía de rosa el cielo más allá del Valle de Pineta. Antes ese
espectáculo, deshice camino de la tarde anterior, atravesando el Llano de
Tucarroya hacia el sur hasta…
… el pequeño lío de hitos, donde continué de frente (S), hacia la
cara norte de Monte Perdido. Tras cruzar el recién nacido Cinca, llegué a la
morrena del hoy desaparecido glaciar inferior, cubierta en parte por neveros.
La remonté en diagonal a la derecha (SO), buscando la base de la chimenea
situada más arriba, la última de ese lado y también la más fácil de las varias
que cortan el resalte rocoso que defiende el glaciar intermedio (es la última a
la derecha de la foto y sube en diagonal hacia la izquierda).
Al
acercarme, pasé bastante cerca del corredor donde se inicia la vía clásica de
la cara norte, evitando la gran masa de hielo colgante que queda hoy de la
antigua cascada de seracs. Sobre ella, la Repunta de las Neveras se elevaba
sobre palas de nieve que aparentaban ser muy empinadas, pero luego resultó que
no lo eran tanto.
La
chimenea “normal” tendrá unos 12 m de altura y no es difícil, menos aun cuando
la nieve cubre su mitad inferior. Pero aún más fácil es subir por las rocas que
se ven a la izquierda, las cuales forman un graderío, con algunas superaciones
algo forzadas (II), pero…
… de
escasa exposición. Desde lo alto del resalte, podía ver ya…
… el
llano y la cresta de Tucarroya, con las cumbres del Macizo de Néouvielle
asomando al fondo.
Delante
tenía el Glaciar Intermedio de Monte Perdido, que atravesaría hacia el sureste,
hacia el collado a la derecha de la Repunta de las Neveras. Una clara huella salía
en esa dirección, pero a los pocos metros giraba en redondo para dirigirse al
Cuello del Cilindro. Yo lógicamente continué recto, atravesando el inclinado
nevero en gradual ascenso y evitando el hielo aflorado por arriba.
La
travesía fue más cómoda incluso de lo esperado, ya que la pendiente lateral se
mantuvo casi todo el rato por debajo de 30º, alcanzándolos sólo bajo el pasillo
que da acceso al glaciar superior, que me dominaba a mi derecha, mientras, al
otro lado…
… iba
viendo el corte del Balcón de Pineta y, más allá, la cresta de Néouvielle y la
Munia.
Bajo la
Repunta de las Neveras, giré a la derecha (S) y remonté la nieve hacia la
collada que une ese hombro al cuerpo del macizo. La pendiente se incrementó en
esta pala, llegando a…
… 50º
cerca del final, donde impresionaba mirar atrás. Además, si la nieve me la
había ido encontrando bastante dura todo el rato, aquí estaba totalmente
helada.
Al ganar
la arista, estrecha y pedregosa, la encontré limpia de nieve. Me quité los
crampones y giré a la izquierda (NE) para recorrer caminando los pocos metros
que me separaban de la Repunta de las Neveras. Merece la pena visitar esta
modestísima punta, sólo por la perspectiva de la cumbre de Monte Perdido sobre
las paredes que la defienden y, también, …
… del
glaciar que acababa de recorrer, bajo el helero superior y con el Cilindro al
fondo.
Al este,
pese a que la calima tornaba borroso su fondo, impresionaba la caída de casi
2.000 metros que hay hasta el fondo del Valle de Pineta.
De vuelta
en el collado, bajé por su vaguada oriental, ocupada por una pala de nieve que
supera los 50º pero que tenía buena consistencia para deslizarse. Perdidos unos
100 m de desnivel, llegué a un rellano, …
… la
Terraza Bellevue, donde giré a la derecha (O) para…
… rodear
la pared bajo el lomo oriental de Monte Perdido y entrar en el tubo oriental
del Cuello de Monte Perdido. Los cánones mandan acceder al Cuello de Monte
Perdido y, girando a la derecha, alcanzar la cumbre trepando por unas gradas
(II) bastante sucias y de roca insegura. Conocía ese tramo y lo recordaba
bastante desagradable. Entonces me fijé en que el flanco sur del lomo cimero de
Monte Perdido conservaba bastante nieve y decidí probar por ese camino. Dejando
el tubo por la derecha (N) atravesé por lo más estrecho una banda de grava que
me separaba del nevero superior y atravesé éste en diagonal a la derecha. Aquí
volvía a encontrar los 50º de inclinación, incluso alguno más, justo en el
acceso al lomo oriental de Monte Perdido. Luego, girando a la izquierda (O),
fui…
…
subiendo suavemente hacia la invisible cumbre, por un anchísimo pasillo de
nieve sin dificultad y suspendido sobre flancos casi verticales. Una auténtica
pasarela desde la que veía a mi izquierda…
… la
cresta del Soum de Ramond.
