Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: El Santa
Bárbara es un pico bastante trivializado desde que su cumbre se puede alcanzar
en apenas media hora de camino a partir de la pista que pasa por el Collado de
las Palomas. Una pena, porque es una cima hermosa, de amplias vistas, situada
en un entorno magnífico, que merecería una ascensión de más enjundia. Es al
menos curioso que, frente a restricciones a veces ridículas, se permita que el
tráfico rodado atraviese una zona de gran valor naturalístico y relativamente
bien conservada, pese a las minas.
Pero a lo que vamos. La
ascensión que aquí planteo es una de las rutas posibles que, para mejor
disfrutar del entorno, alargando deliberadamente la excursión y evitando en lo
posible cruzarse con vehículos. La bajada más lógica y breve tras alcanzar la
Loma Elvira sería por su loma norte hasta el Collado Clarín, de donde un
barranco baja a la Canaleja Alta. Pero, siendo corta la excursión, decidí prolongarla
dando una vuelta por los alrededores, primero por conocer esa vertiente y,
luego y no menos importante, porque el recorrido permite ir viendo el Santa
Bárbara desde casi todos los ángulos posibles. Se podría hacer lo mismo
regresando por la pista del Collado de la Mina, pero implicaría ir cruzándose
con coches, sobre todo en verano.
Esta vuelta tiene la
pequeña dificultad, provocada por la pérdida de viejas sendas (al menos cuando
escribí esto en 2011), de tener que ir un rato campo a través, pero el terreno
no es malo y, la orientación, clara. En resumen, una pateada mediana que no
plantea dificultades serias, aunque podría ser más fácil. Aparte de la forma
física, la única condición requerida para acometer con éxito esta actividad es
cierto espíritu agreste.
Por otra parte, de haber
sabido que me encontraría tal cantidad de nieve (no había tanta cámara web
entonces) en esta sierra, hubiera ido mejor equipado y habría intentado la
subida por el corredor. Pero las referencias que tenía eran de mucha menos nieve.
De hecho, en las fotos se ve cómo montañas más altas, incluso la Sagra, estaban
menos innivadas. Caprichos de la meteo. Desde entonces, llevo de todo en el
maletero hasta que quepa, por si acaso.
RELATO GRÁFICO:
Hacia las
nueve y cuarto aparqué en el Cortijo de la Canaleja Alta y comencé a caminar
por la senda marcada como GR 7-1. Ésta sale de la curva de la pista, frente al
acceso al área recreativa, y remonta en dirección suroeste un barranco. Hacía
un frío agudo en la húmeda umbría y empecé la excursión hecho un fardo de ropa.
La senda
me llevó por el Pinar de la Fuenfría, que atravesé en suave ascenso, siempre
por la vertiente derecha del cauce.
Cuando
los pinos se aclaraban un poco, mirando atrás a través del boquete del valle,
destacaba la solitaria Sagra más allá de un mar de bruma.
Antes de
llegar al collado cabecero, la senda giró a la izquierda (S), subiendo ahora
directo al Santa Bárbara.
Al poco
de dejar atrás el pinar y encontrar la primera nieve, …
… desemboqué
en una pista, la misma por donde había llegado a la Canaleja Alta, y que cruza
esta ladera entre las cotas 1.900 y 1.950. Por ella suben en coche los
“montañeros prácticos”, ya que permite reducir la ascensión a un paseo de
escasos 250 metros de desnivel. Pero yo escogí otra opción. ¿Cuántos de los que
pasan en coche obtendrán todo el disfrute de la belleza que se domina? Al otro
lado de la Hoya de Baza, las sierras de Cazorla y Segura quebraban el
horizonte, mientras que, en medio, surgía de la niebla el lomo de una modesta cumbre
solitaria: el Jabalcón. En la pista, dejé las señales de GR, que siguen a la
derecha, y crucé el carril para…
…
continuar al sur, pinar arriba, ya sin senda, pero por terreno relativamente
despejado y de pendiente llevadera.
