Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Excursión
reposada, con cierto desnivel, que combina el paso por bonitos parajes y un
panorámico cresteo, desde el que se domina buena parte del sector oriental del
Guadarrama. Sólo se echa en falta que incluyera una cumbre de más fuste; una
solución es subir a Peñalara, pero luego el regreso a La Granja puede hacerse algo
largo.
En lo que toca a aspectos
prácticos, se podría bajar del Puerto de los Neveros sin dejar el PR-15, pero
la excursión se alarga y se pierde el descenso del Arroyo del Cañón que es, en
mi opinión, uno de los tramos más bonitos del retorno. Por otra parte, aunque
el terreno se puede calificar de apacible, no hay que olvidar que subiremos a
más de 2.000 metros y a una cresta que cae directamente a la submeseta norte:
aquí siempre hace viento y, a veces, mucho.
RELATO GRÁFICO:
A las
nueve y media de una mañana luminosa aunque fresca, dejé La Granja por el ancho
camino de tierra que sale del aparcamiento frente a la Puerta del Molinillo y
que, señalado por marcas de pintura amarilla y blanca, se dirige directo a la
sierra. Al principio, el carril avanza por terreno despejado, paralelo al muro
nororiental de los jardines del palacio. Enseguida, hace una curva a la
izquierda y se mete entre unos árboles, momento en que lo dejé por la izquierda
(E), atravesando una cancela que da paso a una urbanización.
Estaba en
una calle entre chalets, llamada Camino de Fuente Infantes... bueno, en
realidad me dirigía a la Fuente del Infante, sólo de uno de ellos, no sé
cuál... Pero, en todo caso, recorrí la vía hasta su final, mientras veía asomar
la cresta de la sierra sobre los tejados.
Al dejar
atrás las últimas casas, un cartel me indicó que girara a la izquierda (NE),
momento en que comenzó la subida de verdad: la pendiente se hizo intensa ya en
el último tramo de acera y asfalto, apareciendo enseguida, a mi espalda, el Montón de Trigo y la Mujer Muerta sobre los árboles del parque del palacio. Y esa cuesta se mantendría un largo rato, que, por algo, se llama así el Reventón.
A partir
de una cancela, el camino es de tierra y se interna en un pinar poco denso que
remonta en lazadas. Los árboles clareaban cuando desemboqué en una pista de
piso aún mejor, que tomé a la izquierda (S) para proseguir la subida.
El
terreno se despejó del todo cuando alcancé el lomo del Poyo Judío, desde donde
dominaba el vallecito gráficamente llamado El Hueco, verde y soleado bajo la
Atalaya. Ésta es una altura secundaria, vértice geodésico que, ahora que caigo,
no he subido y que, con ese nombre, debe merecer una visita.
Volviendo
a la ruta, al ir por lo alto de una loma llegaba a ver de nuevo la cresta de la
sierra; concretamente, el Alto del Morete, primero de los dos picos secundarios
que visitaría. Su vertiente septentrional estaba punteada de nieve. Al
acercarse a su base, el camino cambia de dirección a la izquierda, para avanzar
en diagonal hacia el Puerto del Reventón.
A estas
alturas, mirando atrás, podía ver bajo Siete Picos, el Montón de Trigo y la
Mujer Muerta, los distintos tonos de los pinares, robledales y prados de
Valsaín.
Alcancé
entonces el primer hito de la ruta: la Fuente del Infante, con su cabaña ya
centenaria. Asentada en un pequeño prado, el lugar pide hacer un alto antes de
acometer la subida final a la cresta y así lo hice.
Poco más
adelante, la pista gira a la derecha para encarar la vaguada septentrional del
Puerto del Reventón. Poco después, acaba y se prolonga por una senda más
estrecha, que serpentea entre el matorral. Aunque en algún punto está poco
clara, los hitos ayudan a no perderla y, en todo caso, yendo junto a un muro de
piedras, no tiene pérdida.
La subida
es suave, quizá el tramo menos empinado desde el comienzo, y merece la pena
volverse para ver la meseta perderse en el infinito, más allá del rellano herboso
que se recorre, hacia los 1.900 m, buena parte de la cara norte de este cordal.
En el
Puerto del Reventón, lo primero que aparece al otro lado es el extremo oriental
de la Cuerda Larga, donde destaca la silueta característica de la Najarra. En
la horcada se yergue una vieja pilastra, última que queda de las que señalaban
el camino de Rascafría a La Granja. Una inscripción recuerda a José Ibáñez
Marín, presidente de la Sociedad Militar de Excursiones, por cuya iniciativa se
balizó y se construyeron tres refugios a lo largo de la ruta, de los que sólo
queda el de la Fuente del Infante, en 1905. Continué a la derecha (SO) por el
cordal, que es...
... un
amplísimo lomo que asciende suavemente, cubierto de hierba y un matorral más
bien canijo y disperso que no estorba el paso. Al acercarme a las rocas que
coronan una primera prominencia anónima, asomó...
... sobre
ellas Peñalara, cumbre de la Sierra de Guadarrama, que presentaba un aspecto
magnífico, con la nieve interrumpida sólo en la roca vertical de los riscos de
los Claveles y los Pájaros.
Volviéndome
desde ese mismo lugar, podía ver la cresta de la sierra alargarse al nordeste,
por el Pico del Nevero, hacia Somosierra. Destacaba la buena perspectiva de los
sucesivos espolones que marcan los Hoyos de la Sierra, el otro conjunto de
circos glaciares, más solitario y desconocido que el de Peñalara.
Siguiendo
el cordal, tras perder unos metros, otra subida similar a la primera me dejó en
el Alto del Morete, pico secundario que presenta la máxima prominencia en el
tramo de cresta que estaba recorriendo, a pesar de no ser la mayor altitud.
