Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Preciosa
ruta, muy fácil y relajada, incluso con nieve, a una gran montaña. Da idea de
lo frecuentada que debe ser el que no menos de 15 personas coincidimos en la
cumbre, y otras andaban aún de camino, pese a ser un lunes de diario cuando
subí y que el tiempo a primera hora no estaba muy claro. Hay rutas más
solitarias y largas por la vertiente de Tolox, pero, en este caso, la que
podemos considerar normal resulta ser también la más interesante, tanto
estética como naturalísticamente... ¿Qué le vamos a hacer? Pues ir en pleno
invierno para que la masificación no sea tanta y, de paso, contemplar pinsapos
y quejigos escarchados en medio de un mundo blanco. Pues esta ruta está al
alcance de casi todo el mundo, a condición sólo de ir bien equipados y poseer
unos mínimos conocimientos de progresión y autoaseguramiento en hielo. Y, como
prólogo y epílogo, se pueden incluir unos paseos y unos vinos en Ronda. De
fábula.
RELATO GRÁFICO:
La mañana
era glacial pese a estar el cielo cubierto en su mayor parte cuando llegué a
Los Quejigales, hacia las nueve y media de la mañana. Nubes bajas cubrían la
mitad superior de la ladera que debía remontar como principio de la ascensión.
Tras aparcar el coche en una explanada, tomé la pista por donde había llegado
para continuar por ella a pie más allá de la cadena que la cierra al tráfico. A
los pocos metros, la dejé la derecha (E) para…
... tomar
una senda a señalizada a la Torrecilla, que comienza cruzando el Arroyo de la
Cañada por un puentecillo. La vereda, clarísima, muy pisada, me llevó a través
del pinar hacia una ladera más empinada.
Al
aumentar la pendiente, aparecieron los primeros pinsapos, antepasado de los
modernos pinos y abetos en que se mezclan características de ambas especies.
En cuanto
gané algo de altitud, me encontré en un terreno cubierto de nieve. La senda
seguía siendo muy clara, aunque ahora más accidentada. Atrás iba quedando la
vaguada de los Quejigales y el Cerro de la Yedra al fondo.
El camino
hacía lazadas donde se empinaba la ladera.
Son
bonitos los pinsapos; altivos como un abeto, pero sus ramas crecen desordenadas
como en los pinos.
A media
subida, la senda entró en el barranco de la Cañada del Cuerno, remontándolo, primeramente,
por la vertiente izquierda. Siendo suave el ascenso, pude saborear a gusto el
mágico ambiente del bosque nevado y brumoso, roto el silencio sólo por el
crujir de la nieve bajo mis pasos.
El
bosque se adensa en el fondo del barranco, que atravesé guiado por la senda,
para rematar la subida…
… por la
otra vertiente. Aquí, más resguardados del viento, están los árboles de mayor
porte y vistosidad.
La linde
del bosque me anunció la cercanía del final de la subida.
Efectivamente,
a los pocos minutos de caminar por terreno despejado, llegué a la vista de la cuerda
y empezó a soplar el viento, despejando las nubes. Incluso el sol fue a asomar
tímidamente.
Pero, al llegar
al Puerto de los Pilones, volvieron a cerrarse las nubes y apenas se veía a
unos metros. Sin embargo, seguí adelante pues toda la ruta está balizada con
estacas y había multitud de huellas del día anterior, con lo que perderse era
realmente complicado. Continué tomando a la izquierda (NE) la pista que recorre
dicha loma, pero por poco tiempo, pues…
…
enseguida la senda de la Torrecilla prosigue por el otro lado, saliendo del
carril por la derecha (E), bien visible el desvío marcado con estaca y cartel. Tras
el cambio de vertiente, perdí un poco de cota, con lo que me protegí del
viento, no muy intenso, pero sí molesto. También cambió el panorama vegetal,
dominado ahora por añosos quejigos, que crecen en pequeños grupos dispersos y
aparecía todo invernales: sin hojas, pero vestidos de escarcha, creaban…
…. un
inesperado ambiente boreal en Málaga. Por aquí, apenas se veía la senda en el
manto de nieve, denso y profundo; pero, siguiendo las abundantes pisadas, fui
llaneando por este flanco meridional del cordal.
