Peña Corada (1.833)

ASCENSIÓN DESDE LA VIRGEN DE VELILLA

POR EL LOMO NORTE

Llegando a la Montaña Oriental desde el Páramo leonés, una montaña aislada recibe al viajero destacada delante de la cordillera: Peña Corada. Si bien no alcanza los 2.000 metros, es una cumbre notable por su aislamiento, prominencia y altivez. Es territorio fronterizo, elevándose sin transición desde el llano meridional, mientras que la vertiente norte da al complejo mundo de valles recónditos y peñas abruptas que se extiende entre los altos cursos de los ríos Esla y Cea. El entorno está dominado por el robledal en los valles; por encima, el verde de la hierba y el gris de la caliza se mezclan en extensas laderas. La antiquísima ocupación humana ha llenado la montaña de caminos y diminutas aldeas, dejadas de lado por el tiempo, donde la piedra ha quedado como recuerdo de un antiguo esplendor rural

La ruta consiste en acercarse, siguiendo la pista que rodea la montaña, al pie del lomo septentrional y remontarlo hasta la cima. Para la bajada, se desciende por la arista este hasta una bajada cómoda para retomar la pista del inicio y volver al santuario.

La Peña Corada desde el Páramo

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Leonesa Oriental (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Montes del Alto Cea
  • Base de partida: Puente de Almuhey (León)
ACCESO: El Santuariode la Virgen de la Velilla está situado en el noreste de la provincia de León, entre las estribaciones más meridionales de la Montaña Oriental, dentro del término municipal de Valderrueda. La población más cercana es La Mata de Monteagudo, apenas a 500 metros, pero no encontraremos ahí ningún servicio; para lo que necesitemos, hay que quedarse valle abajo, en Renedo de Valdetuéjar, San Martín de Valdetuéjar, Taranilla o Puente de Almuhey. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.100 / 1.833
  • Mi tiempo efectivo: 3h48
  • Mi tiempo total: 4h30
  • Dificultades: Muy fácil. Tramos sin senda por terreno pedregoso de fuerte inclinación pero sin dificultades significativas.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Dejar el Santuario de la Virgen de Velilla por la pista que sale frente al acceso y remonta la ladera. En el lomo norte de Peña Corada, dejarla por la izquierda (SO) para continuar ascendiendo por lo alto del mismo. A media subida, derivar a la derecha (SO) para evitar las mayores pendientes, saliendo a cresta en Cuatro Vientos. Tomar el cordal a la izquierda (E) y seguirlo hasta Peña Corada.

Regresar a Cuatro Vientos y continuar por la cresta al O, hasta las inmediaciones del collado norte del Pico Corbero. Girar a la derecha (NE) y descender por la ladera norte en diagonal. En La Bodeguina, girar a la izquierda (NO) y bajar por el barranco anónimo que desagua el cóncavo hasta una pista que recorre la ladera más abajo. Tomada a la derecha (E), conduce a través de El Campurrial, de vuelta al santuario.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Ascensión fácil y relativamente llevadera a una cumbre poco conocida, creo que injustamente, fuera de León. Decidí subir a esta montaña antes de saber cómo se llamaba: desde diversas cimas de la mitad este de la  Montaña Leonesa, veía al sur un pico altivo y solitario que me atrajo desde el primer momento. Pero, ya digo, fuera del ámbito regional, pocos montañeros saben siquiera de la existencia de Peña Corada.

Esta ruta no es rara, pero tampoco es la más habitual; la escogí para, de paso, visitar el santuario; el edificio es notable, mezcla de estilos del barroco al neoclásico bastante bien conservado y cerrado a cal y canto. Tampoco es que importe esto último, ya que el exterior es lo más interesante, pues (extrañamente...) la imagen original del siglo XV y el tesoro fueron cuidadosamente saqueados, junto con cualquier cosa valiosa de la decoración que se pudieras desmontar, en 1.979.

La primera parte de la excursión, hasta dejar la pista, podría hacerse con coche, pues la pista es transitable y está abierta; pero creo que no merece la pena: la subida es suave y transcurre entre hermosos robles. Por otro lado, para el regreso di un rodeo por el oeste con la intención de utilizar una senda que figura en el mapa pero ésta no existe (o no conseguí dar con ella). Pero no me arrepiento: el terreno es bueno y la ruta gana en variedad con ese descenso diferente. Sólo siento, pero eso se me ocurrió después, que debía haber ido a pisar el Pico Corbero, al lado de cuya cima llegué a estar, que seguro que guarda alguna bonita perspectiva, al menos de Peña Corada.