Esta cima está invadida de viejos parapetos y trincheras de la guerra que, si
son habituales en todo el cordal, se hayan aquí en una notable densidad. Desde
este pico, destaca la vista del gran cóncavo de Valsaín bajo Peñalara. Hacía
años, casi diez, que no recorría este tramo concreto de cordal y, si bien
recordaba vistas amplias y bonitas, me estaba sorprendiendo: algunos parajes
muestran su mejor ángulo desde estos modestos altos.
Tras una
breve parada, continué el cordal, que gira ahora al sureste, camino de una
elevación aún más modesta: el Alto de los Poyales. Tras otro giro de la cresta,
que se vuelve a orientar al suroeste, y una nueva bajada, emprendí...
... la
subida a la cúspide de la jornada, el Alto de los Neveros, cuyo modesto cancho
cimero destacaba contra el fondo blanco de Peñalara. Para hacer más cómoda la
subida, me desvié a la izquierda de la cresta; es decir, por...
... la
vertiente del Lozoya, donde persistía un nevero consistente. No es tan raro en
la Sierra de Guadarrama que la nieve aguante mejor en cara sureste que
noroeste: el viento pega muy duro cuando llega de la Meseta.
Hacia la
una cuarto, hice cumbre en el Alto de los Neveros, donde se estaba bastante
bien al sol, a condición de resguardarse del viento que había ido levantándose.
En este pico, hay una curiosa señal (a lo largo de esta ruta, se puede ver la
misma marca en el Morete): se trata de una especie de “X” flanqueada por una R
y una G, talladas en un canto y resaltadas en rojo. Señala el límite de
términos y, obviamente, las letras corresponden a Rascafría y La Granja. No he
conseguido saber cuándo fueron grabadas pero, por referencias escritas, ya
estaban en los últimos años del siglo XIX.

Si me
volvía, veía la Sierra de Guadarrama alargarse hacia Somosierra hasta perderse
de vista. Del Puerto de Cotos al de Navafría hay 22 km; de éste al de
Somosierra, 26... ¿Por qué llamaron Cuerda Larga al tramo de Navacerrada a la
Morcuera, que no llega a los 15? ¿Misterios de la montaña? ¿Fina ironía? O,
quizá simplemente porque sólo bautizaron la que se ve desde Madrid. La cosa es
que se veía magnífica esa otra cuerda, la más larga, que separa la meseta y el
Valle del Lozoya.
Al cabo
de unos 40 minutos en la cumbre, emprendí el regreso, dejándome caer por la
suave pendiente al este, hacia el anchísimo collado abierto al pie de Peñalara.
Al irme
acercando, comencé a ver con más detalle el abrupto Cerro de los Claveles;
sobre el mismo y aledaños, transitaba una buena cantidad de montañeros.
En el
Puerto de los Neveros, un viejo cartel de madera, reseca y carcomida por las
inclemencias, todavía indicaba el camino a La Granja: se trata de girar a la
derecha (O) para descender por la vertiente derecha de la vaguada, ancha y de
moderada pendiente.
Por ese
lado, un sendero señalado corta la retama. Había viejas marcas de PR, la
mayoría apenas visibles. De todas formas, también hay algunos hitos y el trazo
está bastante definido. Al poco, fueron apareciendo cortes en la nieve
acumulada en el barranquillo, dejando ver correr el agua, lo que formaba
bonitos cuadros.
Por encima,
el ángulo con que se mostraba Peñalara iba cambiando paulatinamente, mientras
que, al frente, iba...
... poco
a poco asomando La Granja, más allá del característico cono verde del Moño de
la Tía Andrea.
Perdí las
panorámicas al entrar en el pinar, donde el camino se ensancha. Bajo los
árboles, la umbría había mantenido la nieve bastante espesa; afortunadamente,
una buena huella me evitó hundirme más de la cuenta. Al ratito, los árboles se
abrieron en el Raso del Pino, soleada pradera afeada por una peculiar
instalación de artefactos cilíndricos y una antena central, que nunca he sabido
para qué sirve. El camino que sale por el otro lado es ya una pista; en pocos
minutos, desemboqué en otra.
Aquí dejé
el PR-15 para hacer una bajada más directa; para ello, salí del cruce por el
lado opuesto a por donde había llegado, tomando una senda más estrecha (ésta) que
desciende por la ribera izquierda del Arroyo del Cañón.
Éste
desemboca en el de los Carneros en el Vado de Oquendo, donde un puentecillo de
madera me permitió cruzar en seco. Al otro lado, tomé una pista que se dirige
al noroeste entre grandes árboles, llevando primero a la izquierda y luego a la
derecha el profundo surco del barranco.
Pasé al
rato junto a la Fuente del Chochete, que mana bajo un voladizo de roca, y a los
pocos metros dejé el carril para tomar una senda que desciende a la derecha
(NO). La misma se volvió borrosa al poco, destrozada por trabajos de tala;
siguiendo recto pendiente abajo por la ladera, de inclinación moderada y
despejada bajo los pinos, enseguida me cortó el paso un camino: reencontraba el
PR-15. Lo tomé a la derecha (NE) y me condujo en minutos a un vado sobre el
Arroyo de los Carneros.

Al otro lado,
la vereda, muy clara, remonta la vertiente para salir a la parte superior de la
loma de la Mesilla Baja, que atravesé para entrar en otro barranco, el del
Morete. Tras cruzarlo por otro vado preparado, la senda me condujo a través de
El Esquinazo, desde donde se puede ver ya La Granja muy cerca. Luego, me acercó
a la tapia que limita los jardines del palacio y, tras cruzar una cancela, me
llevó junto a la misma en una bajada que me dejó, antes de las cuatro de la
tarde, en el punto de salida.
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