Muela de Urbión (2.228)

ASCENSIÓN DESDE EL VALLE DE LAS VINIEGRAS

CARA NORTE INVERNAL

La Muela de Urbión es la máxima altura de la sierra del mismo nombre, situada en del sector septentrional del Sistema Ibérico, allí donde se encuentran las provincias de Burgos, Soria y La Rioja. En toda la cordillera, sólo el Moncayo y el San Lorenzo superan su altitud. El Urbión es una tierra de pinares, muy ondulada y con relieves en general suaves, que han permitido que las pistas y caminos lleguen hasta muy arriba, a veces casi a las cimas, sobre todo en la vertiente sur. La cara norte es otra cosa: aunque en sus larguísimos valles quedan los restos de abundante presencia humana, ésta se detuvo ante las cabeceras, que suelen rematar abruptos circos de origen glaciar que, en invierno sobre todo, son dominios de la roca y la nieve, propicios a la soledad y el silencio. Rincones alejados donde sólo el viento conmueve la oscura superficie de las lagunas.

Tras una larga aproximación remontando el Río Urbión desde su confluencia con el Viniegra, la ruta remonta la cara norte intentando mantener una línea lo más directa posible, manteniendo la dificultad dentro de grados moderados. Luego, se trata de volver por lo más fácil, descendiendo la cara noroeste junto al lomo que la separa de la norte hasta dar con el cauce del Urbión para seguir su curso de vuelta al punto de partida.

Parte superior de la cara norte de la Muela de Urbión desde el noreste

SITUACIÓN:

  • Zona: Sierras de Neila, Urbión y Cebollera (Cordillera Ibérica)
  • Unidad: Sierra de Urbión
  • Base de partida: Viniegra de Arriba (La Rioja)
ACCESO: La población de Viniegra de Arriba pertenece al municipio riojano de Las Siete Villas, mancomunidad situada en el suroeste de la provincia que incluyendo varios valles tributarios del Alto Najerilla, el cual separa las sierras de Urbión y la Demanda. La ruta parte del paraje de Ambos Ríos o Tramborríos. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen hasta allí en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.025 / 2.228
  • Mi tiempo efectivo: 9h45
  • Mi tiempo total: 14h15, en dos jornadas (3h45 + 10h30)
  • Dificultades: AD- (en las condiciones del día, con nieve continua a partir de los 1.500 m, mayormente dura y con presencia de hielo cristalino en algunos puntos). Prolongadas pendientes de nieve o hielo de hasta 60º. Corto escalón de II grado, delicado por la presencia de hielo y roca poco estable.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir del paraje de Ambos Ríos, en la carretera entre las Viniegras, y remontar el Río Urbión hasta el Refugio Campolengo, la más alta de las cabañas del valle. Continuar por la senda que va a la Laguna de Urbión. Cuando el valle gira a la derecha, dejar el camino y seguir recto al sur, hacia la cara norte de la Muela. Subir por el corredor central de los tres que atraviesan un zócalo de unos 100 m (45º, hielo). Se sale a una terraza, desde la que hay que remontar una pala de nieve que aumenta gradualmente su pendiente hasta los 55º y acaba al pie de un muro casi vertical de unos 60 m. Pasarlo por un canalón, en la vertical de la cima aparente (60º, hielo, II en mixto), saliendo a una repisa bajo la peña cimera. Tomarla a la izquierda (E) y seguirla hasta encontrar un corto corredor que facilita la superación del resalte (60º / 10 m). Girar a la derecha (O) y alcanzar la Muela de Urbión (AD-), pasando entre los bloques que forman el risco cimero, pero que, tras lo pasado, no son obstáculo (I).

Perder altura al oeste y, al dejar atrás la zona rocosa, girar a la derecha (NO) y bajar directo por la ladera que cae a la cuenca de la Laguna de Urbión, en paralelo al lomo norte de la Muela. Sin necesidad de alcanzar la masa de agua, ir derivando a la derecha con el valle. Al llegar al cauce del Río Urbión (F), seguirlo y vadearlo oportunamente para retomar la senda de la aproximación y regresar por ella a Ambos Ríos.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Esta ascensión, con su larga aproximación por un valle tan bonito y su culminación alpina, emocionante, pero con una dificultad y exposición que no pasan de moderadas, creo que es de las más bonitas y completas del interior de la Península.

 No es fácil calificarla técnicamente, pues el segundo zócalo, bajo el risco cimero, es vertical y, aunque está escalonado, si la capa de nieve es inestable, la cosa se vuelve delicada. Así, el “bastante difícil inferior” (AD-) lo he determinado comparando mis sensaciones con las de otras vías de grado reconocido. Pero otros montañeros, incluso con condiciones de nieve similares, pueden opinar de manera distinta. En todo caso, aunque no exige una gran técnica, la cara norte del Urbión está reservada a gentes con experiencia. La línea a seguir en la parte baja de la vía no es demasiado evidente y salirse de ruta puede llevarnos a pasajes muy delicados.

