Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: El principal
atractivo del Teleno son las vistas que se disfrutan en cumbre, pues sus rutas
de ascensión tienden a ser monótonas. Una vegetación ni vistosa ni variada y un
relieve suave no dan para mucho como entorno. Pero puestos a subir, al menos
las rutas de la vertiente norte son algo más variadas y panorámicas que las
habituales de Corporales o la carretera que sube a la sierra. El camino a
cumbre desde Molinaferrera es así: moderadamente largo, pero sin dificultad
técnica, por terreno cómodo y con pendientes que, incluso en lo más empinado, mantienen
la suavidad. Al alcance de cualquier excursionista con una condición física
mediana y ganas de subir a una de las cumbres más relevantes de la Península
Ibérica por una ruta no demasiado frecuentada.
RELATO GRÁFICO:
Llegué a
Molinaferrera hacia las nueve y media de la mañana, con el termómetro del coche
marcando -11ºC; con lo frío del día y lo corto de la excursión, no había prisa
para empezar. A la entrada misma del pueblecito, lo primero que encontré fue
una ermita, lamentablemente “reconstruida” a base de cemento y teja, tras la
que se divisaba la silueta maciza del Teleno. A su puerta mismo, una pista sale
de la carretera y se dirige al sur. Por ella inicié la ascensión.

El carril
me llevó a remontar el Arroyo del Cabrito por su orilla izquierda, rodeando el
pueblo. Poco después de quedar atrás las últimas casas, me encontré un desvío a
la izquierda (SE), que va a cruzar el cauce por un puente; lo tomé y, en la
otra orilla, continué por un camino más estrecho que giró a la derecha (SO) y
siguió remontando el arroyo. En la confluencia con el Valle de la Collada,
crucé este nuevo barranco y giré a la izquierda (SE) para subir hacia el amplio
collado que se iba adivinando en su cabecera. La única precaución hasta ese
momento era no dar un mal resbalón en los abundantes y sólidos charcos de hielo
que cortaban de vez en cuando la ruta.
La senda
me separó del cauce y me sacó a terreno despejado, lo que agradecí bastante
pues el sol ayudaba a sobrellevar el intenso frío. A mi espalda, más allá de la
loma del Peral y el Cerro del Gorro, asomaba el Meruelas nevado.
Llegando
casi a la horcada, el camino se bifurca y yo continué por la derecha (SE). Sin
necesidad de llegar a La Collada, cuando me pareció buen momento, dejé el
carril por la derecha (S) para atajar por matorral poco denso hacia una pista
que veía atravesar la base de la ladera. En lo alto, asomaba ligeramente la
cima nevada del Teleno. Una vez en la pista, la tomé a la derecha (O), subiendo
suavemente en diagonal hasta encontrar el cortafuegos que recorre por lo alto
la loma de Peña Resbalina. Giré entonces a la izquierda (S) y subí por él.
De vez en
cuando, se cruzaban pista y cortafuegos y hay también algún desvío, pero no
hice caso, sino que fui siempre siguiendo la cuerda.
El
cortafuegos presentaba una pendiente mediana y el piso era regular y compacto,
con lo que avancé directamente cara a la pendiente, pese a que su gran anchura
permitiría hacer diagonales si hiciera falta. Dentro de esta monotonía, el
crestón de la Peña Negra, más o menos a mitad de subida, es la única
referencia.
Al ganar
altitud, aparecieron mi derecha, junto al Meruelas que llevaba tiempo viendo,
otras dos cimas del cordal principal: el Cerro Coballos y la Cabeza de la
Yegua.
A mi
espalda, la Maragatería aparecía como un monótono altiplano ondulado y, en el
horizonte, se distinguían como una sombra blanca las nieves de la Cordillera
Cantábrica, medio veladas de nubes, pudiendo sólo identificar…
… la
Sierra de Gistreo.
A poco de
sobrepasar la Peña Negra, terminó el cortafuegos que iba siguiendo, al pie de
una pequeña pedrera. Unos hitos lo continúan claramente a través del canchal.
Siguiéndolos pasé un cambio de rasante, tras el que encontré una senda cortando
claramente una banda de matorral y prolongándose loma arriba. A mi derecha, …
… la cima
del Teleno seguía tocada de nubes en lo alto de un nevero, mientras que más
allá, …
… al
este, iba asomando un mayor segmento de los Montes Aquilianos. Más cerca, el
modesto pico Sestil y su regular loma norte, por donde bajaría más tarde.
Al
empinarse la loma para entroncar con el cordal de la sierra, la senda me llevó
a la derecha, para atravesar en diagonal la vertiente y entrar en el cuenco de
Las Reguirinas, por cuya pala superior alcanzaría la cresta. Aquí me crucé con
las únicas dos personas que vi en todo el día. Bajaban ateridas, lo que me
extrañó, pues, aunque hacía algo de frío, era menos que cuando salí y apenas
corría una ligera brisa. Vamos, que bien abrigado no se iba mal. En fin; la
pala que culmina este cuenco es suave, bastante…
… menos
de 30º de pendiente, y se subía muy bien. Por entonces, empecé a entrar en la
nube y, bueno, comencé a notar…
… más
frío, pues dentro el vapor era espeso y la humedad mucha. Según llegué a lo que
parecía la cuerda, en realidad el cambio de excentricidad que marca el borde
del lomo superior, se desencadenó, o mejor dicho me alcanzó, un ventarrón recio
y empezaron a volar cristalitos de hielo, así que me tapé todo lo que pude y
empecé a buscar alguna referencia que me indicara la cumbre. Veía algunas
sombras que parecían hitos, pero, cuando me acercaba, resultaron ser
simplemente piedras enhiestas. Así que, en buena lógica, decidí confiar mi
orientación a la pendiente: si vas siempre subiendo, sólo puedes llegar a la
cima.
