Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: La más fácil
de las rutas de ascensión al Vignemale desde el sur presenta una exigencia sobre
todo física. Desde Bujaruelo, está justo en el límite de lo que se podría hacer
en un solo día, pero es mejor partir la excursión en dos jornadas para tener
más margen de tiempo y no tener que correr. La dificultad es relativa y está
concentrada en tramos muy cortos. Por último, aunque estéticamente no es una
ruta variada, tiene un gran sabor montañero e incluye parajes tan
impresionantes y apartados como el Circo de Labaza.
El recorrido del Col Lady
Lister a la cima podría hacerse más fácil y rápido atravesando directamente el
glaciar, como a la vuelta. Pero, en mi opinión, le quitaría gracia al
recorrido. Y no creo que el accidentado tramo de arista entre el Pico del Clot
de la Hount y la Pique Longue sea un obstáculo importante para quien haya
superado el Corredor de la Moskowa.
Por cierto, que ese nombre
se debe a una pequeña injusticia histórica, ya que el noble francés que
ostentaba el título que nombra la ruta no realizó en realidad la primera
ascensión sino la segunda. Le antecedió en un par de días la inglesa Ann
Lister, pero los guías del otro falsificaron las fechas para cobrar más (o eso
dicen). Y el equívoco tardó más de un siglo en aclararse. Para quien quiera más
detalle sobre el episodio (muy sabroso) o sobre la figura de Ann Lister (que no
era Lady, pero si una mujer notable) es fácil encontrar información en
Internet.
RELATO GRÁFICO:
Poco
antes de las seis de la tarde, dejé San Nicolás de Bujaruelo, cruzando la
barrera que corta el tráfico de la pista que remonta el Río Ara. El camino se
mantiene en este tramo cerca del cauce, en el fondo del valle, bajo empinadas
vertientes donde se mezclan densas masas boscosas y paredes verticales.
Al llegar
a una bifurcación en la pradera donde confluye el Valle de Otal, tomé el camino
de la derecha (N). Enseguida crucé el río por el Puente de Oncins y la pista me
llevó a una acusada subida a través del bosque de la ribera izquierda. Luego
vino un trecho más llano en que la pista corre adosada a una pared en un
estrechamiento del valle, el cual podía ver así mirando atrás.
Al
abrirse de nuevo el terreno, me encontré ante el Refugio de Ordiso. Aquí muere
la pista; para seguir remontando el Ara, tomé una senda marcada con pintura
roja y blanca que sale a la derecha (N), por detrás de la cabaña. Desde aquí
también se debían empezar a ver los picos del Vignemale, al menos el de
Cerbillona, pero unas nubes agarradas a la cresta lo impedían.
El
sendero me llevó a través de las pendientes praderas de la ladera norte del
valle, ganando cota muy gradualmente y con algún suave subibaja al paso de
lomas y barrancos.
Daban las
ocho de la tarde cuando llegué a la vista de la Cabaña del Cerbillonar, situada
junto a la confluencia de los barrancos de Espelunz y Labaza con el valle
principal. Allí pasé la noche, sin otra comodidad un suelo liso y bajo techo.
No fue buena. Las nubes no dejaron ver mucho las estrellas y apenas dormí por
culpa de las esquilas de las vacas que sonaron toda la noche.
A la
mañana siguiente, abandoné a las seis y media el refugio, bajo un cielo
totalmente despejado. Continué por la senda por donde había llegado la tarde
anterior, hasta cruzar el Barranco de Labaza. Giré entonces a la derecha (N)
para remontar la ladera que sube hacia las crestas del Pico de Cerbillona.
Caminaba muy cómodamente junto a la orilla del torrente, siguiendo unos hitos.
La pendiente se intensificó al llegar a una zona donde hierba y roca se mezclan
entre arbolillos dispersos.
Desde
allí empecé a tener buena perspectiva sobre el valle de Espelunz, dominado al
fondo por los picos de Los Batanes.
La subida
transcurrió todo el tiempo por la orilla derecha del barranco, que alterna
tramos de ligera inclinación con otros más empinados, donde el torrente forma
bonitas cascadas.
Mientras
el sol iba iluminando las crestas, el Valle de Bujaruelo permanecía en sombra.
