Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Subida cómoda
y corta, a través de bonitos parajes, a una cumbre de amplias vistas. Al
alcance de cualquier persona dispuesta a un esfuerzo bastante asequible. Sin
embargo, al llegar a la cima y ver la caída de la cara norte, sabe a poco esta
ruta. Pero desgraciadamente es difícil para un particular obtener la
autorización para ascender por otras rutas más montañeras.
El Torreón está dentro de
una zona de reserva y el acceso a su cumbre está limitado. Para realizar esta
ruta, hay que solicitar una autorización en el siguiente enlace a la Consejería
de Medio Ambiente, etc. de Junta de Andalucía. En época
estival (junio a octubre) no se dan y los fines de semana de buen tiempo, a
veces, se agota. Pero, por lo que tengo entendido, no es complicado; de hecho, entre
semana hay días que no sube nadie.
Otra cosa son las rutas
alternativas, como la travesía de la cresta de la sierra o la subida directa
desde el norte. De éstas sólo se conceden una o dos al mes y, si eres un
particular es prácticamente imposible obtener una, pues tienen prioridad
clubes, empresas de guías y otras entidades.
RELATO GRÁFICO:
A las
ocho y media de la mañana, crucé la carretera desde el aparcamiento cercano al
Campo de las Encinas, para tomar el sendero de la ascensión “oficial” al
Torreón. El inicio del caminillo, que remonta la vertiente sur del pico, está
bien indicado con carteles. Encontré la primera de las estacas marcadas de
verde y blanco que señalan la ruta al pasar una cerca, donde giré a la
izquierda (O) para llanear un trecho junto a la citada valla.
El
sendero deriva a continuación la derecha (NO) para ganar altura en diagonal por
la ladera, poblada por encinas dispersas de buen porte.
Mientras
iba ascendiendo gradualmente entre matorrales y cantos, fui descubriendo el
paisaje al sur: el Albarracín y la Silla.
El día
era soleado en Grazalema pero, al oeste, una densa capa de nubes iba
extendiendo su sombra y, para entonces, estaba a punto de cubrir Prado del Rey,
apenas a 12 km de donde estaba.
Al doblar
un lomo, la senda entra en un barranco y gira a la derecha (E) para continuar
la subida remontándolo...
... por
la vertiente izquierda, a través de un denso bosquecillo de pequeñas encinas,
donde todavía no había llegado el sol.
Al salir
nuevo al monte bajo, me encontré con un joven y único pinsapo, cuyo perfil
gótico destacaba contra el alomado paisaje.
Al llegar
a una falsa cresta, que la senda cruza por un estrechamiento, me encontré ante
una vaguada más árida y rocosa.
Antes de seguir,
me volví para contemplar el paisaje al sur. El frente de nubes parecía haberse
frenado pero algunas hilachas iban entrando por las sierras vecinas.
Tuve que
perder algo de altura y cruzar una dolina para llegar al llano cabecero del
barranco. A mi izquierda se levantaba el cancho que sostiene la cumbre del
Torreón pero la senda, en vez de subir directamente, avanza hacia el fondo, en
busca del punto más accesible. Caminando por aquí, oí unos ruidos a mi
izquierda y, al volverme, vi...
... un
grupo de jóvenes cabras montesas sobre unas rocas cercanas.
Ya cerca
del collado donde nace la vaguada, la senda giró a la izquierda (N) para
remontar más directamente la ladera de pasto y pedruscos que me separaba a la
cima. A partir entonces, la traza se difumina bastante pero unos hitos marcaban
el mejor paso.
Los
últimos 8 ó 10 metros previos a cresta son de roca, aunque la subida es tendida
y, si apoyé las manos un par de veces, fue por comodidad más que no por
necesidad.
Eran las
diez de la mañana cuando gané la arista cimera, a pocos metros del hito cimero
del Torreón. Me encontré ante la tremenda caída de la cara norte. Mirando
abajo, al pie de una arista, el verde mar del pinar que da nombre a este
cordal, rodeado de montes entre los que destacan el Zafalgar y la doble cumbre
de Lagarín y Almenilla. También Mágina y Sierra Nevada se llegaban a distinguir
en el horizonte, medio confundidas con la bruma. A la izquierda,...
... una cuerda
ancha pero bastante movida, hacia la Peña del Águila, de la cual se desprendían
al norte...
...
aristas atrevidas, pero con aspecto de ser bastante abordables, por cuyas
partes bajas...
...
circulaban girones de nube que hacían aún más sugestiva su visión.
Al sur,
la perspectiva es amplísima; aparte de los montes cercanos,...
... sucesivas
líneas de sierra se extendían hacia el mar, hasta la silueta característica del
pico de los reales de Sierra Bermeja, la montaña de Estepona. Y entonces me
fijé en una sombra puntiaguda a la derecha;...
... el
Peñón de Gibraltar y, al fondo, la silueta del Yebel Musa, o Mujer Muerta que
le llaman los ceutíes... a más de 100 km.
Al este, hacia
el Pico San Cristóbal, sobre la cresta de la sierra, la silueta chaparra de la
Sierra de las Nieves, que es lo más alto de los alrededores, pero no se puede
decir que lo más airoso. Bueno, tiene otras virtudes.
Bajando
la vista, la bien llamada Caída de la Sierra de Pinar. Y más aristas, y
espolones, y la cara rocosa del San Cristóbal. Es una pena que esté tan
restringida la circulación por esta sierra. Aunque es bonita, la senda
“oficial” sabe poco ante todo esto.
Aunque el
día no pintaba mal, no debía eternizarme y, tras 45 minutos en cumbre, emprendí
el descenso. El tiempo se había portado bien y parecía que Grazalema me había
reservado una mañana magnífica; estaba en una isla soleada que poco a poco cercaban
las nubes.
La vuelta
la realicé por el mismo camino; la autorización es para subir por la senda y
está prohibido abandonar la traza. En el portillo del vallecito colgado,
parecía que las nubes llegaban. Pero no; era un simple efecto de la perspectiva,
así que...
... el
sol me acompañó hasta llegar de vuelta al Campo de las Encinas, pasadas las
once y media. Una vez en el coche, no tardé 10 minutos en estar bajo las nubes;
en menos de media hora, ya llovía y así estuvo, cayendo agua, hasta que llegué
a Madrid. Para no creerse el día de montaña que me tocó en suerte.
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