Peñarroya (2.028)

ASCENSIÓN INVERNAL DESDE ALCALÁ DE LA SELVA

POR LAS SOLANAS

La Peñarroya es la cumbre de la Sierra de Gúdar y de toda la rama meridional del Sistema Ibérico; la que se eleva al sur de Teruel y separa Aragón de la Mancha y Levante. Es una montaña de relieves suaves y está rodeada de un altiplano alomado, por lo que su aspecto es bastante poco altivo. Tampoco las vistas son espectaculares; el bosque llega hasta las culminaciones y limita bastante el panorama. Además, el entorno circundante es bastante monótono e incluye una estación de esquí y pistas que permiten llegar en coche a la cima. Pero, pese a todo esto, la Peñarroya tiene su particular atractivo, como una de las cumbres más relevantes de la Península. No sólo es una de las pocas montañas españolas cuya prominencia supera los 1.000 metros; para encontrar otro pico más alto, hay que irse al Moncayo, a 180 km de distancia, lo que justifica su ascensión para cualquier montañero.

La ruta sube y baja de la cima recorriendo sendas combinaciones de caminos de la vertiente meridional, atravesando pinares y viejos campos aterrazados salpicados de masías.

Peñarroya desde el suroeste

SITUACIÓN:

  • Zona: Serranías de Gúdar (Cordillera Ibérica)
  • Unidad: Sierra de Gúdar
  • Base de partida: Alcalá de la Selva (Teruel)
ACCESO: La población de Alcalá de la Selva está situada en el sur de la provincia de Teruel, al pie de la vertiente oeste de la Sierra de Gúdar; las que desciende hacia el valle del Río Mijares. La ruta comienza cerca del paraje llamado la Fuente Vieja, por el primer (o segundo, da igual) desvío de tierra que sale a la derecha (NE) de la carretera que sube al Puerto de Gúdar. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen hasta allí en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.380 / 2.028
  • Mi tiempo efectivo aproximado: 3h45
  • Mi tiempo total: 5h00
  • Dificultades: Muy fácil, en las condiciones del día, con una capa de nieve fina y consistente por encima de los 1.750 m de altitud. Itinerario por caminos o terreno cómodo con pendientes de nieve de menos de 20º.
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de Alcalá de la Selva por el GR.8, pasando por el Mas de Tarín y el Mas de Monegro Alto, hasta un cruce cerca de la Chaparrilla. Poco después, localizar unos hitos a la izquierda (N) y dejar el camino para, siguiéndolos a través del pinar, alcanzar directamente la cima de la Peñarroya.

Bajar al SO por un cortafuegos y tomar a la derecha (O) la segunda pista que atraviesa. Al llegar a la Majada de la Solana, dejar el camino por la izquierda (O) y atravesar el claro en el bosque para buscar una senda que baja en diagonal un resalte de la ladera. Seguirla hasta el Mas del Corralejo, a partir de donde hay que tomar como referencia una valla, llevándola a la derecha en la bajada. A la vista del Mas de la Solana, dirigirse allí y tomar el camino que llega a la casa para volver a Alcalá de la Selva.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Ascensión muy asequible y bonita a una cumbre importante. No sólo el desnivel es poco, sino que se lleva muy bien por lo suave y cómodo del terreno. Desde luego, mucho más bonito que ir en coche hasta el mismo hito y apenas más costoso. Es raro que no sea más frecuentada.

Es un debate siempre abierto si es más alto Peñarroya o Javalambre. Según la ficha de ambos vértices en el IGN, las respectivas alturas son 2.028 y 2.019 metros, según última actualización. Aunque Peñarroya está sobre una torre y esas altitudes se refieren a la base del pilar blanco, aquélla sólo se levanta 8 metros sobre el suelo. O sea, que la Peñarroya todavía es un pelín más alta. Al menos en el momento actual de las mediciones.

RELATO GRÁFICO:

Entre lo corto de la ruta y el frío que hacía esa mañana, como puede verse en esta imagen de la Sierra de Gúdar desde el altiplano turolense mientras lo recorría en coche, me lo tomé con calma para llegar.

No eché a andar hasta las once menos cuarto, cuando el sol ya estaba bastante alto y los grados bajo cero podían expresarse con una sola cifra. Aparqué el coche en el arranque de una pista que sale a la derecha (NE) de la carretera que sube al Puerto de Gúdar un poco más arriba del cruce de Alcalá de la Selva, y comencé a seguirla. Al principio, fui ascendiendo en suave diagonal por la ladera occidental de un cerro todavía en sombra.

Así, fue un alivio alcanzar el sol en el collado 1.425. Pasado un segundo collado, pude ver la escarchada cúpula cimera de Peñarroya. Entré a continuación en una zona de campos, que el camino atravesaba derivando a la derecha del monte. Tenía marcas de GR, que me llevaron a atajar alguna curva, siempre por senda bien trazada y acondicionada. A la vista del Mas de la Solana, dejé la pista por un sendero que sigue una linde de campos.

Luego, al empinarse la ladera en el pie de monte, entré en un barranco del que salí junto al Mas de Tarín. Cerca de la casa, me topé con una pista que crucé para remontar la ladera, siguiendo siempre las marcas de GR, por un viejo camino pedregoso entre muretes de piedra suelta.

El mismo sale luego a una ladera de moderada pendiente, que sube en diagonal y desde donde se domina el llano que acababa de cruzar y, más allá, el boquete del Río Alcalá.

