Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: La ascensión
a la cima del Macizo del Gorbea es muy popular y, pero también una actividad poco
prestigiosa, dadas su nula dificultad y escasa exigencia. Pero es la cumbre del
macizo, así que hay que ir. El itinerario expuesto me lo mostró mi amigo Alfredo,
gran conocedor de la zona, y la idea era añadir atractivo a un pico soso, en
apariencia, así como conocer las diferentes facetas del macizo. El resultado es
una travesía variada, de exigencia media, cuya principal dificultad reside en
la orientación en algunos tramos aunque, con cuidado y paciencia, se acaba
encontrando el camino.
Debo advertir que, con
niebla, esta ruta no es en absoluto aconsejable. La subida de Saldropo al
Gorbea podría resolverse yendo por la senda marcada pero el descenso a partir
de Arraba incluye tramos amplios sin senda, donde es fácil perder la ruta con
mala visibilidad. Respecto a la dificultad técnica, aparte de baja, no es
forzosa; se llegaría también al Gorbea caminando al pie de la cresta del
Aldamin, pero sería menos divertido y se perderían buenos momentos.
Evidentemente, son convenientes dos coches para hacer la ruta cómodamente; si
no, como alternativa, siempre se puede descender de la cumbre a Saldropo por el
camino.
RELATO GRÁFICO:
A las 9
de una mañana soleada, estábamos de Saldropo, desde donde podíamos ver ya la
cumbre verde y el rocoso Aldamin, asomando ambos por encima de Atxuri.
Tomamos
una pista que sale al sur, señalada con marcas de pintura roja y blanca. Tras
entrar en el bosque, cruzamos un riachuelo y poco después las señales nos
desviaron por una senda que, a la izquierda (SO), sube más directamente por el
pinar.
Pasamos
varios cruces y bifurcaciones perfectamente indicados, alternando tramos de
bosque con terreno abierto y pendientes suaves con otras más empinadas. Al
ganar altitud se fue abriendo el panorama a nuestra espalda, recortándose la
Cresta de Urkiola en el horizonte.
El
sendero nos llevó al pie del resalte calizo que defiende la cresta de Atxuri,
girando allí a la derecha para recorrer el Paso de Atxuri, estrecha repisa bajo
un extraplomo, peculiar y...
... sin
dificultad, que es un espectacular balcón sobre el barranco de donde habíamos
subido y las cumbres circundantes. Tras rodear la banda de roca, una breve y
brusca subida nos depositó en...
... la cresta,
desde donde volvimos a encontrarnos delante al Gorbea y el Aldamin. Un cartel y
abundantes marcas de pintura nos llevaron a la derecha (NO) por...
... la
ancha y herbosa cuerda hasta...
... el
paraje de Arimegorta, donde se yergue un enorme y saludable tejo en medio de
una apacible pradera, buen lugar para tomarse un respiro y apartado además del
paso general.
Descubrimos
entonces, al este, el Anboto surgiendo de la niebla.
Al otro
lado (SO), veíamos el Aldamin. A la izquierda, un lomo herboso subía hacia la
cresta. Atravesando directamente los prados, nos dirigimos a una casa, que
dejando a la izquierda para entrar bajo los árboles.
Al salir
a un prado ocupado por una cabaña más rústica, retomamos la dirección original
sur para subir directamente hacia el extremo izquierdo de la cresta de Aldamin.
Una vez bajo la arista, giramos a la derecha (NE) para...
...
acabar de alcanzar la roca por un lomo de hierba. Si se acometiera de frente,
hay un muro vertical con buenas presas y un clavo en medio. Tiene pinta de III
pero no podría asegurarlo, pues, prudentemente, lo rodeamos por la derecha, por
una chimenea herbosa...
... que,
aunque empinada, superamos caminando.
Volvimos
a cresta en un rellano muy panorámico. A la izquierda, teníamos el Gorbea
dominando la traza de la ruta normal y, al lado contrario,...
... una
amplia vista de sierras y valles aunque los ojos se iban al Anboto.
Continuamos
ganado altura por un ancho lomo de hierba y piedras, que nos dejó en un corto
resalte de los de apoyar las manos sólo por comodidad.
Al
superarlo encontramos el buzón del Miruen Haitza, de casi inexistente
prominencia. A veces es para preguntarse con qué criterio se llama cima a algo;
hay piedras que destacan más. Retomando la ruta, delante teníamos ya la
pirámide cimera del Aldamin, que se presentaba imponente. Un rodeo por la
derecha, con...
...
trazas marcadas, nos permitió evitar el muro de la base por...
