Alto de la Cañada (2.157)

ASCENSIÓN DESDE RIOLAGO

POR EL ARROYO DE LAS VEGAS Y BAJADA POR EL DE LA SEÑAL

 El Alto de la Cañada culmina la Sierra de Villabandín, que es un conjunto montañoso destacado al sur de la divisoria Cantábrica. Su entronque separa las cabeceras del Sil y el Luna, o lo que es lo mismo, las comarcas de Laciana y Babia, mientras su vertiente sur cae por Las Omañas hacia los llanos de León. Zona bastante olvidada, sin poblaciones importantes y con unas carreteritas espantosas, es una de las áreas de montaña más solitarias de España. Incluso tras el desarrollo turístico de la Babia, pocos dirigen sus pasos a las montañas que se alzan el sur del valle. Ésta es una montaña antigua, curvilínea, con valles largos y profundos en cuyas laderas prospera el matorral, especialmente brezo y escobas, por encima de los robles del fondo. Sus principales atractivos residen en lo apacible de su naturaleza, que es amable y solitaria. Por otro lado, desde su cumbre se divisa todo el arco montañoso que va de la Sierra del Teleno al Alto Carrión.
El Arroyo de Riolago, el de mayor desarrollo entre los que fluyen al norte de la Sierra de Villabandín, está formado por la unión de dos barrancos, que nacen a ambos lados del Alto de la Cañada. Así que es natural utilizar uno de ellos, el de las Vegas, para subir y descender luego siguiendo el otro, el de la Señal.

El Alto de la Cañada, situado en el centro de la foto, apenas destaca, visto desde el norte, de sus vecinos de similar altitud

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Leonesa Occidental (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Sierra de Villabandín
  • Base de partida: Riolago (León)
ACCESO: La población de Riolago, perteneciente al municipio leonés de San Emiliano, está situada en el norte de la provincia, en la comarca de Babia, encajada entre la divisoria cantábrica, al norte, y la Sierra de Villabandín. Como la ruta comienza abandonando el pueblo por el camino balizado “PR-LE 72 Lago Chao”, conviene aparcar lo más cerca posible de su inicio en el extremo sur del pueblo. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen hasta allí en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.270 / 2.157
  • Mi tiempo efectivo aproximado: 5h00
  • Mi tiempo total: 7h00
  • Dificultades: PD-, en las condiciones del día y por donde fui. Varias pendientes de nieve, entre los 30 y 50º.
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de Riolago por la pista que remonta el arroyo homónimo hasta Las Brañas. Continuar por una senda que asciende por la vertiente oriental del valle y entra en el circo norte del Alto de la Cañada. Superar un contrafuerte nevado que baja del hombro oriental del collado 2.064 (PD-). Al ganar la cuerda, girar a la izquierda (SE) y llegar al Alto de la Cañada.

Proseguir el cresteo (NE) hasta el Pico la Ferrera. Girar a la izquierda (N) y bajar por la loma hasta una collada, descendiendo a continuación por la vaguada derecha (NE) hasta el más alto de los Lagos del Chao. Bordearlo y seguir su desagüe hasta el inferior y, desde ahí, el Arroyo de la Señal. Al desembocar en el valle principal, por donde corre el Arroyo de Riolago, cruzarlo para alcanzar la pista del inicio que, tomada a la derecha (N), conduce de vuelta a Riolago.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Ascensión muy bonita y relativamente asequible. Incluso con nieve, las dificultades que presenta son considerable. Y, en verano, debe de ser una caminata de desnivel moderado y pendientes accesibles. De mis varias visitas a la Sierra de Villabandín, ésta ha sido la primera vez que entro desde la Babia y he encontrado esta vertiente más abrupta y montañera que la meridional. Para ganar la cuerda con nieve, hay líneas de ascenso más fáciles en teoría (menor pendiente) que la que escogí (cualquier canal), pero la consistencia del manto era, ese día, mejor por lo alto del contrafuerte que por los cóncavos. No conozco la zona lo suficiente para saber si eso es habitual o no; lo que sí puedo decir, por mi experiencia es que, a veces, en invierno, es mejor dejarse llevar por las condiciones de nieve que por la mera pendiente.

RELATO GRÁFICO:

Llegando a Riolago, el sol iluminaba ya la Babia en una mañana tan clara que, mirando atrás, se veía la Peña Ubiña al otro lado del valle como si pudiera alcanzarse con la mano. Eran casi las diez de la mañana y aún hacía un frío pelón (que dicen en mi tierra) cuando salí del pueblo, tras atravesarlo y aparcar junto a las últimas casas de su extremo sur.

