Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ruta muy
fácil, asequible y corta, cuyo principal atractivo es alcanzar una de las
cumbres más prominentes de la península, maravilloso mirador sobre Sierra
Nevada. Una vez arriba, se podrían visitar más cimas, dependiendo del tiempo
disponible; especialmente atractiva es la punta de Dos Hermanas, que es la más
destacada hacia el mar. Aunque el entorno es impresionante en su desolación, su
belleza ha sido mancillada por la mano del hombre y no parece que nadie esté
interesado en proteger lo que queda, no digamos recuperar nada. También llama
la atención que, en mis dos ascensiones a este pico, por vertientes opuestas, y
a pesar de su altitud destacada y facilidad de acceso, no me he cruzado con
nadie, si bien en la primera, en invierno, el día no era muy bueno y encontré
unas condiciones de frío y viento inesperadamente duras.
RELATO GRÁFICO:
Llegando
por la pista desde Fondón, pude ver la loma por donde iba a subir, con una
buena perspectiva para hacerme a la idea. A la izquierda, también la parte
final de la bajada. Eran las nueve y media de la mañana cuando aparqué al borde
de la pista, justo donde ésta traspone la Loma de En medio y…
… comencé
a remontar su amplio lomo terroso de mediana pendiente, caminando entre
matorral y cantos. Aunque no había senda ni hitos, el ascenso se me hizo cómodo,
pues abundaban los rastros de paso, más claro precisamente donde más se espesaba
el monte bajo.
Al ganar
altura, en el horizonte a mi espalda comenzó a aparecer el sector almeriense de
Sierra Nevada, donde destacaba la doble cumbre del Almirez.
A mi
derecha, veía la masa impresionante del Morrón de la Parra. El dosmil de esta
sierra que me queda por hacer... un día tengo que decidirme a completar la
colección.
La
pendiente se suavizó a media subida, al tiempo que el matorral disminuyó y
aparecieron algunos canchos que hicieron la progresión aún más cómoda. A mi
izquierda, …
… la sombra
se iba retirando del Barranco de Cacín, al fondo del cual se veía ya la cima
redondeada del Morrón de Mariné. Al lado contrario, cerca de…
… la cota
2.000, empezó a asomar la cresta del núcleo principal de Sierra Nevada, a
través del collado sur del Morrón de la Parra.
Si la
Sierra de Gádor en conjunto no es un precisamente vergel, a esta altitud el
entorno es árido en toda la extensión del término; unos matojillos chaparros y
polvorientos es lo único que crece en esta tierra abrasada. Pasado el hombro de
la cota 2.182, la loma se ensancha y allana; tanto, que el hito cimero
permanece invisible pese a su cercanía. Lo que parece la culminación no es sino
la antecima desde donde, entonces sí, pude ver por fin a pocos metros el
vértice que culmina el Morrón de la Bandera.
Eran las
once menos cuarto y no se estaba tan mal como temía, con el ardor del sol
aliviado por una brisilla del noroeste. Como no podía ser de otra forma, dada
su condición de vértice geodésico, las vistas son estupendas desde allí. Al
noroeste, se extiende al completo el núcleo principal de Sierra Nevada, bien
destacados…
… el
Mulhacén y la Alcazaba, mientras que…
… al
noreste, las sierras de los Filabres y Alhamilla apenas contrastan en el
horizonte.
Al sur,
donde está el mar, las perspectivas son interrumpidas por la cima meridional, afeada
por las tristes ruinas que ya vi en mi anterior visita.
No estuve
mucho en el vértice pues la cumbre de la sierra esperaba al sureste. Para
llegar, bajé por el lomo del cordal, suave y cómodo de recorrer. Tras pasar el
collado intermedio, remonté…
… la
ladera opuesta. Gádor mostraba aquí su carácter más hostil; altiplano
suavemente ondulado, expuesto al sol inclemente y a los vientos que llegan
desde Sierra Nevada. Igual que en el anterior pico, no vi el hito de piedras
que lo marca hasta estar a escasos metros.
Pasaban
pocos minutos de las once cuando llegué al Morrón de Mariné. Sobrepasando la
cima, desde el borde opuesto del domo culminante, se adivinaba más que verse, a
la derecha del pico del Nuevo Mundo, la mancha blanquecina de los invernaderos
y el mar más allá, confundidos con el cielo por la calima.
Tampoco
se veían mucho mejor las sierras de los Filabres y Alhamilla al noreste.
Desde
luego, la mejor perspectiva era al noroeste, donde Sierra Nevada brillaba más
allá del Morrón de la Bandera, ya que…
… en la
dirección que queda, al suroeste, la perspectiva quedaba interrumpida por el
altiplano de Los Boliches.
Tras
media hora en cumbre, emprendí el regreso. Primeramente, bajando por la ladera
al sureste, con la referencia del Cerro Felipe con su cortafuegos delante. Iba
dejando a la izquierda la cabecera de un barranco, que también podría haber
cruzado, pero cuya depresión fui rodeando hasta…
… el
entronque de la cuerda que lo limita por el este, por lo alto de la cual
proseguí el descenso, ahora al norte, con el extremo oriental de Sierra Nevada ante
los ojos.
La bajada
siguió por aquí la misma tónica de toda la ruta: pendientes suaves, terreno
cómodo y pocas trazas de que pase mucha gente. Cosa curiosa constituyendo un
acceso tan fácil a una cumbre de considerables altitud y prominencia, aunque
sus formas no sean muy alpinas.
Pero las
vistas compensan de sobra la monotonía del entorno... ¿Monotonía digo? Bueno,
esta desolación también impresiona. Tras pasar la ligera prominencia de la
Punta de los Pájaros, empecé a ver la zona media del descenso.
Llegando al
Morrón de Balsa Bermeja, una mirada atrás, antes de…
… enfrentar
la parte final del descenso, a la vista del Cortijo de Balsa Bermeja y la pista,
en la cual la pendiente aumenta.
A mi
izquierda, podía ver el Morrón de la Parra más allá de la Loma de En medio, que,
en la foto, no llega a diferenciarse con claridad de la ladera de detrás.
Cerca del
final de la bajada, la loma está interrumpida por un resalte rocoso, pero, a la
izquierda, una chimenea permite pasar caminando. A continuación, seguí
descendiendo en la misma dirección, directamente a la curva que hace la pista
al cruzar el Barranco de Cacín.
Aquí, encontré el terreno algo más incómodo,
empinado y con tramos donde el matorral se cerraba bastante, aunque no tanto
como para tener que pelear; además, había bandas de pedrera que, aunque
movedizas, aligeraban la bajada. Alcancé la pista prácticamente en la curva
misma y, tomándola a la derecha (NO), me bastaron pocos minutos para llegar al
lugar donde tenía el coche, en la Loma de Enmedio. Pasaba media hora del
mediodía. La ascensión había sido breve pero bonita.
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