RELATO GRÁFICO:

Al entrar en el Valle del Tuéjar, se ve la gran masa gris de Peña Corada sobresaliendo del robledal, elevándose casi 1.000 m por encima de las aldeas. Hacía frío y un viento cortante arrastraba copitos de nieve, pese a que el cielo estaba despejado sobre mi cabeza; el tiempo, sin ser malo, no podía estar más revuelto esa mañana.

Tras aparcar en la explanada ante el Santuario de la Virgen de Velilla, dejé el lugar, pasando pocos minutos de las nueve de la mañana, por una pista de tierra que sale frente al acceso al recinto, poco antes del final del asfalto.

El carril se dirige primero al sureste pero enseguida gira para tomar dirección dominante suroeste, ascendiendo en diagonal la ladera entre grandes robles que aún no habían retoñado. Aunque los árboles son magníficos, el bosque no es muy denso y deja ver el alto valle del Tuéjar. Debe ser bonito esto con la primavera más avanzada.

Salí a terreno despejado al alcanzar lo alto de una estribación que se desprende al noreste de la cumbre. La pista se aparta enseguida del lomo para seguir flanqueando y yo la dejé por la izquierda (S) para continuar encaramado al mismo.

Este lomo norte de Peña Corada es ancho y suave y está cubierto de hierba. El matorral, muy abierto, no entorpece para nada el paso. Al ganar altura, comencé a tener hermosas perspectivas de la zona norte del macizo, donde destacaban, rocosas, la cercana Peña Villa y el cónico Camporiondo.

El terreno no tardó en empinarse pero, pese a ello y a empezar a aparecer las piedras, el avance seguía siendo cómodo, mientras se abría también el panorama al este, mas velado por las nubes que no dejaban ver las estribaciones occidentales del Alto Carrión. Una pena.

Al llegar frente a las peñas que culminan una cota secundaria, marcada como 1.494 en el mapa, las rodeé por la izquierda, entrando en una especie de barranquillo colgado desde cuya parte superior pude contemplar, por primera vez completamente, la vertiente norte de la Peña Corada: una rampa de casi 400 m, de fuerte pendiente, cortada por una colorida torrentera.

De ese barranco colgado, salí a una especie de terraza por la que terminé de rodear el crestón antes aludido, mientras empezaban a llegar unos diminutos copos de nieve arrastrados por el viento, que brillaban al sol causando un bonito efecto.

Al volver a ganar el lomo, apareció la vertiente occidental: la cuenca de la Duerna dominada por los montes que rodean Sabero, borrosos por las nubes.

Pero lo mejor estaba al norte. La prolongación septentrional del macizo está culminada por un puñado de modestos picos calizos, a cual más bonito: Pico Moro, Peña Rionda, Peña Villa, Cerroso, Camporiondo, Peña Verde... ¡Qué hermosas cimas! Venía para subir un monte y había encontrado toda una zona para explorar.

Una bajada corta pero muy empinada por terreno pedregoso, que me tomé con precaución para resguardar los tobillos, me dejó en una collada herbosa al pie de la subida final. Allí encontré un hito, pero no vi su continuación y proseguí por lo alto del lomo. Al llegar a una masa de matorral, me encontré varios trazos estrechos que lo atravesaban. Tomé el más claro y, según avanzaba, éste se fue definiendo hasta merecer el nombre de senda.

A la salida, el terreno se fue cubriendo gradualmente de piedras sueltas, en las que la senda trazaba una clara diagonal a la derecha, rodeando un cancho por su base, para evitar las pendientes más fuertes en la zona superior. Había topado con el itinerario habitual.

La ladera era cada vez más empinada, pero la diagonal me hizo la subida llevadera. Constantemente miraba hacia atrás, al amplio panorama sobre la cabecera de los valles que convergen en la cresta de Peña Villa. Y, aunque estaba rodeado de nubes, el sol lucía sobre mi cabeza.

El terreno era ya netamente pedregoso cuando alcancé la cuerda en la collada de Cuatro Vientos, que ese día, al menos, hacía honor a su nombre: hasta costaba trabajo mantenerse erguido.

Desde allí, me asomé a la vertiente sur, donde los llanos leoneses configuraban un panorama sin fin más allá del cercano Pico Corbero. Sólo se distinguían en el horizonte unas diminutas manchitas blancas hacia la derecha: la Sierra del Teleno. Girando a la izquierda (E), me dispuse a...

... remontar lo poco que quedaba hasta la cumbre. El inicio es un pedregoso y ancho lomo, pero pronto me cerró el paso un crestón de roca.

Siguiendo la senda, lo rodeé por la vertiente meridional. En este tramo, pasó una breve nube y nevó de verdad durante unos minutos. Nada grave. Incluso me gustó para dar variedad a la jornada.

A las once de la mañana, llegué a la cima de Peña Corada, donde encontré tres buzones conviviendo con el hito geodésico. Aunque en otras tierras no hayamos casi ni oído hablar de este monte, está claro que, para los leoneses es un pico importante.