Pisé la primera nieve, conservada por la sombra, al entrar bajo los pinos, la cual…

… se perdió al salir de los árboles en un cruce con otra pista, de mejor condición. La tomé hacia la izquierda (N), pasando a caminar por terreno abierto, bajo la cumbre de la Peñarroya y la llamativa banda de caliza que da el nombre al monte.

Pasando cerca de una casa, el Mas de Monegro Bajo, había alcanzado la altitud suficiente como para ver a mi derecha (SO), más allá de unas cercanas lomas boscosas, la nevada Sierra de Javalambre.

Poco después, pasé por las cercanías del Mas de Monegro Alto, donde encontré otra bifurcación. Continué por la izquierda (NE), entrando de nuevo entre pinos. Dejé atrás algún que otro ramal. Aunque la dirección correcta no presentó dudas, pues todos los cruces estaban marcados.

Poco a poco, empecé a distinguir entre los pinos el resalte de roca que defiende la cima, invisible hasta entonces. La pista, tras cruzar un barranco y pasar junto a una modesta cabaña, llega a un cruce cerca de la Fuente de la Chaparrilla, indicada incluso por un cartel. Giré entonces a la izquierda (N), siguiendo…

… unos hitos entre los pinos que marcaban una suave subida a través de la ladera, despejada bajo los árboles.

Sólo de vez en cuando se empinaba algo, pero nunca se acercó siquiera a los 20º. Al ratito, además, se amenizó el ascenso con la vista del cerro del Conventillo, al otro lado del Barranco de la Gitana.

Al irme acercando la cima, aún se tendió más la pendiente y clareó el pinar, que se cubrió totalmente de blanco. Todo brillaba bajo el sol, radiante en un cielo limpísimo.

Atravesé dos pistas antes de llegar a la vista de…

... la banda caliza que defiende la cima, de un color rojizo que contrastaba vivamente con el blanco de la nieve. Los hitos me condujeron a una fractura en el escalón, que me permitió llegar caminando al nivel superior por un pasillo que alcanza los 20º de pendiente.

Arriba, estaba prácticamente al ras de las copas de los pinos.

Girando a la izquierda (O), recorrí los últimos metros que me separaban de la cumbre de la Peñarroya, visible entre los pinos la torre sobre la que se asienta el hito. Era la una y diez y hacía muy buena temperatura, por lo que me dispuse a pasar un rato disfrutando del sol y las vistas. Lo primero fue subir hasta el hito por la escala adosada a uno de los lados de la torre.

Esto me permitió ver por encima de los pinos, por ejemplo, el vecino Conventillo, sobre el que destaca un bultito puntiagudo: es…

… la cumbre de Peñagolosa, máxima altura del Maestrazgo. Más a la izquierda, recorriendo…

… el arco norte, un buen segmento queda anulado por los pinos, hasta llegar…

… al noroeste, donde, más allá del páramo, llegaban a distinguirse, blanco y borroso el Moncayo. Siguiendo el giro, podía ver …

… un cortafuegos que se abría en el pinar a mis pies, bajo un horizonte en que se alineaban las crestas nevadas de Albarracín, los Montes Universales y Javalambre.

Ése sería el inicio de mi bajada.

Hacia las dos de la tarde, dejé la cumbre, dirigiéndome al oeste bajo los pinos para…

… tomar este pasillo de moderada pendiente regular, por el que me dejé caer en un descenso bastante rápido, hasta…

… la segunda pista que lo atraviesa. La tomé hacia la derecha (O) y atravesé por ella el pinar, bajando ahora con parsimonia entre los árboles, perdido en mis pensamientos. El sol filtrado entre las ramas formaba una red de brillos dorados en el bosque, donde las mías eran las únicas huellas en la nieve.

La pista fue derivando algo al norte y me llevó a la cabecera del Barranco de la Tejería desde el que, al abrirse los árboles, podía ver las copas escarchadas de los del cordal.

De vez en cuando, amenizaban la marcha afloramientos rocosos surgiendo entre los pinos.

Así llegué a un amplio claro, donde la pista hace una curva a la derecha (N). Allí debía estar la Majada de la Solana, que no vi. Dejé entonces el carril y atravesé el claro hacia el oeste para encontrar una senda que atraviesa una banda de arbolado para salir enseguida a una empinada ladera y bajarla en diagonal, en balcón sobre el llano. Las vistas son bonitas sobre el tajo del Río Alcalá.

Poco después pasé junto al Mas del Corralejo, que dejé a la izquierda para seguir bajando, por terreno cómodo, aunque más empinado, llevando a la derecha una cerca que me servía de referencia.

Fui girando con la valla, más tarde murete de piedras, hasta salir a un terreno despejado de prados en terraza, conocido como Solanas Bajas, muy cerca del camino que esa mañana había seguido al subir.

En lo alto de un lomo con el Mas de Tarín a mi izquierda y el Mas de la Solana a la mano opuesta, crucé la cerca y me dirigí derecho (SO) a esa última casa, atravesando los prados por donde mejor me pareció. Al llegar, tomé el camino que allí muere y por él llegué enseguida al trazado del GR.8. El regreso a Alcalá de la Selva era ya obvio, pues no tenía, sino que deshacer el camino. Finalmente alcancé el coche a las cuatro menos cuarto, en una tarde tranquila y soleada, aunque todavía fresca.

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