
Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: La Maroma no
es un pico solitario, dada su acumulación de títulos y lo fácil de su
ascensión. Y desde Canillas de Aceituno sale la ruta más transitada. El
itinerario de bajada no reúne absolutamente ninguna dificultad, ya que un
camino perfectamente acondicionado y señalizado conecta el pueblo con la cumbre
misma. Sólo los más de 1.400 metros de desnivel a salvar pueden desanimar a
alguien, pero eso no es más que cuestión de tomárselo con calma.
Para apartarse un rato de
las multitudes, disfrutar de algunas perspectivas espectaculares y jugar un
poco, presento una subida alternativa, por la Loma de Capellanía, ruta que no
creo que sea original pero que ha estado inédita hasta ahora (2011). Se me
ocurrió la idea cuando preparaba la ascensión en casa, viendo en la típica foto
de la cara sur de la Maroma, cómo una arista con pinta de fácil subía a la
izquierda de la espectacular y característica zona de tubos calizos y pensé que
la subida por ahí sería bonita. Luego resultó que esa zona rocosa no llega a
verse desde la loma, pero, aun con ello, es bonito ver cómo va quedando abajo
el valle y también hay buenas perspectivas de la cabecera del barranco del otro
lado.
La subida por la Loma de
Capellanía no opone grandes obstáculos: la orientación es clara, como en toda
ruta de arista; no hay sendero, pero el terreno se presta no es demasiado incómodo
y los sitios en que hay que ayudarse de las manos no llegan a ser verticales ni
expuestos. Se puede decir que está en el límite inferior de lo que se suele
considerar alpinismo. La mayor dificultad radica en que no hay marcas, ni trazas,
ni está pisado. Es decir, que hay que tener el hábito de moverse por terreno
salvaje, entre matorral y cantos para que la experiencia no sea desagradable. Muy
recomendable en general, dado que por el camino de la “vía normal” ya vamos a
bajar luego.
RELATO GRÁFICO:
Desde el
aparcamiento, empecé a subir hacia la parte alta (norte) de Canillas de
Aceituno, en busca del camino a la Maroma. Eran las ocho y media de la mañana y
el día se presentaba despejado; la temperatura era agradable y soplaba un
vientecillo fresco que no llegaba a ser molesto. Así, fui subiendo por
empinadas callejuelas hasta salir del pueblo y encontrar una pista transversal.
A mi derecha (SE) vi unos carteles marcando una senda que se desgaja del carril
por la izquierda (NE) para remontar la ladera a través de un pinar. Me dirigí
hacia allí, comprobé que los letreros indican la Casa de la Nieve y tomé el
caminillo, excelente, que me condujo a través del pinar en una subida suave.
Cuando
los árboles dejaban un hueco, aparecía a mi izquierda el Peñón Grande brillando
al sol matutino.
Al salir
de los árboles, alcancé la Lomilla del Albarcón, desde donde veía a mi espalda
el alomado terreno de la Axarquía.
Hice una
corta parada en un rellano abrigado con árboles y fuente que hay bajo el
Collado de la Rabita. El lugar es apropiado para un breve descanso y los restos
de un antiguo pozo de mina pueden amenizarlo. Al retomar la marcha, pasé a ver las
siluetas de las Alpujarras y la Sierra de Enmedio, perfiladas por el sol
matinal. Incluso, llegaba a distinguir la Sierra de Lújar el horizonte más
lejano.
Al ganar
altura, pude ver, por encima de la ladera que iba remontando, la cresta de la
Maroma, ya con toda claridad, y la Loma de Capellanía cayendo a la izquierda,
mientras que, al otro lado, aparecieron…
… los
contrafuertes y tubos calizos de la cara sur, dominando la cabecera del
Barranco de Almanchares.
Donde la
loma entronca en la ladera formando un pequeño alto, cambié de vertiente hacia
la izquierda (NO) y entré en la del Barranco del Dinosaurio, cuya cabecera
atravesé en ligera subida para ir hacia otra loma, la que separa dicho torrente
del de las Tejas Lisas.
La
alcancé en el poco marcado Collado de la Gitana, donde entronca con la ladera
en la Loma de Capellanía, que desde aquí se veía subir derecha hacia la cresta
de la sierra.
Merece la
pena desviarse un poco a la izquierda en la horcada, hacia un cercano grupo de
rocas, colgado como un balcón sobre el valle y acotado en el mapa como 1.424.
Apenas lleva cinco minutos y, …
… hacia
la sierra, hay una impresionante visión de la cabecera del Barranco de las
Tejas Lisas, con la traza del camino que sigue hacia la cumbre. Al otro lado, …
… el
valle del Río Vélez, más abajo de los barrancos que cortan la sierra y las
montañas occidentales de Málaga en el horizonte. Hice aquí otra parada corta y,
hacia las diez y media, reanudé la marcha.
