Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Esta
ascensión, con su larga aproximación por un valle tan bonito y su culminación
alpina, emocionante, pero con una dificultad y exposición que no pasan de
moderadas, creo que es de las más bonitas y completas del interior de la
Península.
No es fácil calificarla técnicamente, pues el
segundo zócalo, bajo el risco cimero, es vertical y, aunque está escalonado, si
la capa de nieve es inestable, la cosa se vuelve delicada. Así, el “bastante
difícil inferior” (AD-) lo he determinado comparando mis sensaciones con las de
otras vías de grado reconocido. Pero otros montañeros, incluso con condiciones
de nieve similares, pueden opinar de manera distinta. En todo caso, aunque no
exige una gran técnica, la cara norte del Urbión está reservada a gentes con
experiencia. La línea a seguir en la parte baja de la vía no es demasiado
evidente y salirse de ruta puede llevarnos a pasajes muy delicados.
Si no está bien formada la
capa de nieve helada en la parte alta de la ladera y en el canalón bajo el
risco cimero, no sé hasta qué punto sería practicable esta ruta. Cabría
entonces la posibilidad de subir por la vertiente noroeste, la que da sobre la
Laguna de Urbión, factible y atractiva incluso en condiciones estivales.
La ruta es demasiado larga
para completarla en el día. Se podría pasar la noche previa en cualquiera de
los cuatro refugios libres que hay a lo largo del valle (son cinco, pero el
primero tiene ocupante permanente). Escogí el más alto por estética, aunque la
lógica manda quedarse antes, para cargar menos rato con el material de
pernocta. Sin embargo, esto puede ser una falsa ventaja sin nos tomamos el
descenso con demasiada calma, pues, en febrero, no me sobraron horas de luz en
la segunda jornada.
RELATO GRÁFICO:
A las dos
de la tarde, salí del paraje llamado Ambos Ríos, confluencia del Viniegra y el
Urbión. Tomé la senda que remonta el segundo hacia la laguna homónima, indicada
con un cartel y marcas de pintura azul y blanca. Pese a ser pleno invierno, el
sol pegaba fuerte; al menos, la nieve en lo alto de las laderas refrescaba la
vista. De vez en cuando, el camino se borra al atravesar un prado pero las
marcas siempre indican la ruta. Pasé junto a varias ruinas, restos de épocas en
que el valle debió ser un lugar bastante activo. Hoy, los rebaños pacen en
soledad.
Al rato,
llegué a un estrecho entre dos peñas; la de la izquierda, verticalmente tajada
por un chorro de agua que ha excavado un curioso canalón casi cerrado.
Al salir
de la angostura, me encontré la Ermita de San Millán, desde donde parece que
empieza a verse el fondo del valle; falsa impresión, pues aún quedaba mucho para.
Durante
esta larga aproximación, crucé el río un par de veces por sendos puentes; pasé
cerca de varios refugios y el valle presentó tramos más y menos abiertos. La
ruta está clara, el camino es cómodo y, el entorno, apacible. Aunque el río
hace continuos y cortos meandros, la dirección general se mantiene sur y un poco
al este.
Aunque el
subibaja es continuo, la pendiente es tan suave que sólo me fui dando cuenta de
que ganaba altitud al ver clarear el arbolado y espesarse la nieve. Por cierto,
que unas huellas, pocas pero marcadas, me facilitaron el paso por la nieve sin
hundirme más allá del tobillo. Donde las aguas de un anónimo arroyo que baja
del Hoyo Bellido se unen al Urbión, formando la confluencia más marcada del
valle, este se ensancha y vira al suroeste. Allí empecé a ver al fondo la Muela
de Urbión.
Tras
vadear el torrente antes citado, pasé junto a la penúltima casita y emprendí la
primera subida de consideración: una cuesta sobre una terraza a media altura
para evitar un tramo abrupto del cauce.
Una vez
pasado, el camino baja a cruzar el río por un vado bien señalado con mojones de
piedra. Una vez en la margen izquierda, que ya no abandonaría, la senda me
volvió a separar del cauce para llevarme por cómodas terrazas, atravesando
algún barranco y siempre con la cumbre ante los ojos.
A las
seis menos cuarto, cuando las sombras iban cayendo, llegué a la quinta y más
alta de las cabañas del Urbión, llamada de Campolengo. Empezaba a hacer fresco
y lo primero que hice fue una fogata de brezo y espino para templarla, mientras
limpiaba la nieve, afortunadamente poca, acumulada en el interior: el último
usuario, no sólo dejó la puerta abierta... la calzó con una piedra. En esos
trabajos se me fue yendo lo que quedaba de tarde, pero aún me dio tiempo a
sentarme a contemplar cómo la luna y las primeras estrellas aparecían en el
cielo cuando el sol aún teñía de rosa las nieves más altas del Urbión.
