Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ruta muy
bonita y emocionante; atraviesa bellos parajes y las vistas son extensas ya a
media subida. Es asequible, aunque muy empinada, con el único paso delicado del
desvío para ver la cueva de la Dama del Anboto, que, aunque es sumamente fácil,
resulta vertiginoso y con gran exposición. Una caída resultaría mortal y, por
tanto, no se debe acometer con el terreno mojado o si uno se siente inseguro.
En todo caso, se podría evitar: esa visita no es obligada para ascender a la
cumbre. Sin embargo, merece la pena el desvío, que apenas incrementará en tres
cuartos de hora la excursión. Además, el lugar tiene leyenda: es una de las
residencias de la Mari, personaje mitológico vasco, que fue diosa o bruja según
quien lo cuente.
En el plano práctico, hay
que tener en cuenta el calor que se puede pasar en los extensos canchos calizos
en días soleados; conviene llevar algo más de agua de lo que solamos para rutas
de similar entidad.
RELATO GRÁFICO:
Tras
aparcar y prepararnos a la entrada de Arrazola, comenzamos la excursión
remontando las calles de este pequeño pueblo. Desde el primer momento, íbamos
viendo brillar al sol la cumbre del Anboto y la arista nordeste, por la que
subiríamos. Al dejar atrás las últimas casas, nos alcanzó el sol y empezamos a
sentir calor, pese a ser las ocho de la mañana. En un primer cruce, junto a una
casa con piscina, giramos a la derecha (O), por una carretera estrecha, que nos
llevó enseguida a Atxekoa. En ese par de casas aisladas, termina el asfalto y
tomamos…
… un
camino ancho que sale a la izquierda (E). Apenas 50 m más allá, a la altura de
otro edificio, dejamos el carril por una senda a la derecha (SO), que cruza una
línea de árboles y se lanza ladera arriba en recia pendiente, abriendo hueco
entre las zarzas. Comienza la subida.
El valle
de Arrazola quedó pronto abajo y pudimos verlo extenderse, como una alfombra
verde hacia el monte Oís.
Al
desaparecer el matorral, entramos en una extensa rampa herbosa al pie de
grandes placas calizas. La remontamos en diagonal izquierda, bastante empinada,
hacia la clara referencia de una collada abierta junto a un rodal de árboles
aislado, al pie mismo de la arista nordeste. Al trasponerla, entramos en la
zona de Ibarra y…
… se
extendió ante nosotros una sucesión de crestas a contraluz, donde destacaban el
cercano Udalatx y la Sierra de Aizkorri enmarcando un monte muy altivo en el último
horizonte: el Beriain. A nuestra derecha, subía…
… una
arista ancha, formada por placas de roca de pendiente moderada, con abundantes
repisas y chimeneas de hierba. Se podría trepar por casi cualquier lado sin
tener que afrontar dificultades o exposiciones notables, pero unas marcas de
pintura azul señalan el camino teóricamente más fácil.
Antes de
seguirlas, avanzamos un poco más por la senda que se prolonga al sur, para
echar un vistazo a la cara oriental de la montaña y el hueco abierto entre las
dos aristas que la limitan. Al fondo destacaba una aguja casi irreal y, a su
derecha, el Ojo de Eskillar, junto al que pasaríamos de vuelta de la cumbre.
Sin
volver atrás, dejamos la senda por la derecha (NO) para remontar el ancho lomo.
Buscando el itinerario más accesible, fuimos derivando hacia el lado derecho de
la ladera, aprovechando repisas de hierba, estrechas, pero sin dificultad ni
exposición.
Así
fuimos subiendo por la ladera hasta…
… el filo
que la limita por el norte el lomo, bajo el cual habíamos pasado previamente.
Allí giramos a la izquierda (SO) para trepar ahora más directamente,
encontrando ya algunos cortos pasajes donde hubimos de apoyar las manos (I).
Según
remontábamos la arista, cambiando a veces de lado, la roca fue ganando espacio
a la hierba y…
… el
terreno se empinó, aunque sin oponer mucha más dificultad (I+).
Con la
altura, ganábamos perspectiva y terminó de descubrirse la Sierra de Aralar que,
junto al Beriain y la de Aizkorri, servían de fondo a los verdes valles que se
extendían al este.
Hacia los
1.150 m de altitud, alcanzamos por el flanco norte un rellano cubierto de
hierba más amplio, que forma un hombro en la arista. Desde el mismo, vimos al
otro lado, en la vertiente oriental, la boca de una cueva. Dejamos allí
momentáneamente la ruta a la cima para entrar en dicha cavidad, la cueva
Gerriko, que es en realidad un túnel de pocos metros que cruza un espolón y da
paso al…
… gran
hueco que se abre en esa cara de la montaña. A la salida nos encontramos ante
un impresionante abismo.
Un trazo
en la hierba nos indicó el camino, obvio por otra parte: una repisa estrecha y
vertiginosa, pero carente casi de dificultad objetiva, sale a la derecha y
atraviesa horizontalmente la pared del Anboto. El único paso de trepa es un
escalón de apenas medio metro, en un paraje impresionante.
Aunque
llevábamos cuerda, decidimos no usarla pues unas excelentes presas permiten
afrontarlo con seguridad. De todas formas, vimos una argolla junto a la salida
del túnel, a la izquierda, que podría servir para montar un pasamanos.
