Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: La Peña Santa
es la gran cumbre más “cara” de la Península. Hay picos más difíciles, pero
carecen de su relevancia orográfica. Su vía normal, sin llegar teniendo una dificultad
moderada, lleva su buena hora y pico de escalada, asequible sí, pero escalada
al fin y al cabo. Aunque en la Canal Estrecha hay más riesgo objetivo por la
caída de piedras que por la exposición de los pasos. De hecho, no me gustó
demasiado esa parte fundamental de la vía; pese a ser agosto, la roca estaba
helada y encontré la chimenea lóbrega y monótona. Me parecieron más atractivos
tanto la aproximación, que es un cómodo paseo por parajes impresionantes, como el
tramo de cresta, tan divertido y panorámico, además, naturalmente, de las
vistas desde la cima, que son realmente excepcionales.
En los aspectos técnicos,
a lo ya dicho creo que debo advertir que el montaje y desmontaje de tantos
rápeles, hasta siete, aunque yo sólo hice seis, aumenta el tiempo de
realización de la ruta. Sobre todo si vas sólo. En esta ocasión, puede ahorrar
algo de ese tiempo al coincidir en la bajada con otro grupo e ir alternando las
cuerdas para montar y desmontar mientras los otros bajaban. Esas ocasiones hay
que aprovecharlas. Por otro lado, es conveniente llevar casco en la Canal
Estrecha y que aguante un buen impacto (nada de ésos tipo ciclista que veo de
vez en cuando). Durante mi paso por la chimenea sólo oí caer un par de cantos y
ninguno muy cerca, pero la caída de piedras ya ha producido desgracias más de
una vez en ese lugar.
El Refugio de Vegarredonda
era pequeño y sin lujos, pero mereció un 10. Y, más que el refugio, el personal
que lo llevaba. Simpáticos y profesionales al tiempo, hacía mucho que no me
sentía tan bien tratado ni cenaba tan a gusto. También guardo buen recuerdo del
ambiente entre la clientela. Acostumbrado a sitios masificados donde cada cual
va a lo suyo, fue agradable la cordialidad con que me recibieron los montañeros
asturianos, que eran el resto de los que estábamos y que ya se conocían entre
ellos.
RELATO GRÁFICO:
Hacia las
seis de la tarde, salí del aparcamiento de Pan de Carmen, con buena visibilidad
pero con la panza de las nubes casi al alcance de la mano. Caminaba por la
continuación de la pista que me había llevado allí, balizada como PR-PNPE-5, la
cual cruza enseguida el Río Pomperi.
Al poco,
el carril se hizo senda, se acabaron los árboles y entré en la niebla. No sé si
sería la propia niebla, el orbayu o ambas cosas, las gafas se me empapaban y
sin ellas no veo un pimiento. Menos mal que el camino está clarísimo siempre;
incluso cuando se pierde en algún prado, sigue indicado mediante hileras de
cantos clavados en la tierra.
Tras una
andadura monótona sin ver más allá de pocos metros, llegué a un cruce se
sendas, señalizado con un cartel. Siguiendo a la derecha (NO) las indicaciones
al Refugio de Vegarredonda, llegué al mismo hacia las siete y media. Allí pasé
la noche.
El día
siguiente amaneció totalmente despejado, para gran alivio de los que andábamos
por allí. Desayuno tempranero y partí con la romería pasando pocos minutos de
las ocho de la mañana, volviendo al cruce cercano al que antes me referí. No
todos íbamos a la Peña Santa pero el inicio es común. En la bifurcación, tomé
la senda de la derecha (SE), que entra en la canal que se dirige a la cresta de
Los Argaos, que brillaban ya al sol.
El
camino, clarísimo, de pendiente moderada, me llevó cerca del antiguo refugio,
que dejé a la derecha. Más allá de los Gurbiñales, veía otras crestas más
alejadas sobresalir de las nubes. Por una vez, revés del mundo, era Picos lo
que estaba despejado.
En un
entorno ya impresionante, bajo altas peñas calizas, la canal se estrecha y
empina antes de la Llampa Cimera. En medio de los zig-zags de la senda para
superar un resalte herboso, llegué a una bifurcación. Seguí por la izquierda
(NE),...
... alcanzando
enseguida una horcada en la cresta de ese lado, desde donde...
...
dominaba el camino...
...
recorrido hasta entonces. Pero no estaba aún en la divisoria, sino en la entrada
a un corto tubo pedregoso.
Remontándolo
accedí al Collado la Fragua, por donde pasé a la vertiente de las Barrastrosas,
dominada al fondo por las torres de Cebollera y Santa María. Tenía que ir hacia
el collado que se abre a la izquierda de esta última.
La senda,
siempre clara, me llevó en horizontal bajo la cresta de los Argaos hasta esa
horcada. Para entonces, la mañana se había iluminado y llegaba a distinguir la
verde Vega de Enol de donde había partido el día anterior. Pero eso no es
comparable a lo que me esperaba...