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El
refugio es un rústico edificio en muy buen estado, de una sola pieza sin
mobiliario. El piso es de cemento y tiene ventana, puerta de dos hojas y un
hogar cuyo tiro no iba muy fino, pero bastó para caldear un poco el recinto sin
ahumarlo. Además, se encuentra en una bonita hondonada, cerca del río y de
algunos árboles aislados. La típica casita que no sólo no ofende la vista;
incluso adorna el entorno.
Reconozco
que al día siguiente no madrugué ni me apresuré mucho: hasta las ocho y media
no salí hacia la Muela de Urbión, cuya cara norte brillaba ya al sol matutino.
La senda me fue llevando por la vertiente izquierda del valle, superando en
primer lugar...
... un
pasaje estrecho donde hay varias cascadas, ese día heladas. Pese a esa
apariencia la mañana se presentaba más fresca que fría y dudo que los grados
bajo cero fueran muchos.
Luego, al
abrirse el valle, tuve a la vista una perspectiva mejor de la cara norte de la
Muela y me paré a ir tomando referencias y dibujar mentalmente la ruta. Abajo,
un zócalo con tres corredores facilitando el paso (tomaría el central, a la
izquierda en la foto); luego, una ladera ondulada que va empinándose (la
subiría en diagonal por el más ancho de los tubos) y, por fin, el muro
superior, con un embudo sombreado justo a la derecha de la punta más alta que
se veía (que es por donde lo iba a pasar).
Cuando el
río y la senda giran a la derecha (SO) para ir hacia la laguna, yo seguí recto
al sur, cruzando la zanja nevada que marcaba el cauce. A partir de ese momento,
no volví a ver una sola pisada en la nieve hasta la cima. Salí del amplio
rellano blanco que ocupa el meandro remontando una lomita herbosa, desde la que
podía dominar el alto valle del Urbión, al fondo del cual empezaba a aparecer
la Sierra de la Demanda.
Ahora sí
que estaba bajo la cara norte. El primer obstáculo, el zócalo, tiene unos 100 m
de altura y, como ya dije, lo cortan varios corredores. La lógica mandaría ir
por el de la derecha; el más fácil está a la izquierda, fuera de la foto; pero
el del medio, no sé muy bien por qué, me llamó la atención.
Puede que
me pareciera más alpino o “limpio”. En todo caso, me dirigí a él remontando una
rampa de nieve que, ya antes de entrar en el corredor, pica hasta 30º.
La parte
más empinada del tubo gana unos 60 m, con una pendiente bastante regular, que
oscila entre los 35 y 45º, salvo por tres pequeños escalones de hielo vivo que
lo cortaban.
El
primero era una panza de un par de dos metros y, como se podía contornear por
la izquierda, así lo hice, por nieve dura.
Tras una corta
rampa, llegué al segundo; apenas un metro, que no me tomé la molestia en rodear.
Además, el hielo estaba ideal.
Al subir,
el horizonte septentrional se iba llenando de montañas más allá del valle del
Urbión.
Y llegué
al tercer escalón, el último: una mini cascada que totalizaba 5 ó 6 metros de
desnivel. Entré por la izquierda y luego me fui hacia el centro de la banda del
tubo para...
... terminar
atravesando el hielo hasta el lado derecho y salir...
... al
tramo final del corredor, mucho menos empinado, desde donde vi de nuevo la
cumbre.
Salí a
una terraza, que atravesé hacia la derecha para subir hacia el muro superior
por uno de los surcos...
... en
que se acumulaba más y mejor nieve. Concretamente, el que iba más directo hacia
mi objetivo, que era el siguiente.
Como la
nieve no era muy abundante arriba, en vez de meterme por el corredor que, según
tengo entendido, suele formarse en la parte derecha del resalte, me decidí por
una escotadura más estrecha, justo en el centro de la pared, que parece
continuar la chimenea entre las dos peñas de más arriba. La pendiente se fue
incrementando a medida que ganaba altura, superando pronto los 45º y llegando a
los 55 cerca de la base del resalte.
El
ambiente era ya impresionante a esas alturas. A la derecha, ya veía toda la
cresta de la Demanda, más allá de la gran cúpula de Cabeza Herrera, mientras,
al otro lado,...
