Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
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El Morrón del Rivazuelo
era una cima olvidada en 2013; ahora, a la vista de Wikiloc, no tanto. Por
entonces, era común ver en diversas fuentes el Cerro de la Selva como máxima
cumbre de la Sierra de Pedro Ponce. Por cierto, según el IGN, hay en la cresta dos
cotas de idéntica altitud (1.531); son la punta oriental del Morrón de
Rivazuelo y el pico que hay sobre el Collado Gayubal (¿Pico Gayubal?). Intenté
resolver la duda leyendo mi GPS en ambas y me marcó la mayor altitud en la primera.
Ya sé que el método no es muy preciso en valor absoluto, pero creo que puede
tomarse como buen criterio para confirmar relaciones de altitud en un área
reducida. Por último y fundamental, al recorrer la cresta y mirar una cota
desde la otra, da la sensación de que esa cima oriental del Morrón es,
efectivamente, ligerísimamente más alta. Por cierto, el Morrón carecía entonces
de hito o señal de alguna en la cumbre; por consultas posteriores, he visto que
le creció una señal.
Respecto a la ruta, es una
caminata sin dificultad, pues, cuando se perdía la senda, el terreno era cómodo
y no planteaba dudas de orientación. La única salsa fueron un par de trepadas
en la arista del Rivazuelo, fáciles y evidentemente evitables por el norte
(izquierda). Pero prefería acometerlas por divertirme y porque desde lo alto
del crestón se va viendo más tiempo la bonita cara meridional de este pico.
Del propio Puerto del
Aceniche, sale de la carretera una pista de tierra al SE, que sería el inicio
lógico de la excursión; pero, en 2013, no encontré dónde aparcar. La solución es
la que adopté: retroceder un kilómetro y dejar el coche en una curva a la derecha
(cuando se llega de Bullas), junto al lugar donde marca el mapa la Fuente del
Jabonero. De su vértice sale otro carril al SE, que va a converger con el
camino del puerto.
En la época, no encontré
referencias del recorrido completo. Lo diseñé a base de fragmentos de y
faltaban trozos, como el paso por la Hoya del Conejo. Por eso, al salir del
Barranco de Mula y ver que el camino bajaba, no estando seguro de dónde
conducía, lo abandoné y rodeé la depresión campo a través, reencontrándolo
después. Ya de regreso, constaté que ese rodeo es innecesario y poco práctico,
pudiéndose atravesar por senda la Hoya del Conejo hasta el Collado del Sudador.
RELATO GRÁFICO:
Tras
encontrarme con que no había dónde dejar el coche en el Puerto del Aceniche,
retrocedí un kilómetro por la carretera, hasta una curva donde recordaba haber
visto una pista que salía del exterior y, según el mapa, iba a unirse con el
camino por donde quería iniciar la excursión. Eran las nueve y veinte de la
mañana y el día estaba despejado pero fresco.
La pista
en cuestión me llevó en dirección predominante sur y me introdujo en un bonito
pinar, que atraviesa en imperceptible subida; de vez en cuando, un hueco en el
arbolado me permitía ver, a mi derecha, la vecina Sierra de Lavia.
Enseguida
llegué a una bifurcación, donde continué por la derecha (S), por un carril algo
más deteriorado.
No tardé
en salir del bosque, encontrándome con que mi camino desembocaba
perpendicularmente en otro, que bordeaba un campo de almendros. Giré a la
izquierda (SE) para dirigirme hacia la ladera cubierta de pinos de la sierra.
Al reentrar
en el bosque, el camino se fue estrechando paulatinamente hasta quedar reducido
a una estrecha senda que se introduce en el agreste Barranco de Mula. Tras
descender al cauce, el caminillo vuelve a salir por la misma orilla meridional
y gana altura por esa vertiente. A partir de este momento, me fui encontrando
algún hito de vez en cuando, separados y pequeños, pero útiles a veces para
confirmar la orientación. El entorno se fue haciendo cada vez más bravío: el
barranco es estrecho y, sus vertientes, empinadas y llenas de una densa vegetación
de pinos, encinas y matorral.
Sin
embargo, la senda se abría paso a través de ese terreno con tal eficacia, que
la progresión nunca fue incómoda. Casi sin darme cuenta, me encontré cerca de
la cabecera del barranco. Allí, la vegetación fue perdiendo porte, dejando ver
un amplio collado al fondo.
Cuando
cedió la pendiente llegando a la horcada, unos hitos me marcaron girar a la
derecha (O) en una bifurcación y comenzó a asomar, a través del collado cabecero
(1.167), la redondeada cumbre del Cerro del Cambrón, que se alza sobre el
Collado del Sudador, siguiente hito de la ruta.
Al culminar
esta primera subida, me encontré en un rellano ocupado por un antiguo campo que
rodeé antes de bajar por la vertiente opuesta. Ahora podía ver, a la izquierda
del Cambrón, la cumbre de la jornada: el Morrón del Rivazuelo; no completo,
pero sí su punta suroeste en lo alto la arista oeste. En medio, se abría una
depresión que debía atravesar o rodear. Al ver que el camino perdía altitud y
no sabiendo si debía seguirlo todo el tiempo o no, decidí contornear la Hoya
del Conejo manteniendo cota. El terreno a la izquierda...