... otra
chimenea de hierba y cantos, casi sin dificultad.
Fuimos
ganando altura por la arista, enlazando repisas y cortas chimeneas, sin pasar
nunca del I grado, pues, poniendo atención, el terreno impone el camino lógico
y fácil.
Así,
pudimos contemplar a placer los desplomes...
... de la
cara norte. Y, si el entorno inmediato es espectacular,...
... el
panorama no le va a la zaga y...
...
tampoco la vista del vecino Gorbea.
Tras
superar una pendiente de hierba y roca, llegamos al pie de un resalte donde
trepar se hace inevitable. Lo superamos por el lado que da cara al Gorbea,
donde el muro apenas llega a 8 m y presenta un punto débil: a la izquierda de
una característica roca en forma de seta, hay un diedro lleno de buenos apoyos
(II).
Nosotros
superamos el resalte sin encordar pero, para los más precavidos, hay una chapa
para proteger el paso.
De nuevo
en la cuerda, continuamos ganando altura, primero trepando unas gradas fáciles
(I) y luego por un ancho lomo hasta el descomunal hito cimero del Aldamin,
donde llegamos hacia las doce de la mañana.
Al otro
lado del pico, vimos a los pies del Lekanda la Campa de Arraba, por donde
pasaríamos en bajada.
Pero
antes, esperaba el Gorbea, gran cumbre del día. Tras una cortísima parada,
bajamos a la izquierda (SO), hacia el collado intermedio, donde se unen las
rutas normales. Como la subida por las sendas era como una romería, buscamos un
camino más tranquilo, simplemente saliéndonos de traza. Al llegar a la horcada,
giramos ligeramente a la izquierda (S), siguiendo unos rastros de ganado que...
... nos
llevaron al cóncavo herboso que se abre al noreste de la cumbre. Desde allí
podíamos ver la cresta oriental del Aldamin, que acabábamos de recorrer.
Cuando
nos pareció bien, giramos a la derecha (SO) para acometer la subida directa de
la ladera.
La senda
se veía desde ahí coincidiendo con el horizonte; una curiosa imagen la de los
montañeros recortados contra el azul.
Poco a
poco, empezó a asomar por encima del lomo la culminación de la cruz que corona
el Monte Gorbea.
Eran las
doce y media y el entorno bullía de gente. No es lugar para ir a buscar la paz,
al menos en un sábado agradable de otoño.
Las
vistas se extendían al sur en un arco que iba de la Sierra de Aralar a los
Montes de Valnera, pasando por el Duranguesado y la cima de Aldamin, casi
tapada, o...
... la
Demanda, con el San Lorenzo destacado. Pero, por desgracia, el día no estaba claro
en la distancia, y mucho de ese horizonte era poco reconocible.
Comenzamos
el descenso caminando al oeste por un ancho lomo que abandonamos al poco, girando
a la derecha (N) para descender, con la referencia del Lekanda delante, por una
ladera herbosa...
...
sembrada de pequeñas dolinas.
El
terreno se empinó al entrar en una pequeña cuenca secundaria, la más oriental
de las dos que convergen en un rellano con arboleda y refugio...
... al
pie de la cúpula del Gorbea. No hay camino ni hitos en esta bajada, pero
tampoco son necesarios; el terreno, aunque bastante empinado, es cómodo y sólo una
banda pedregosa al final obliga a mirar dónde se pisa.
Allí nos
incorporamos al camino de la ruta normal, tomándolo a la izquierda (NO) para
rodear por el este el Gatzarreta y entrar...
... en la
gran Campa de Arraba, en medio de la cual se alza el Refugio Ángel de Sopeña. Faltaba
poco para las dos de la tarde, hora muy a propósito para hacer un alto prolongado
y una comida civilizada.
Desde la
puerta misma del edificio, hay una bonita perspectiva del Anboto.
Pasadas
las tres de la tarde, dejamos el refugio, dirigiéndonos hacia el fondo de la
campa, teniendo como referencia una brecha que se abre en la cresta que limita
el llano. Este Paso de Kargaleku es...
... una
puerta de entrada al caótico karst de Itxina. Junto a un viejo cartel desvaído
en la vertiente occidental de la brecha, giramos a la izquierda (SO), tomando...
... un
borroso sendero que serpentea entre hayas y cantos, a través de la falda del cordal
que limita por el sur este submacizo.
Desde
estos bordes de Itxina, cuando los árboles se aclaraban, podíamos percibir el
carácter caótico del relieve.
