Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Bonito y
variado recorrido de dificultad asequible, mucho menor aún sin nieve, y
moderada exigencia física, visitando una montaña que tendría más fama si no
estuviera a la sombra del Cadí. Muy recomendable. Precisamente, insisto en que
la dificultad, pese a no ser una ascensión invernal, la da la persistencia de
ese nevero en el tercio superior de la Obaga Negra, que creo debe de estar ahí
con frecuencia en primavera.
Respecto a los destrepes
de la arista al bajar, es posible que hubiera sido más práctico realizar la
ruta en sentido contrario, aunque en ese caso me hubiera tocado descender la
nieve helada... difícil decidir en estas condiciones.
RELATO GRÁFICO:
Desde
Josa de Cadí, el Cadinell se ve como un picacho modesto pero afilado, muy
bonito, bajo el cual la Ermita de Santa María marca la ruta. Eran casi las once
de la mañana cuando me puse en marcha, pues no había sido consciente del cambio
de hora a verano, aunque para lo que iba a hacer, me daba igual: tenía luz
suficiente. Comencé por dirigirme hacia el monte, cruzando la carretera y
tomando una pista de tierra que sube al noroeste por la ladera.
Cuando el
carril gira a la izquierda para empezar a trazar diagonales, lo dejé por un
camino, ancho pero más deteriorado, que sale a la derecha (NO), marcado con las
marcas rojiblancas del GR150.1.
A partir
de ahí, la pintura me llevó por una senda que va rodeando la ladera del monte
al noroeste y entra en el valle del Torrente de Jovell, encajado entre Cadí y
Cadinell.
Caminando
entre arbolitos y matorral, fui ganado altura, viendo sobre mí los roquedos que
defienden la cresta del Cadinell.
El
terreno que atravesaba mostraba su naturaleza calcárea en curiosos estratos desnudos
de cascajo reseco que interrumpían la cubierta vegetal. Mirando atrás, el
Pedraforca se iba elevando, brillante al sol de la mañana.
Durante
la remontada de este barranco, crucé en varias ocasiones una pista, que no es
sino aquélla por donde habían transcurrido los primeros metros de la ruta. El
último tercio de la subida lo hice bajo la sombra de unos pinos más crecidos,
donde encontré las primeras manchas de nieve.
Al salir
a la Collada de Jovell, apareció, al otro lado, el extremo oriental de la
Sierra del Cadí.
Claro que
más impresionante se veía, atrás, el Pedraforca.
Tenía la
cumbre a mi izquierda, pero no me dirigí directamente hacia ella, sino más a la
derecha (SO), atravesando el pinar en una diagonal, en busca de una
discontinuidad en el resalte superior que permitiera superarlo fácilmente.
Esta
ladera de la Obaga Negra empieza con una pendiente suave y despejada bajo los
pinos. Pronto, se cubrió de nieve, lo que me ayudó a localizar algunos hitos,
pero que no tenían mucha continuidad. En todo caso, el terreno permite un avance
cómodo por donde se quiera.
Según
ganaba altitud, la pendiente fue aumentando paulatinamente, lo que me permitía
ver por encima de las copas la gran vertiente meridional del Cadí que, desde
aquí, efecto de la perspectiva, se empezaba a mostrar en sus verdaderas
proporciones.
En los
últimos 150 m de desnivel previos a la arista, a partir la cota 1.900, encontré
las máximas pendientes: 50º; incluso un poco más. En algún momento, hube de
recurrir al pico del piolet para progresar con más comodidad, lo que me produjo
una sensación extraña, en mitad de un pinar. Y aun menos mal que, todavía no sé por qué, no me había dejado los pinchos en el coche, a la vista de cómo estaba (aparentemente) las monbtañas. Quizá las prisas.
Así, llegué
al resalte justo a la derecha de un pasillo bastante ancho, donde la pendiente
disminuye algo, contrariamente a lo que suele suceder. También había calvas en
la nieve: el sol entraba sin la protección del muro. Por este corto tubo, de
entre 35 y 40º, superé los últimos 50 m de desnivel.
Alcancé
la arista O del Cadinell en la cota 2.060, encontrándome en un amplio rellano
herboso sin nieve. Enfrente, se levantaba la Sierra del Verd, con Els Cotaróns,
donde había estado el día anterior, en primer término.
Antes de
seguir, vi una ligera prominencia destacada al norte; pensé que debía haber una
buena perspectiva del resto de la cresta y me asomé. Ciertamente, era hermosa
la vista del Barranco de Ribanegra con el Boumort al fondo.
