Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ese día tenía
previsto subir la Buitrera de Ayllón, pero una carretera cortada a causa de un triatlón
me obligó a cambiar de planes. ¿Dónde ir desde Riaza que sea corto, me apetezca
y haga tiempo que no subo? Pues al Nevero, que es, además, cumbre accesible,
panorámica y a mano.
Éste del Nevero es un pico
romo. O eso parece. La mayoría de los que suben lo hacen siguiendo el cordal
desde el Puerto de Navafría, con pequeñas variantes. Una minoría más aventurera
llega al Hoyo de Pinilla y remonta una de las dos lomas que lo limitan. Incluso
hay quien arranca desde alguna localidad del Valle de Lozoya, más de mil metros
más abajo... En todo caso, siempre caminando por terreno más bien suave. Yo me
iba a decantar por la segunda opción pero, al entrar en el circo y ante la cara
SE, con el recuerdo de su ascensión invernal en mi interior visita, no resistí
la tentación de ir a conocer su roca libre de hielos. Y no me decepcionó: el
itinerario es divertido y razonablemente directo para acometerse sin cuerda.
Sé que hay quien viene aquí
a escalar y encuentra pasos de IV grado forzando la línea de ascensión. Se
trata de acometer directamente las placas que yo fui bordeando por la derecha. Mi
subida, original hasta donde sé, es un corto itinerario alpino que mucho
montañeros acostumbrados a trepar podrán superar sin encordarse y, por otra
parte, no deja de seguir líneas naturales; primero, el borde de las grandes
placas, con su sucesión de repisas y pequeños diedros; luego, al final, la
chimenea vertical de la salida. Aunque de menos interés deportivo, no deja de
ser bonita y adecuada para simples trepariscos.
RELATO GRÁFICO:
A las
diez y media de la mañana estaba yo saliendo del aparcamiento de Las Lagunillas
tras el fiasco de Riaza. Tomé una senda que sale al oeste del fondo del aparcamiento,
cruzando una cancela. Enseguida, seguí por la derecha en una bifurcación, como
indicaban unos hitos. Ganaba altura en diagonal muy poco a poco a la sombra de
los pinos.
Al paso
por algún claro, podía ver a mi izquierda el valle del Lozoya, bajo las alturas
de la Cuerda Larga y los modestos (y desconocidos) Altos del Hontanar... un día
tengo que ir allí. El día era claro pero con nubes altas recorriendo el cielo y
un viento fresco que bajaba la temperatura: no parecía que estuviéramos a punto
de terminar julio.
Los
árboles fueron haciéndose más bajos, hasta que salí a una ladera cubierta de
matorral. Alzando la vista a la derecha, veía la cresta de la sierra sobre el
Hoyo Grande, el más oriental de los pequeños circos que forma el sistema
periglaciar de los Hoyos de la Sierra. La senda que seguía es cómoda y se
adapta bien al terreno, de modo que ganaba altitud casi sin sentir.
Al cruzar
una loma secundaria, apareció la Peña del Cuervo, llamativa roca gris que pone
una nota bravía en la verde suavidad dominante. Más allá, asomaron también las
cumbres que rodean la cabecera del Lozoya, con Peñalara conservando aún algunos
neveros.
En lo
alto de la peña, hay un mirador y merece la pena gastar un minuto en desviarse
de la ruta para gozar de unas buenas perspectivas tanto de...
... la
ladera que se está recorriendo, como del...
... Valle
del Lozoya.
Tras
cruzar el Arroyo del Hornillo y el enésimo contrafuerte, empecé a vislumbrar la
cima del Nevero, asomando sobre una última loma. Al coronarla, giré a la
derecha (NO), para...
... remontar
lo que debió ser la morrena frontal del glaciar que ocupaba el actual Hoyo de
Pinilla.
Caminaba
ahora por una traza más precaria, pero guiado por abundantes hitos, a través de
un terreno cómodo de matorral disperso. Tampoco la pendiente, siendo mayor que
durante la travesía de la ladera, era excesiva.
Al llegar
a lo alto de la morrena, apareció ante mí uno de los dos minúsculos estanques
que aloja el circo, a los pies de la cara sureste del Nevero. Iba a seguir a la
izquierda para remontar el lomo que cierra el cóncavo por el oeste pero,
entonces, me fijé en que el itinerario que pocos años antes había seguido con
nieve, parecía factible también en seco, si...
... me
ceñía a una serie de repisas que trazaban, bajo la cumbre, una diagonal ascendente
a la derecha.
Dicho y
hecho, rodeé el estanque por la izquierda y me dirigí al centro de la cara SE,
remontando una pedrera.
Estaba
unos 80 metros por debajo de la cumbre cuando llegué a la roca. El inicio de la
trepada transcurre por unas estrechas repisas herbosas (I) que suben en
diagonal hasta una terraza más ancha unos 15 m más arriba.
La vista
atrás era vertiginosa ya desde el primer momento.
Recorrí
unos pocos metros en horizontal a la derecha, rodeando un saliente, hasta dar
con una buena continuación. Se trata de un tramo de unos 20 m de roca más
empinada pero llena de buenos apoyos (II) y calidad razonablemente buena.
Además, el paso tiene un descanso, en forma de plataforma suficiente para estar
de pie, hacia la mitad.
Tras otra
terraza, viene la parte más difícil: otro tramo similar pero más empinado, casi
vertical, y con presas menos abundantes. Superé primero un diedro abierto de
unos cinco metros (II+) y luego, tras la plataforma de rigor, una chimenea
herbosa de unos ocho (II+). A partir de ahí, la grieta se prolonga por terreno
más tendido, yendo hacia la derecha de la punta que veía desde abajo.
Pero no
la seguí: superados un par de metros, se abrió a mi izquierda otra chimenea más
vertical pero fácil (I+), por la que trepé unos seis metros. Me encontré
entonces en un lomo de roca, en lo alto del cual había un bloque, ya sin
dificultad.
A mi
derecha, podía ver ya el lomo del cordal casi a mi altura.
Antes de
seguir, me volví para echar un vistazo al fondo del circo, donde los estanques
brillaban en medio de una hierba llamativamente fresca en medio de la aridez.
Tras la
superación final, me encontré con el punto más alto de la amplia cumbre del
Nevero apenas quince metros delante de mí.
..
mejores perspectivas. Había hecho cumbre a las doce menos cuarto y no permanecí
mucho allí: apenas veinte minutos, contando los paseos para asomarme a los
bordes de la convexa meseta cimera y recrearme en la vista...
... del
Valle de Lozoya y de...
... los
perfiles de Ayllón contra un cielo claro, más gris que azul.
Para
regresar, comencé por seguir el cordal al nordeste.
Al
alejarme de la cima, comencé a ver la vertiente por donde había subido, más
impresionante aún desde aquí que de frente. Entonces pensé en regresar, en vez
de por el Puerto de Navafría como había pensado, bajando de nuevo al fondo del
Hoyo de Pinilla.
Para ello,
cuando llegué a la altura del lomo oriental del Hoyo de Pinilla, giré a la
derecha (SE) y descendí por el mismo. No había traza, o yo al menos no la
encontré, pero daba igual: el terreno era cómodo para caminar.
Estaba ya
bastante abajo, cuando me fijé en que había gente en la punta visible más alta:
buena ocasión para una foto con referencia y, de paso, despedirme de la cumbre.
No tardé
mucho en llegar al lugar donde antes había cruzado la cerca, reencontrando el
camino de la ida.
Tomándolo
a la izquierda (NE), volví por el mismo a Las Lagunillas, donde estaba a la una
de la tarde, sin más sobresaltos.
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