Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ésta es una
ruta clásica para ascender al punto más alto de la Pedriza. No es demasiado
larga ni se mete por sitios demasiado complejos o difíciles pero pasa por una
considerable variedad de entornos pedriceros, de modo que su recorrido es un
buen compendio de la zona. De ahí que sea tan popular... relativamente: por
encima del Llano del Peluca, lo habitual es no cruzarse con mucha gente y,
entre el vado y el Collado de la Ventana, aún serán menos habituales los
encuentros. Pero en la Autopista iremos siempre integrados en una romería. Un
consejo relacionado con esto: madrugar, pues el cupo de vehículos suele
llenarse pronto en los días de regulación.
RELATO GRÁFICO:
Los
riscos de la Pedriza brillaban al sol tempranero, que iba inundando
parsimoniosamente el cóncavo bajo Las Torres.
Tras
aparcar, en Canto Cochino, a las ocho y media crucé el puentecillo sobre el
Manzanares de donde arranca la Autopista de la Pedriza, ancho camino que
remonta el Arroyo de la Dehesilla por su vertiente derecha. La mayor parte del
tiempo, la ruta transcurre bastante separada del agua, entre hermosos pinos y algún
canto. Suele estar muy concurrido, pues esta vereda es parte de varias de las
rutas más populares de la zona. En puridad, la Autopista se llama así sólo
hasta el Llano del Peluca, donde un puentecillo sale a la derecha y cruza el
torrente para dar acceso a dicho lugar, en el que se asienta el Refugio Giner,
único guardado de La Pedriza (y del Guadarrama).
Yo dejé
de lado la pasarela y continué recto, siguiendo las marcas blancas y amarillas
del PR-M2, que remontan ahora otro arroyo: el de la Ventana. Algún claro entre
los pinos me dejaba ver, de vez en cuando, los riscos que me dominaban; por
ejemplo, el Pájaro, cuya cara oeste alzaba al otro lado del barranco.
No tardé
en llegar a un lugar en que, por primera vez desde el inicio, la senda toca el
agua. Abandoné entonces el camino por la derecha (E) para vadear el torrente
por unos troncos y tomar otra senda, más estrecha que el PR pero igualmente
clara, que remonta la vertiente opuesta.
Tras un
par de lazadas y alguna diagonal bastante tendida, pasé junto a un peñasco,
llamativo por su tamaño, incluso en La Pedriza. Merece la pena separarse aquí
unos metros del camino para asomarse al cauce y ver cómo llegan las aguas del
Arroyo de los Poyos, despeñándose por unas cascadas escalonadas, no muy grandes
pero bonitas.
De vuelta
en el camino, que nunca se empina demasiado y es cómodo de recorrer, tardé un
rato hasta que los árboles fueron clareando, de modo que dejaran ver los riscos
de alrededor. Lo primero a destacar, el grupo que forman las Damas y el
Cocodrilo, que están entre las agujas más altivas de la Pedriza.
Al otro
lado, al sur, cierra el Arroyo de la Ventana otro risco, menos puntiagudo pero
con su propia belleza: las Dos Torres, rematadas por una afilada arista.
El
terreno se fue despejando, cambiando los pinos por hierba salpicada de rocas,
al irme acercando al Collado de la Ventana. Sin llegar a alcanzarlo, dejé el
camino por la izquierda (NO), dirigiéndome directamente hacia el impresionante
roquedo del Cancho de la Ventana para encontrar otra senda balizada: la Senda
Termes o PR-M1, que tomé a la izquierda (O).
El
caminillo me hizo cruzar una estrecha banda de pinos antes de llevarme a un
rellano, al fondo del cuál veía un amplio hueco en la cresta rocosa que baja
del Cerro de los Hoyos a Las Damas. Es el llamado Collado de la U, que da paso
al...
...
Callejón de las Abejas. El camino gira a la derecha antes de llegar a él para
seguir la cresta de la Pedriza pero merece la pena dejar la senda y seguir
recto (O) unos metros en la curva, para asomarse a esa horcada y admirar, a
través del hueco, la pared sombría del Risco de la Nieve dominando la Aguja del
Sultán, entre otros canchos anónimos y con el fondo de la Maliciosa y parte de
la Cuerda Larga, más allá de la de Las Milaneras.
De vuelta
en la senda, la misma me llevó a cruzar un portillo entrar en una empinada y
estrecha canal de bloques, en la que hube de trepar (I) durante una treintena
de metros, incluyendo el paso bajo uno de los cantos...
... bajo el
impresionante Puro.
El
sendero emprende luego una suave diagonal ascendente bajo el Collado de los
Hoyos, para ir directamente hacia La Esfinge y rodearla por su base.
Contorneando
ese risco, dejé a la izquierda la canal del mismo nombre, rocosa y desolada en
contraste con el denso verdor del Circo de la Pedriza.
Al
frente, aparecieron de nuevo Las Torres, que llevaban un tiempo ocultas, más
allá de la figura triangular del Risco del Ventanillo. El aspecto del terreno
que me separaba de la cumbre es caótico pero...
... la
senda está tan bien trazada que, a base de vueltas y revueltas, se atraviesa
prácticamente sin dificultad. Al paso por el Ventanillo, el entorno se llenó de
fantásticos pináculos y la senda ganó la cuerda por un momento.
Una breve
subida me llevó a continuación al Comedor Termes, panorámico rellano situado
bajo la cara meridional de Las Torres. De allí arranca a la derecha una segunda
cuesta que conduce a otro rellano más alto, éste...