Comencé a caminar por la pista que remonta el Arroyo de Riolago por su vertiente oeste. Cuando enseguida el carril se bifurca, tomé por la derecha, donde una estaca con una marca blanca señala la ruta a la Laguna del Lago, por donde transcurriría parte de la excursión. Poco después, en un segundo cruce, continué por la izquierda. Ya desde el inicio, la Güeriza ponía un toque agreste en el paisaje, mientras la Cabeza de la Braña iba mostrando su contundente presencia al fondo.

Tras una curva, apareció también el Rabinalto. En medio, medio oculto por la perspectiva, se adivinaba el Alto de la Cañada.

Algo más adelante, una estaca a la izquierda de la pista marca la salida de la senda que continúa remontando el Arroyo de Riolago, mientras el carril va ahora a seguir el de las Vegas. Por ella retornaría esa tarde, pero, de momento, dejé atrás el desvío y, poco después, hube de remontar un pequeño alto, desde el cual pude ver, a mi espalda, …

… los Picos del Fontán y Peña Ubiña asomar por la boca del valle.

El lomo en cuestión me dio entrada al amplio rellano de Las Brañas, donde muere la pista junto a unas instalaciones ganaderas. Al fondo, a la izquierda del picudo Rabinalto, podía ver ya, negro contra la nieve, el contrafuerte oblicuo que por donde ganaría la cuerda. Y, siguiendo a la izquierda, la subida por la misma hacia el Alto de la cañada. A continuación, me dirigí al sur, siguiendo unas huellas en la nieve, que me llevaron a…

… cruzar el Arroyo de las Vegas. En la otra orilla, …

… el matorral se cierra, pero apareció una oportuna senda. Por ella, fui remontando en diagonal la vertiente oriental del valle, buscando…

… el hueco abierto a la izquierda del…

… Rabinalto.

Al levantar los ojos, vi la ventisca barrer las crestas, pero abajo el aire estaba aún en calma y la temperatura no era mala. La nieve se fue haciendo continua al ganar altura en diagonal por la ladera, con la vista puesta ahora en un escalón que parece cerrar otro rellano más alto.

La vaguada tiene una pendiente asequible, entre 30 y 40º, pero tuve que ponerme los crampones pues, bajo un palmo de nieve polvo lo que había era hielo. Al llegar a la collada, desde donde podía ver la Peña Negra dominando la cabecera del valle, sí que me golpeó bien recio el viento.

Atrás quedaba el valle de Riolago, que desde aquí veía enmarcado por las crestas del Morro Negro y las Ubiñas.

Por delante, tenía el circo norte del Alto de la Cañada, cuya cumbre quedaba a la izquierda. Tenía de frente tres picos; empezando por la derecha, el Rabinalto, la cota 2.071 y una tercera punta anónima y sin acotar, que fue donde finalmente alcancé la cuerda. En principio, la subida más fácil es el collado más cercano al Rabinalto, pero, iluminado por el sol, la nieve se había reblandecido y vi a dos montañeros que llevaba delante volverse para ir por el tubo en sombra que sube al otro collado (2.064); se ven sus dos puntitos negros en la parte baja de la pala. En principio, decidí seguirles, pero, …

… como vi pequeñas cornisas en lo alto y, además, los dos no acababan de dar con el paso, hundiéndose y resbalando en la nieve, decidí variar el recorrido e irme más a la izquierda, donde más duro estaba el manto, buscando una repisa que asciende bajo el resalte que define un contrafuerte.

La parte más empinada de esta corta diagonal superaba los 45º, pero apenas durante 10 metros. Había poca nieve blanda acumulada pero no paraba de caer polvo de ventisca, que se me iba metiendo por el cuello, así que, cuando…

… salí al lomo, si bien hacía más viento, me resultó agradable volver a sentir el sol tras la ducha gélida. Además, mirar atrás alegraba la vista. La pendiente bajó un poco y se hizo más regular; el manto siguió siendo hielo bajo unos centímetros de nieve polvo, en…

… los poco más 50 metros de desnivel que me quedaban por salvar. Gané, pues, la cresta en…

… la punta este del collado 2.064. Paré a quitarme los crampones y tomar resuello contemplando al norte todo lo que llevaba ascendido, con el fondo majestuoso de las montañas de la Babia. Al lado contrario, …

… corre al sur el Barranco de Entrepiedras, por donde había subido anteriormente a este pico, con la Sierra de Gistreo más allá y las nieves del Teleno brillando en el horizonte.

Para alcanzar la cumbre, giré a la izquierda (SE) y remonté la loma que me separaba de la misma, más bien tendida en comparación con lo de antes, regular y cómoda. Incluso con un rastro de senda en la vertiente meridional.

Llegué al Alto de la Cañada poco antes de la una y media. No hacía demasiado frío, pero el vendaval era considerable y no se estaba a gusto, a pesar de las magníficas vistas del pico. Para comenzar, al norte se desplegaban las montañas de la Babia donde, obviamente, atrae los ojos…

… el Macizo de Ubiña, que presentaba un aspecto magnífico. Girando a la derecha, podía ver…

… el extremo este de la sierra cortado por el Arroyo del Valle, que se abre la peña Correa y el Pico Pelao.