Es
aconsejable no perder la senda pues el hayedo es espeso y el terreno muy
movido. Unas marcas de pintura ayudan a seguir el trazado que, en muchos
sitios, se intuye más que verse. Si el paso se vuelve realmente incómodo, será
señal de haber perdido senda y lo mejor será volverse y reencontrarla.
Y en
estas llegamos a un notable agujero, profundo, vertical y muy húmedo. Aquí
estaba la nevera de Ceanuri, totalmente natural.
Tras otro
tramo de senda imprecisa a través del bosque, llegamos junto a una curiosa
construcción. Lo que debió ser un cubo de mampostería, hoy medio derruido, cuya
única entrada aparente es un agujero por debajo del nivel del suelo.
Asomándonos
al mismo, nos encontramos un corto túnel de pocos metros a través del que veíamos un fondo
iluminado multicolor.
Lo que veíamos
era una segunda nevera, ésta mucho más conocida, que no en vano fue la más
importante de Vizcaya. Llamada Neberabaltz, se trata también de una grieta
natural, aunque aquí se añadió...
... un
arco para facilitar la introducción y extracción de nieve. El paraje es
realmente impresionante y debimos estar cerca de media hora curioseando.
Continuamos
hacia el suroeste, siguiendo una senda que, acorde con la importancia comercial
del lugar, se notaba más ancha y marcada que lo visto hasta entonces. Al salir
del bosque, nos encontramos con un cartel indicador. Seguimos de frente (O) por
un difuso trazo en la hierba, que...
... se
borró del todo al cruzar una banda de pedrera para volver a aparecer al otro
lado. A la derecha (N), vimos una pequeña campa rodeada de una cresta caliza;
nos dirigimos a ella, siempre siguiendo el trazo.
El
rellano es llamado Itxingote, diminutivo de Itxina, y está situado al pie del pico
Altipitatx. En su extremo oeste está otra de las puertas secundarias de esta
zona, en forma de brecha, y hacia ella que dirigimos nuestros pasos.
Ya sin
senda, la cruzamos por una repisa de su pared meridional (izquierda), evitando
el húmedo y accidentado fondo del tajo.
Salimos
de allí a una empinada ladera cubierta de bosque. Descendimos con la única
referencia de la pendiente, procurando mantener la dirección. Pese a estar
seco, las hojas caídas resbalaban un poco; así que con barro debe ser bastante
incómoda la cosa.
Al cabo
de un buen rato de bajada, los árboles clarearon aún más y aparecieron los
helechos con la proximidad del agua. Poco después, alcanzábamos un torrente
anónimo. Girando a la derecha (NO),...
...
traspusimos una loma cubierta de pasto alto y piedras. El terreno no era muy
incómodo, considerando sobre todo la bajada directa que acabábamos de hacer. Al
otro lado,...
... nos
vimos dominados por la pared de Itxina. Habíamos alcanzado el Arroyo Ipergorta,
que debíamos descender.
Sin
embargo, como su cauce seco es accidentado y vimos rastros de ganado en la
vertiente opuesta, lo cruzamos y...
... alcanzamos
por las huellas la confluencia con el barranco de antes. Llevaba agua ahora y
llegamos precisamente...
... donde
entra un canal que traía del norte las aguas del manantial de Aldabide. Está en
desuso y totalmente arruinado pero la senda que hay junto al mismo nos vino muy
bien para caminar con comodidad. Íbamos ahora como por un balcón sobre el valle
de Arnauri, con Untzeta y Ganekogorta como fondo.
Al otro
lado, las paredes que limitan Itxina se erguían altivas.
Poco a
poco se fue individualizando el Aitzkorrigane, que marca su esquina noroeste,
mientras al otro lado veíamos...
... la
pista por donde llegaríamos a Urigoiti.
Antes, pasamos
por Aldabide, surgencia donde aparecen las aguas que se filtran por la gran
esponja de Itxina. Aquí, bajo las famosas Atxas, paramos un buen rato para
disfrutar de un agua que aún conserva el frescor umbrío de las entrañas del
macizo. A continuación, cruzamos el arroyo y bajamos plácidamente al noroeste
por el carril, mientras el monte empezaba a dorarse con...
... la
caída del sol. Al entrar bajo unos árboles, dejamos el camino por otro que sale
a la izquierda (O) y nos acabó de llevar al...
... al
aparcamiento lindero con Urigoiti donde habíamos dejado un coche. Pasaban ya de
las siete de la tarde, empezaba a hacer fresco en la umbría, pero Itxina aún se
veía teñido por un último rubor, despidiendo un gran día.
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