Gabanceda (2.042)

ASCENSIÓN DESDE SANTA MARINA DE VALDEÓN

POR EL LOMO NORTE CON EL PICO DE LA SILLA (1.925)

En el extremo oriental de la Montaña Leonesa, encajados entre los Picos de Europa, el Alto Carrión, Riaño y el Mampodre, nacen los torrentes que dan origen al Río Esla, rodeados de altas crestas. Algunas de ellas superan los 2.000 metros de altitud, aunque, teniendo vecinos tan renombrados, pasan un tanto desapercibidas. Dentro de este conjunto montañoso, el Gabanceda es una cima destacada. Se trata de una gran peña caliza situada en la mitad oriental del tramo de divisoria cantábrica que va del Puerto de Panderuedas y al de Pandetrave. Bajo ese risco cimero, sus laderas son suaves y están pobladas de pasto matorral en las partes más altas, mientras densos bosques de haya y roble se alojan en los barrancos. La intensa actividad ganadera ha sembrado la montaña de caminos y majadas, que ponen un toque bucólico en el paisaje sin afearlo y facilitan las excursiones. Sin embargo, el Gabanceda no es un pico no muy frecuentado, pese a ser un buen mirador y una bonita montaña típicamente cantábrica.

La ruta recorre el tramo de divisoria cantábrica que incluye el Gabanceda, aproximándose desde el norte. Para ello, utiliza, para ir y volver, dos barrancos que convergen en las cercanías de Santa marina de Valdeón e incluye una visita al Pico de la Silla, bonito secundario y excelente mirador sobre la cumbre.

El Gabanceda visto desde el sur, flanqueado por los macizos occidental y central de los Picos de Europa

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Leonesa Oriental (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Montes del Alto Esla
  • Base de partida: Santa Marina de Valdeón (León)
ACCESO: La población de Santa Marina de Valdeón pertenece al municipio leonés de Posada de Valdeón y está situada en el extremo noreste de la provincia, entre la divisoria cantábrica y el Macizo de Los Urrieles, central de los Picos de Europa. La ruta parte de la pista que va al camping de la localidad; concretamente, de un ensanchamiento capaz para aparcar tres o cuatro vehículos al poco de salir de la aldea y cruzar el río. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen hasta allí en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.117 / 2.042
  • Mi tiempo efectivo: 6h00 (aproximadamente)
  • Mi tiempo total: 6h55
  • Dificultades: F en las condiciones del día, con nieve de escasa consistencia y no más de 20 cm de espesor, continua a partir de los 1.700 m de altitud. Unos 30 m de trepada muy fácil. Las pendientes de nieve superaban ligeramente los 30º.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de Santa Marina de Valdeón por la pista que conduce al camping y tomar a la derecha (SO) el desvío que entra en el Arroyo Cillorín. Cuando el carril vadea dicho curso de agua, girar a la izquierda (S) por un camino que remonta la ladera y dejarlo más tarde por una senda que sale en horizontal a la derecha (SO). Cuando esta acaba, continuar a través del bosque, manteniendo la dirección para remontar el barranco, pasando por los claros de Sestil Invernoso antes de alcanzar el collado cabecero. Girar a la derecha (SO) y atravesar bajo la cresta hasta la siguiente horcada; en ella, nuevamente a la derecha (NE) para subir por la arista al Pico Miradorio. De vuelta en la horcada, seguir flanqueando hasta la Collada Tomaderas; volverse (NO) y trepar por una fuerte rampa pedregosa hasta el Pico de la Silla (F). Regresar a la collada y remontar la arista al sur; al pie del entronque con la divisoria principal, girar a la derecha (SO) para rodear una cota secundaria y superar en diagonal la pedrera que se extiende bajo la cumbre del Gabanceda.

