Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Hermosa
ascensión invernal, fácil y con bonito ambiente. Lo único que lamento es no
haberme percatado antes de la excelente rampa que presenta al norte del pico y
haberla tomado 100 ó 200 m más abajo. En verano, esto debe ser algo más soso,
pero tampoco carente de interés; entonces, se podría seguir la vieja senda del
Jugadero (o intentarlo) hasta la cuerda de la sierra. El Castillejo resultó ser
un señor pico cuando se sube por este lado. Sin embargo, esta ascensión fue
sólo una primera toma de contacto, sin más información que el mapa; seguro que
hay opciones mejores. Y lamento reconocer que, once años después, no he vuelto.
Quizá esta recuperación de viejas historias me sirva para recuperar ideas
olvidadas.
Subí de las Casas de los
Veneros a Prado Nieto intentando seguir el Arroyo de Navalayegua; fue un error
y me vi avanzando sin camino por terreno incómodo. Es el tramo que he sombreado
en morado en el croquis; creo que es mejor descartarlo y, como describo en el
itinerario sintetizado, subir y bajar por la pista. También es incómodo el paso
por Prado Nieto y la subida al Jugadero pero, en ese caso, si se quiere pasar
por la cara norte, no le veo mejor solución partiendo de donde lo hice.
Otra cosa es que quizá
esta aproximación no sea la mejor. Posteriormente, estudiando el mapa, he visto
una alternativa comenzando en una pista que sale del kilómetro 10 de la
carretera que sube al Puerto de Mijares. Por ella se podría alcanzar el Jugadero
por la vertiente del Arroyo de los Chorros, el que nace al pie de la cara
norte, haciendo la ascensión aún más natural. Y el descenso puede comenzarse
igual que lo hice, dejando la pista de Navalayegua para subir al Jugadero por
la ladera, que no es mala, cuando ésta pasa bajo el collado. Creo que esta
alternativa sería bueno estudiarla.
RELATO GRÁFICO:
Algunas
nubecillas sueltas se mantenían enganchadas en las crestas más altas y soplaba
un mediano vientecillo helado pero, aun con ello, el día era magnífico. Hacia
las nueve y cuarto de la mañana, partí de la bifurcación en la pista que va a
las Casas de los Veneros. No bajé hacia las mismas, sino que tomé el ramal
derecho (SE) y más alto. Desde el principio, la cumbre guiaba mis pasos, muy
bonita, con el roquedo quebrado de la cresta contrastando con la blancura de la
cara norte.
Al poco,
seguí recto un cruce, teniendo que pasar unas cintas y alambres tendidos a lo
ancho del carril, para impedir el paso de ganado. También dejé de lado un
desvío a la derecha cerrado por cancela, por el que volvería.
Cuando la
pista acabó, continué por un camino más estrecho que la prolonga y baja, entre
árboles y muretes, hacia el cauce. Tras una rústica puerta, cambié la senda por
una acequia, junto a la que no se caminaba mal por una estrecha banda de
terreno despejado. Alcancé el torrente en la toma de aguas, un paraje realmente
bonito pero donde acababa también cualquier posibilidad de avance cómodo. Pero,
como a la derecha (O), sobre la estrecha banda de vegetación de ribera, había
visto...
... unas
praderas empinadas pero despejadas, subí por ese lado (NO), directamente
pendiente arriba, evitando peñascos y breves manchas de matorral cerrado.
Es una
pena que no se pueda remontar el Arroyo de Navalayegua por el fondo, para ver
de cerca los varios saltos de agua que pude distinguir al ganar altura.
No pasó
mucho antes de dar con un murete de piedras junto al que avanza una senda. La
tomé a la izquierda (SO) y proseguí por ella la remontada del barranco. El
matorral se hacía mucho más denso ahora, fuera de los campos, pero el corte era
nítido, suficiente para caminar con comodidad.
Buscando
el mejor paso, la vereda me alejó de la cerca, ganando altura por la ladera. Al
volver la vista, iba viendo cómo quedaba atrás Villanueva de Ávila y se
desvelaba la Sierra de la Paramera.
Tras
atravesar una pequeña arboleda, cuando salí de nuevo a terreno despejado,
apareció ante mí el extenso Prado Nieto, donde el valle se ensancha bajo el
brillante Castillejo.
