La pista
parece dirigirse directamente hacia Peña Ubiña pero en la zona de Llanaday, al
pie de la pared, se la esquiva, dejándola a la derecha junto con la senda que
va al Ronzón, por la que bajaría más tarde.
Caminaba
ahora al norte, hacia los Picos del Fontán. Tras superar una banda de roca por
una discontinuidad, alcancé los Llanos del Fontán, por los que...
... el carril
me llevó hasta cruzar el Reguero de los Muriales. Allí lo dejé por una senda
que sale a la derecha (N) y se encarama a una modesta loma, desde la cual...
A mi
derecha, tenía la impresionante pared de la cresta de la sierra, cortada por
una amplia repisa diagonal hacia la izquierda. En invierno, con las pedreras
cubiertas de nieve, es la vía lógica. En verano, es preferible...
... subir
por la empinada rampa de hierba y roca que hay a la izquierda. Me dirigí hacia
ella atravesando el prado y rodeando la gran pedrera por su base. Cuando vi
terreno favorable, giré a la derecha (NE) para subir por la hierba y ganar la
roca justo donde toca con la pedrera. Superando un mínimo escalón fácil (I), me
encaramé a...
... una
terracita herbosa que gana altitud en suave diagonal a la izquierda. Fue allí
donde empecé a encontrar hitos, que hasta entonces no había visto. Ya no me
abandonarían.
No podía
evitar ir mirando constantemente atrás, fascinado por la pared que se extiende
hasta la Peña Ubiña, incluyendo...
... la
arista norte, que luego escalaría, y cuyo perfil subrayaba el sol.
Al salir
de la terraza, me encontré a mi derecha con que la pared deja paso a una rampa
mixta de hierba y roca que subí caminando. De ahí a la cresta, apenas hube de
usar las manos en un par de ocasiones. A mi izquierda, empecé a ver...
... territorio
asturiano, cubierto de nubes, más allá de los Bígaros.
Al ganar
altura, el terreno se fue volviendo rocoso pero sin presentar dificultad y
empecé a ver un collado donde brillaba ya el sol. Pero no se trataba de la
Horcada del Fontán, el punto más bajo de la cresta, que quedaba más la derecha.
Derivando a ese lado, crucé...
... por
encima de la gran repisa diagonal y pude echarle un buen vistazo.
Tras otro
tramo de hierba, hube de trepar por terreno fácil (I) los últimos 20 ó 25
metros que me separaban de la Horcada del Fontán.
En la
cresta, me encontré con Asturias ante los ojos, todo verde, vivo, donde no
surge la roca. Justo delante, Peña Rueda se perfilaba rotunda contra el mar de
nubes.
Atrás
quedaba León, adusto, con sus tonos parduzcos y el perfil de las sierras de
Villabandín y Gistreo, menos bravío, cerrando por el sur la Babia.
Giré a la
derecha (SE) para seguir el cordal, que lo primero que presenta es un resalte
de aspecto imponente pero que no es tan fiero. Lo flanqueé por unas repisas del
lado izquierdo, que permiten una trepada aérea pero más que asequible (II-). Por
ellas, llegué a un suave plano inclinado, atravesado por...
... una
clarísima senda que se bifurca ante los dos Fontanes. Comencé por el más bajo,
el Norte, situado más la izquierda y más airoso y donde estaban el buzón y la
cruz cimeros.
En esa
primera cima dela jornada, se abrió a mis pies un abismo verde y gris, limitado
por el Cuchillar del Siete, más allá del cual se extendía el mar de nubes y, al
fondo, las siluetas azuladas de Picos de Europa, toda la Montaña Central y el
Alto Carrión. Parece mentira que la Peña Santa y el Espigüete, a más de 80 km
cualquiera de ellos, se distingan con tal claridad. A la derecha,...
... la
cresta que une la Peña Ubiña con el cercano Fontán Sur, de formas más modestas
pero que, visto desde aquí, sí que parece un poquito más alto. Un día tendrán
que cambiar las señales, digo yo. Apenas paré antes de dirigirme allí recorriendo...
... la cuerda,
prácticamente sin dificultad. Alcancé el Fontán Sur pocos minutos después de
las once de la mañana. Mirando atrás, a la punta septentrional, comprendí por
qué me había impresionado tanto el patio a mis pies, a la vista del paredón
tremendo que se desploma desde la cima. Girando a la izquierda,...
... más
allá de la ladera que cae hacia la Horcada del Fontán y el Pico Prau, se
extiende la Montaña Occidental. Sobre las poco definidas crestas de los montes
de la Babia, vi una silueta triangular destacar en el horizonte: el Cornón de
Peña Rubia. Volviéndome,...
... al
sur, Peña Ubiña, con su arista norte bien definida. También aproveché el rato
que estuve en cumbre para examinar el corredor que sube a la Pasada del Siete,
que se ve abajo a la izquierda, en sombre y con un par de manchitas de nieve.
A las
once y media, reemprendí camino, dirigiéndome al oeste por la cuerda, ancha y
pedregosa. Al llegar a la divisoria del macizo, giré a la izquierda (S) y...
... bajé
unos metros por un ancho canalón de la vertiente leonesa, para luego atravesarlo
en diagonal y salir a la siguiente horcada. No presenta dificultad objetiva,
pero la caída es impresionante y conviene poner cuidado en ese terreno tan
suelto. A continuación, cambié a la vertiente asturiana para...