... árido
hasta lo lunar, al pie de los Canchos de los Gavilanes, que son como la
continuación de Las Torres a oriente: incluso guardan con ellas un curioso
paralelismo en su ligera inclinación al sureste. Allí, alcancé de nuevo la
cresta de la Pedriza en una ancha depresión entre dos riscos, donde la senda
pasa a la vertiente norte y gira a la izquierda para avanzar al oeste.
Yo la
dejé en ese punto para acercarme a la base del risco anónimo que se erguía a mi
izquierda (S), y que vendría a ser una quinta Torre, aunque oficialmente son
cuatro... Remonté una corta pendiente de matorral rastrero y piedras, sin senda
pero despejada y cómoda, hasta la roca misma, donde giré a la derecha (SO) para
seguir una repisa y rodear el cancho. Al doblar el morro, remonté a la
izquierda (S) una breve canal pedregosa, saliendo a...
... la
horcada previa a la Cuarta Torre, en cuya base parece apoyarse un curioso
peñasco llamado El Dedo de Dios. Salí de la horcada manteniendo cota,
atravesando la base del cancho por terreno más movido, donde tuve que apoyar
ocasionalmente las manos pero sin llegar a trepar.
Al entrar
en la siguiente canal, más ancha y tendida que la anterior, giré de nuevo a la
izquierda para subir por ella. Sin llegar a la horcada, me acerqué al risco de
la derecha, que ya es la Tercera y más alta de Las Torres y comencé a trepar
aupándome a una repisa que recorrí a la izquierda para salir por una fisura que
gana unos 10 m en diagonal a la derecha (II).
La
trepada se prolonga otros 15 m, alternando pequeñas repisas con placas de
mediana inclinación, siempre recorridas por oportunas fisuras o canalones
llenos de apoyos, que facilitan la trepa (II). Además, un par o tres de hitos
hábilmente colocados resuelven las pocas dudas que pudiera haber.
Sólo el
paso final, de unos tres metros, es más empinado, al superar un bloque de
flancos verticales pero lleno de apoyos (II).
A la una,
llegué a lo más alto de Las Torres de la Pedriza, con un tiempo espléndido, el
sol brillando en el cielo despejado, pero con el calor atemperado por una brisa
fresca que barría la cercana Cuerda Larga. A mis pies, la Pedriza caía hasta
Canto Cochino, los pinos invadiendo todo lo que no sea roca.
Al otro
lado, por encima de la enorme llambria meridional de la Segunda Torre, veía la
Maliciosa y las Cabezas de Hierro, aún pintadas por la nieve y, más a la
derecha...
... el
puntiagudo Alto de Matasanos, donde la Pedriza se engarza al cordal.
Al este,
llama la atención la curiosa simetría, ya mencionada, de la Cuarta Torre y los
Canchos de los Gavilanes. Al cabo de media hora, destrepé más o menos por el
mismo sitio por donde había subido a la cima. Guiado por un hito, me desvié a
la izquierda para descender la placa más baja, saliendo de la roca...
... un
poco por debajo de aquella repisa por donde empecé la trepada; ciertamente,
encontré este trazado, si no más fácil, más cómodo que la subida que conocía.
Luego, bajé la canal entre las torres 3ª y 4ª hasta dar con la Senda Termes,
que tomé a la izquierda (SO) para rodear los canchos por su base.
Pasada la
Primera Torre, una bajada algo más intensa me condujo a una gran depresión en
la cresta, que además se ensancha. Una auténtica explanada abierta entre la
Peña del Rayo, apéndice occidental de Las Torres, y Cancho Centeno, ya en la
Cuerda de las Milaneras. Llegaba al Collado del Miradero, donde comenzaría la
verdadera bajada. Allí, la Senda Termes se cruza con el PR-M2, que atraviesa,
prácticamente por su eje, todo el circo de la Pedriza Posterior. Girando a la
izquierda (SE), tomé este último sendero para...
... bajar
hacia el pinar por la vaguada meridional, frente al característico risco de La
Bota, que surge solitario del bosque. El inicio del descenso es empinado pero
el camino es magnífico y facilita el paso entre pinos y peñascos. No tardé
mucho en alcanzar...
... un
primer rellano, Prado Poyo (con Y; nada que ver con las gallinas), donde nace
el arroyo junto a cuyo curso bajaría a partir de aquí.
Tras una
nueva bajada empinada, segundo rellano: Los Llanos, donde el entorno se vuelve
realmente plácido y los pinitos bajo los que había caminado dieron paso a
hermosos ejemplares de tronco recto y considerable altura. En las bajadas entre
rellanos, crucé canchos rocosos pero sin llegar nunca a tener que destrepar.
Salía entonces de los árboles y podía ver los riscos que me rodeaban.
El más
bajo de los escalones son Los Llanillos, que lo alcancé en un hueco del pinar, donde
hay un buen panorama de la vertiente que quedaba atrás.
También,
al este, del Pájaro, Cancho Butrón, los Guerreros y otros riscos de menos fama.
Poco
después volvía a entrar en el bosque y el final de la bajada se anunció por
otro característico lugar: el cruce perpendicular de este camino con la llamada
senda del Icona, que traza la cuerda del arco de la Pedriza Posterior. A partir
de él, la pendiente se atenúa y pueden relajarse definitivamente las piernas,
para disfrutar del entorno. Tras dejar atrás el vado donde me desvié del camino
esa mañana, alcancé el Llano del Peluca, donde me incorporé a La Autopista para
continuar el descenso. Este tramo, siempre masificado y trivial en apariencia,
también guarda parajes curiosos, si se sabe mirar.
Llegué a
las tres y media a Canto Cochino y me despedí de Las Torres, que aparecían
ahora sombrías bajo las nubes, que se cerraban sobre las crestas, preparando
una buena tormenta vespertina.
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