OTROS
DATOS:
Día 1: subir 2.800,
bajar 800
Día 2: subir 500, bajar
2.500
- Cota mínima / máxima: 1.150 / 3.479
- Mi tiempo efectivo: Unas 14 horas en total, sin contar
paradas, en 2 días (8 y 6)
- Mi tiempo total: Un día y ocho horas, con unas 2 horas
detenido en cumbre y 10 de estancia total en el refugio.
- Dificultades: F en las condiciones del momento, con nieve continua a partir de la
cota 2.800, en pendientes prolongadas que no llegaron nunca a 40º.
Mapa
tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA
LA RUTA:
Día
1: Salir del
emplazamiento de la Estación de San Juan
por la Vereda de la Estrella, remontando el curso del Río Genil. Al llegar
junto a Cueva Secreta, dejar el
camino por una senda borrosa que desciende a la izquierda (E), cruza el Río de
Valdeinfeirno y traspone una loma para pasar al Barranco de Valdecasillas por
el que continúa la remontada. Al llegar al circo que aloja la Laguna de la Mosca (F), dejar la masa
de agua a la izquierda y remontar la ladera hasta el Collado del Ciervo (F). Cruzar a la vertiente sur y girar a la
izquierda (E) para remontar la rampa final que conduce a la cumbre del Mulhacén. Bajando por el mismo camino,
al llegar junto al collado, continuar descendiendo al oeste hasta el Refugio de la Caldera.
Día
2: Tomar la
carretera de Sierra Nevada al SO y seguirla, pasando por la Carihuela del Veleta, hasta la Hoya de la Mora. Alcanzar la cresta de
los Peñones de San Francisco, cruzarla y bajar por los prados de su vertiente
NO hasta el Refugio San Francisco.
Tomar allí una senda que sale a la derecha (O) y rodea la cabecera del Barranco de San Juan para cruzarlo y
descender por su vertiente derecha. Al salir a lo alto de la loma, seguir
bajando hasta la Cortijo del Hoyo y
girar allí a la izquierda (N) en un cruce de sendas. Al salir a una pista,
tomarla a la izquierda (SO); a partir de ahí, marcas de GR indican el camino
hasta salir la Vereda de la Estrella. Tomarla a la izquierda (O) para regresar
a la Estación de San Juan.
Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ruta
espectacular con escasas dificultades si persiste la nieve y ninguna en pleno
verano, pero físicamente exigente. Desde luego admite mil variantes o repartos
más lógicos del desnivel. Pero así fue como me dio por hacerla. Recorrer todo
el desnivel del Genil a lo alto del Mulhacén en el día fue fascinante, al ir
viendo cambiar paulatinamente el decorado. Creo que, en dos días, pernoctando
en Cueva Secreta, por ejemplo, no hubiera sido lo mismo.
Respecto al retorno,
evidentemente es más corto volver por el mismo camino, pero esta vuelta es
bonita, a pesar de atravesar las pistas de esquí, y no demasiado recorrida; el
Barranco de San Juan merece una visita y el carácter plácido del entorno
complementa bien las emociones del día anterior.
Podía haber pasado la
noche en la cima del Mulhacén y lo había previsto, pero me dio pereza y decidí
por, tras contemplar el anochecer y las estrellas durante un rato, bajar a la
comodidad del Refugio de la Caldera, muy bien acondicionado.
RELATO GRÁFICO:
Hacia las
ocho de la mañana salí de la Estación de San Juan. El día estaba despejado pero
la luz del sol aún tardaría en llegar al fondo de este valle tan profundo; pero
se agradecía, pues se estaba muy bien a la sombra. Bajé a cruzar por un puente
el Genil y tomar a la izquierda (E) la Vereda de la Estrella, perfectamente
acondicionada y señalada, que remonta el río por la orilla meridional. Al poco,
una senda más estrecha confluye en la vereda por la derecha; baja de las Casas
de la Hortichuela, por donde regresaría al día siguiente. Pero ahora tocaba
seguir remontando el valle principal.