Si no está bien formada la capa de nieve helada en la parte alta de la ladera y en el canalón bajo el risco cimero, no sé hasta qué punto sería practicable esta ruta. Cabría entonces la posibilidad de subir por la vertiente noroeste, la que da sobre la Laguna de Urbión, factible y atractiva incluso en condiciones estivales.

La ruta es demasiado larga para completarla en el día. Se podría pasar la noche previa en cualquiera de los cuatro refugios libres que hay a lo largo del valle (son cinco, pero el primero tiene ocupante permanente). Escogí el más alto por estética, aunque la lógica manda quedarse antes, para cargar menos rato con el material de pernocta. Sin embargo, esto puede ser una falsa ventaja sin nos tomamos el descenso con demasiada calma, pues, en febrero, no me sobraron horas de luz en la segunda jornada.

RELATO GRÁFICO:

A las dos de la tarde, salí del paraje llamado Ambos Ríos, confluencia del Viniegra y el Urbión. Tomé la senda que remonta el segundo hacia la laguna homónima, indicada con un cartel y marcas de pintura azul y blanca. Pese a ser pleno invierno, el sol pegaba fuerte; al menos, la nieve en lo alto de las laderas refrescaba la vista. De vez en cuando, el camino se borra al atravesar un prado pero las marcas siempre indican la ruta. Pasé junto a varias ruinas, restos de épocas en que el valle debió ser un lugar bastante activo. Hoy, los rebaños pacen en soledad.

Al rato, llegué a un estrecho entre dos peñas; la de la izquierda, verticalmente tajada por un chorro de agua que ha excavado un curioso canalón casi cerrado.

Al salir de la angostura, me encontré la Ermita de San Millán, desde donde parece que empieza a verse el fondo del valle; falsa impresión, pues aún quedaba mucho para.

Durante esta larga aproximación, crucé el río un par de veces por sendos puentes; pasé cerca de varios refugios y el valle presentó tramos más y menos abiertos. La ruta está clara, el camino es cómodo y, el entorno, apacible. Aunque el río hace continuos y cortos meandros, la dirección general se mantiene sur y un poco al este.

Aunque el subibaja es continuo, la pendiente es tan suave que sólo me fui dando cuenta de que ganaba altitud al ver clarear el arbolado y espesarse la nieve. Por cierto, que unas huellas, pocas pero marcadas, me facilitaron el paso por la nieve sin hundirme más allá del tobillo. Donde las aguas de un anónimo arroyo que baja del Hoyo Bellido se unen al Urbión, formando la confluencia más marcada del valle, este se ensancha y vira al suroeste. Allí empecé a ver al fondo la Muela de Urbión.

Tras vadear el torrente antes citado, pasé junto a la penúltima casita y emprendí la primera subida de consideración: una cuesta sobre una terraza a media altura para evitar un tramo abrupto del cauce.

Una vez pasado, el camino baja a cruzar el río por un vado bien señalado con mojones de piedra. Una vez en la margen izquierda, que ya no abandonaría, la senda me volvió a separar del cauce para llevarme por cómodas terrazas, atravesando algún barranco y siempre con la cumbre ante los ojos.

A las seis menos cuarto, cuando las sombras iban cayendo, llegué a la quinta y más alta de las cabañas del Urbión, llamada de Campolengo. Empezaba a hacer fresco y lo primero que hice fue una fogata de brezo y espino para templarla, mientras limpiaba la nieve, afortunadamente poca, acumulada en el interior: el último usuario, no sólo dejó la puerta abierta... la calzó con una piedra. En esos trabajos se me fue yendo lo que quedaba de tarde, pero aún me dio tiempo a sentarme a contemplar cómo la luna y las primeras estrellas aparecían en el cielo cuando el sol aún teñía de rosa las nieves más altas del Urbión.

El refugio es un rústico edificio en muy buen estado, de una sola pieza sin mobiliario. El piso es de cemento y tiene ventana, puerta de dos hojas y un hogar cuyo tiro no iba muy fino, pero bastó para caldear un poco el recinto sin ahumarlo. Además, se encuentra en una bonita hondonada, cerca del río y de algunos árboles aislados. La típica casita que no sólo no ofende la vista; incluso adorna el entorno.

Reconozco que al día siguiente no madrugué ni me apresuré mucho: hasta las ocho y media no salí hacia la Muela de Urbión, cuya cara norte brillaba ya al sol matutino. La senda me fue llevando por la vertiente izquierda del valle, superando en primer lugar...