Al
ratito, llegué junto a un Pozo de Nieve reconstruido. Muy cerca, un cartel
indicador marca el cruce donde se encuentran la senda que me había llevado
desde los Quejigales con la que sube desde Yunquera. Seguí por la derecha (E),
tomando el camino indicado a la Torrecilla, momento en que la niebla abrió lo
suficiente para permitir asomar brevemente a un sol pálido junto a la anónima
cota 1.791, que rodeé por la izquierda llevado por la senda, en suave subibaja
para pasar las ondulaciones del terreno.
El cielo
abrió del todo a punto de terminar el flanqueo, pasando junto a un karst donde
la nieve dejaba ver las grietas. Cambié de vertiente en el collado (1.735)
entre el Cerro Alto y el anónimo, pasando a…
… llevar
a la derecha la Hoya del Pilar. De todas formas, seguían entrando y saliendo
nubes mientras avanzaba por esta loma, rodeando sucesivas prominencias.
El viento
había parado, la belleza del entorno era tremenda y el silencio impresionante.
Por entonces, sólo me había ido encontrando con otro montañero solitario.
Progresando los dos a ritmo parecido, nos íbamos alcanzado cada vez que uno
paraba.
Al cabo,
una subida breve me dejó en la collada que permite rodear por el este el Cerro
del Pilar.
Atrás
quedaba la Hoya del Pilar y, por…
… delante,
la bajada para situarse al pie de la Torrecilla, cuya parte superior estaba aún
cubierta de nubes. Esta vertiente del…
… Cerro
del Pilar está defendida por un escalón de caliza gris, contra el cual
contrastaban vivamente los árboles helados.
Al llegar
al Puerto de los Valientes, se levantaron las nubes, descubriéndose la cumbre brillante
sobre la ladera que me quedaba por superar. Mientras se iban despejando los
últimos vapores de la cúspide de la sierra, me felicitaba por la suerte que
estaba teniendo. Si mágica fue la andadura por el bosque entre la bruma, si
seductoras eran las siluetas de los quejigos surgiendo en la niebla, el sol
aparecía para iluminar la subida final.
Tras
atravesar el collado, la senda me llevó a emprender una subida en diagonal a la
derecha a través de la ladera noroccidental de la Torrecilla. Si la pendiente
en sí no es muy intensa, poco más de 40º como máximo, la subida por la traza en
diagonal se mantiene por debajo de los 30º.
Pese a
que bajo una capa de medio palmo escaso de nieve blanda lo que había era hielo,
bastante gente alcanzó la cima ese día sin crampones, gracias a la poca pendiente
y la abundancia de huellas. La única pena es que las nubes todavía tapaban el
altiplano ondulado que se extiende hacia los Pilones.
Iba yo encantado con la subida y más cuando pasé un ligero cambio de
rasante y, en lo alto de una rampa todavía más suave, apareció lo que parecía la
cima.
Al
alcanzar la cumbre de la Torrecilla, lo primero que vi al otro lado fue el mar,
brillando entre las sierras de Marbella y Palmitera. Un pequeño buzón, tan
congelado como todo el monte hoy, marcaba la cumbre. Ni el hito geodésico ni la
cruz que había visto en fotos aparecían por ningún lado; parece que hay buen
espesor.
Eran la
una y cuarto y el día había abierto del todo. Al suroeste, la vista se perdía
en una sucesión de crestas: Cerro Abanto, Sierra Palmitera, Sierra Bermeja y
otras más modestas. Un poco a la izquierda, una sombra sobresalía hacia el mar.
Era el
Peñón de Gibraltar frente al Yebel Muza, ya en África, al otro lado del
estrecho.