A
continuación, seguimos por una repisa herbosa ligeramente inclinada al vacío, que
pierde altura suavemente. El entorno es impresionante pero el pasaje no debería
presentar problemas a gente sin vértigo, salvo mojado. En ese caso, sería para
pensárselo mucho y bien.
Y así
llegamos a la cueva de la Dama de Anboto, curiosa cavidad cuyas paredes estaban
verdeadas por el musgo. Recorrimos un estrecho pasillo ligeramente descendente
hasta salir a un cruce; a la izquierda, …
… una
ventana dejaba ver una bonita perspectiva de Beriain y Aizkorri.
Tras la
visita a la cueva, regresamos a la arista nordeste, aunque, antes de proseguir
con la ascensión, nos tomamos un buen descanso a la sombra de la primera cueva.
El tercio
superior de la subida conserva la misma tónica: alternancia de empinadas rampas
herbosas y placas calizas fáciles. Aunque no hay exposición, impresionaba mirar
abajo, hacia Arrazola.
Aún no veíamos
la cumbre, aunque debíamos andar cerca, pues distinguimos, contra el cielo, una
figurita humana en lo alto del lomo. Para ir por lo más fácil, nos desviamos un
poco a la izquierda, …
… pasando
por encima de la cara este, bajo la que veíamos el barranco por el que
bajaríamos después.
Al dar
con una chimenea herbosa fácil (I), superamos por ella el último resalte,
saliendo…
… a la
arista cimera en su extremo oriental y dando vista a la vertiente sur de la
montaña. A lo lejos, por encima de unos cerros cercanos, se distinguía la
Llanada Alavesa.
Recorrimos
los pocos metros, de ancho lomo herboso, que nos restaban para…
… la
cumbre del Anboto, que alcanzamos hacia las once y cuarto de la mañana. Al
suroeste, destacaba la presencia contundente de otra montaña icónica: el
Gorbea, cuyas formas masivas contrastaban con…
… la
afilada cresta que se proyectaba al noroeste, hacia Elgoin y Alluitz. Aunque el
día no podía estar más claro, una nubecilla andaba empeñada en bailar el
rigodón con el monte por esa parte.
Tras
media hora en cumbre, iniciamos el retorno recorriendo de nuevo la loma hacia
el este.
Cuando
esta cae bruscamente, giramos a la derecha (S), para bajar por una empinadísima
ladera pedregosa, llevando muy cerca a la izquierda la arista sur. Abajo
veíamos el collado de Zabalandi, donde queríamos llegar; además, abundantes
marcas de pintura señalaban el trazado más cómodo para bajar. De vez en cuando,
hubimos de apoyar las manos en algunos escalones, todos cortos y sumamente
fáciles (I).
Enseguida,
llegamos a un peculiar agujero en la arista: el Ojo de Eskillar. A través de
él, contemplamos la parte más vertical de la cara este y, sobre ella, la boca
de la cueva de la Dama del Anboto.
Tras la
obligada asomada, seguimos bajando. Al perder altura, encontramos terreno más
suelto, donde el paso repetido de montañeros había marcado traza. Al volver la
vista, impresionaba la gran rampa caliza que defiende la cima por este lado;
sobre todo la inmensa llambria de la parte izquierda.
Y así
llegamos a Zabalandi, hermoso paraje entre el Anboto y el Izpizte.
Tras una
rápida mirada atrás para despedirnos de la cumbre, tomamos…
… a la
izquierda (SE) la pista que atraviesa el collado. Ésta nos llevó en suave
descenso a través de un hayedo umbrío, especialmente agradable después del
calor pasado en la cara sur del Anboto.
Salimos
del bosque en el entronque de dos lomas frente al Udalatz. Allí giramos a la
izquierda (N), dejando la pista por un camino más estrecho que recorre el
cordal de Ipiztikoarriaga.
Desde el
mismo, se disfruta de una inmejorable vista de la vertiente suroriental del
Anboto, en la que…
… llegan
a distinguirse la cueva-túnel y la repisa que conducen a la cueva de la Mari.
Al llegar
al pie de las modestas peñas que rematan esta cresta secundaria, el camino giró
a la izquierda, entrando de nuevo en el bosque para bajar en lazadas hacia el
fondo del barranco Errekaundi. El sendero tiene tramos mejores y peores, pero,
en general se baja bien por él.
Una vez
junto al cauce, sale del hayedo y gira para seguirlo, cambiando de orilla en
busca del mejor paso.
A medio
descenso del barranco, la senda se separó del cauce y nos llevó por su ribera
izquierda, bajo el Anboto, del que ahora veíamos la cara este.
Tras
atravesar un breve pinar, la senda desembocó en una pista, que tomamos a la
izquierda (N). De nuevo en terreno despejado, veíamos ahora el lado nordeste
del monte, con el lomo por donde habíamos subido. Destacaban la llamativa aguja
de la arista este y el Ojo de Eskillar. El nuevo carril nos devolvió a la ruta
de subida en pocos minutos, concretamente al cruce junto a la casa con piscina,
llegando finalmente a Arrazola hacia las dos de la tarde.
Comentarios
Publicar un comentario