El tiempo
estaba inseguro y las nubes bajas no dejaban ver el cielo esa mañana en Potes,
así que estuve dejando pasar tiempo a ver en qué paraba la cosa hasta que vi
que, al sur, podía ser que levantaran las nubes. Hora de ponerse en marcha:
coche hasta Ledantes, aparcar, botas en los pies, mochila a la espalda y
caminando por la pista que deja la aldea por su extremo suroriental, junto al minúsculo
cementerio. Con que con tanta espera se me habían hecho las diez de la mañana.
El camino cruza enseguida el Río de San Andrés y luego el Arroyo de Valtiero para remontar este último por su vertiente derecha. Tras un trecho cerca de la orilla, empecé a ganar altura decididamente por la ladera, pasando de los árboles de ribera al robledal y después al hayedo. Atravesándolo me metí en la niebla y en dos minutos parecía salido de una ducha; hacía tiempo que no sudaba, o más bien condensaba, de esa forma. Sin embargo, la subida fue fascinante, con los árboles dibujándose en la niebla.
Quedaron atrás bosque y niebla a la vez, encontrándome de pronto al sol y ante el Pico Zamburria sobre cuyo lomo asomaba levemente Peña Prieta.
Parece que había elegido bien, pues estaba bajo un cielo limpio mientras enfrente los Picos de Europa apenas se veían en el revuelto mar de nubes.
La pista me llevó horizontalmente al suroeste un trecho, buscando el boquete de los Puertos de Riofrío, al que llegué tras dejar atrás un desvío a la izquierda. Según entraba a esos extensos prados de altura, surgió ante mí la mole oscura del Curavacas.
Poco después se descubrió a mi derecha la Peña Prieta rodeada de las crestas que me disponía a recorrer.
Siguiendo siempre por la pista, ésta me llevó hacia el Río Frío. Delante veía una loma a la que se encaramaba un carril. Por ahí iniciaría el cresteo que me llevaría a la cumbre de Peña Prieta. Así, tras cruzar el Puente de Riofrío, giré a la derecha (NO) para tomarlo. Subiendo esa diagonal, me impresionó...
... la pinta del Bistruey desde este lado. Una abrupta pirámide que tiene poco que ver con el modesto cerrillo que subí desde Lores.
Al ganar la cuerda, el camino comienza a remontarla, pero al poco se va por...
... la vertiente derecha. Entonces lo abandoné, siguiendo recto (O) por el ancho lomo herboso, que se extendía ante mí, interrumpido por algunas prominencias calizas, hasta la cumbre. Al llegar a un primer alto, donde el cordal gira al suroeste,...
... me asomé al profundo hoyo de la vertiente oriental de Peña Prieta, roca oscura sobre el verde fresco del fondo.
Tras breves bajada y subida, me encontré ante una zona más quebrada. La ladera de la izquierda permite soslayar los pasos más aéreos, que no difíciles, pero preferí ir por el filo. Las únicas dificultades fueron sendas trepadas fáciles (I) y cortas para subir a la segunda peña y....
... bajar de la cuarta. Tras otro trecho ancho y suave, alcancé...
... el crestón que culmina Los Covachos. Aunque impresionante visto de lejos, resultó ser bastante fácil. Apenas hube de apoyar las manos para encaramarme a...
... su filo y recorrerlo.
Un corto tramo de loma amplia con algún peñasco evitable, me llevó al entronque de esta cresta con la del Sestil de la Vega de la Canal, dando vista ya a la vertiente del Carrión.
Sobre la cresta de enfrente, asomaba el Espigüete, una de las moles más impresionantes de la Cordillera Cantábrica.
Continué caminando por la amplia cuerda, ahora un poco más empinada, hacia la prominencia marcada como cota 2.375, a partir de la cual...
... la arista se vuelve accidentada y estrecha. Ante la pésima calidad de la roca, pasé los tramos más afilados por...
... la vertiente izquierda, que da a la Laguna de Fuentes Carrionas, transitando por repisas estrechas pero más seguras.
Volví a la arista para trasponer una pequeña prominencia, de la que bajé...
... destrepando un pequeño escalón (I) de roca algo mejor que la media.
A continuación, me encontré la subida hacia la siguiente prominencia importante (2.448). Al afilarse y empinarse de nuevo la arista, volví a la vertiente izquierda, por donde progresé en diagonal, medio caminando medio trepando, por terreno muy fácil, pero poco firme, hasta estar...
... de nuevo en la arista, ya cerca de la punta sur de Peña Prieta. Aquí la roca es mejor, así que continué por el filo, que...