Continuar por el cordal al oeste y, pasada la Cerra de Montó, girar a la derecha (N) para bajar por fuertes pendientes a las Hoyas de Montó (F). Atravesarlas hasta la Majada Montó y tomar allí la pista que baja por el Valle de Prada. Pasada la Majada de Brez, tomar a la derecha (SE) un desvío que lleva, tras cruzar el Arroyo Llalombres, a Santa Marina de Valdeón.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Bonita ascensión, con grandes vistas y en un entorno precioso. Tiene un nivel de exigencia física medio-bajo, pues la subida es muy gradual. La dificultad es muy asequible y se concentra, además, en puntos muy concretos; puede evitarse si se prescinde del Pico de la Silla y no hay nieve. Por otro lado, en el tramo sin camino remontando la ribera derecha del Arroyo Cillorín, el terreno es tan cómodo y la referencia del barranco tan clara, que no se echa de menos la senda ni para orientarse. Esta ruta es mucho más completa y variada que el cómodo paseo que conduce a la cumbre desde Pandetrave, sin que la dificultad sea mayor.

Bajando ya junto al Arroyo Llalombres, me quedé sin pilas y el final lo completé a mano sobre el fichero; como ya se trataba sólo de regresar por pista hasta el inicio, no creo que haya perdido fiabilidad para orientarse. Por la misma razón, el dato de tiempo en movimiento es aproximado.

RELATO GRÁFICO:

Pasadas las ocho y media de la mañana de una fresca mañana, salí de las inmediaciones de Santa Marina de Valdeón, remontando la pista que se dirige al camping. A los pocos metros, tomé a la derecha (SO) un carril bien acondicionado que gana altura por la ladera entre hayas desnudas. Volviéndome antes de que se cerrara el bosque, podía ver la aldea bajo las torres del Friero y Liordes.

Pronto empecé a oír a mi derecha el canto del agua en el Arroyo Cillorín, cuyo cauce alcancé al poco. La pista lo cruza por un vado de cemento pero yo tomé justo antes un camino menos marcado a la izquierda (S), que sube a través del bosque separándose del torrente. La abundante hojarasca en que hundía los pies desdibujaría este carril, si no fuera por el profundo surco abierto por sus transeúntes a lo largo de... ¿cuántos años harán falta para hundir más de un metro el suelo del bosque?

Llegado a un paraje donde la pendiente disminuye y los árboles se aclaran, dejé el camino principal, que sigue monte arriba hacia la Peña de la Cabra, y tomé a la derecha (S) un trazo de senda. Éste me llevó en horizontal y luego en ligero descenso, de nuevo hacia el curso de agua, que bajaba en pequeños saltos a mi derecha.

Al rato, me cerró el paso un barranco tributario, el Valle del Pino; cruzándolo, me encontré el primer nevero en un pequeño claro. Allí, el sendero desapareció pero me encontré que...

... un claro rastro continuaba remontando el barranco, buscando los mejores pasos entre los árboles.

Así llegué a a un claro nevado más grande, el Sestil Invernoso, sobre el que se eleva el Pico Miradorio a la derecha del collado donde ganaría la cresta. En ese paraje, pude ver las huellas de los responsables de la traza que iba siguiendo: una variedad de huellas animales. Ningún humano.

Volví bajo los árboles y continué la remontada, por pendientes suaves, solo y envuelto en un silencio roto sólo por el murmullo del torrente y mis propias pisadas sobre el mullido lecho de hojas secas. El ambiente bajo el palio de copas desnudas, la visión limitada por la densa arboleda y el aire tan quieto y transparente, tenía algo de intemporal. Cerca del final del valle, me encontré ante un tajo profundo; siguiendo la huella, giré a la izquierda sin bajar al cauce y, poco después, encontré un lugar cómodo para vadearlo. Tras ese último obstáculo, salí del bosque a un nevero de mediana pendiente lateral. La nieve estaba dura pero la atravesé sin problemas sólo con antideslizantes. La pendiente remite en el acceso a la horcada a la que me dirigía, donde al volverme podía ya distinguir tanto los Urrieles como el Cornión. Atrás quedaba el denso bosque que llena el Arroyo Cillorín. Podía ver ahora la cubierta de nubes altas que oscurecía el ambiente y agrisaba la luz, dando un toque misterioso al paisaje.

Al otro lado del collado, más allá de la cabecera del Río Arenal, se extendía el cordal de los Puertos de Salvorón hasta el Coriscao y, a su derecha, la doble cumbre del Vallines. Una de las pocas ventajas de ir cumpliendo años es que, cada vez que alcanzas una cresta, casi siempre te encuentras viejos amigos en el horizonte y vienen a la memoria recuerdos agradables de pasadas ascensiones. Pero ya vale, que parece que me voy a jubilar de un momento a otro, y tampoco estoy tan mayor. Volviendo a la ruta, a mi derecha (SSE), veía...