Valle y
senda giran hasta tomar dirección sur, momento en que, por primera vez en el
día, pude ver algo de la cresta: el Pico del Cuervo. Tras dejar atrás la
confluencia del Río Vadillo, separado del Genil por…
… la Loma
del Calvario, que se erguía airosa enfrente. Sale allí, a la izquierda, un
desvío que baja hacia el fondo del barranco, que dejé atrás, continuando por el
camino principal.
Al doblar
un espolón, descubrí de repente la Alcazaba y el Mulhacén, sus caras norte todo
roca y nieve brillando al sol; esto visto desde el fondo de un barranco lleno
de vegetación de ribera y arbustos mediterráneos. Era la primera vez que subía
por aquí y el choque visual fue más que contundente.
Pasadas
las ruinas del Cortijo de la Estrella, crucé por un puente el Barranco del
Guarnón, que baja del Corral del Veleta. A partir de aquí, el…
… Genil
cambia su nombre por el de Río Real. Luego, pasé junto a otros restos, los de
las Minas de la Justicia, y el valle se ensancha hasta la confluencia de los
barrancos de Valdecasillas y Valdeinfiernos, bajo la mole de la Alcazaba. La
senda me condujo a remontar…
… el segundo, que llega
por la derecha (SO). Volvía a tener a la vista al Mulhacén, que llevaba un
tiempo oculto. La vegetación había ido disminuyendo de porte con la altitud y,
por aquí, se reducía a pasto y arbustos dispersos y de poca altura.
Al llegar
a Cueva Secreta, vivac capaz para 4 ó 5 personas bajo una gran roca, dejé la
senda por otro trazo menos marcado que baja a la izquierda (E), a cruzar el río
por una pasarela. Subí por la inclinada ladera herbosa del otro lado hasta…
…
alcanzar la cuerda en una collada. Allí, se pierde el trazo, así que la
atravesé y salí por la vaguada opuesta, reencontrando…
… el
Barranco de Valdecasillas, que comencé a remontar a través de una incómoda
ladera, inclinada y pedregosa. Aunque había algunos hitos sueltos, preferí ir
trazando mi propio camino, bajando poco a poco en diagonal hacia el cauce.
Después
de la confluencia del Arroyo de Vacares, el barranco gira hasta tomar dirección
sur y se abre. Iba encontrando y perdiendo un trazo de senda borroso pero el
terreno, prado mullido, era tan cómodo para caminar que fui remontando el
riachuelo por donde mejor me pareció. Con toda esa hierba larga y suave,
salpicada de flores, daban ganas de tumbarse y ¿por qué no? Era la una del
mediodía, el Mulhacén empezaba a verse cerca y de vez en cuando también hay que
relajarse. Reemprendida la marcha, a la altura del Espolón de la Alcazaba, cuya
base se ve ahí delante, …
… la
piedra preponderó y me encontré los primeros neveros sobre el torrente.
Aquí la
senda estaba más marcada, pero, aunque no fuera así, la ruta sigue siendo
obvia. Con el comienzo de la tarde, como para ensombrecer más el ambiente,
empezaron a meterse algunas nubes.
La
cabecera del Barranco de Valdecasillas es una hoya encajada al pie de la cara
norte de la Alcazaba, donde confluyen varios chorros de agua que bajan de los
niveles superiores. Allí giré para remontar el tubo que mejor pinta me dio, que
fue el de más a la derecha (SO).
Superé
primero unas rampas herbosas y luego un pequeño resalte de roca donde no
necesité siquiera apoyar las manos, bien es cierto que la poca nieve que había facilitaba
la subida.
