Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ascensión muy
asequible y bonita a una cumbre importante. No sólo el desnivel es poco, sino
que se lleva muy bien por lo suave y cómodo del terreno. Desde luego, mucho más
bonito que ir en coche hasta el mismo hito y apenas más costoso. Es raro que no
sea más frecuentada.
Es un debate siempre
abierto si es más alto Peñarroya o Javalambre. Según la ficha de ambos vértices
en el IGN, las respectivas alturas son 2.028 y 2.019 metros, según última
actualización. Aunque Peñarroya está sobre una torre y esas altitudes se refieren
a la base del pilar blanco, aquélla sólo se levanta 8 metros sobre el suelo. O
sea, que la Peñarroya todavía es un pelín más alta. Al menos en el momento
actual de las mediciones.
RELATO GRÁFICO:
Entre lo
corto de la ruta y el frío que hacía esa mañana, como puede verse en esta
imagen de la Sierra de Gúdar desde el altiplano turolense mientras lo recorría
en coche, me lo tomé con calma para llegar.
No eché a
andar hasta las once menos cuarto, cuando el sol ya estaba bastante alto y los
grados bajo cero podían expresarse con una sola cifra. Aparqué el coche en el
arranque de una pista que sale a la derecha (NE) de la carretera que sube al
Puerto de Gúdar un poco más arriba del cruce de Alcalá de la Selva, y comencé a
seguirla. Al principio, fui ascendiendo en suave diagonal por la ladera
occidental de un cerro todavía en sombra.
Así, fue
un alivio alcanzar el sol en el collado 1.425. Pasado un segundo collado, pude
ver la escarchada cúpula cimera de Peñarroya. Entré a continuación en una zona
de campos, que el camino atravesaba derivando a la derecha del monte. Tenía
marcas de GR, que me llevaron a atajar alguna curva, siempre por senda bien
trazada y acondicionada. A la vista del Mas de la Solana, dejé la pista por un
sendero que sigue una linde de campos.
Luego, al
empinarse la ladera en el pie de monte, entré en un barranco del que salí junto
al Mas de Tarín. Cerca de la casa, me topé con una pista que crucé para
remontar la ladera, siguiendo siempre las marcas de GR, por un viejo camino
pedregoso entre muretes de piedra suelta.
El mismo
sale luego a una ladera de moderada pendiente, que sube en diagonal y desde
donde se domina el llano que acababa de cruzar y, más allá, el boquete del Río
Alcalá.
Pisé la
primera nieve, conservada por la sombra, al entrar bajo los pinos, la cual…
… se
perdió al salir de los árboles en un cruce con otra pista, de mejor condición. La
tomé hacia la izquierda (N), pasando a caminar por terreno abierto, bajo la
cumbre de la Peñarroya y la llamativa banda de caliza que da el nombre al
monte.
Pasando
cerca de una casa, el Mas de Monegro Bajo, había alcanzado la altitud
suficiente como para ver a mi derecha (SO), más allá de unas cercanas lomas boscosas,
la nevada Sierra de Javalambre.
Poco
después, pasé por las cercanías del Mas de Monegro Alto, donde encontré otra
bifurcación. Continué por la izquierda (NE), entrando de nuevo entre pinos.
Dejé atrás algún que otro ramal. Aunque la dirección correcta no presentó
dudas, pues todos los cruces estaban marcados.
Poco a
poco, empecé a distinguir entre los pinos el resalte de roca que defiende la
cima, invisible hasta entonces. La pista, tras cruzar un barranco y pasar junto
a una modesta cabaña, llega a un cruce cerca de la Fuente de la Chaparrilla,
indicada incluso por un cartel. Giré entonces a la izquierda (N), siguiendo…
… unos
hitos entre los pinos que marcaban una suave subida a través de la ladera,
despejada bajo los árboles.
Sólo de
vez en cuando se empinaba algo, pero nunca se acercó siquiera a los 20º. Al
ratito, además, se amenizó el ascenso con la vista del cerro del Conventillo,
al otro lado del Barranco de la Gitana.