... asomar al fondo la cumbre del Gabanceda, que era a lo que había venido. Pero antes hay un par de puntas secundarias, con pinta de interesantes. El Pico de la Silla es un bonito domo calizo y, respecto al Miradorio, aún más próximo, con ese nombre seguro que hay una buena perspectiva desde él. Este sería mi primer objetivo pero, como en la ladera que me separaba del mismo, el matorral estaba muy cerrado, decidí rodearlo por una senda que va faldeando la cresta. Cuando acabó la banda de arbustos, giré a la derecha (O) y remonté la ladera nevada, de escasa pendiente (<30º) hasta el collado...

... sur del Pico Miradorio, que alcancé por la arista ancha y regular. Efectivamente, la vista es bonita hacia los Urrieles donde, por encima y a la derecha de las Cifuentes, asomaban el Llambrión, la Peña Vieja y parte del Macizo de Andara.

Tras volver a la horcada, me acerqué al Pico de la Silla para ver de subir por este lado, pero la opción fácil incluía una pendiente de nieve helada para la que no iba preparado. Me lo pensé mejor y rodeé la peña bajo los escarpes hasta ir a salir a la Collada Tomaderas. Allí me volví (S) y...

... alcancé por el lomo herboso una fractura que presenta la roca justo sobre el cordal meridional. Se trata de una empinada rampa donde la roca está muy agrietada.

Más que trepar, gateé por ella hasta que, superados unos 30 m de desnivel, salí al suave domo cimero del Pico de la Silla.

En minutos llegué al montoncito de piedras que marca el punto más alto. Desde allí, más allá de la antecima occidental, vi a mis anchas el arranque del Valle de Prada, por donde transcurriría la bajada.

También lucía bonito el Gabanceda al sur. El camino hasta su cumbre era ya obvio: bajar al collado de donde había llegado y, a continuación, seguir por el cordal, amplio, sólo punteado de nieve y bastante empinado, hasta llegar al pie de la cota anónima donde éste entronca con la divisoria cantábrica.

Allí, en una pequeña collada, me encontré la senda, marcada con hitos, que sube de Pandetrave. Tomándola a la derecha (SO) rodeé por ella la punta citada y crucé la horcada intermedia. Una vez en la vertiente sur, giré a la derecha y subí por el lomo suroriental del Gabanceda, empinado pero sin dificultad.

Llegué a cumbre a las doce y cuarto de la mañana y, lo primero que me encontré, fue el bonito patio que se abre sobre la cabecera del Arroyo Llalombres, con el fondo magnífico del Cornión.

Pese a lo sombrío del día, las vistas eran extensas en todas direcciones y, levantando los ojos, podía ver los tres macizos de los Picos de Europa, más allá del Pico de la Silla y el collado por donde había salido del Arroyo Cillorín.

Al este, la Sierra de Peña Sagra asomaba, iluminada por el sol, sobre la cresta de los Puertos de Salvorón. Las montañas del Alto Carrión no se veían bien, tapadas por la Sierra Mediana, excepto...

... la peña tremenda del Espigüete, a la izquierda del cercano Corcadas.

Al suroeste, el grupo del Pandián domina el valle del Río Orza. Por encima de la continuación de la cresta hacia el Gildar se distinguían, a lo lejos, los montes de Riaño y el Mampodre.

Se estaba muy bien en la cima, hasta que se levantó una brisa fría y húmeda del oeste y decidí ponerme en marcha de nuevo. Era la una menos cuarto cuando comencé a descender por la cuerda al suroeste, siguiendo un claro trazo en la hierba.

En un afloramiento rocoso, el cordal se empinó y rodeé por la izquierda lo más abrupto, hasta salir de nuevo a la arista en...

... el collado siguiente, llamado de Peñas Blancas. Está poblado de piornos, pero estaba cubierto de nieve de mediana consistencia y pendiente suave, muy cómoda para caminar. Remontada esta breve rampa, llegué a...

... un extenso alto, la Cerra de Montó, donde destacan tres prominencias. Especialmente notable es la central, un cono de roca de una pieza cuyas formas, obviando proporciones, me recordaron vivamente al Yelmo de mi querida Pedriza. Desde cualquier punto de este tramo elevado del cordal hay una bonita perspectiva de...