... no abandonaría ya, apoyando las manos apenas un par de veces y más por comodidad que por necesidad. El espectáculo vertiginoso a los lados era notable y, finalmente, el cresteo estaba resultando entretenido y aéreo pero relajado.
Al llegar a la cima meridional, pude contemplar a mis pies el circo oeste, en cuyo fondo yace otra laguna bajo los Altares y el Cubil de Can. Girando a la derecha (N), recorrí los pocos metros que me separaban de la cumbre de Peña Prieta, donde llegué hacia las tres de la tarde. Por aquí hay incluso una clara senda bien pisada: me había incorporado a la vía normal.
Las nubes seguían tapando bastante de los Picos de Europa, aunque ahora, en sus idas y venidas, dejaban ver alguna cima.
Lo que sí estaba despejado al norte era la Liébana, más allá delos Puertos de Riofrío.
Y, al este, el valle del Carrión bajo el Curavacas.
Comencé el regreso a las tres y media, pues no me convenía dilatarme más. Volví a la horcada entre las dos puntas de la Peña Prieta y tomé a la derecha (SO) una senda que rodea la punta meridional y el Tres Provincias,...
...dando
vista en el collado a la Laguna de Fuentes Carrionas.
Dejada
atrás Peña Prieta, tomé...
... al
norte la ancha y compacta Loma del Cubil del Can. Ésta es sin duda la zona más
cómoda del cresteo, así que me fui recreando con las vistas, que incluían...
... el
Espigüete sirviendo de fondo a las Agujas de Cardaño,
... la
Sierra de Orpiñas entre profundos valles con el mar de crestas cantábricas al
fondo, entre las que reconocí a más de una vieja amiga.
Mientras
me acercaba al Cubil de Can entre abismos, a mi derecha, y...
...
caídas más suaves, incluso con senda, a la izquierda, me lamentaba de que las
nubes no me dejaran ver los Picos de Europa.
Entonces,
como si me hicieran caso, se apartaron por un momento de la Peña Santa; poco
después, de...
... Torre
Cerredo.
También
apareció esta misteriosa peña.
Tras
dejar atrás el entronque de una arista proyectada al este, alcancé el Alto de
Cubil de Can, a partir de donde...
... la cuerda
desciende decididamente hacia el Collado del Robadoiro. El inicio de la bajada
es abrupto pero, siguiendo la senda, sólo tuve que apoyar las manos en tres
cortos escalones fáciles (I) de conglomerado, ninguno de los cuales supera los
dos metros.
Tras esos
resaltes, la loma vuelve a ser ancha y suave.
A la
derecha, veía los prados de Cubil de Can y el camino que baja hasta ellos desde
el collado. Pero no es necesario alcanzarlo. Antes, me dejé caer a la derecha
(SE) por...
... una rampa
de hierba suave y regular. Una vez en el llano, tomé unas rodadas que morían
allí y...
... las
seguí hacia el este a través de la hierba, hasta el pequeño Refugio Cubil de
Can, en muy buenas condiciones y que contaba (novedad en esos tiempos) con
placas solares y luz eléctrica. Allí me encontré con la pista que había visto
subir hasta el Collado de Robadoiro y la tomé a la derecha (SE).
Fui
bajando suavemente bajo las paredes de la Peña Prieta, por...
... la
vertiente izquierda del Río Frío. Al ir girando, comencé a ver los prados
homónimos, con el fondo magnífico del Bistruey y el Lezna, mientras...
...
quedaba atrás el corazón del macizo, que no me cansaba de mirar.
También
me fijé en la peculiar loma tajada que se levanta entre los picos Pumar y
Lezna. Peña Quebrada la llaman y no hay que preguntar por qué.
Al llegar
a los Puertos de Riofrío, topé con la pista por donde había iniciado la ruta
esa mañana y la tomé a la izquierda (N) para regresar. La tarde soleada me
permitió ver cosas que por la mañana estaban ocultas, como...
... los
tejados rojizos de Ledantes contrastando con el verde del valle, o...
... un
bonito grupo bonito de peñas calizas al este.
También
el descenso del bosque fue diferente, pasando del misterio de la bruma a la
alegre luz verdosa filtrada entre las hayas y, de vez en cuando, al abrirse un
hueco en las copas, el Pico de Zamburria brillando muy arriba. Llegué a
Ledantes pasadas las siete de la tarde y, si la bajada fue larga en tiempo, no
me lo pareció. Buen camino para relajar las piernas en medio de la paz
vespertina, una vez pasadas las emociones de la cumbre.
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