Las nubes iban y venían y los copitos no dejaban de caer pero Peña Corada seguía mayormente despejada. Al oeste, de donde había llegado, me llamó la atención la belleza adusta, desolada, de la árida vertiente meridional del macizo. Por desgracia, no se veía más allá.

Al norte, incluso los picos que antes aparecían claros estaban, en el mejor de los casos, medio velados. Pero el panorama mostraba lo suficiente para hacerse idea de la belleza de este rincón de la Cordillera Cantábrica, tan alejado de los polos de atracción habituales.

Al este, aunque no estaba cerrado del todo, la bruma y la luz tamizada impedían ver con claridad más allá de lo más inmediato.

Pese al vendaval, aguanté casi media hora en cumbre. Faltaba poco para las once y media cuando regresé, por donde había llegado, a Cuatro Vientos. Tenía la intención de continuar por la cresta al oeste, en busca de una senda que, según el mapa, bajaba desde una prominencia justo antes del Pico Corbero.

Lo primero que encontré al otro lado de la collada fue un breve crestón de roca, que la senda rodea prudentemente por la izquierda.

Yo preferí caminar por lo alto; no se gana mucho, pero resultó entretenido y sumamente fácil: pasé caminando.

A continuación, la loma vuelve a ser amplia y herbosa y, por ella, continué caminando en suave bajada. Tras pasar junto a una característica roca culminada en tres puntas, una casi imperceptible subida me dejó en una alargada prominencia, donde la cresta gira a la izquierda, sobre el collado norte del Pico Corbero.

Allí debía estar la senda pero no la vi; busqué y rebusqué... ¡y nada! Como la ladera norte, una rampa pedregosa despejada y de regular pendiente, parecía buena, me dejé caer por ella. Bajé en diagonal a la derecha (NE), con el propósito de atravesar la vertiente, tomando como referencia la cota secundaria (1.494) que había rodeado a la subida, tras dejar la pista.

La cómoda progresión me permitió disfrutar de las vistas, que ahora volvían a ser claras.

Al rato, empecé a llevar por debajo la linde de un robledal. Estuve tentado de bajar directamente pues, más allá, podía ver la pista por la que pensaba volver al santuario y que era mi objetivo inmediato, pero descarté la idea. En vez de eso, continué descendiendo en diagonal mientras rodeaba al bosque.

Al poco, encontré unas trazas de paso por el pedregal, que me ayudaron a avanzar con más comodidad aún.

Al llegar al extremo oriental de la arboleda, las trazas me llevaron a seguir horizontalmente, sin casi perder altura, hasta que se abrió a mi izquierda (NO) La Bodeguina, pequeña cuenca encajada entre la masa de Peña Corada y su estribación norte, por la que descendí directamente. Apareció el matorral, pero sus escasos porte y densidad no molestaban el paso. Crucé una torrentera y,...

... llegando a la segunda, la vegetación se despejó y me encontré en lo alto de una banda de hierba que bajaba junto a la orilla izquierda del cauce seco. Girando a la izquierda (NO), me dejé caer por ella. El terreno era empinado pero muy regular y firme, así que el descenso fue raudo, hasta alcanzar un cuenco rodeado de peñas al pie de la rampa. Allí, viré ligeramente a la izquierda siguiendo el arroyo.

La pendiente disminuyó y me encontré con un denso brezal, afortunadamente cortado por una amplia y confortable traza.

Al otro lado, salí a una pradera desde la que se puede ver una bonita perspectiva de la vertiente noroccidental de la montaña, por donde había transcurrido la bajada. Bordeando este rellano, pasa...

... la pista que va del santuario a Fuentes de Peñacorada; la misma por donde inicié la excursión y que me devolvería al lugar de partida. La tomé a la derecha (N) y fui rodeando, en suave ascenso, la vertiente del monte, que está defendido aquí por una serie de peñas.

Esa última subida me dejó en el collado de El Campurrial, que separa la cresta de Peña Villa de la Corada. Volviéndome, me despedí de su vertiente oeste, donde destacaba espectacular, sobre la suavidad del valle, una de las peñas anónimas, que acababa de rodear.

Pasando al este, continué faldeando la montaña, pasando ahora bajo el crestón rocoso de la estribación norte; aquél que había subido para comenzar la verdadera ascensión tras dejar la pista. En éstas, el cielo comenzó a cubrirse y la nieve y el viento arreciaron. Pero, total, estaba ya en la recta final. Pronto alcancé el lugar en que me había apartado del camino y no tardé en...

... tener a la vista el santuario, que alcancé a la una y media, sin que el tiempo hubiera llegado a estropearse del todo. Me nevaría de firme luego, durante el regreso a casa en coche, pero eso no pertenece a esta historia.

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