... en el
collado de acceso al Jou de los Asturianos: la vista repentina Peña Santa de
Castilla. Incluso podía distinguir, a la derecha, el trazo de la Canal estrecha,
por donde subiría. A mi derecha, impresionaba también...
La
contundente presencia de la Torre de Santa María.
Mi ruta continuó perdiendo algo de altura para
entrar en el gran hoyo, bajo el Pico de los Asturianos y la Torre de la Canal
Parda.
Mientras
seguía el caminillo, me fijé a la derecha en el fondo del jou, de apariencia
arenosa y trufado de embudos y grandes cantos caídos de las crestas circundantes.
La desolación en una imagen.
Pero
también la vida, que se adapta a todo, en forma de un grupo de rebecos. A
diferencia de lo que sucede en los Pirineos, éstos no huyen a las primeras de
cambio y su comportamiento llega a ser descarado.
Camino,
caminito adelante, llegué al Collado del Jou Santu, donde la ruta se asoma a
los Urrieles. Al contraluz, distinguía netamente la silueta de Torre Cerredo.
Dejé allí la senda para seguir, a la derecha (SO),...
... por el
lomo que une este collado a la Peña Santa. Unos hitos me condujeron a una repisa
de su vertiente derecha, fácil aunque...
... con
algún pasito estrecho (I).
Al volver
a la divisoria, bajo un espolón que baja al noroeste de la Peña Santa, hay un
pequeño caos de hitos y es importante no confundirse para evitar rodeos
incómodos. La causa es que aquí se dividen las aproximaciones hacia las
diversas vías que surcan esta vertiente de la montaña. Una referencia clara
para ir hacia la Canal Estrecha es que hay que alcanzar una terraza de pedrera
al pie de las paredes de la derecha y, para ello, atravesar un estrecho pasillo
entre paredes de roca perdiendo algo de altura.
Al salir
del mismo, me encontré con una rampa de roca llena de acanaladuras, sin apenas
dificultad. Llegué a continuación a la gran terraza pedregosa, desde la cual
había, mirando atrás, una estupenda perspectiva de las torres de la Canal Parda
y los Traviesos y...
... de la
Horcada y Santa María a la derecha, al otro lado del Jou Santu.
Aquí se
puede decir que empieza realmente la vía. Como aperitivo, otra placa acanalada
fácil aunque ya obliga a gatear (I / 30 m), que da acceso a un segundo rellano
pedregoso, más pequeño.
Luego,
más placa inclinada (I / 20 m), para entrar en la Canal Estrecha propiamente
dicha.
Aparecieron
en su base unas marcas de pintura amarilla, viejas pero aún visibles, que me
acompañarían hasta la cumbre, resolviéndome alguna duda. El principio es un
pasillo estrecho y fácil (I), interrumpido al cabo de unos 20 m por un muro
imponente.
A la
derecha tenía una fisura vertical y, a la izquierda, una repisa diagonal sin
dificultad. Por esta última me llevaron las marcas, hasta acabar al pie de una
fisura vertical, por la que superé la placa, que aquí apenas tiene 8 m, con
poco gasto (II), hasta un amplio nicho que se veía más arriba.
La salida
de ese lugar es el paso clave de la vía. Para volver a la canal, hay que
superar un desplome de unos 3 m, con dos opciones: al fondo, un diedro
extraplomado pero lleno de presas y, a la derecha, un lomo inclinado con
escasos apoyos. Aunque es la opción más expuesta, al llevar una mochila pesada
me decanté por la segunda (III+). Creo que la dificultad debe ser similar en el
extraplomo, si se prescinde del clavo con driza que se ve en la foto. Luego, siguiendo
a la derecha una repisa estrecha (I), volví a...
... la
canal en un tramo sin dificultad, con el fondo cubierto de pedrera, hasta el
siguiente escalón. Éste se supera por...
... una
chimenea de unos 12 m, con algunos cantos empotrados que entorpecen el paso
(III).
Tras otro
descansito, viene una segunda sucesión de bloques que fui superando sin mucho
gasto (II). Sólo el último, que tendrá tres metros y el borde superior de mal
agarre presenta una dificultad considerable (III).
A continuación,
me encontré con una placa de unos 20 m, inclinada y abollada (II). Este tramo
es sombrío y la roca estaba helada; menos mal que volviendo la cabeza me
animaba al ver la Torre de Santa María dorada por el sol.
La
continuación es un tramo fácil pero incómodo; aunque la canal no es vertical,
el suelo es inestable y tuve que ayudarme con las manos en las paredes (I).
Salí de
la canal a una rampa de roca descompuesta, por la que gané caminando la cresta
de la montaña en la Brecha Norte, que a saber por qué se llama así, pues se
halla al oeste de la cumbre.
Allí me
asomé a la vertiente sur, cerrada por la cresta de la Sierra del Caballo, más
allá de la cual veía también el Friero y el Alto Carrión. A mi izquierda, tenía...