... un pasaje estrecho donde hay varias cascadas, ese día heladas. Pese a esa apariencia la mañana se presentaba más fresca que fría y dudo que los grados bajo cero fueran muchos.

Luego, al abrirse el valle, tuve a la vista una perspectiva mejor de la cara norte de la Muela y me paré a ir tomando referencias y dibujar mentalmente la ruta. Abajo, un zócalo con tres corredores facilitando el paso (tomaría el central, a la izquierda en la foto); luego, una ladera ondulada que va empinándose (la subiría en diagonal por el más ancho de los tubos) y, por fin, el muro superior, con un embudo sombreado justo a la derecha de la punta más alta que se veía (que es por donde lo iba a pasar).

Cuando el río y la senda giran a la derecha (SO) para ir hacia la laguna, yo seguí recto al sur, cruzando la zanja nevada que marcaba el cauce. A partir de ese momento, no volví a ver una sola pisada en la nieve hasta la cima. Salí del amplio rellano blanco que ocupa el meandro remontando una lomita herbosa, desde la que podía dominar el alto valle del Urbión, al fondo del cual empezaba a aparecer la Sierra de la Demanda.

Ahora sí que estaba bajo la cara norte. El primer obstáculo, el zócalo, tiene unos 100 m de altura y, como ya dije, lo cortan varios corredores. La lógica mandaría ir por el de la derecha; el más fácil está a la izquierda, fuera de la foto; pero el del medio, no sé muy bien por qué, me llamó la atención.

Puede que me pareciera más alpino o “limpio”. En todo caso, me dirigí a él remontando una rampa de nieve que, ya antes de entrar en el corredor, pica hasta 30º.

La parte más empinada del tubo gana unos 60 m, con una pendiente bastante regular, que oscila entre los 35 y 45º, salvo por tres pequeños escalones de hielo vivo que lo cortaban.

El primero era una panza de un par de dos metros y, como se podía contornear por la izquierda, así lo hice, por nieve dura.

Tras una corta rampa, llegué al segundo; apenas un metro, que no me tomé la molestia en rodear. Además, el hielo estaba ideal.

Al subir, el horizonte septentrional se iba llenando de montañas más allá del valle del Urbión.

Y llegué al tercer escalón, el último: una mini cascada que totalizaba 5 ó 6 metros de desnivel. Entré por la izquierda y luego me fui hacia el centro de la banda del tubo para...

... terminar atravesando el hielo hasta el lado derecho y salir...

... al tramo final del corredor, mucho menos empinado, desde donde vi de nuevo la cumbre.

Salí a una terraza, que atravesé hacia la derecha para subir hacia el muro superior por uno de los surcos...

... en que se acumulaba más y mejor nieve. Concretamente, el que iba más directo hacia mi objetivo, que era el siguiente.

Como la nieve no era muy abundante arriba, en vez de meterme por el corredor que, según tengo entendido, suele formarse en la parte derecha del resalte, me decidí por una escotadura más estrecha, justo en el centro de la pared, que parece continuar la chimenea entre las dos peñas de más arriba. La pendiente se fue incrementando a medida que ganaba altura, superando pronto los 45º y llegando a los 55 cerca de la base del resalte.

El ambiente era ya impresionante a esas alturas. A la derecha, ya veía toda la cresta de la Demanda, más allá de la gran cúpula de Cabeza Herrera, mientras, al otro lado,...

... la Cebollera asomaba por el collado oriental de la Muela. El muro que me disponía a superar tiene poco más de 50 m de altura y está formado por pequeños escalones de roca floja con repisitas herbosas. Todo cubierto de escarcha no muy fiable.

Lo más seguro era el tubo estrecho al que antes me referí; una goulotte de unos 60º de inclinación, incluso alguno más en los primeros metros. En su interior, el espesor de nieve helada era mayor y ésta se notaba firme y fiable. Aun así, fui alternando la progresión por el fondo y ambos lados, buscando apoyos seguros. A media altura, me encontré un escalón más vertical (no se ve en la foto, pero se adivina; está justo debajo del hielo un poco más oscuro del centro), sin nieve ni hielo suficientes para los crampones. Había muchos y buenos cantos (II), pero todos estaban escarchados y se movían. Debí de emplear 10 minutos en sobrepasar esos pocos metros, tanteando y moviéndome con cuidado. Fue el momento de mayor tensión. Después, el corredor vuelve a ser como antes: 60º de nieve segura durante otra docena de metros.

