Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Para medir
poco más de 1.000 metros, el Pienzu es una cumbre impresionante. Incluso con
las nubes velando el horizonte, son hermosas las vistas desde su cresta. Esta
ruta es bastante asequible, además de bonita y variada. Mucho más atractiva que
la subida habitual desde el Mirador del Fito. Como siempre, la mayoría prefiere
perderse el grandioso hayedo de la Biescona, el panorámico cresterío o la
oportunidad de contemplar la fulgurante huida de los gamos por ahorrarse hora y
media de caminar.
O puede que fuera
ignorancia pues, este recorrido, bastante popular cuando escribo esto en 2025,
apenas tenía referencias en Internet en 2011. De hecho, no encontré la ruta completa
tal como la hice y la expongo aquí, sino que la compuse uniendo tramos de
varias. El recorrido sobrepasó mucho mis expectativas. No sé si habrá otras
opciones mejores, pero, desde mi limitado conocimiento, ésta es la que
recomendaría.
RELATO GRÁFICO:
En Pie de
Potru, junto a una casa aislada bajo la ladera nororiental de la sierra, nace
una pista de tierra que se dirige al sur. A las ocho menos cuarto de la mañana
comencé a caminar por ella.
Iba
siguiendo la Riega de la Toya, cuyo cauce quedaba a mi derecha. Al otro lado
del mismo, el extremo nororiental de la sierra asomaba por encima de una masa
de eucaliptos. Remontar esa ladera sería el verdadero inicio de la ascensión,
pero antes había de pasar por la granja de Piedrallana, a partir de la cual, …
… el
carril se torna pedregoso y se abre paso por una compacta masa de helechos.
Dejé atrás un par de desvíos a la izquierda antes de llegar al arranque de una
senda más estrecha a la derecha (SO). La tomé y siguiéndola crucé el riachuelo.
El camino
me llevó a rodear el bosquecillo de eucaliptos por su linde, dejándolo a la
derecha, para alcanzar el pie de la ladera de Los Tucones y emprender una
subida en diagonal a la derecha bastante llevadera. Sobrepasada la arboleda, pude
ver a mi espalda las vertientes de la Sierra del Fito. La senda era estrecha y
a veces borrosa, pero está muy bien trazada y suaviza la subida.
Conviene
no perderla; en más de un sitio tuve que pararme a mirar por donde seguía, pues
el ganado había hecho también las suyas, abriendo huecos y atajos que podían
engañar. También, al cruzar una breve arboleda donde el trazo se borra, me
llevó varios minutos localizar la salida por el otro lado.
A media
subida, empecé a distinguir la costa al norte, aunque la bruma no dejaba ver
bien en la distancia. Pero esa circunstancia también puede tener atractivo si,
como sucedía al este, donde los vapores resaltaban la silueta de otras sierras.
Al tiempo
que subía, la senda fue llevándome al oeste hasta cambiar de vertiente
atravesando un crestón calizo. Había entrado en La Cobaniella y, girando a la
izquierda (SO), me dirigí una arboleda cercana. A mi derecha llevaba ahora…
… la
vertiente del Arroyo de la Duerna sobre la cual se veía la cumbre. Las nubes
empezaban a entrar en esta amplia cabecera y la taparían a no tardar mucho.
La senda
desapareció bajo los árboles y opté por atravesar el bosquete y, al salir al
otro lado, remontar directamente la ladera herbosa que tenía delante para ganar
la cresta de la sierra. A partir de aquí, no hay senda ni hitos, pero el
terreno carece de obstáculos, ya que…
… el
matorral ha desaparecido y lo que hay en su lugar es una despejada pradera de
mediana inclinación. Mientras que a mi espalda veía el mar y la bruma se
confundirse, …
… al este
iban asomando, sobre la Sierra del Fito, más crestas difícilmente reconocibles.
Alcancé
la cresta en un pequeño hombro y giré a la derecha (SO) para seguirla. Es ancha
y se mezclan en ella mezclan hierba y roca. Aparte de abundantes vacas, alguna
con notables dotes funámbulas, me empecé …
… a
encontrar asturcones.
A mi
izquierda, muy abajo, podía ver el hayedo de la Biescona, que atravesaría al
bajar.
Al llegar
al Pico Babú, pude ver lo que me quedaba de cresta hasta el Pienzu. En primer
lugar, el Pico el Sellón. Para llegar a él, comencé por bajar al suroeste, por…
… una
arista predominantemente rocosa, pero sin dificultad.
A continuación,
la cuerda se ensanchaba y tendía en la subida hacia un llamativo crestón de
roca. La cima del Sellón, tan llamativa desde el otro lado no es en realidad
sino un hombro.
Eso sí,
con buenas vistas cuando no hay nubes. O, incluso, con ellas.