Para
entonces, el entorno era netamente de alta montaña, entre los tajos rojos del
Juego de Bolos, aun lado, y…
… la roca
oscura de la Alcazaba a la izquierda. En esta parte final del resalte me
encontré la nieve más empinada de toda la ruta, con pendientes entre los 30 y
40º durante unos 50 metros. Pero ni siquiera cogí el piolet; sólo con mi peso,
las botas quedaban fijas, pero sin hundirme más allá del empeine.
Superado
el escalón, me encontré ante la hoya que aloja la Laguna de la Mosca, en lo
alto de la morrena que la cierra. Enfrente tenía el collado donde ganaría la
cresta, entre el Mulhacén y el Puntal de la Caldera. Girando a la derecha (SO),
fui…
…
rodeando la hoya sin perder cota, yendo hacia el lomo del Juego de Bolos. La
subida fue suave y cómoda, pero, …
… tan
bello e impresionante era lo que me rodeaba, que me fui parando cada dos por
tres, a mirar alrededor. A veces hacia el Mulhacén, a veces…
… hacia
la Alcazaba. Con tanta parsimonia, se me hicieron las cinco de la tarde, pero
tenía todo el tiempo del mundo para hacer cumbre. Las nubes entraban y salían y
la pinta es que se terminarían retirando del todo; mientras tanto, ¿para qué
correr?
Giré a la
izquierda (S) donde el lomo se encaja en la ladera, para alcanzar…
…
mediante suave diagonal el Collado del Ciervo. Y entonces volvieron a aparecer
el azul del cielo y el sol sobre mi cabeza. La travesía que da acceso a la
horcada no puede calificarse de expuesta pero la pendiente lateral vuelve a
superar los 35º, por lo que conviene poner un mínimo de atención para no acabar
en los lagos.
Pero, al
ganar la cuerda, volvieron las nubes. A mis pies, tenía muy cerca el Refugio de
la Caldera junto a la laguna homónima y decidí, aunque suponía un pequeño
rodeo, bajar al mismo para descansar, comer y soltar lastre mientras esperaba a
que el cielo volviera de despejarse. Si no, lo lógico hubiera sido cruzar el
collado y atravesar horizontalmente la ladera de cascajo en busca de la senda
que remonta la arista oeste del Mulhacén por su vertiente meridional. El
refugio estaba muy bien acondicionado y limpio y, aparte de dejar el lecho
preparado para la noche, me hice una comida caliente y hasta me cambié de ropa.
Por fin, hacia
las siete, el cielo quedó limpio, así que agarré lo justo y salí camino de la
cumbre. En la base de la pirámide, …
…
encontré un clarísimo trazo de senda en el cascajo de la vertiente sur de la
arista, que me fue llevando a remontar la ladera paralelo a la divisoria.
Podía ver
a mi izquierda el valle del Genil, de donde venía, extenderse todo verde bajo
las rocas de la Alcazaba.
En esta
subida se mezclan tramos de piedra suelta pero bien asentada con neveros y, no
siendo empinada, resulta cómoda.
A las
ocho y cuarto de la tarde llegué a la cima del Mulhacén que ese día, por
primera vez, me encontré totalmente solitaria. La verdad que, a partir del
Cortijo de la Estrella, no me había encontrado a nadie en todo el día. Ni
siquiera había visto, en las horas que llevaba en la cresta de la sierra, gente
moviéndose por los alrededores. Pocas veces he sentido la soledad con tal
intensidad.
Claro que
las sensaciones se intensifican cuando el panorama es tan grandioso como la
cresta de Sierra Nevada entre sus dos más altas cumbres, el Mulhacén y el
Veleta y, a la derecha, …
… el
abismo que se abre hasta la Laguna de la Mosca y el Barranco de Valdecasillas
que baja hacia el Genil más allá.
Hacia el
nordeste, el roquedo de la Alcazaba enrojecía a la luz horizontal de la caída
de la tarde; más a la derecha, la bruma no dejaba ver las montañas más orientales,
pero, a cambio, permitía…
…
distinguir bien la sombra del Mulhacén.