Al irme
acercando la cima, aún se tendió más la pendiente y clareó el pinar, que se
cubrió totalmente de blanco. Todo brillaba bajo el sol, radiante en un cielo
limpísimo.
Atravesé
dos pistas antes de llegar a la vista de…
... la
banda caliza que defiende la cima, de un color rojizo que contrastaba vivamente
con el blanco de la nieve. Los hitos me condujeron a una fractura en el
escalón, que me permitió llegar caminando al nivel superior por un pasillo que
alcanza los 20º de pendiente.
Arriba, estaba
prácticamente al ras de las copas de los pinos.
Girando a
la izquierda (O), recorrí los últimos metros que me separaban de la cumbre de
la Peñarroya, visible entre los pinos la torre sobre la que se asienta el hito.
Era la una y diez y hacía muy buena temperatura, por lo que me dispuse a pasar
un rato disfrutando del sol y las vistas. Lo primero fue subir hasta el hito
por la escala adosada a uno de los lados de la torre.
Esto me
permitió ver por encima de los pinos, por ejemplo, el vecino Conventillo, sobre
el que destaca un bultito puntiagudo: es…
… la
cumbre de Peñagolosa, máxima altura del Maestrazgo. Más a la izquierda,
recorriendo…
… el arco
norte, un buen segmento queda anulado por los pinos, hasta llegar…
… al
noroeste, donde, más allá del páramo, llegaban a distinguirse, blanco y borroso
el Moncayo. Siguiendo el giro, podía ver …
… un
cortafuegos que se abría en el pinar a mis pies, bajo un horizonte en que se
alineaban las crestas nevadas de Albarracín, los Montes Universales y Javalambre.
Ése sería
el inicio de mi bajada.
Hacia las
dos de la tarde, dejé la cumbre, dirigiéndome al oeste bajo los pinos para…
… tomar
este pasillo de moderada pendiente regular, por el que me dejé caer en un
descenso bastante rápido, hasta…
… la
segunda pista que lo atraviesa. La tomé hacia la derecha (O) y atravesé por
ella el pinar, bajando ahora con parsimonia entre los árboles, perdido en mis
pensamientos. El sol filtrado entre las ramas formaba una red de brillos
dorados en el bosque, donde las mías eran las únicas huellas en la nieve.
La pista
fue derivando algo al norte y me llevó a la cabecera del Barranco de la Tejería
desde el que, al abrirse los árboles, podía ver las copas escarchadas de los
del cordal.
De vez en
cuando, amenizaban la marcha afloramientos rocosos surgiendo entre los pinos.
Así
llegué a un amplio claro, donde la pista hace una curva a la derecha (N). Allí
debía estar la Majada de la Solana, que no vi. Dejé entonces el carril y
atravesé el claro hacia el oeste para encontrar una senda que atraviesa una
banda de arbolado para salir enseguida a una empinada ladera y bajarla en
diagonal, en balcón sobre el llano. Las vistas son bonitas sobre el tajo del
Río Alcalá.
Poco
después pasé junto al Mas del Corralejo, que dejé a la izquierda para seguir
bajando, por terreno cómodo, aunque más empinado, llevando a la derecha una
cerca que me servía de referencia.
Fui
girando con la valla, más tarde murete de piedras, hasta salir a un terreno
despejado de prados en terraza, conocido como Solanas Bajas, muy cerca del
camino que esa mañana había seguido al subir.
En lo
alto de un lomo con el Mas de Tarín a mi izquierda y el Mas de la Solana a la
mano opuesta, crucé la cerca y me dirigí derecho (SO) a esa última casa,
atravesando los prados por donde mejor me pareció. Al llegar, tomé el camino
que allí muere y por él llegué enseguida al trazado del GR.8. El regreso a
Alcalá de la Selva era ya obvio, pues no tenía, sino que deshacer el camino.
Finalmente alcancé el coche a las cuatro menos cuarto, en una tarde tranquila y
soleada, aunque todavía fresca.
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