A su
derecha, veía ya también la airosa Peña de la Bandera. Y, en medio, la loma del
Jugadero, por la cual transcurriría parte de la subida.
Para
dirigirme allí, cuando la senda desembocó en una pista junto a una puerta
abierta en el murete que delimita un campo, giré a la izquierda (S) y atravesé
los prados hacia el cauce. El agua corría ancha e impetuosa y tuve que remontar
un buen trecho de riachuelo, pasando algunas cercas y chorros, hasta encontrar este
buen vado. En la otra orilla, subí por la ribera herbosa, en busca de...
... la
pista que había visto antes recorrer horizontal la falda del Jugadero. La
alcancé en breve y la tomé a...
... la
derecha (SO). Al frente, tenía como el encuentro de dos mundos: las blancas
lomas del Artuñero y Cabeza Santa aparecían enmarcadas por verdes vertientes.
Cuando la
pista acaba de repente, un trazo en la hierba parecía prolongarla; comencé a
seguirlo pero, cuando vi que llegaba a la altura del collado de cota 1.487,
donde pretendía ganar la loma, lo dejé por la izquierda (SE) para subir
directamente ladera arriba, por terreno cómodo de hierba entre piornos
dispersos.
Al ganar
loma de El Jugadero, pude ver al otro lado la Garganta de los Chorros, desagüe
de la cara norte del Castillejo y aproximación alternativa, bajo el extremo
occidental de la Sierra del valle.
La
combinación de nieve y cantos daban un aspecto magnífico a la cumbre y no me
cansaba de mirarla. Ahora veía esa vertiente septentrional en toda su altura...
es una pena que la nieve no llegara más abajo. De momento, y en estas
condiciones, giré a la derecha (S) en busca de una subida cómoda, aprovechando
una senda, cuyo trazo en zig zag había distinguido a lo lejos cortando el
matorral del lomo. Ahora no lo veía tan bien.
La causa
es que el camino está muy abandonado, invadido por un matorral denso que, en
algunos sitios, sobrepasaba mi estatura. Obligado más de una vez a apartar el
ramaje con las manos, me puse los guantes pese a que, ahora, pegado a la
sierra, estaba protegido del viento y no hacía nada de frío. Pasar por aquí con
brazos o piernas descubiertos debe de ser como meterse en una pelea de gatos.
El camino
facilitaba mucho la subida, pues, además del allanamiento del terreno en la
traza, el monte era mucho más cerrado fuera. Contrastando con el carácter
agreste del Castillejo, podía ver a la derecha...
... el
suave Majal de Majambea.
También, más
allá, a través del Collado Viejo, la Mira y el
Torozo.
Poco a
poco, la nieve fue ganando continuidad y el matorral aclarándose; ambos hechos
contribuían a hacer el avance cada vez más cómodo. Y si añadimos las vistas,
estaba en lo mejor de la ascensión... hasta entonces.
Hacia los
1.850 m de altitud, la nieve era prácticamente continua en la cara norte.
Aprovechando que la senda se asomó a esa vertiente, la dejé por la izquierda
(E) para atravesar la ladera y colocarme, más o menos, en la vertical del
cancho cimero.
La nieve
estaba dura pese a la hora, casi las doce, y el sol que hacía en este cuenco
cerrado; se notaba la orientación. Me puse los crampones y fui ascendiendo por
una pala de pendiente regular de unos 30º o poco más. La arista que llevaba a
mi izquierda prometía otra bonita ascensión.
Hacia
abajo, la vista sobre el valle del Alberche se iba ampliando. Ahora sí que
estaba en el tramo bonito de la jornada.
Llegando
al pie de las rocas cimeras, decidí alcanzar la loma a la derecha de las
mismas; luego resultó que el lado fácil era el otro. Por el flanco occidental,
el acceso a la cima es un corto pasillo en umbría, unos cinco metros, por donde
subía una empinada tira de nieve helada (60º). Para trepar me ayudé de los
abundantes apoyos en la roca de los lados (I+). Una vez arriba, giré a la
derecha y superé el apilamiento de bloques de la cumbre.
A las
doce y media de la mañana, llegué a la cima del Castillejo y apareció ante mis
ojos la vertiente sur, el valle del Tiétar, con la Sierra de San Vicente
plantada en medio.