Además,
creo que la coima no está donde el buzón, sino en la siguiente cota al oeste,
desde donde tomé esta foto mirando atrás.
Y si
hasta aquí el cordal fue cómodo, lo que quedaba era aún más ancho y suave, de
modo que la subida al Pico de Duernes resultó realmente apacible, tanto por el
entorno como por las condiciones de la andadura.
Al otro
lado del Sellón, una pendiente suave de hierba salpicada de rocas me llevó al
collado previo al Pico Pienzu. Podía ver ya la subida final a la cumbre de la
sierra. Es una zona donde abundan torcas y dolinas, llamadas Foyos de Cocones,
pequeñas pero que ponían un toque variado en el amplísimo lomo herboso.
En este
paraje me encontré con un numeroso grupo de gamos, pastando en total armonía
con vacas y ovejas. Aunque huyeron en cuanto me detectaron, el terreno
despejado me permitió sacar alguna mala foto de su carrera. No eran los
primeros que me topaba esa mañana, pero sí donde más había.
Pasando
el collado encontré algún trazo de senda que parecía dirigirse al Pienzu pero
que se perdía enseguida. De todas formas, da igual, ya que la subida final a la
cumbre discurre por unas pendientes moderadas cubiertas de hierba, muy cómodas,
así que subí por donde me pareció. Al ir ganando altura, podía ver atrás el
tramo de cresta que había recorrido, que empezaba a ser ganado por las nubes.
Hice
cumbre en el Pico Pienzu hacia las once menos cuarto y, aunque aquí el día
aparenta estar despejado en la foto, había…
… nubes
bajas todo alrededor y la atmósfera no estaba clara. Sólo podía ver bien el
resto de la propia Sierra del Sueve, donde destaca al suroeste el Pico Mirueñu,
segundo en altitud y casi gemelo del Pienzu.
Al este,
con la subida del sol, ya tampoco se perfilaban tan bien las crestas que antes
había ido viendo. Sólo el movedizo mar de nubes. Bueno, al menos el tiempo era
agradable, con buena temperatura y sin apenas viento.
Ante el
mediocre panorama, no me demoré mucho y, antes de las once y cuarto, estaba ya
bajando por la ladera sur del pico hacia el Collado Beluenzu, visible desde el
primer momento al pie de la Peña Corvera. No sé realmente si hay o no senda
para bajar; ni la vi ni la busqué, pues el terreno la hace innecesaria; me
limité a…
… dejarme
caer ladera abajo, a través de la empinada pradera por donde mejor me pareció.
Llegué
así a un rellano cerrado por unas peñas, que parece ser el collado. Pero no lo
es; tras pasar entre las piedras, aún me quedó de bajada otro tanto como
llevaba, ahora por una buena senda que cortaba un helechal. Una vez en el
Collado Beluenzu, giré a la izquierda (E) y atravesé el prado en busca de la
vaguada oriental. Por ese lado, Junto a un abrevadero, encontré una senda que
se dirige al este por…
… la
vertiente izquierda del Arroyo de la Corteguera. Ahora las nubes venían
subiendo por el valle, directas a mí. No tardaron en envolverme, según llegué a…
… las
Cabañas de Bustaco, en el collado donde entronca la Sierra del Fito con la del
Sueve y donde hay, efectivamente, un par de esas construcciones. Dejando la
senda por la derecha, atravesé el prado al sureste hasta dar con una fuente y,
poco más allá, con el arranque de una pista de tierra que va horizontal al este
por la vertiente norte de la loma. Enseguida, me desvié a la izquierda (NE) por
un ancho camino poblado de hierba que baja hacia el fondo del valle. El carril
se fue estrechando hasta hacerse senda al entrar en zona de arbustos, poco
antes de llegar al…
… hayedo
de La Biescona, fantasmal en el silencio húmedo de la niebla. Este bosque es
uno de los más imponentes que he atravesado, tanto…
… por el
por el porte de los árboles como…
… por su
disposición, ambiente y humedad.
Plantas
parásitas poblaban los troncos y, fuera de las
sendas, el suelo desaparecía bajo los helechos.
La senda
me fue bajando hasta llegar junto al cauce de la Riega de la Toya, que ya iría
siguiendo en el resto del descenso. Cuando el barranco se cierra y aparece la
roca, el camino entra en el cauce, afortunadamente seco, y tras recorrerlo unos
metros, sale por la otra orilla, la…
…
derecha, ganando altura por un resalte. Las ruinas de la Mina de la Toya me
anunciaron el final del bosque. Pocos minutos después de pasar junto a ellas,
salí a terreno despejado. Siempre siguiendo el camino, cada vez más ancho, me
encontré la masa de eucaliptos que había rodeado al principio de la excursión.
No tardé en pasar junto a la senda de los Tucones y Piedrallana, antes de
llegar a Pie de Potru hacia la una menos cuarto.
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