Al sur, muy lejos, la contundente y suave mole del Teleno, más allá de…

… las sierras de Gistreo y los Ancares.

Finalmente, al noroeste, sobre el cordal que va hacia la Peña de la Arena y el Valgrán, destacaba el Cornón de Peñarrubia, muy altivo, con la compleja zona de Peña Orniz a la derecha.

Pese a tener a la vista todas esas montañas, que me traían tantos recuerdos agradables, no aguanté el vendaval ni media hora. Antes de las dos de la tarde, inicié la bajada, yendo al noreste por lo alto del cordal, que es aquí amplio y presenta incluso…

… pequeños cañones en plena cuerda. Sobre la nieve, se marcaban bastantes huellas. Por aquí deben pasar las rutas más habituales.

Desde el principio, perdí altura con bastante rapidez y pronto quedó atrás la cima del Alto de la Cañada y, al distanciarme, fueron…

… haciéndose visibles, atrás y a mi izquierda, el circo norte y el contrafuerte por el que había subido.

Un par de subidas casi imperceptibles me dejaron en el Pico la Ferrera. Más allá, la cresta de la sierra se comba elegantemente y al fondo aparecen el espectacular Formigones y Peña Correa. En esta punta, giré a la izquierda (N) para…

… bajar por el lomo que cae al norte, amplio y más o menos inclinado por tramos, pero con una pendiente siempre moderada, que sólo ocasionalmente alcanzó los 30º.

Encontré algunas rocas que rodeé por el oeste (izquierda), donde el viento había formado considerables ventisqueros.

A mi derecha, iba viendo cada vez más claramente la cuenca por donde iba a descender hacia el valle de Riolago, mientras a mi izquierda quedaba…

… la ruta de subida.

Al perder pendiente la cuerda en la collada de la cota 1.986, giré…

… a la derecha (E) para descender…

… al fondo del barranco. La vaguada de ese lado es ancha y de pendiente suave y regular; ideal para dejarse caer y relajar piernas. Mediado el descenso, se adivinaban ya las superficies de los dos laguitos que ocupan esta cuenca.

Así, fui bajando por donde me pareció más cómodo por esta cabecera nevada donde, protegida del viento, el silencio se había aposentado. Las huellas habían desaparecido hacía rato, pero era igual. Iba encantado.

Reencontré rastros en la nieve al acercarme al Lago del Chao; lógico, pues aquí llega el itinerario balizado, aquél de las estacas por el que había comenzado la ruta. Rodeé la superficie nevada del laguito por el este (derecha), sin dejar de…

… volverme cada poco para contemplar lo que iba quedando atrás. Siguiendo el desagüe, desaparecido bajo la nieve, pero bien marcado el pequeño barranco que forma, bajé hasta…

… el lago inferior, sobre el que se alza vistoso el Pereirón. Junto al desagüe, que en este caso sí corría y no es sino el nacimiento del Arroyo de la Señal, encontré la primera de las estacas marcadas de blanco, señalando…

… una casi imperceptible senda que seguía el torrente por la orilla izquierda. La traza me llevó a cruzarlo al salir del estrechamiento inicial y…

… se hizo más clara al entrar en la gran ladera poblada de matorral denso de la vertiente derecha.

La luz iba cayendo, dejando una de esas tardes transparentes y apacibles, tan de la cantábrica leonesa. En este tramo, gracias a las estacas pude resolver alguna duda pues hay momentos en que, si bien la senda nunca se pierde totalmente, no resulta fácil distinguirla.

Al llegar al borde de una fuerte pendiente, descubrí el fondo del Valle de Riolago, con la pista por donde había subido esa mañana bien visible por la nieve. Continué la bajada por una vaguada nevada de mediana pendiente, pero ya con senda marcada y algunas huellas.

Llegué así a un rellano donde hay una cabaña, que dejé a la derecha. Desde esta gran pradera hay…

… una bonita vista de la Cabeza de la Braña, que se levanta en la confluencia del Arroyo de las Vegas con el de Riolago. Del extremo occidental del prado, sale una pista que va a cruzar el torrente. Para no mojarme los pies, al llegar al borde del agua me desvié a la derecha (N), entrando entre los árboles. Al cabo de 50 m de descender junto al cauce, apareció a mi izquierda una pasarela de cemento que cruza el riachuelo y que esa mañana había visto al pasar desde la pista.

Una vez de vuelta en el carril, lo tomé a la derecha (N) y fui bajando con las Ubiñas a la vista.

Poco antes de las cinco de la tarde, llegué a Riolago. Volviéndome, me despedí del Alto de la Cañada, que brillaba en lo alto, al fondo del valle.

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