Cuando
quedaron atrás los árboles, pude ver, a mi espalda, que había aparecido la
Sierra de Mágina sobre el árido lomo de la Sierrecilla de Narváez.
Y, por
delante, me encontré frente a la cara norte del Santa Bárbara. No recordaba ese
roquedo y encima me fijé en que un corredor breve y fácil lo corta. Por
desgracia, no sólo iba con botas blandas, sino que no llevaba ni piolet. No
quise arriesgar más de la cuenta y, siguiendo el programa previsto, me dirigí en
ascenso directo hacia una depresión justo a la derecha de los canchos, donde…
… un
árbol solitario parece marcar la ruta. La pendiente no se acerca siquiera a los
30º ni en el tramo más empinado, que estaba llegando a la divisoria. Menos mal,
porque, si no, igual me hubiera tenido que dar la vuelta. Por otro lado, la
nieve tenía poco espesor y, aunque en el tercio superior el manto presentaba
una más que moderada consistencia, pude superar la ladera sin problemas.
Llegando
al cordal, empecé a ver la breve cara norte del Santa Bárbara de lado. Menos
inclinada de lo que parecía, aun así, tiene su encanto.
Volviéndome
al norte, veía ahora el corte del Barranco de la Canaleja, donde podía adivinar
el lugar de donde había partido por la curva del mismo.
Pero fue
al mirar a mi derecha cuando me quedé con la boca abierta: sobre el altiplano, suaves
lomas blancas tachonadas de pinos dispersos con Sierra Nevada en el horizonte.
Como la
cumbre tiraba, me entretuve poco y giré a la izquierda (E) para recorrer el
ancho lomo de nieve que me separaba de ella. Encontré el manto en general
consistente pero no helado y, sólo donde el viento había acumulado algo más de
polvo, llegaba a hundirme por encima del tobillo.
Pese a
estar expuesto a plena cresta, acabé de quitarme la penúltima capa de ropa;
didáctica demostración de lo que es una inversión térmica. Pasado un cambio de
rasante, apareció el hito cimero del Santa Bárbara, más allá del cual veía las
sierras de la Bética murciana y Loma Elvira, donde acabaría mi recorrido por la
cresta. Por cierto, ni una sola huella en toda la loma, cumbre incluida.
Eran las
once y cuarto cuando llegué al vértice, donde hacía una temperatura ideal;
apenas soplaba una suave brisilla y el día estaba, más que claro, luminoso. Y,
si sumamos que estaba en medio de un entorno maravilloso ¿qué más podía pedir?
Al fondo, veía el Almirez culminando el largo paredón de la Sierra Nevada
almeriense. Se me acumulan los recuerdos; hace casi 15 años que no pisaba por
aquí. Imperdonable. Más a la derecha, hacia…
… el
suroeste, se extiende la cresta nevadense desde el Puerto de la Ragua al Picón
de Jérez; de la loma del Cerro Pelao, sobresalían, por los pelos, la Alcazaba y
el Mulhacén.
Al norte,
las sierras subbéticas se extienden de la Pandera a María envolviendo las hoyas
de Guadix y Baza.
Se estaba
tan bien, que me eternicé en la cumbre, pero, viendo acercarse el reloj a la
una, decidí que tenía que ir bajando, pues el retorno no sería corto. Iba a
aprovechar para conocer un poco mejor esta sierra. De momento, comencé por proseguir
el cresteo al este.
Tras una
bajada corta y suave, me encontré con un boquete justo en el collado, lo que
queda de una antigua mina, que hoy sirve para dar un poco de color al entorno.
Tras rodearlo por la izquierda, una subida igualmente suave y corta me dejó en
la cumbre del cerro en que culmina Loma Elvira.
Se puede
considerar a esta punta el extremo oriental de la loma cimera de del Santa
Bárbara.
