Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Entre el
prestigio y la facilidad de su ruta normal, no es raro que Torre Cerredo sea
una de las cumbres más visitadas, no sólo de Picos sino de toda la cordillera y
de la Península incluso. Y lo merece pues, sin conocer Picos de Europa a fondo,
creo que esta peña es un paradigma de los tres macizos. Con tanta gente por
allí, conviene salir prontito y subir a buen ritmo; ya habrá tiempo para
recrearse la vista a la bajada, pues su cumbre es un lugar realmente estrecho.
Sobre la aproximación
escogida, fue el pasar bajo la sombra del Urriello lo que me decidió por ésta;
ocasiones habrá para probar las otras. Respecto a la vía a Torre Cerredo en sí,
he visto en letra impresa atribuirle a la placa final II grado e incluso III y
calificarla de expuesta... Bueno, pues nada de eso hay: si se siguen los hitos
escrupulosamente, sólo se llega a II muy brevemente y, aunque impresiona ver el
fondo del jou tan abajo, no llega a haber una caída vertical seria. Asunto
diferente es lo mal que puedan pasarlo personas con vértigo, pero el peligro objetivo
no es real; insisto en que la trepada final es impresionante pero sólo eso. En
resumen, una ascensión muy bonita y al alcance de muchos montañeros con una
experiencia mínima.
RELATO GRÁFICO:
Dejé la
Majada de Canero poco antes de las tres y media de la tarde, con mucho calor.
Salí de la curva que hace la pista al fondo del Jou de las Traviellas,
siguiendo el sendero balizado PR-PNPE-21, que sube al oeste, hacia la cercana
Collada de Pandébano.
Una vez
en la horcada, desde la que se descubren el Pico Urriellu y los Cuetos del
Albo, me encontré con un cruce de caminos, donde un cartel me mandaba girar a
la izquierda (SO).
La senda
se abalcona sobre la Riega del Tejo y se llegaban a divisar, muy abajo, los
tejados de Bulnes.
Al doblar
un espolón por una característica brecha, empezó a soplar un airecillo que
aliviaba la solanera vespertina. Pasé a continuación por encima de la Canal del
Vallejo, más allá de la cual destacaba el Cabezo Lleroso.
Siguió
una zona movida, cortada por canales y espolones, hasta entrar en la vertiente
del Jou Lluengo, alargada canal que sube hacia la Vega de Urriello. Allí volvió
a mostrarse el Picu, que llevaba un rato oculto.
Bajo su
cara norte, la senda vira al sur y acomete directamente la subida, mediante
cortas lazadas.
Pasada la
Canal de la Celada, salí a un rellano herboso desde el que, volviéndome, podía
ver, asomando sobre la Peña de Maín, la larguísima Sierra de la Cuera.
Caminaba
ahora bajo el característico cóncavo que se abre entre el espolón norte y el
cuerpo principal del Urriello,...
... bajo el
cual se extiende la Vega de Urriello, con su refugio, al que llegué sobre las
cinco y media.
Sobre el
edificio, se yergue la cara oeste del Naranjo como si fuera a caerse encima.
Para
hacerse idea cabal de las proporciones, hay que alejarse un poco. Éste refugio
me gustó menos que otros de Picos de Europa; estaba lleno y su capacidad, cerca
de 100 personas, superaba tanto los servicios comunes como el personal a cargo.
Al día
siguiente amaneció con el cielo despejado y un mar de nubes cubriendo los
valles asturianos. También, soplaba un fuerte viento del sur.
Abandoné
el refugio a las ocho menos cuarto, por un camino que se dirige al noroeste, hacia
un modesto alto que se ve frente a la puerta. Al otro lado, se extiende una
abierta ladera bajo la cara oriental del Neverón de Urriello. La senda, muy
clara, lo atraviesa camino de la horcada que se abre a la izquierda de la
Corona del Raso, la cual...
...
alcancé remontando una empinada repisa diagonal, rematada por...
... una
chimenea vertical pero con apoyos grandes y abundantes (I). Por aquí empecé a
fijarme en unas marcas de pintura, unas verdes y otras amarillas, pero que
parecen indicar la misma ruta. Aunque la senda estaba en general clara, me
resultaron útiles para localizar el paso bueno cuando, más adelante, el trazo
se perdía al atravesar canchos.
Al ganar
el cordal, mirando atrás, así se veía el Pico Urriello sobre la vega y el
refugio.
Giré a la
izquierda (SO) y avancé por un lomo rocoso, hasta la base de unas agujas, donde
la senda me llevó a la derecha (O) para continuar rodeando el grupo del
Neverón, ahora hacia el collado que se abre entre éste...
... y las
Torres Areneras.
Por
entonces me alcanzó el sol, que allá abajo hacía destacar las crestas de los
cordales de Maín y Cocón sobre la niebla y el verde valle de Bulnes.
Llegué
así a la Horcada Arenera, dominada, y de qué manera, por las torres homónimas.
Al otro
lado, vi por primera vez la cumbre del día: Torre Cerredo asomando, junto al
Pico de los Cabrones, sobre una anónima loma que, obviamente, habría de
trasponer.