Según
ganaba altura, la hierba fue dando paso a las piedras y la senda dejó de estar
clara, llegando a desaparecer. Pero el terreno es bastante cómodo. Buscando el
mejor paso, di un rodeo hacia la izquierda, separándome del cauce, antes de
entrar al Circo de Labaza, cuya puerta guardan la Aguja SW de Cerbillona y el
Grand Tapou.
Para
entonces, si me volvía, el horizonte al sur se había llenado de picos, entre
los que destacaba la pirámide gris del de Otal.
Al ganar
altitud, se fueron descubriendo otros picos más lejanos, como los de las
Argualas y el Garmo Negro.
A mi
izquierda, fui viendo el Corredor de la Moskowa, encajado entre los picos de
Cerbillona y Central.
Entrar en
la cubeta del Circo de Labaza, inmediatamente bajo la marmolera de Vignemale,
giré al oeste para...
... dirigirme
al tubo, que la nieve no cubría en todo su ancho. Podía haberla evitado por el
lomo pedregoso de la izquierda, por el cual subían además unos hitos. En vez de
eso, fui por la nieve siempre que pude; en primer lugar, porque estaba perfecta; y, en segundo, porque para eso
había cargado con los crampones.
Encontré
la nieve consistente sin llegar a estar dura del todo y resultaba muy cómodo el
avance por esta pendiente, suave al principio, que fue...
...
aumentando poco a poco, sobrepasando los 30º hacia un tercio de la subida y
manteniéndose entre 35 y 40º a lo largo de unos 100 m de desnivel.
Llegué a
continuación a un estrechamiento que se había mantenido en sombra hasta ese
momento. Allí me encontré la máxima pendiente, 45º, y una placa de hielo sobre
la nieve, pero apenas durante 30 m. A la salida de ese pasillo, giré a la
izquierda (NO) para...
...
remontar una última rampa de nieve, más ancha y menos empinada, que me condujo a
la base de una chimenea, la primera por la izquierda de las que cortan la pared
sobre el nevero. Había llegado el momento de echar los hierros a la mochila y empezar
a usar las manos.
Aproveché
la parada para admirar el impresionante cuadro que forman Montferrat, Tapou y
Milieu al otro lado del Circo de Labaza.
El inicio
de la escalada es una chimenea vertical, sólida pero con poco apoyo (III-), de
unos 10 m de altura y con un empotramiento de bloques al final, que no tengo
claro si ayudan o entorpecen. En mi caso, creo que me facilitaron el paso.
A
continuación, la chimenea se abre en dos. Tras un tanteo por la rama izquierda,
me decidí por la derecha y superé sus 40 m mediante una entretenida trepada por
escalones (II).
Salí de
ahí a la arista que une al núcleo del macizo la Aguja SW de Cerbillona, que
pensé visitar, pero descarté. Yo subo montañas; agujas y otras cotas, sólo si me
pillan de paso. Así que, tras echar una ojeada hacia el Taillón y los Gabietos,
que podía ahora ver más allá de Bujaruelo,...
... giré
a la derecha (NE) y comencé a remontar la cuerda, ancha y regular, hacia el
núcleo del macizo. Esta subida es corta pero muy espectacular por sus vistas,
tanto a la izquierda, con...
... las
montañas de Panticosa asomando sobre los cercanos espolones que caen hacia el
Ara, como hacia atrás, donde...
...se
levanta la Sierra de Tendeñera sobre los prados del Ara.
Donde la
arista se funde en la masa de la montaña, encontré un claro trazo de senda que
asciende en diagonal a la derecha (E), atravesando la corta y empinada ladera
que me separaba de la cresta.
Cuando
alcancé el Col Lady Lister, apareció ante mí la Pique Longue al otro lado de la
cabecera del Glaciar de Ossoue. Más a la derecha, podía ver...
... una
cordada atravesando el gran helero, con el fondo de las crestas de Ardiden en
el horizonte. Sería la única gente que me encontré durante todo la ascensión
fuera del Valle del Ara.
Como me
había propuesto alcanzar la cumbre sin cambiar de vertiente, giré en la horcada
a la izquierda (NO) y comencé a recorrer la cresta del Vignemale, ancha y
pedregosa al principio.
Tras
pasar por el Pico de Cerbillona, llegué al collado homónimo, lugar de vistas
impresionantes. Desde allí, el glaciar sirve de marco a un bonito cuadro de
montañas que surgían de la niebla que llenaba los valles mientras que al otro
lado,...