Más al
este, tras un cercano hombro, la sierra cae bruscamente hacia la Hoya de Baza y
más a la izquierda, …
… al
norte, un hito solitario marca el entronque de la loma norte. Por ella tendría
que haber ido para regresar a la Canaleja Alta por el camino más corto. Sin
embargo, aunque lo pensé, siendo apenas la una y cuarto, decidí dar una buena
vuelta que me permitiría ir contemplando el Santa Bárbara desde casi todas sus
vertientes.
Comencé por
bajar directamente al sur, por una ladera amplia y suave, de suave inclinación,
con la Loma del Gato y el Calar de Rapa frente a mí.
Ambiente.
Bonito árbol
Cuando me
topé con el antiguo camino carretero que daba acceso a las minas, lo tomé a la
izquierda (SE) para continuar bajando. Parece ilógico, pero es que el carril
gira enseguida casi en redondo, tomando…
… la
dirección correcta (SO), teniendo de frente al Santa Bárbara, que muestra ahora
su vertiente sureste, en cuya base asoma la roca en los resaltes que dejó la
explotación de las minas de Relumbres.
No es
aconsejable dejar el carril en este tramo pues, aparte de excavaciones mayores,
hay bastantes pozos pequeños que en días así podrían estar tapados por la
nieve. La pista va prácticamente horizontal rodeando la base del pico. Si bien
los grandes hoyos de las minas no son feos, …
… no
sucede lo mismo con las ruinas de las casetas que quedan, desmoronándose poco a
poco por su cuenta ¿Tanto costarían dos camiones y una cuadrilla para
desmantelarlas? ¿Para qué sirve un parque natural?
El calor
en esta depresión abrigada del viento se hizo lo bastante intenso como para
acabar de manga corta ¡Quién lo diría, un tres de enero y pisando nieve! El
silencio era absoluto y seguía sin encontrar una sola huella mientras me iba
acercando a los Prados del Rey, al fondo de los cuales se levanta el Cerro del
Calar.
Al ir girando
con el monte, se fue descubriendo también el cerro del Pozo de la Nieve, a
cuyos pies…
… fui
distinguiendo el Refugio Prados del rey, por donde habría de pasar. No me
cansaba de oír el silencio en este mundo inundado de luz. Sólo un par de veces
un huidizo grupo de ciervas interrumpió mi soledad. Poco más adelante, encontré
unas huellas en la nieve que llegaban a escasos cinco minutos de la pista,
máximo radio de acción, al parecer, del dominguero audaz.
Al llegar
al Collado de la Mina, me encontré en un cruce y continué por la pista que sale
enfrente (O).
Ahora
podía ver la vertiente la vertiente oeste del Santa Bárbara mientras me
acercaba al…
… Refugio
Prados del Rey. Se trata de un edificio de dos plantas en perfectas condiciones
y cerrado perfectamente, excepto un cuchitril en la zona trasera, con chimenea
pero que apenas da para que se apiñen tres o cuatro personas acurrucadas; de
dormir, mejor no hablamos. Buenos, sigamos. Dejando el edificio a la izquierda,
continué por un ancho camino que se dirige…
… al
noroeste siguiendo la curva del monte y perdiendo altura muy suavemente entre
pinos. El bosque se abrió a mi derecha en un claro, al extremo del que está el
pozo de nieve que da nombre al paraje, bien reconstruido. Pero a mí me gustaban
más las vistas de la Hoya de Baza rodeada de montañas que había detrás. Y no
digamos si levantaba la vista hacia…
… el
Santa Bárbara, que ahora mostraba su lado noroeste.
Al llegar
al Collado del Sabinar, el carril, que hasta entonces reproducía más o menos el
trazado del antiguo camino del pozo de nieve marcado en el plano, lo abandona
girando a la izquierda. Yo, por mi parte, dejé el camino por el otro lado (E),
para ceñirme a la vieja senda, tal como la había visto en el mapa.