Retorné
al Collado de la Gitana y, desde allí, cruzando la senda, seguí recto (NE)
montaña arriba por la Loma de Capellanía. Ésta es al principio ancha y poco
empinada, poblada de un pasto poco denso que crece en los intersticios de la
caliza. En realidad, tras un primer momento de avanzar por el lomo, fui…
…
remontando el espolón por su flanco oeste (izquierdo), donde un borroso trazo
de paso por una repisa facilitaba la progresión. A mi izquierda, …
… la
vertiente de la sierra mostraba un bonito colorido al estar la caliza barreada
por el pasto. También sorprendí por aquí, cerca del camino, pero apartadas, a
un nutrido grupo de cabras montesas.
Al
retornar a la loma y ganar altitud, fue ampliándose la perspectiva a mi
espalda, destacando la alargada loma del Veas, más allá de los profundos
barrancos de la parte baja del monte.
Al llegar
al pie de una primera prominencia, puntiaguda y rojiza, se empinó el terreno y
apareció la roca. Tuve que gatear para pasar alguna breve peña o superar cortos
resaltes, pero sin trepar de verdad.
También
se afila un poco la arista, pero no llega a ser aérea, más allá de proporcionar
bonitas perspectivas. En suma, comenzó aquí un tramo de ascensión fácil pero entretenido.
Divertido y disfrutón. Algún crestoncillo puso algo de emoción y una brecha de
un par de metros y flancos verticales me obligó a rodear por la derecha. Pero
eso fue todo.
Tras uno
de esos canchos, horizontal y recortado, empecé a ver otra prominencia
puntiaguda, roja y gris, que marca el entronque de esta arista en el lomo de la
sierra. A mi izquierda, …
… la alta
muralla barreada de estratos coloridos. Hacia abajo, …
… la
cabecera del Barranco de Peñas Lisas bajo la arista que iba quedando atrás.
La loma
vuelve a ensancharse a partir del entronque. Algunos escalones de caliza gris
requirieron apoyar las manos.
Hacia los
1.950 metros de altitud, me encontré en un rellano ligeramente destacado esta
casetita construida con grandes losas, techo incluido. Demasiado sofisticada
para ser un vivac de montañeros, me extrañó un tanto su situación, separado de
la casa de la nieve, pero no tan lejos, y en lugar que no es de paso. Su única
ventaja, unas vistas excepcionalmente buenas monte abajo. No he conseguido
saber para qué sería. Pero en la montaña malagueña, no sería raro que guardara
una historia truculenta.
La cosa
es que eran las doce menos cuarto cuando llegué al entronque con la loma
principal de la sierra, cerca de los 2.000 metros de altitud.
Me había
llevado hora y cuarto, con dos o tres paradas de pocos minutos, superar los 500
metros de desnivel de la Loma de Capellanía.
A mi
derecha, no había llegado a ver la espectacular zona de los contrafuertes calizos,
pero, al menos, había llevado la compañía de las crestas sucesivas hasta las
Alpujarras.
También
me había sorprendido con algún capricho de la geología, especialmente, este
notable arco estriado, adosado como un asa a una roca más oscura, cuya perfecta
curva circular había sido surcada por la erosión, de forma que, a primera
vista, se diría hecho de lajas. En ocasiones, el azar juega a las matemáticas.
Me llevó
apenas un cuarto de hora superar la última rampa, de pendiente más que
llevadera pero algo incómoda por las piedras, que me separaba de la cumbre. A
mi izquierda, se prolongaba…
… el
cordal al oeste, hacia la vecina Sierra Gorda. Al fondo, las nubes se estaban
metiendo y comenzaban a tapar la Sierra de las Nieves. Aunque, de momento, sólo…
…
proporcionaban un vaporoso marco a la Torrecilla.
El hito,
elevado sobre una torreta de varios metros, tarda en verse en la gran extensión
ligeramente convexa de la cima. Al llegar a la Maroma, topé también con
bastante gente. Pocas personas me había encontrado subiendo, mientras estaba en
la senda, así que la mayoría debía de haber subido del otro lado. Era mediodía
y el cielo estaba despejado. Pero fue llegar justo al hito y mirar más allá, al
este, para…
… ver
venírseme encima una pared blanca: en cinco minutos, no se distinguía apenas
nada a diez metros y, encima, se puso a soplar un viento no muy fuerte pero
frío y húmedo. Así que apenas pasé en cumbre lo justo para abrigarme, echar un
trago de agua y encontrar la más alta de las estacas que marcan la senda, en…
… el lado
oeste de la cima. Siguiéndolas fui bajando en esa dirección, hacia el
nacimiento de un barranco que divide en dos la loma. Pero, luego, se desviaron
a la derecha (NO) para acercarse a las ruinas de la casa de la nieve. En cuanto
salí de las nubes, dejé la traza para bajar recto por el cascajo hacia la
citada torrentera.
Dejando
atrás la cumbre, se despejó en algún momento, y tentado estuve de volverme.
Pero los claros duraban pocos minutos y enseguida volvía a taparse. A mi
izquierda, podía ver ahora el perfil de la arista por donde había subido.