...
verdeaba el valle del Ara bajo la descarnada Canal de Cerbillona y un horizonte
lleno de crestas y más crestas.
Pasado el
collado, la cresta se empina y estrecha hasta el siguiente Pico del Clot de la
Hount, pero...
... aún
puede recorrerse caminando. Ya antes de llegar a esa cima, podía ver...
... a mi
derecha el perfil de la arista entre la misma y la Pique Longue, que no es lo
más difícil, pero sí lo más movido y “enjundioso” de la jornada.
Al llegar
al Pico del Clot de la Hount, descubrí muy abajo el Valle de Gaube, por donde
trepaba la niebla y giré a la derecha (NE) con la cresta, camino de la cumbre
del macizo.
En primer
lugar, hube de perder unos metros por el flanco derecho de la arista, para
alcanzar una estrecha repisa (I), por la cual accedí a una horcada.
Ahí me
cerró el paso un picudo bloque, que rodeé por la izquierda en un travesía con
buenas presas (II) pero que hay que tomar con precaución, pues es muy expuesta
y, la roca, mediocre.
Cambié a
continuación de vertiente para pasar un segundo bloque por la derecha,
atravesando una breve placa inclinada (II) para alcanzar una repisa que me
facilitó seguir flanqueando por el mismo lado un par de prominencias más.
Tras los
bloques, la arista vuelve a ser ancha y compacta, de modo que completé la ascensión
caminando por su lomo.
Eran las
doce y media de la mañana cuando alcancé la cima de la Pique Longue del
Vignemale. Brillaban al sureste las montañas del Marboré, mientras que la
niebla cubría Gavarnie. Al otro lado,...
... el
Midi d’Ossau aparecía enmarcado por las montañas de Panticosa y el Balaitús.
¿Qué
decir del impoluto glaciar extendiéndose a mis pies? En fin, que mirara a donde
mirara, era para quedar boquiabierto.
El Monte
Perdido, donde había estado dos días antes, asomaba apenas sobre la imponente
muralla del Marboré.
También
la vertiente norte del Vignemale impresionaba lo suyo, pese a no llegar a verse
completa, o precisamente por ello, al verse las paredes desplomarse hacia un
fondo invisible.
Hacia la
una emprendí el regreso, ya que no quería llegar demasiado tarde al coche pues
aún tendría que bajar a sitio civilizado y buscar dónde pasar la noche. Por
abreviar, volví por lo más directo y me dirigí al glaciar por la vía normal,
que baja de la cumbre al suroeste, trazando una diagonal a través de una
empinada ladera de roca bastante sucia. Una vez sobre la nieve, atravesé el
glaciar recto al sur, hacia el Col Lady Lister, dando sólo un pequeño rodeo por
la derecha a fin de perder la mínima cota.
A poco de
iniciar ese descenso, pasé junto a la Cueva Paradis, la más alta de las que
Henry Russell hizo excavar en esta montaña.
Una vez
en la horcada, regresé sobre mis pasos, primero hasta la arista de la Aguja SW
de Cerbillona, y destrepando luego la chimenea para alcanzar...
... el
Corredor de la Moskowa, que esta vez descendí por el lomo pedregoso por donde
llevan los hitos. La bajada creo que hubiera sido más cómoda por la nieve pues,
aunque hay traza, ésta no estaba demasiado afirmada y todo lo que pisaba se
movía.
Al llegar
al Valle del Ara, tomé a la izquierda (SE) la senda del GR.11, pasando de nuevo
junto a la Cabaña del Cerbillonar, donde recogí el material de vivac que había
dejado para ir más ligero.
Hoy sí
que se veían las crestas del Vignemale desde el valle, incluyendo...
... el
Corredor de la Moskowa, que se abre impresionante entre los picos de Cerbillona
y Central y que aparenta desde aquí ser más empinado de lo que es en realidad.
El camino
me condujo valle abajo. Un pastor me preguntó si había visto vacas por la parte
alta del valle y tuve que morderme la lengua. En Ordiso rodaban una película y
una marmota descarada se me quedó mirando entre unas piedras. Total, que llegué
a San Nicolás de Bujaruelo hacia las siete y media de la tarde, cansado pero
feliz.
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