... los picos de la Silla y Gabanceda con los Urrieles al fondo. Recorrí esta loma hasta su extremo occidental y bajé hacia el siguiente collado.

Allí abandoné el cordal, girando a la derecha (N) para descender por una pendiente de nieve que supera los 30º y que, en sus primeros, metros me encontré cortada por bandas herbosas que hicieron incómoda la progresión. Había entrado en las Hoyas de Montó, amplia cuenca bajo el Pico Anzo donde nacen los torrentes que alimentan el Arroyo Llalombres.

Más abajo, la pendiente se suavizó y la nieve fue continua. Aunque estaba ya un poco blanda, avanzaba cómodamente, medio caminando, medio trotando, sin llegar a hundirme más allá de media pantorrilla. A falta de huellas, escogí uno de los lomos que dividen los arroyos que convergen junto a la Peña Gulugas y, por el mismo, atravesé...

... esta hondonada nevada. Me envolvían ese silencio absoluto y la sensación de quietud, un tanto irreal, característica de las soledades blancas.

A mi derecha, seguía viendo el Gabanceda, que mostraba desde aquí su pared norte... y la Peña de la Silla, otro bonito roquedo.

Al tiempo que empecé a ver la Majada Montó, a la que me dirigía, vi a mi derecha...

... otra cabaña situada en un rellano más alto. El terreno parecía cómodo y me desvié a verla de cerca. Me encontré con un pequeño edificio, recién remozado, sin ventana y con una puerta por la que tuve que entrar agachándome pero equipado con dos bastidores de madera, cada uno para dos personas, y una estufa de las que sirven para calentar o cocinar indistintamente. Por si fuera poco, el lugar era realmente bonito y estaba a pocos metros de un torrente. Tomé nota.

Continué bajando directamente por la ladera al nordeste, en dirección a la Majada Montó, que veía más abajo. Dejaba atrás la nieve pero el terreno, una pradera de inclinación moderada, era cómodo. También curioseé esta otra cabaña, que es similar a la anterior pero con todo más viejo y un hogar en lugar de estufa. Allí comienza...

... una pista que recorre el Valle de Prada por su vertiente occidental. La seguí y, al poco, me encontré caminando entre árboles.

Al paso por un claro, llegué a una nueva cabaña, situada a la orilla derecha del camino: la Majada de Brez. Pasado el pequeño edificio, concretamente 135 m pista adelante, se le agotaron las pilas al GPS, aunque no fui consciente de ello hasta llegar al coche y encontrármelo apagado. Era mi primera salida con este aparato y me sirvió de enseñanza: estos chismes se comen las baterías.

Poco después de ese punto, llegué a un desvío a la derecha (SE), señalizado a Santa Marina de Valdeón. Lo tomé y me encontré, en un par de minutos, ante otra bifurcación, donde volví a girar a la derecha (E), atendiendo las indicaciones de un cartel y marcas de PR.

Al poco, volví al bosque y me encontré cruzando el Arroyo Llalombres por un rústico paso de troncos. Una vez en la otra vertiente, el carril me llevó en suave ascenso al nordeste para rodear el espolón de Loma Sellado.

En el transcurso, pasé por un par de prados, desde los que tenía una bonita vista del Cornión, sobre todo de Torre Bermeja y la cresta que va a las de Aristas. Por cierto, que el cielo se había despejado y, cuando no estaba a la sombra, hacía calor. Tras doblar el espolón, comencé a bajar y me encontré un nuevo cruce.

El camino de la derecha era el mismo que esa mañana me había llevado hasta el vado del Arroyo Cillorín. Pero yo escogí la opción izquierda (NE), que me pareció más directa, aunque no puedo estar seguro de eso. El carril me sacó del bosque y me llevó rodeando campos hasta Santa Marina de Valdeón. Sin necesidad de entrar en la población, llegué al puente sobre el río que ya había cruzado con el coche esa mañana y, poco después, al lugar donde lo dejé aparcado. Eran las tres y cuarto de la tarde. El día había quedado soleado y, la verdad, no sé decir si lo hubiera querido así desde el principio o si me quedo con la luz tamizada que iluminaba las montañas cuando estaba en cumbre.

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