Poco
después, junto a un grupo de rocas escarchadas, alcancé la divisoria, de lo que
fui consciente cuando una ráfaga de aire estuvo a punto de derribarme ¿de dónde
había salido este vendaval si 20 metros más abajo apenas soplaba nada? En fin,
siguiendo hacia arriba, acabé topándome con…
… la
cumbre del Teleno, con sus hitos, cruces, carteles y demás quincalla. Era la
una menos cuarto y las condiciones en cumbre eran como para salir corriendo.
Ahora, ya no me extrañaba la pinta de los dos que bajaban. Para hacerse idea de
cómo estaba el tema, llevaba unos guantes negros y parecía que los había metido
en cal.
Además,
el viento me zarandeaba de tal modo que, para tomar alguna foto, tuve que
sentarme para apoyar los codos. No era cuestión quedarse y enseguida eché a
andar loma abajo hacia la derecha (NE), siguiendo la linde del pedregal que el
viento había marcado.
Al poco,
aparecieron los hitos, innecesarios para marcar la cuerda, y salí de la nube. Efectivamente,
el viento fuera soplaba muy suave, pese a seguir en cresta. Sorprendente. A mi
izquierda, el sol iluminaba las verdes lomas de la Cabrera Baja, donde se veía
una columna de humo. Luego me enteré que procedía de un incendio subterráneo de
turba. Al fondo se llegaban a ver las nieves de la Sierra de la Cabrera.
Incluso
en el collado entre el Teleno y el inmediato Sestil hacía menos aire, contradiciendo
a Venturi. Pasando la horcada, a mi derecha, la…
… bonita
cuenca de la Bellosa, quizás el único lugar donde se da cierta altivez en los
suaves relieves del Teleno.
Tras una
breve subida, llegué a la cumbre del Sestil, desde donde se ve el cordal
prolongarse hacia los Montes Aquilianos. Un día he de recorrerlo. Girando a la
derecha (N), bajé…
… por el
amplio lomo que cae en esa dirección, de pendiente moderada y cubierto de
breves pedreras y hierba escarchada. La andadura se me hizo cómoda, sin ningún
obstáculo pese a carecer de sendero. Al ir bajando, se suavizó incluso. A mi
derecha, veía…
… la
vertiente noroccidental del Teleno sobre el hoyo de La Bellosa, mientras que, …
… delante,
el tramo visible de Cordillera Cantábrica se había aclarado algo. Pero tampoco
mucho.
Más
abajo, mientras dejaba atrás la cima, …
… el
matorral se hizo más alto y espeso, pero, lleno de trazas del paso de animales,
no supuso un obstáculo de consideración para el descenso hacia la pista que
veía más abajo cruzar la ladera. Antes, me topé con una ancha terraza,
claramente artificial, medio inundada de arbustos pero que facilitaba bastante
el paso. Puede tratarse la antigua conducción de agua. En todo caso, como me
pareció que iba en la dirección conveniente, la tomé a la izquierda (NO).
Así
llegué un poco antes al carril, desde donde veía el Teleno cubierto con su
nube, a la izquierda del Sestil y la loma por donde acababa de bajar.
Tomando
la pista a la izquierda (N), rodeé por ella la pequeña prominencia de El Cuete
para, a continuación, bajar por recia pendiente, pese a las lazadas, hacia el
fondo del Arroyo del Cabrito, cuyo…
… curso
superior, encajado a los pies del Meruelas, veía a mi izquierda.
Llegué al
cauce junto a una pradera con varias casas dispersas. Dejé de lado un par de
desvíos a la izquierda y varios carriles de entrada a fincas, con los criterios
de seguir siempre la pista principal y seguir, en su descenso, el Arroyo del
Cabrito. En el fondo del valle, la pista giró para tomar dirección noreste y me
llevó paralelo al curso de agua, por la orilla derecha, en suave subibaja al
cruzar sucesivos barranquillos.
Aquí, la
umbría conservaba el frío y la escarcha flanqueaba el camino, pese a ser más de
las tres de la tarde, y en los torrentes abundaba el hielo.
Tras
cruzar a la otra vertiente por un puente, el terreno se despejó y la pista se
tiñó de negro. Atrás brillaba el Cerro Coballos en lo alto de la sierra. Ahora
se estaba bien al sol, pero, habiendo perdido interés el entorno, caminé
deprisa los últimos 2 km y pico que quedaban hasta Molinaferrera, donde entré
poco antes de las cuatro de la tarde.
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