... la
Cebollera asomaba por el collado oriental de la Muela. El muro que me disponía
a superar tiene poco más de 50 m de altura y está formado por pequeños escalones
de roca floja con repisitas herbosas. Todo cubierto de escarcha no muy fiable.
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Lo más
seguro era el tubo estrecho al que antes me referí; una goulotte de unos 60º de
inclinación, incluso alguno más en los primeros metros. En su interior, el
espesor de nieve helada era mayor y ésta se notaba firme y fiable. Aun así, fui
alternando la progresión por el fondo y ambos lados, buscando apoyos seguros. A
media altura, me encontré un escalón más vertical (no se ve en la foto, pero se
adivina; está justo debajo del hielo un poco más oscuro del centro), sin nieve
ni hielo suficientes para los crampones. Había muchos y buenos cantos (II),
pero todos estaban escarchados y se movían. Debí de emplear 10 minutos en
sobrepasar esos pocos metros, tanteando y moviéndome con cuidado. Fue el
momento de mayor tensión. Después, el corredor vuelve a ser como antes: 60º de
nieve segura durante otra docena de metros.
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En los
metros finales, el mismo surco que iba siguiendo derivó a la derecha para
superar el zócalo superior de roca sólida por un canalón menos inclinado y sin
apenas nieve. Subiendo por ella, me di cuenta de que no llegaba a la cresta
sino a una repisa inmediatamente debajo de la misma, bajo una chimenea de
conglomerado extraplomado. Ni pensar en escalarla.
El caso
es que me encontraba en una plataforma helada de un par de metros de ancho muy
cerca de la cumbre. Para tomar aliento, eché una mirada atrás, al valle del
Urbión en toda su longitud.
El
rellano donde estaba se prolongaba a la derecha (O) en una repisa abalconada,
muy cómoda y transitable. Decidí seguirla a ver dónde iba y, al rodear ese
espolón, me encontré...
... una
chimenea tumbada de unos 10 m, donde se había formado un tobogán de nieve
helada. Aunque la pendiente era de más de 60º, la superficie era tan regular y,
la nieve, tan firme, que superarla fue francamente fácil y agradable. Realmente
un placer. Además, fue mi rencuentro con el sol. Lo único que eché en falta en
este pasaje es que no fuera más largo.
Arriba,
me encontré sobre una plataforma de roca seca, a la vista del Zorraquín y los
Llanos de la Sierra, que abrazan la cuenca de la Laguna Negra. Giré a mi derecha
(O) para...
...
completar la subida por los bloques, entre los cuales no tardé en encontrar
hitos y traza de paso sobre la arenisca.
Llegué a
la cumbre de la Muela de Urbión pasadas las once y media de la mañana.
Concretamente a un estrecho pasillo entre rocas, del que hube de trepar un
escalón de metro y medio a mi derecha para llegar al canto donde se asentaba el
hito geodésico, del que sólo encontré la base. Me había llevado más de tres
horas superar los 600 m de desnivel, pero en la cara norte hay que ir con
cuidado. Lo primero que atrae la vista en esta cumbre es el horizonte al norte.
Más allá de la Demanda oriental, se distinguían manchitas blancas en el
horizonte, que sólo pueden ser lo más alto de los montes vascos. A la izquierda,...
... el
Cerro San Lorenzo, entre un montón de crestas secundarias, cuya vertiente
sur...
... vemos
aquí más de cerca.
Al este, el
lejano Moncayo llega a distinguirse sobre la blanca y verde Cebollera y el
vecino Zorraquín. En fin, para no cansar, el panorama se extendía a todo el
brazo norte de la Cordillera Ibérica y medio Sistema Central al sur. Y eso que
el día, para ser invierno, no estaba claro del todo.
Pero
empezaba a hacerse tarde y, a la una y media, tras casi dos horas de absoluta
soledad en la cima, emprendí el regreso, bajando hacia el oeste entre rocas y
nieve ya no tan helada, en dirección al vecino Camperón. Antes de llegar a la
parte alomada del cordal, el último peñasco que dejé a la derecha fue...
... una
curiosa roca horadada, pasada la cual giré a la derecha (NO) para...
...
dejarme caer por una ladera de mediana inclinación, cubierta de nieve
consistente.
Bajaba
llevando a la izquierda el lomo que separa esta cara noroeste de la norte y, a
la izquierda, los acantilados del Camperón sobre la Laguna del Urbión.
Empecé a
pasar calor al perder altura y dejar de recibir la brisa que hasta entonces me
había refrescado. Pronto, el reverbero de la nieve se hizo agobiante. Además,
ahora estaba blanda; afortunadamente encontré huellas y, gracias a ellas, sólo
me hundía hasta media pantorrilla. Al llegar al fondo del valle, giré a la
derecha (NE) para seguirlo en su descenso.