... bajar
por el Canalón del Buey, terriblemente empinado y descompuesto. Incluso en las
trazas, muy marcadas, se movía todo. Hasta vi cómo, un grupo que bajaba por
detrás, hizo caer un par de piedras de buen tamaño. Eché de menos el casco
pero, a falta de mejor remedio, procuré por quitarme del medio rapidito,
bajando lo más deprisa que pude y vigilando por el rabillo del ojo para no
estar en la vertical de nadie (dentro de lo posible, claro). Al llegar a la
base de la canal, giré a la derecha (S) para...
...
atravesar horizontalmente una gran pedrera, hacia un estrecho corredor, que iba
viendo hacía rato, en el extremo derecho del Cuchillar del Siete.
Afortunadamente, también había traza, más estrecha y menos marcada que las que
bajan hacia el Meicín, pero suficiente para cruzar el movedizo cascajo sin
demasiada incomodidad. El corredor tendrá unos 60 m de altura y 40º de
inclinación. Su máxima dificultad es un escalón de unos 3 metros, lleno de
presas (II), a un tercio de su altura; el resto del tiempo, el terreno empinado
y poco estable me obligó a trepar apoyándome en la pared que llevaba a la
izquierda (I). Salí así a la Pasada del Siete,...
...
estrecha horcada en el cuchillar homónimo desde donde se divisan los dos
Fontanes y el Canalón del Buey.
Bajé por
la vertiente meridional, vaguada más abierta y menos inclinada, que me condujo
a un rellano cubierto de pedrera. Allí giré a la derecha (S), para dirigirme a
Peña Ubiña bajo la cresta del macizo, no sin antes...
...echar
un vistazo a la aguda cresta de los Picos del Portillín.
El
recorrido de la pedrera es bastante cómodo siguiendo las trazas de paso y, en
los tramos más abruptos, los hitos indican el paso más fácil.
Caminando
entre la pared de los Castillines y el Siete a mi derecha y...
... un
mar de nubes del que sobresalían recortadas crestas al otro lado, llegué al...
...
collado del Cueto les Cabres, que separa esa modesta elevación de la cresta del
macizo. Para encaramarme ésta, giré a la derecha (O), dejando de lado las
trazas más claras pero...
...
siguiendo algunos hitos a través de una rampa pedregosa de pendiente moderada.
Al ganar
altura, una mirada atrás, al Cueto les Cabres, antes de...
...
llegar la cresta, donde giré a la izquierda (S) para dirigirme a la Peña Ubiña,
por una arista de roca afilada, pero que aún presentaba sólo pequeñas
dificultades (I).
La arista
norte de Peña Ubiña está defendida en su base por un muro considerable. Un rastro
en la terraza de hierba de la derecha me dio la pista para superarlo
fácilmente, yendo a ese lado para volver luego a la arista subiendo en diagonal
a la izquierda por...
... una estrecha
repisa herbosa (I). Al salir al filo de la arista, me encontré con...
... una
hermosa visión de la cresta que había evitado por su base y ante...
... un
tramo afilado y vertical pero lleno de apoyos (II / 8 m). Si bien la roca está
muy fracturada en toda la arista, me pareció bastante firme y precisamente la
abundancia de grietas hace que la dificultad no sea mayor. Esa sección afilada
me dejó en...
... un
rellano inclinado cubierto de hierba, que remonté caminando hasta el siguiente
obstáculo. Éste es una corta arista irregular pero fácil, tras la que me
encontré...
... un
resalte de 5 m, con mucha presa pero vertical e incluso con una pequeña panza
en el medio (II+).
Llegué a
una segunda pradera, más amplia que la anterior y la remonté caminando a la
izquierda de la arista, hasta que me cerró el paso...
... un
escalón que no se puede, aparentemente, rodear. Los hitos me devolvieron al
filo para salvar el resalte por lo que debe ser su parte más baja, unos 6 m con
una entrada escasa de presas (III-).
A mi
derecha, iba descubriendo la sucesión de corredores y aristas de la cara
noroeste.
El
siguiente escalón es el más alto, descontando el muro del inicio; son unos 8 m
que salvé justo a la izquierda de la arista (III-). Como en todos, la
dificultad mayor se concentra en la entrada.
Luego vino
un prolongado tramo de terreno empinado pero fácil, con roca muy irregular (I).
Retorné a la arista para...
...
escalar el último resalte; unos 4 m, que salvé por el lado izquierdo,
aprovechando una vira vertical con mucho agarre (II+).
Volviéndome,
podía ver la arista superada y la cresta del macizo hasta los Fontanes, vista que
me anunció una cima aún invisible, pues se iba pareciendo a lo que recordaba de
otras ascensiones.
Retomando
la subida, comencé a superar un lomo de hierba y roca y enseguida oí unas voces;
efectivamente, era la cima llena de gente. Eran las dos de la tarde cuando
llegué a Peña Ubiña. La primera vista de la vertiente hasta entonces oculta fue,
al sureste, la cima de Peña Cerreos asomando entre las nubes.
Al otro
lado, Torrebarrio.
Hacia las
dos y media, emprendí la bajada, tomando la vía normal, que recorre la arista
cimera hacia el sur. Ésta es al principio horizontal y luego...
... toma
bastante pendiente, aunque, amplia como es y recorrida por una buena senda, no
presenta más dificultad que andar atento a los tropezones por no dar una
culada. Enseguida apareció abajo el Collado del Ronzón donde...
... giré
a la derecha (SO) antes de llegar a la horcada, para atajar a través del prado
hacia una visible senda. Tomándola a la derecha (O)...
... me
condujo bajo los desplomes de Peña Ubiña, en cómoda bajada frente a los montes
de la Babia.
En
Llanaday, llegué a la pista por la que había iniciado de la ruta que, tomada a
la izquierda (SO), me condujo de vuelta a Torrebarrio, donde entré a poco de
pasar las cuatro de la tarde.
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