Siguiendo
el camino, bajé unos metros por la vertiente occidental del collado hasta un
desvío a la izquierda (S). Tomando esta nueva senda, más difusa que la anterior
pero bien marcada con hitos y manchas de pintura, continué con el flanqueo que
desde el principio venía haciendo del Neverón de Urriello, atravesando ahora su
cara noroeste.
Al llegar
a la horcada entre ese pico y la loma anónima antes citada contemplé una
seductora vista de Torre Cerredo, en compañía de unos jóvenes rebecos.
Proseguí atravesando
vertientes hacia la izquierda, ahora hacia el suroeste, pasando por una canal
antes de encontrarme con un espolón que baja de la Torre de la Párdida, donde
tuve que atravesar un par de placas fáciles (I) pero muy expuestas. Mal sitio
para un resbalón. A continuación, me encontré en el enésimo collado del día,
que da acceso (ya) al Jou de Cerredo.
Atravesé
la horcada y proseguí en la misma dirección, siguiendo un lomo que se dirige al
núcleo de Torre Cerredo, rodeando la Torre Labrouche, que quedaba a la derecha,
por su base. Al otro lado, se abría...
... el
jou profundo y desolado bajo la recortada cresta que, desde la Torre de la
Párdida va al Tiro del Oso y sigue luego hasta la de Cerredo.
Mientras
contorneaba la cara oriental de la Torre Labrouche, fui ganando altura en
diagonal, alternando cortos escalones de roca sólida, todos ellos fáciles (I),
y...
...
rampas descompuestas. Sobrepasado el citado pico, salí a...
... una
amplia terraza pedregosa, ya bajo Torre Cerredo. Ahí, giré a la derecha (NO)
para continuar subiendo, por...
... un pasillo
de pedrera que entra en una especie de callejón o “cul de sac”. Al llegar al fondo, trepé hacia
la derecha (II 4 m) para evitar un gran bloque, sobre el cual crucé luego para
encarar directamente...
... la cima,
defendida por una placa empinadísima, pero muy cincelada; es como una escala de
peldaños pequeños, pero abundantes y sólidos (I+ / 80 m). Con la roca seca no
debe plantear el menor problema. Había leído mucho sobre la exposición de este
paso y me lo había imaginado mucho más delicado.
En lo
alto de placa, pasé un reborde y apareció el hito cimero a pocos metros de mí.
Pero no me dirigí directamente al mismo sino que hice una breve travesía a la
derecha para alcanzar un acceso más cómodo a la cresta. Según me asomaba sobre
la arista, me encontré con la impresionante visión de la Peña Santa de
Castilla. Eran las once y cuarto de la mañana cuando giré a la izquierda para
recorrer caminando los pocos metros que me separaban de la cumbre.
Desde Torre
Cerredo, seguía con la mirada prendida en la Peña Santa, que podía ahora ver en
toda su grandeza,...
...
rodeada de su corte y dominando desde más de mil metros el valle del Cares.
Aunque seguía soplando bastante viento, éste era templado, del sur, y no se
estaba tan mal.
Me llamó
la atención una punta destacada al norte, realmente un hombro, y me acerqué
hasta allí.
Apareció
a mis pies el Pico de los Cabrones, rematando una elegante arista. Más allá,
entre las nubes bajas que se iban rompiendo,...
... la
Sierra del Sueve: una pequeña gran montaña. Girando a la derecha,...
... veía
el largo cordal de la Sierra de la Cuera, más allá de las Torres Areneras, al
pie de las cuales...
... había
pasado viniendo desde el refugio.
Ya de vuelta
en la cima, seguí la vuelta. Al este, el corazón de los Urrieles, lleno de
crestas y agujas entre hoyos desolados. Entre ese bosque de picos, se
distinguía a lo lejos parte del Macizo de Andara, incluyendo...
... la
Morra Lechugales. Una sombra en el horizonte: Peña Sagra. En fin, un mundo de
montañas hacia donde mirara.
Ya al
sur, se podían ver el Tesorero y el Llambrión, con las crestas del Alto Carrión
en el horizonte. Y, más a la derecha,...
... los grupos
del Mampodre y Sentiles, a través del boquete del Cares.
Llevaba
media hora en cumbre cuando comenzó a llegar gente y, a los diez minutos,
empezó a ser incómodo moverse por el entorno de cima, así que emprendí la
bajada. A las doce retorné por donde había venido; es decir, por la arista al
norte para tomar el destrepe más accesible, marcado por los hitos.
Durante
la bajada, me fui cruzando con más grupos. No paraba de subir gente.
Al mismo
tiempo, el viento fue amainando y empezó a hacer calor de verdad a la vista de
la Vega de Urriello. Hacia las dos y cuarto llegué al refugio, donde gasté 15
minutos en recoger algunos trastos y tomar un botecito frío antes de continuar...
... el
descenso por el camino ya conocido hacia...
...
Pandébano. Era sábado y con el buen tiempo, aquello estaba lleno de gente en
zapatillas y hasta sandalias, con mochilita escolar a la espalda, cuando no
directamente bolso... ¡y subiendo a las tres de la tarde con la que caía! Ya
hay que ser sufrido. En fin, que a las cuatro estaba de vuelta en la Majada de Canero
con poco más que contar.
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