... no
tenía mal aspecto: prado salpicado de cantos y algún matorral disperso que no
entorpecería el paso. Además, al fondo, veía que un lomo que cae de la cuerda
de la sierra estaba cortado por un trazo de senda, que parecía llevar la
dirección adecuada. Total, que dejé el camino por la izquierda (E), para atajar
a través de la ladera hacia la vaguada norte del Collado del Sudador. Tras
atravesar una primera vaguada, amplia y aterrazada, con signos de haber sido
cultivada hace mucho tiempo,...

... en el
segundo barranco, me encontré con un camino; era evidentemente el que baja del
Collado de la Selva, marcado en el mapa, por el cual volvería. Viendo que se
prolongaba a la derecha más allá de donde acaba en el mapa, hacia el fondo de
la hoya, parecía evidente que debía unirse con el mismo que había dejado. Una
pena no haberlo sabido antes. En ese lugar, me encontré un piquete metálico
clavado junto al camino, que parecía marcar la salida de un rastro borroso que
se dirigía al sur. Así que crucé el carril y comencé a seguir dicha traza que,
si al principio parecía poco clara, enseguida...
...
desapareció del todo. Como el terreno seguía sin ser malo, continué faldeando,
dirigiéndome hacia el remate de un lomo que baja de la sierra, cuya collada me sirvió
de referencia para mantener cota. Durante este tramo, me fijé, a mi derecha, en...
... el
atractivo aspecto que presentaban las sierras del Gigante, María y Pericay,
enmarcadas en el tajo de la Rambla del Cargador, desagüe principal de esta Hoya
del Conejo y de toda la vertiente oeste de Pedro Ponce.
Al llegar
a la collada antes citada, de cota 1.193 en el mapa, podía ver el collado de
salida del Barranco de Mula y la ladera que había dejado atrás. Todavía no
sabía que, por debajo de mi recorrido, una senda hace más o menos el mismo
trayecto. Fui consciente de ello cuando, tras retomar la ruta y...
...
cruzar un barranco secundario, al salir del cauce y avanzar siguiendo la curva
del monte para trasponer la loma siguiente, topé...
... con
un claro sendero que me cortaba el paso. Mirando a la derecha, veía además que
cruzaba la collada anterior, pero por la horcada, y bajaba al barranco un poco
a la izquierda de por donde había descendido yo. Entonces me di cuenta: esta
senda debe salir del camino que une la culminación del Barranco de Mula y el
Collado de la Selva, en algún punto entre el sitio donde lo dejé y donde lo
crucé luego durante el flanqueo de la hoya. Total, que tomé la senda a la
izquierda (S) y...
...
traspuse el lomo para entrar en la Rambla del Descargador, que comencé entonces
a remontar a bastante altura sobre el cauce, camino de su nacimiento en el Collado
del Sudador. A la izquierda, por donde pensaba ascender hacia a cumbre, se fue
mostrando...
... un
bonito crestón afilado rayado por multitud de fisuras verticales, que marcaba
el inicio de la arista. No esperaba este tipo de cosas en esta sierra... pues
bien... era sólo el principio.
Alcancé
el Collado del Sudador tras una cómoda subida por senda clara y bien trazada.
Desde allí, volviéndome, podía ver la cresta de la sierra: todas las puntas del
Rivazuelo y, más lejos, casi tapado y sin roca, el Cerro de la Selva. Es decir,
el cordal que me disponía a recorrer.
Al otro
lado de la horcada, se extendía un amplio panorama que abarcaba desde la Sierra
de Enmedio, junto a Puerto Lumbreras, hasta la de Taibilla, pasando por las del
Gigante, María, la Sagra, el Segura, etc... Por desgracia, estas últimas muy
cubiertas de nubes.
Inicié
aquí la fase final de la ascensión, remontando la arista que sube a la
izquierda (E). Al llegar a la base de la roca, pasé a la vertiente derecha (S)
para evitar un primer resalte, encontrándome con...
... un
imponente roquedo calizo, insospechado desde el lado por donde había llegado.
Pronto,
en cuanto lo permitió el terreno, volví a la arista mediante una trepada fácil
por un graderío de bloques. Al encontrar un segundo resalte, pasé ahora la
vertiente izquierda (N), flanqueando la cresta por repisas de hierba y roca,
estrechas e irregulares pero carentes de dificultad.
Volví al
filo cerca de la culminación de la pared que había visto anteriormente.
La vista
de la vertiente sureste de la sierra, la de Zarzadilla, bajo el vecino Cerro de
Ponce, era impresionante.
Continué por
la arista, ahora caminando por su filo, jalonado de bloques que no plantean
otro obstáculo que algún paso algo más largo de lo normal.
No me
cansaba de mirar a mi derecha, donde, sobre espectacular la caída y los canchos
de formas curiosas, fue desvelándose, según avanzaba la Sierra de Espuña.