En los metros finales, el mismo surco que iba siguiendo derivó a la derecha para superar el zócalo superior de roca sólida por un canalón menos inclinado y sin apenas nieve. Subiendo por ella, me di cuenta de que no llegaba a la cresta sino a una repisa inmediatamente debajo de la misma, bajo una chimenea de conglomerado extraplomado. Ni pensar en escalarla.

El caso es que me encontraba en una plataforma helada de un par de metros de ancho muy cerca de la cumbre. Para tomar aliento, eché una mirada atrás, al valle del Urbión en toda su longitud.

El rellano donde estaba se prolongaba a la derecha (O) en una repisa abalconada, muy cómoda y transitable. Decidí seguirla a ver dónde iba y, al rodear ese espolón, me encontré...

... una chimenea tumbada de unos 10 m, donde se había formado un tobogán de nieve helada. Aunque la pendiente era de más de 60º, la superficie era tan regular y, la nieve, tan firme, que superarla fue francamente fácil y agradable. Realmente un placer. Además, fue mi rencuentro con el sol. Lo único que eché en falta en este pasaje es que no fuera más largo.

Arriba, me encontré sobre una plataforma de roca seca, a la vista del Zorraquín y los Llanos de la Sierra, que abrazan la cuenca de la Laguna Negra. Giré a mi derecha (O) para...

... completar la subida por los bloques, entre los cuales no tardé en encontrar hitos y traza de paso sobre la arenisca.

Llegué a la cumbre de la Muela de Urbión pasadas las once y media de la mañana. Concretamente a un estrecho pasillo entre rocas, del que hube de trepar un escalón de metro y medio a mi derecha para llegar al canto donde se asentaba el hito geodésico, del que sólo encontré la base. Me había llevado más de tres horas superar los 600 m de desnivel, pero en la cara norte hay que ir con cuidado. Lo primero que atrae la vista en esta cumbre es el horizonte al norte. Más allá de la Demanda oriental, se distinguían manchitas blancas en el horizonte, que sólo pueden ser lo más alto de los montes vascos. A la izquierda,...

... el Cerro San Lorenzo, entre un montón de crestas secundarias, cuya vertiente sur...

... vemos aquí más de cerca.

Al este, el lejano Moncayo llega a distinguirse sobre la blanca y verde Cebollera y el vecino Zorraquín. En fin, para no cansar, el panorama se extendía a todo el brazo norte de la Cordillera Ibérica y medio Sistema Central al sur. Y eso que el día, para ser invierno, no estaba claro del todo.

Pero empezaba a hacerse tarde y, a la una y media, tras casi dos horas de absoluta soledad en la cima, emprendí el regreso, bajando hacia el oeste entre rocas y nieve ya no tan helada, en dirección al vecino Camperón. Antes de llegar a la parte alomada del cordal, el último peñasco que dejé a la derecha fue...

... una curiosa roca horadada, pasada la cual giré a la derecha (NO) para...

... dejarme caer por una ladera de mediana inclinación, cubierta de nieve consistente.

Bajaba llevando a la izquierda el lomo que separa esta cara noroeste de la norte y, a la izquierda, los acantilados del Camperón sobre la Laguna del Urbión.

Empecé a pasar calor al perder altura y dejar de recibir la brisa que hasta entonces me había refrescado. Pronto, el reverbero de la nieve se hizo agobiante. Además, ahora estaba blanda; afortunadamente encontré huellas y, gracias a ellas, sólo me hundía hasta media pantorrilla. Al llegar al fondo del valle, giré a la derecha (NE) para seguirlo en su descenso.

El rastro me llevó a cruzar el Río Urbión por encima de donde lo había hecho esa mañana; poco después, llegué a la senda general, las huellas aumentaron y no tardé en pasar por el lugar donde esa mañana me había desviado.

Antes de las tres, estaba de vuelta en el refugio, donde recogí los trastos de dormir, tomé un buen almuerzo caliente y anduve haraganeando un rato, pues estaba cansado y creía que me sobraba tiempo. En este encantador lugar, me entretuve repasando la jornada y reparando fuerzas al sol.

Bien pasadas las cuatro de la tarde, remprendí camino valle abajo. Al paso bajo la Peña de Ochernas, no olvidé despedirme formalmente de la Muela de Urbión. Las sombras fueron llenando el valle según descendía y el retorno llegó a hacérseme algo largo.

Y lo es: eran más de las siete cuando llegué a la carretera, a pesar de no haberme detenido apenas desde Campolengo. En este valle, se tarda casi lo mismo en subir que en bajar, lo que confirma que los suaves subibajas terminan acumulando un desnivel nada despreciable en las piernas. Al menos, al llegar a Ambos Ríos aún quedaba la luz justa para guardar la mochila y cambiarme de ropa y calzado sin linterna.

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