Bajé por
la vaguada oriental, de pendiente moderada, entre pinos y un matorral que no
estaba tan cerrado como para entorpecer el paso. Ni rastro del camino, aunque,
en algunos sitios, donde el monte se espesa, los animales habían abierto su
traza.
Cuando me
pareció, fui derivando a la izquierda para rodear el Cerro del Sabinar y seguir
el descenso por su lomo norte. Con el cambio de perspectiva, empecé a ver
también la cara norte del Santa Bárbara.
Iba ahora
por lo alto de un lomo poco marcado, con la referencia de la Sierrecilla de
Narváez delante. La andadura se hizo algo más cómoda al ir desapareciendo la
nieve, poco antes de pasar…
… junto a
las ruinas del Cortijo de los Cazadores, que viene a marcar más o menos la
mitad de la bajada desde el collado. Sigue sin haber ni rastro de senda, ni
hitos, ni nada, pero el terreno no es incómodo y, el lomo, fácil de seguir. Poco
después, empecé a ver a mi derecha el Barranco Angulo, por donde luego subiría,
bajo el Quemado de Don Pablo. Incluso llegaba a apreciar la traza de una senda.
En las
zonas más empinadas de este descenso, la vegetación perdía densidad y el
terreno estaba más suelto, incomodando algo el paso, pero no es grave. Además,
ya estaba cerca del final de la bajada. Iba pensando en el contraste de la
reseca Sierrecilla de Narváez con el núcleo central de la sierra de donde
venía, todo verde y blanco, es brutal. Realmente, otro mundo, aunque tan
cercano.
El último
trecho de bajada fue a través de un pinar, donde tuve que poner cuidado para no
perder la orientación. Salí de los árboles a un prado, junto a las rocas que
dan nombre a la Fuente del Peñón. Estaba un poco por encima de una confluencia
de barrancos y giré a la derecha (N) para atravesarlo y dirigirme a la ladera
de enfrente, donde se apreciaba claramente el trazo de una senda.
Dicho
camino remonta el Barranco de Angulo por su vertiente derecha, bastante
separado del cauce, y coincide con el trazado homónimo marcado en el mapa. Lo
tomé a la derecha (E) para subir por él hacia el collado que se adivinaba en lo
alto.
Sin
embargo, la senda original debió perderse y ésta no es sino la marca dejada por
el paso de ganado, que más arriba se perdía en algunos puntos y no cruzaba en
ningún momento el cauce. De todas formas, era suficiente para seguirlo y,
cuando no, el terreno permitía caminar con comodidad. Así, fui dejando atrás el
fondo de valle con bastante rapidez y…
… viendo
la cara norte del santa Bárbara por encima de los pinos; incluso distinguía el
arbolito donde había alcanzado la cuerda esa mañana.
No sólo
la nieve; también me impresionó el empinado y estrecho Barranco de las Riscas,
flanqueado por unas sombrías peñas a las que posiblemente deba el nombre.
Cuando el
Barranco de Angulo gira a la derecha y toma dirección norte – sur, al pie del
collado homónimo, dejé de seguirlo y continué recto al este entre los pinos,
saliendo a la divisoria un poco a la izquierda de la horcada. Girando a la
derecha (S), atravesé su punto más bajo y luego derivé a la izquierda (SE) por
la vertiente opuesta, la del Pinar de la Fuenfría. Como el bosque era de
repoblación, aproveché una terraza para avanzar manteniendo cota en busca de la
traza del GR 7-1, la misma senda por donde había empezado a caminar esa mañana.
Pero,
antes de volver a entrar entre los árboles, contemplé la mole de la Sagra en la
lejanía.
Cuando
encontré el sendero, lo tomé a la izquierda (NE) para descender, ya por terreno
conocido, el anónimo barranco que me llevaría de vuelta al Cortijo de la
Canaleja Alta, adonde llegué poco antes de las cuatro de la tarde, después de
una jornada intensa y variada pero predominantemente apacible. Y en la que no
me crucé absolutamente a nadie. Ni de lejos.
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