Tras un ligero
cambio de rasante, apareció la cima.
Con la
altura, el Soum de Ramond se fue mostrando más alpino, apareciendo la otra vertiente.
Poco
después se acabó la nieve y terminé la subida caminando sobre una ladera
pedregosa razonablemente estable.
Hacia las
once y media, hice cumbre en Monte Perdido. Al dar vista a la vertiente oeste,
aparecieron los característicos colores del Taillon y sus vecinos de la cresta
del Circo de Gavarnie. Más a la derecha, …
… al
noroeste, el cercano Cilindro atraía la vista, enmarcado por el Vignemale y el
cresterío gótico del Ardiden.
Como
siempre que he visitado esta cima, la bruma apenas permite identificar
dudosamente alguna montaña al este, más allá del Valle de Pineta, cuyo fondo se
adivinaba más que verse. También destacaba el Soum de Ramond, que mostraba…
… la
descarnada cara oeste sobre su semi-extinto glaciar, por donde había subido pocos
años antes.
Y, por
supuesto, el gran surco del Valle de Ordesa.
Durante
algo más de media hora estuve solo en la cumbre. Una circunstancia poco
corriente en un buen día de verano. Pero hacia las doce empecé a oír gente
llegando. Eran sólo dos, pero constituían la avanzadilla de una procesión que
estaba acercándose por la vía normal, así que recogí y comencé la bajada. En
primer lugar, me dirigí al norte, cruzando el lomo de nieve que suele formarse
en la cima y siguiendo a continuación el claro trazo que entra en el tubo de la
Escupidera. Éste se halla casi siempre recorrido por una buena huella, así que
no se puede hablar de dificultad. Sin ella, la inclinación apenas supera los
50º; …

… una
pendiente accesible, pero que no debe acometerse sin un piolet en la mano, pues
un resbalón puede acabar en una caída de 300 m sobre el Barranco de Góriz. Tras
la Escupidera, la pendiente disminuye y no es necesario llegar al Lago Helado
para derivar a la derecha (N), cruzar el tubo y dirigirse hacia el Cuello del
Cilindro, desde cuya base se puede contemplar una de las perspectivas más
clásicas del Monte Perdido.
Tras
superar una rampa de pedriza y un breve nevero, llegué al resalte que defiende
dicho paso, que superé por…
… una
placa inclinada de unos 15 m que se trepa más fácilmente de lo que parece vista
de lejos (I). Salí de ahí a…
… una
repisa, que recorrí a la derecha (SE) para rodear una segunda barrera rocosa y
salir al Cuello del Cilindro. Al otro lado, …
… bajé al
noreste por una rampa pedregosa de notable inclinación, recorrida por una traza
bien asentada.
Llegué
enseguida a la nieve, marcada también con buena huella. Descendiendo cerca del
extremo noroccidental del Glaciar Intermedio, la traza me fue llevó hasta su
borde inferior, donde…
… una
considerable acumulación de hitos marca la entrada a la misma chimenea por
donde a la ida había ganado el helero.
Ya sólo
se trataba de deshacer el camino conocido para regresar al coche, no sin antes despedirme
como es debido de la cumbre del Monte Perdido, que muestra desde aquí un
semblante severo, aunque alegre en el fondo, con toda esa nieve y caliza
brillando al sol.
Una vez
en el Llano de Tucarroya, teniendo a la vista el Balcón de Pineta, atajé
directamente al noreste hacia allí. Desde ahí, …
… la
misma senda que usé para subir me llevó por el Embudo y…
… las
laderas del Circo de Pineta, bajada que se me hizo larga, pese a las hermosas
vistas. Al menos no pasé demasiado calor pues el cielo empezó a cubrirse. Es
más, en el último tercio del descenso pensé que aún me mojaría, pero la
tormenta no llegó finalmente a descargar. Al menos no antes de las cinco y
media de la tarde, hora a la que llegué al área de acampada de Pineta,
finalizando esta bonita ascensión.
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