Al este,
la cima quedaba oculta por unos pinos. Por esa cuerda ancha y despejada,
cubierta mayormente de hierba, me encaminé a culminar la ascensión.
Llegué a
la cumbre del Cadinell a la una y veinte, con tiempo claro y una brisa ligera
que refrescaba el ambiente.
Más allá,
la arista oriental caía cada vez más empinada y afilada. Debe haber buena
trepada por ese lado. A la derecha, muy abajo, Josa destacaba sus colores
arcillosos en medio de los prados y, al levantar la vista,...
... se
desplegaba la Sierra del Verd, con Els Cotaróns en primer término. Sobre ella,
sobresalían el Pedraforca y la Sierra Ensija, a un lado, y la del Port del
Comte, al otro. A continuación, unos primeros planos.
Tremendo
Pedraforca.
Ensija.
Y Port
del Comte, con Tuixent a sus pies.
Al otro
lado, al norte, ahora sí que se veía grande el Cadí. Aunque desde este lado se
percibe que, en realidad, es una gran loma donde sus muchos picos con nombre no
son sino modestos abombamientos.
Cerca de
las dos, emprendí el regreso, siguiendo la arista O; es decir, la misma por
donde había llegado. Fui bajando siguiendo la arista por su vertiente sur,
continuando por la misma tras sobrepasar el rellano donde la había alcanzado a
la subida. Caminaba por una ladera herbosa de mediana inclinación, donde
crecían bastantes pinos o matorral pero sin llegar nunca a cerrar el paso.
A partir
de la cota 2.000, el matorral se adensó y me acerqué a la arista en busca de un
paso más despejado. A cambio, me fui encontrando con...
...
resaltes de roca, de entre 4 y 8 metros, que me cerraban el paso. Pero ninguno
opuso una gran dificultad; fijándome un poco, en todos encontré una bajada
fácil (I).
Además,
ahora que la arista se empinaba y volvía más rocosa,...
... el
entorno se hizo más agreste y bonito. Hacia la cota 1.850, cuando aún me
quedaba un centenar de metros de desnivel que perder hasta la Collada de Roc
Sobirá,...
... el
desplome al norte perdió potencia y el pinar, pendiente. Decidí entonces abreviar
y, cuando encontré una buena fractura en la roca, me dejé caer a la derecha
(NO) para bajar a través del pinar. El terreno bajo los árboles era muy
empinado pero firme, de modo que el descenso fue raudo y cómodo.
La
pendiente disminuyó pronto y, al poco, me topé con el camino de Josa a
Cornellana, pista de tierra que atraviesa esta vertiente. La tomé a la derecha
(NE) y...
...
comencé a subir imperceptiblemente, remontando el Barranco de Ribanegra, cuyo
cauce quedaba muy abajo a mi izquierda.
Levantando la vista de vez en cuando, podía ver sobre los árboles la pared cimera del Cadinell.
Casi sin
sentir, me encontré, al cabo de un ratito de apacible caminar, de vuelta en la
Collada de Jovell. El descenso más rápido hubiera sido por la misma senda que
había utilizado esa mañana pero, como la tarde estaba agradable, con el sol
tamizado por nubes altas, y no tenía prisa, decidí hacer una bajada más
pacífica.
Al
separarme el carril del Cadinell, pude ver con mejor perspectiva la arista
este, bajo la que el resalte alcanza su mayor altura. A la vista de su perfil,
quizá hubiera debido subir por ella.
La pista
volvió a entrar en un denso pinar al perder altura y, no salió de nuevo a
terreno despejado hasta atravesar la arista del Cadinell y entrar en la
vertiente meridional. Desde allí, volví a ver Els Cotaróns. Y, más cerca, a la
derecha, las lazadas de la pista, que da un rodeo al oeste antes de dirigirse a
Josa.
Mirando
atrás, la arista este del Cadinell.
Y,
delante, unos bonitos canchos en la vertiente de Els Cotaróns, prácticamente a
mi altura y bastante cerca en línea recta.
La pista
termina casi de bajar bastante al suroeste del pueblo y el último kilómetro
transcurrió casi horizontal entre campos. Llegué a Josa de Cadí poco antes de
las cinco de la tarde, al tiempo que empezaba a refrescar y el viento arreciaba
ligeramente. Esa noche volvería a cambiar el tiempo.
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