Reencontré
el camino, marcadísimo, al entrar en el Barranco de la Cueva de Don Pedro, que
sigue por su vertiente izquierda sin perder apenas altitud hasta salir a la
loma que lo cierra por ese lado en el rellano llamado Colada Puerto el Pico.
Desde
allí, hay una vista impresionante de los barrancos de Tejas Lisas y del
Dinosaurio, así como el Peñón Grande, parajes por donde regresaría a Canillas. Giré
con la senda a la izquierda para…
… tomar
dirección general sureste e ir bajando por la ladera de ese lado. Ahora tenía
enfrente una muy buena perspectiva de la Loma de Capellanía, que…
… se
hacía impresionante al perder altura. Más a la derecha, con…
… las
Alpujarras y la Sierra de Almijara como fondo, veía el Collado de la Gitana,
donde casi se encuentran por un momento los itinerarios de subida y bajada.
Pasando
Los Charcones y antes de llegar a la horcada, hay una bifurcación. Tomé la
senda de la derecha (E), que desciende el Barranco de las Tejas Lisas.
El
caminillo casi en llano por la vertiente izquierda, a través de un entorno que
no es muy espectacular, pero tiene su encanto.
Al
avanzar fui tomando altura sobre el cauce y podía ver, bajo la Maroma, la zona
de los Charcones, donde el agua ha cavado el terreno hasta la roca madre.
Más
adelante, la senda giró a la izquierda, entró en el pinar y me llevó a un
descenso más empinado ladera abajo, hasta cerca del torrente. Al llegar a un
cruce, seguí por la izquierda para tomar de nuevo dirección sureste, paralelo
al eje del barranco, y volver a separarse del cauce.
Pasando
por un claro, pude contemplar la cara meridional de la sierra al oeste de la
Maroma, que revela las verdaderas dimensiones de esta montaña que, por altitud
y situación, había esperado más modesta.
Cuando
llega al lomo, la senda lo rodea girando a la izquierda para entrar en la
vertiente del Barranco del Dinosaurio y bajar hacia su cauce. Enfrente iba
viendo la pista que alcanzaría más tarde. Por cierto, en este tramo pasé varias
antiguas caleras, en mejor o peor estado. Se trata de unas curiosas
construcciones de piedra embutidas en el terreno, en forma de pozo cilíndrico,
poco profundo y abierto por un lado. En fin; la senda me llevó a cruzar el
torrente y enseguida salí a la pista de la vertiente izquierda, que había visto
antes. La tomé a la derecha, mientras…
… el
cielo se iba cubriendo de nubes y dejaban de verse las crestas por encima de
las laderas del Barranco de las Tejas Lisas y el espolón que había rodeado para
entrar en éste del Dinosaurio. Tras avanzar un trecho por la pista, amplia casi
llana y entre pinos, llegué a una pequeña nave. Dejando el carril por la
izquierda (SE), rodeé la casa por ese lado para tomar…
… una
senda que se interna en el pinar y sigue el recorrido más o menos paralelamente
a la pista, pero de manera mucho más agradable. Esta vereda, señalizada y muy
marcada, me llevó a…
… rodear,
girando a la izquierda hasta tomar dirección sur, la base del Peñón Grande en
un recorrido algo más movido, con zonas de piedra suelta y algún tramo
escabroso, pero espectacular.
La
travesía me fue acercando a una loma con varias prominencias que la pista de
antes cruza más al oeste. Así que, al llegar a la loma en cuestión, la seguí en
su descenso (SO) al collado por donde la cruza el carril.
De vez en
cuando, me volvía a mirar el Peñón Grande.
La senda
mejora ostensiblemente luego. En el collado de antes, donde hay una caseta de
observación de aves, crucé la pista y continué al otro lado por la misma senda,
que baja ahora en diagonal a través de un pinar.
Poco
después, salí de nuevo al carril, a la vista ya del pueblo y lo tomé a la
derecha. A los pocos metros, dejé de nuevo el carril por la conocida senda, que
sale a la izquierda (SE) y atrás. Cuidado, que el cruce es poco visible. Estaba
ahora en la zona de La Alcobilla, cóncavo que se abre en la sierra por detrás
Canillas. Cuando los pinos se abrían, veía al fondo el cruce por donde había
salido del pueblo esa mañana.
Poco
después salí de nuevo a la pista, que cogía a la izquierda (SE). Siguiéndola,
salí enseguida del pinar y llegué a las casas más altas de Canillas de
Aceituno. Entré en sus calles y bajé hacia el centro del pueblo, no sin antes
despedirme de la sierra, aunque lo único visible ya era el Peñón Grande. Eran
las tres y cuarto cuando llegué al coche y a tiempo, pues empezó a chispear al
poco. Había tardado prácticamente lo mismo en bajar que en subir, debido al
rodeo dado al regreso, pero merece la pena.
Comentarios
Publicar un comentario