... lo
que parecía la cima, pero que no es sino un hombro. Giré a ese lado (E) y pasé
a seguir el cordal por el flanco derecho,...
... guiado
por las marcas amarillas. Al principio, a través de una placa inclinada fácil
(I) pero...
...
impresionante, hasta otra horcada cercana, desde donde ya iba descubriendo el
macizo de los Urrieles.
Luego,
por una breve repisa, hasta situarme bajo...
... un
lomo con apoyos no muy abundantes (III). Trepé por él durante una docena de
metros, hasta que las marcas me sacaron a la derecha, hacia...
... una
placa inclinada (II / 15 m), dominada ya por el hombro que veía antes. Aunque
este hombro se suele rapelar a la bajada para ganar tiempo, siendo vertical y
bastante liso, en subida es más fácil rodearlo por abajo. Así que, al pie del
mismo, cambié a...
... la
cara norte y vi por primera vez el hito cimero. Perdí algo de altura para atravesar
por unas placas fáciles (I), hasta encontrar una acanaladura que me permitió ganar
la arista con poca dificultad (I+ / 20 m). Seguí el lomo a la izquierda (E) hasta
que...
... una
profunda brecha me cerró el paso. Bajé entonces a la izquierda por...
... una
breve placa y una fisura bajo la brecha, hasta una repisa que forma la placa
bajo la cumbre. La atravesé en horizontal (II-) hasta sobrepasar la vertical de
la cima y encontrarme...
... en la
base de una fractura vertical. Trepé por ella (III / 15 m), saliendo a cresta...
... pocos
metros al este del hito, que recorrí caminando.
Llegué a
la cima de la Peña Santa de Castilla a la una del mediodía, con calor y tiempo estable.
Aunque las nubes cubrían el mar, estaban retenidas por el viento del sur.
Al
noroeste, atraía la mirada la Torre de Santa María sobre el Jou Santo y, más
allá, la verde Vega de Enol, de donde había salido la tarde anterior.
También
me llamó la atención cómo destaca la modesta Sierra del Sueve. Girándome a la
izquierda,...
... el
mar de picos de la Cordillera Cantábrica al suroeste, entre los que destacaban...
... el
Tiatordos y Peña Ubiña.
Ya al
sur, Peña Bermeja y el al fondo Espigüete y...
... la
Peña Prieta. Volviendo a Picos, el Friero y...
... el resto de los Urrieles elevándose mil metros sobre el valle
del Cares, con...
... Torre
Cerredo en todo lo alto.
Estuve
mucho rato en cumbre. El tiempo agradable invitaba a la pereza y la vista de tanta
montaña conocida me traía muchos recuerdos. Pero tampoco era cuestión de acabar
de noche, así que a las tres de la tarde comencé el regreso, deshaciendo
camino, primero por la cresta. Bajo la horcada de donde baja la fisura /
chimenea del final de la ascensión, había un par de clavos con driza para
montar rápel. No es muy necesario, y de hecho no lo habría utilizado si no
fuera porque un grupo que estaba allí me invitó a usar su cuerda ya tendida.
Desandando
camino, tras la llambria de la cara norte y de vuelta en la cresta, en vez de
bajar por el canalón por el que había subido seguí más al oeste, hasta estar
sobre el resalte que antes había rodeado. Otro clavo con driza permite montar
un rápel de unos 15 m que ahorra tiempo. El siguiente anclaje me lo encontré en
el lomo que baja al nivel de la Brecha Norte. Ése no lo utilicé pues el
destrepe, por un diedro a la derecha en bajada (II / 25 m) me pareció asequible
y rápido. Incluso sería más fácil subir por él que por donde marca la pintura.
En la
Canal Estrecha, ya que tuve que desenrollar la cuerda, utilicé los cuatro
rápeles que había con anclajes nuevos a base de doble argolla de acero. Estando
a unos 30 m de distancia uno de otro, con la cuerda de 50 que llevaba no tuve
que plegarla entre unos y otros, aunque algún tramo lo bajé caminando. La
altura que se rapela de verdad oscila entre los 12 m del tercer rápel y los 23
del último (éste).
En la
base de la canal, al asomarme al Jou Santu observé que las nubes empezaban al
fondo, así que a partir de ese momento aceleré un poco el paso, aunque sin
dejar por ello de...
... parar
a despedirme de la Peña Santa antes de perderla de vista.
Llegué al
Refugio de Vegarredonda hacia las siete de la tarde, casi a la vez que las
nubes. Cuatro horas de bajada; al final, tanto rápel tiene estos
inconvenientes.
Acabé la
excursión como la había empezado el día anterior, caminando en la niebla hacia
Pan de Carmen, adonde llegué hacia las ocho y media, con la luz ya faltando y
algo empapado, pero feliz. Una de las ascensiones más hermosas que he hecho
nunca.
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