Tampoco
era clara la visión de las Alpujarras.
La luz al
declinante empezó a cambiar el color del cielo y…
…
arrancar hermosos reflejos dorados a los restos deshilachados de nubes que
persistían bajo el Veleta.
Hacia las
nueve y media, comenzó un ocaso rojo y dorado y…
… el sol
fue ocultándose lentamente durante 15 ó 20 minutos, desprendiendo una luz
intensa que contrastaba con las sombras que se extendían sobre la tierra.
Un
horizonte demasiado lejano para el ojo empezó a definirse, por encima de las
tierras visibles más lejanas desde la cumbre.
O quizá
fueran nubes bajas. No lo sé; pero pocos ocasos tan solemnes y vistosos he
presenciado.
Hacia las
diez y cuarto, la oscuridad se había adueñado de la montaña, aunque el cielo
estaba aún claro. Comencé entonces el descenso, por el mismo camino que me
había llevado a la cima.
Hacia las
once menos cuarto, llegué al Refugio de la Caldera donde, tras despedirme de un
Mulhacén bajo las estrellas, cené y me acosté. Aunque me había hecho el
propósito de caminar un rato por los alrededores, pues además la luna estaba casi
llena, el sueño y el cansancio después de la larga jornada me vencieron. Quise
compensar poniendo el despertador antes de amanecer para volver al Mulhacén a
ver la salida del sol.
Pero algo
sucedió. No sé si es que no activé la alarma o que, cuando sonó, la apagué
entre sueños y me volví a dormir. La cosa es que mi primer recuerdo es la luz
del sol entrando en el refugio. Eran casi las siete de la mañana. Renuncié a
esa segunda visita a la cumbre y, con el propósito hecho de regresar en otra
ocasión para ver el alba desde el techo de la península, …
… comencé
el regreso hacia las ocho menos cuarto de la mañana. Tras aquilatar mis piernas
y lo que tenía por delante, me decidí por la opción más cómoda, aunque larga,
de las que había barajado para regresar al valle del Genil: por la Hoya de la
Mora y el Barranco de San Juan. Salí del Refugio de la Caldera al suroeste para
alcanzar la carretera de Sierra Nevada y tomarla a la derecha (SO) a fin de
rodear por el sur la Punta de Loma Pelada.
La
progresión era muy cómoda por este ancho carril, prácticamente llano y cubierto
de nieve endurecida la mayor parte del tiempo. Aunque había algunos tramos en
que se había formado ventisquero, persistían abundantes huellas del fin de
semana, así que fui caminando relajado, mirando a mi izquierda la Sierra de
Lújar, mucho más definida en esta clara mañana, mientras…
… seguía
la cresta de Sierra Nevada por su vertiente sur. Al dejar atrás Loma Pelada y
su refugio de Villa Vientos, apareció la vistosa cresta de los Raspones de Río
Seco, dominando la vertiente homónima, así como las cumbres del Veleta y el
Cerro de los Machos.
La pista
toca prácticamente la cresta de la sierra en el Collado del Lobo, así que la
dejé por un momento para asomarme a la cara norte y contemplar las abruptas
murallas de la Alcazaba y el Mulhacén.
De vuelta
en el carril, éste me llevó a rodear el Veleta, a fin de pasar a su otra
vertiente por el lugar más accesible, la Carihuela del Veleta, collado que se
abre entre dicho pico y…
… los
Tajos de la Virgen. Hay allí otro pequeño refugio y…
… este
panorama del Mulhacén sobre la vertiente sur de la sierra.
Sin dejar
nunca el carril, giré a la derecha al cambiar de vertiente, dirigiéndome al
norte atravesando pistas de esquí. Afortunadamente, siendo lunes y fuera de
temporada, no había esquiadores. Al fondo, veía el vistoso crestón que se alza
sobre la Hoya de la Mora, por donde pensaba dejar la parte urbanizada de la
sierra, y más allá la Sierra Harana e incluso la sombra borrosa de la de
Mágina.