Una punta
que venía viendo hacía rato, resultó ser una cumbre aparente. Para culminar la
arista, tuve que superar este resalte final, fácil pero casi vertical (I+), de
unos seis metros. Creo que se puede evitar, pero no busqué mucho. Tras ese
escalón, me encontré en la cota 1.529. Tras una mirada atrás, hacia...
... la
arista superada,...
... giré
a la izquierda (NE) y recorrí la breve loma ancha y sin obstáculos que me separaba
de la cumbre.
Pasadas
las doce y media, llegué a la punta suroccidental y más alta del Morrón del
Rivazuelo, entonces sin ninguna señal marcándola. Podía ver al sureste toda la
Sierra de Espuña, más allá de la Rambla de Zarzadilla.
Al
noroeste, sobre la arista superada, se extendía la llanura ensombrecida por el
manto de nubes que velaba las sierras de la zona de los Vélez.
Al norte,
sobre la Rambla del Cargador, la sombra de las Sierras del Segura, aunque...
... a
veces, las nubes me dejaban ver los neveros en las altas laderas de la Sagra.
Estuve
poco tiempo detenido en la cumbre: no era la una menos cuarto cuando continué
la marcha al noreste por el cordal. El terreno alrededor del Collado de los
Selvares, que se abre entre las dos cimas del Rivazuelo, parece amplio y suave.
Pero, al comenzar a descender, me encontré un escalón vertical cortándome el
paso. Para superarlo, rodeé por el lado oriental (derecha) de la arista, y aun
así hube de destrepar dos o tres metros de roca, muy fácil pero empinada.
Luego, ya
de nuevo en la cuerda y llegando a la horcada, al volverme y verlo desde abajo,
creo que podría rodearse por ambos lados.
Volviéndome
desde esa punta central, de la misma altitud que la cumbre según el IGN y dos
metros más baja según mi GPS, podía el tramo de cuerda que había dejado atrás, incluida
la arista por donde había subido desde el Collado del Sudador.
Una
bajada corta pero pronunciada y una subida imperceptible me dejaron en otra
punta, notoriamente más baja y sin apenas prominencia, previa al vértice de La
Selva. A partir de aquí conté con senda para hacer incluso más cómoda la
andadura; se nota que entraba en los dominios del pico más conocido y visitado
de la sierra.
Pasando
por la última horcada, pude ver la bonita caída meridional de la sierra y, más
allá, las curiosas montañitas aisladas que salpican el llano de Murcia.
Culminado
la última subida y antes de rodear una caseta de vigilancia que hay en la
cumbre, me volví a mirar la cresta que había recorrido, aunque sólo veía hasta
la punta NE, que me tapaba la cumbre.
A la una
y media, llegué al hito del Cerro de la Selva, que se alza sobre un crestón al
norte de la caseta citada.
Como era
de esperar por su condición de vértice geodésico, este pico tiene unas vistas
aún más amplias que el Morrón del Rivazuelo, excepto al sur, donde la caseta citada
tapa todo.
Girándome
a la izquierda, al este, la Sierra Espuña y las antes citadas montañas islas
murcianas.
Pasando
al otro de la arista, al noroeste, el amplio arco montañoso de la Sierra de
María a la de Moratalla, pasando por la larga y confusa alineación que forman
las del Segura.
Se estaba
muy bien en la cumbre, con buena temperatura y una brisa suave que sólo hacía
la estancia más agradable. Así que me costó arrancar cuando llegaron las dos:
tenía que llegar pronto abajo. Para regresar, tomé la pista que desciende en
lazadas por la vertiente oeste.
Transcurriendo
entre pinitos dispersos, las vistas desde la misma eran bastante bonitas y
hacían el descenso entretenido.
En el
Collado de la Selva, tomé un desvío a la izquierda (S), que se interna en el
bosque e inicia una bajada empinada frente al Collado del Sudador. El camino
fue girando a la derecha y, al salir de entre los árboles, me encontré...
... en la
Hoya del Conejo y ante el característico corte de la Rambla del Cargador, que
recordaba de esa mañana. Al llegar al fondo de la depresión, el camino perdió
pendiente y...
... me
encontré en el lugar donde, durante el tramo todo terreno durante la subida lo
había cruzado. Seguí por la vereda al este hasta que se fue difuminando. Vi
entonces, a mi derecha (NE), unos hitos marcando la salida de una traza borrosa:
la senda por donde podía haber atravesado la hoya a la subida.
Estaba ya
sobre el itinerario de ida cuando llegué al Collado del Lobo. Antes de volver a
entrar en el Barranco de Mula, me volví a despedirme del Morrón del Rivazuelo y
su arista oeste.
Tras descender
el barranco, salí junto al campo de almendros, que presentaba este bonito
aspecto con los montes de los Vélez en el horizonte.
La tarde
había quedado aún más brillante que la mañana cuando llegué, hacia las tres y
media, al lugar donde había dejado el coche, cerca del Puerto del Aceniche.
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