Al
noroeste, toda blanca, la extensión de lomas que acababa de cruzar, al otro
lado de la cual destacaban…
… el
Cerro Alto y el Peñón de los Enamorados.
Al
sureste, empinados barrancos caen hacia Tolox y el Río Verde, con el telón de
fondo de la Sierra de Marbella. Por desgracia, las nubes no dejan ver otras
montañas a oriente; ni Sierra Nevada ni las Almijaras.
Estuve
bastante rato en cumbre y en ese tiempo fue llegando gente, hasta juntarnos
arriba casi una veintena de personas (milagros hice para conseguir estas fotos).
Y eso que era lunes. En vista del panorama, antes de las dos emprendí la
bajada. Por variar un poco, comencé por dirigirme por la cuerda al noreste, que
era ese día un lomo de nieve amplio, más allá del cual se dejaba ver el pueblo
de Yunquera.
Tras una
bajada de mediana pendiente, llegué a un rellano donde el mapa señala una cota
de 1.866.
Girando
ahí a la izquierda (NO) me dejé caer en línea directa por la ladera, hacia el
Puerto de los Valientes.
El
descenso fue rápido, pues la ladera es regular, despejada y con una cómoda
pendiente de algo menos de 45º. Una vez en el collado, retomé de vuelta la
senda de esa mañana.
A punto
de acabar el rodeo del Cerro del Pilar, así se veía la ladera de la Torrecilla,
ahora totalmente despejada.
Durante
el regreso. no hacía más que volverme pues la vista del pico era realmente
seductora y más aún, según aumentaba la distancia, …
… encuadrada por
suaves lomas y quejigos helados, .
Poco a
poco fui así acercándome a la loma de los Pilones.
Llegando
cerca del Pozo de Nieve junto al que había pasado esa mañana, en vez de bajar hacia
el mismo, dejé el sendero por la derecha (N) para encaramarme a la cuerda
citada, que alcancé, tras…
… breve
subida, en el Puerto del Oso, donde se alza este bonito arbolillo aislado.
Desde
allí, otra mirada a la Torrecilla, antes de…
… girar a
la izquierda (SO) para recorrer el lomo para subir una primera prominencia y,
luego, una segunda donde hay un repetidor. Al fondo, el sol horizontal relucía
en la superficie del mar, resaltando las siluetas oscuras de las montañas. Sólo
por estos panoramas merece la pena el pequeño rodeo que supone ir al Puerto de
los Pilones por la loma y no por la pista. También veía, a mi derecha, la…
… Sierra
de Grazalema a lo lejos, coronada por el Torreón.
En el
repetidor, tomé la pista se acceso, que no es otra por la que, esa mañana,
había caminado un corto trecho a partir del Puerto de los Pilones. Esta vez, continué
por el carril, que me llevó al oeste siguiendo la curva de lomas y barrancos,
dejando de lado, a la derecha, el…
… desvío
de la senda que baja por la Cañada del Cuerno.
Era tan
relajado el regreso, que pude irme recreando en la vista con la
sucesión de lomas perfiladas por la luz inclinada de la tarde.
En otras ocasiones, el ondulado paisaje en que me iba sumergiendo, salpicado ahora de tejos y
algún pinsapo.
Alguna
vez, simplemente la silueta de un árbol aislado retorciendo sus ramas al borde
del camino.
No tardé
mucho en empezar a ver el final de la jornada: el cortijo de Los Quejigales rodeado
de pinares. Cerca del mismo, la pista por la que caminaba desembocó en otra, el
Camino de Ronda, que es por donde había llegado esa mañana con el coche. Giré a
la derecha (NE) para recorrer los últimos metros y, hacia las cuatro y media,
llegaba al…
…
aparcamiento, desde donde la vertiente norte de la loma de los Pilones
presentaba un soleado aspecto, bien distinto al de por la mañana. Y así acabó
un día de montaña memorable.
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