Según
avanzaba al norte y bajaba, me fui acercando a las Posiciones del veleta, desde
donde podía ver a mi derecha una bonita perspectiva de la vertiente norte de
Sierra Nevada bajo sus cumbres más altas.
Tras
girar a la izquierda junto a unas casetas, la pista empieza a bajar en lazadas
al noroeste. Allí tomé un sendero que va atajando todas esas curvas, cruzando
el carril un montón de veces. Podía contemplar el mejor ángulo del Veleta.
Lástima de la degradación del entorno cercano.
Así fui
llegando a la Hoya de la Mora, último sitio al que se puede acceder en coche y
donde abundan las instalaciones turísticas. Cruzando el lugar, tomé…
… un
camino que sale de la parte trasera de un hotel para ganar la cresta de los
Peñones de San Francisco. La subida es breve, pero permite tener una
perspectiva bastante completa de la vertiente de Borreguiles.
Al otro
lado de la cresta, una ladera herbosa se extendía hacia el Genil. Y, al extremo
del trazo de un viejo arrastre desmantelado, sobre una loma, resaltaba el color
rojo del Refugio San Francisco. Me dirigí hacia el mismo por donde mejor me
pareció. El albergue no tiene mala pinta, pero estaba cerrado a cal y canto,
con su peculiar pinta entre morabito y ermita ortodoxa.
Lo
abandoné por una magnífica senda que sale a la derecha (SE) y atraviesa la
ladera en suave bajada.
Al entrar
en el tajo del Barranco de San Juan, el terreno se hace abrupto pero el
caminillo da todas las vueltas y revueltas necesarias para evitar cualquier
obstáculo. En lo alto, podía ver las Posiciones del Veleta, donde se origina el
torrente. Alcanzado el cauce, lo crucé por una pasarela, que estaba entonces en
bastante mal estado.
En la
orilla derecha, la senda se bifurca y tomé el ramal de la izquierda (NE), que
desciende el barranco separándose poco a poco del cauce. Junto a la senda,
corre la Acequia de Haza Mesa, que ese día no llevaba agua.
Rodeando
el Puntal de las Cazoletas, la senda pasa junto a una característica peña en
forma de aguja curvada. Ahí me paré a echar un vistazo a lo que dejaba atrás.
Una enorme vertiente, suave y bravía a la vez; otra cara de Sierra Nevada.
Poco
después, al ganar la loma, la acequia se separó de la senda, alejándose por la
derecha. Yo continué bajando por la cuerda, viendo el valle del Genil y
Güéjar-Sierra al fondo. Más cerca, en un rellano, destacaban entre la hierba
los restos del Cortijo del Hoyo. Allí la senda se bifurca; continué por la
izquierda (NO), entrando enseguida en…
… un
bosquecillo de robles, por donde transcurriría casi todo lo que me quedaba de
bajada. Este tramo se llega a hacer algo monótono, además de que con la pérdida
de altitud el calor empezó a dejarse sentir. Pero apenas me quedaba una hora de
camino.
La senda
termina en el final de una pista, que tomé para continuar el descenso, llegando
enseguida a un cruce, del que salí por la derecha (NO) siguiendo unas marcas de
GR que me guiarían hasta casi el final.
Tras
pasar una valla a la vista de las casas de la Hortichuela, tomé una senda que
sale a la derecha (N), indicada a Peña Partida. El caminillo es estrecho pero
suficiente para abrirse paso entre la vegetación. Al llegar a la Vereda de la
Estrella, dejé las marcas y la tomé a la izquierda (O), recorriendo por ese
camino la poca distancia que me separaba de la Estación de San Juan, adonde
llegué a las cuatro de la tarde, con el calor apretando ya de lo lindo.
Comentarios
Publicar un comentario