Al oeste,
el cordal tenía un aspecto impresionante. Por desgracia, las nubes tapaban la parte
del Circo y la Mira.
Al norte,
podía ver ahora el lomo y el barranco que definían mi ascensión; más allá, las
tres parameras sobre el valle del Alberche.
Al este, finalmente...
¡Qué bonita estaba la Sierra del Valle!
Con el
viento frío que soplaba, no prolongué mucho la estancia: antes de la una,
comencé a bajar por el flanco oriental del risco, donde el pasillo abierto
entre las dos puntas del Castillejo era mucho menos inclinado, 30 ó 35º,
permitiendo una bajada fácil. Abajo, giré a la derecha (SO) para rodear el
cueto cimero.
Otra prominencia
al oeste la rodeé por la derecha (N), bajando por una suave pendiente nevada.
Al llegar a la siguiente horcada, nuevo cambio de lado, regreso...
... a la
vertiente sur, para contornear una llamativa torre de rocas caballeras, llamada
Peña de la Bandera. Éste es uno de los accidentes más característicos de estos
parajes y siempre me ha parecido que forma un conjunto muy bonito con el
Castillejo.
Al
avanzar al oeste, la loma se volvió cada vez más amplia y suave. A media
bajada, crucé el murete que recorre la divisoria, pues, por el norte, el paso
es más cómodo y la nieve, más consistente. Una nube llegó amagando de occidente,
pero la amenaza quedó sólo en eso y no llegué siquiera a caminar a la sombra.
Cuando alcancé lo más bajo del collado occidental de la Peña de la Bandera,
giré a la derecha (O) y...
... bajé
en diagonal izquierda a través del matorral hacia un trazo de nieve limpia
definido, sobre todo, por la línea de piornos que lo delimita por debajo. Lo
tomé de bajada y comencé a perder altura más rápidamente.
La nieve
acabó cerca de Collado Viejo, amplia extensión de hierba al norte de la sierra,
entre su cuerpo principal y el Cerro de Montalbán. Sin alcanzar la horcada,
según llegué al límite oriental del rellano, giré a la derecha (NE), dejando la
senda por...
... una
ancha pista que arranca de allí y desciende el Arroyo de Navalayegua, al
principio bastante alto por la vertiente derecha.
El
entorno se fue haciendo ganadero, menudeando prados, cercas y almiares, según
perdía altitud.
En ese
tramo, pasé por varios chorros de agua, sobre los que se divisaba la cumbre.
Crucé el
torrente por un original paso construido con piedras apiladas en seco.
Una vez
al otro lado, la pista me llevó a ganar altura mientras atravesaba la ladera de
los Trampalones, tomando buena perspectiva sobre el Castillejo.
Sin
pérdida posible, llegué a Los Colladitos, amplia horcada en una loma proyectada
al norte de la sierra. En ella, encontré un cruce de pistas, del que salí por
la derecha (E).
La pista empezó
horizontal, manteniendo altura por la vertiente izquierda de la vaguada
oriental del collado, con la Sierra del Valle enfrente. A continuación, giró a
la derecha y...
...
emprendió una rápida bajada, que me llevó a la puerta de Prado Nieto, donde había
estado ya esa mañana, cerrando la ruta. Al acabar el carril, tomé a la
izquierda (NE),...
...la
senda por la que había llegado allí a la ida, la cual, sobrepasado el punto en
que la había tomado antes, seguía igual de cómoda. El caminillo mantiene cota,
sin bajar en ningún momento, hasta acabar en el extremo de una pista que me
llevó a continuar faldeando la ladera de Los Maleones.
Al salir
a vertiente sur, la Sierra de la Paramera se volvió a mostrar completa, al
tiempo que comenzaba a bajar suavemente en diagonal. Pronto llegué a un desvío
a la derecha (NE), que desciende más decididamente en lazadas. Lo tomé y me
condujo a...
... la
pista del inicio de la excursión, en las proximidades de las Casas de los
Veneros. Concretamente salí por el segundo desvío que me había encontrado
subiendo a la derecha, cerrado con una cancela. Tras cruzarla, giré a la
izquierda (NE), llegando en cuestión de minutos al coche. Eran las cuatro de la
tarde, el día se había mantenido soleado y el calor comenzaba a apretar.
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