El rastro
me llevó a cruzar el Río Urbión por encima de donde lo había hecho esa mañana;
poco después, llegué a la senda general, las huellas aumentaron y no tardé en
pasar por el lugar donde esa mañana me había desviado.
Antes de
las tres, estaba de vuelta en el refugio, donde recogí los trastos de dormir,
tomé un buen almuerzo caliente y anduve haraganeando un rato, pues estaba
cansado y creía que me sobraba tiempo. En este encantador lugar, me entretuve
repasando la jornada y reparando fuerzas al sol.
Bien
pasadas las cuatro de la tarde, remprendí camino valle abajo. Al paso bajo la
Peña de Ochernas, no olvidé despedirme formalmente de la Muela de Urbión. Las
sombras fueron llenando el valle según descendía y el retorno llegó a hacérseme
algo largo.
Y lo es: eran
más de las siete cuando llegué a la carretera, a pesar de no haberme detenido
apenas desde Campolengo. En este valle, se tarda casi lo mismo en subir que en
bajar, lo que confirma que los suaves subibajas terminan acumulando un desnivel
nada despreciable en las piernas. Al menos, al llegar a Ambos Ríos aún quedaba
la luz justa para guardar la mochila y cambiarme de ropa y calzado sin
linterna.
Muchas gracias por compartir este itinerario tan magnifico. Prentendemos intentarlo mañana, pero tengo dudas de la goulotte. Según he leido, hay que desviarse por la izquierda para salir. Son mucjis metros de desvio? Si hubiera un buen paquete de nieve crees que se podría salir directo por el tubo?
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir
Vaya; no he leído el comentario hasta ahora y no sé si te servirá de mucho. En primer lugar, no creo que la nieve facilitara mucho la salida directa directa desde la goulotte (no hay foto, pero imposible un buen encuadre). Tendría que ser una cantidad extraordinaria para transformar ese paso vertical en transitable sin dificultad extrema. El desvío a la izquierda, no recuerdo exactamente cuánto era, pero no menos de 40 ó 50 metros de repisa (que si hay mucha nieve podrá ser delicada, pero creo que factible: ahí están las fotos). Saludos y gracias a tí por fijarte.
EliminarMuchas gracias Luiso
ResponderEliminarEl sabado co seguimos completar este precioso corredor. Tenía muchos tramos de hielo, y una pendiente de unos 60grados muy mantenida.
En cuanto al paso discrepante, nosotros subimos por la brecha que se ve en la foto de tu reporte de la que cuelga el texto "En los metros finales, el mismo surco que iba siguiendo derivó a la derecha para superar el zócalo superior de roca sólida por un canalón menos inclinado y sin apenas nieve.".
Esta brecha era muy estrecha y angosta, con dificultad para asegurar salvo por tornillos de hielo. La salkda era directa con tendencía a izquierda por una cornisa formada. Tenía una inclinacion parecuda al largo anterior al murallón.
No sé si te cuadra. Con lo que hocoste.
Muchas gracias por compartir, gracias a tu contribuxión pasamos un magnifico día de montaña.
¿Sabes si hay más corredores parecidos en la zona?
Disculpa por las faltas del texto, pero con el movil no va bien y he escrito un poco a ciegas
EliminarMe alegro que disfrutarais y que culminarais la vía; en mi modesta opinión, la joya de la corona (o una de ellas) del Urbión. No conozco otros corredores por la zona Urbión - Demanda de una entidad semejante, aunque tampoco la he recorrido tanto. Las subidas habituales por el lado de la Laguna de Urbión o el Hoyo Oscuro son tubos bonitos, pero más abiertos y menos alpinos. Y las caras norte de Peñas Blancas o Zorraquín, sólo las conozco de vista, pero tienen pinta de ser escaladas más de pared; si hay corredores, no se ven.
EliminarPor cierto, ¿publicarás algo de vuestra subida?
Yo había hecho alguna rampa de unos 45 grados, PD, en Zurraquin que tambien estuvo interesante, no se si es la norte a la que te refieres, pero no tenía tramos mixtos. El sabado pasado nos asomamos a las Tablas de la Ley y tenía una pinta impresionante, no muy larha... tenía argollas en la parte alta asique permite rapelar.
EliminarNo tengo ni blog ni wikiloc. Tengo en mente hacerlo, pero cada vez se me acumulan más ascensiomes que publicar!