Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Hermosísima
ascensión, al alcance de la mayoría de montañeros. Quizá habría que reservar la
loma de la Carena para bajar, pues merece la pena contemplar sus vistas más
relajados, pero en este sentido la hice.
Respecto a las pequeñas
dificultades para encaramarse a ésta, si se sube por el Barranc de Port Vell
hasta el siguiente rellano, se puede
subir por una pedrera atravesada por traza señalada con hitos, que vi desde arriba.
Así se elimina prácticamente toda dificultad pero, la impresión que me da, es
que es a costa de recorrer terreno más incómodo, aparte de perderse un tramo de
loma.
Por último, si bien yo
salí del refugio, puede hacerse también esta ruta partiendo directamente del
aparcamiento de La Molinassa, sin alargar apenas el recorrido.
RELATO GRÁFICO:
Tras las
intensas lluvias del día anterior, el cielo amaneció despejado. Acostumbrado a
los madrugones tras una semana de ascensiones, estaba saliendo por la puerta
del Refugi de Vall Ferrera a las siete menos cuarto de la mañana para...
...
remontar el Barranc d’Areste por el camino que recorre su vertiente derecha,
bastante elevado sobre el cauce. Tramo común a las rutas normales de la mayoría
de las cumbres del macizo, su traza amplia corta el pinar en un ascenso
empinado pero confortable, hasta que se divide hacia la cota 2.000. Yo tomé la
senda de la derecha (NO), que sigue por el barranco y que, según un letrero, es
el camino a la Pica Roja.
Como los
árboles empezaban a clarear, pude ver la otra vertiente, donde un pasillo
herboso corta arbolado y roquedo, definiendo una subida empinada pero carente
de obstáculos. Los mapas antiguos de la Editorial Alpina marcan por allí una
ruta a la Carena de Pica Roja. No parece haber senda pero la subida tampoco
parece mala, aunque posiblemente el problema principal resida en cruzar el
torrente a la altura del refugio.
El camino
se hizo precario a partir de la bifurcación y, aunque marcado con hitos, hube
de poner atención para no perder ruta en las zonas rocosas. Otras veces, la
vegetación se adensaba en torno al sendero hasta hacer agobiante el paso.
Dejé
atrás el bosque en la Pleta d'Areste, donde desemboca, en el torrente del mismo
nombre, el del Port Vell. Debía remontar ahora ese último y, para ello, lo
primero era cruzar el cauce. Me encontré con que el puente que había bajo la
confluencia estaba caído y partido en dos; no permitía siquiera un vadeo
precario. Además, las aguas bajaban crecidas y rápidas, así que, como manda la
lógica, continué remontando el cauce hasta estar por encima de la unión de
aguas.

Allí, si
bien el caudal era menor, el terreno se empinaba y ésta se precipitaba con más
fuerza. Sin encontrar buen vado, llegué a una serie de pequeñas cascadas que se
precipitaban entre dos paredes de roca; no podía seguir sin separarme del cauce
y eso no interesaba. Volviéndome entonces, vi, por fin, una buena posibilidad:
justo por debajo de la confluencia, el cauce se ensanchaba en una curva y
sobresalían bloques e incluso un minúsculo islote donde crecía un pino. Volví
allá y conseguí cruzar mojándome sólo un pie, y poco.
Tras
ello, remonté el Barranc del Port Vell por los prados de su vertiente
izquierda, caminando a la sombra, aunque...
... el
sol comenzaba ya a iluminar las crestas.
Tras un
estrechamiento del barranco, llegué a...
... un
rellano, desde el que se ve ya la Pica Roja y la Carena cayendo suavemente a la
derecha, hasta...
... un
collado situado a mi altura. Me dirigí hacia el mismo (SO), siguiendo un trazo
que atravesaba en diagonal la suave ladera.
Al
asomarme al otro lado, apareció al oeste, entre el Monteixo y los Tres Pics, bajo
las crestas del Pirineo Central en el último horizonte, la Vall Ferrera.
Atrás
quedaba el barranco del Port Vell, con su circo cabecero dominado por la Pica
Roja.
Para
remontar la Carena de Pica Roja, salí del collado hacia el sureste, superando
primero una breve pendiente de pasto, que me dejó al pie del roquedo. Los
primeros metros del mismo eran bastante inclinados y apenas si hube de usar las
manos pero luego se fue empinando hasta alcanzar casi la verticalidad en un
muro de unos 6 m, con apoyos grandes pero algo separados (I).
Vino
luego un breve rellano y un segundo resalte, éste de unos 12 m y ligeramente
más difícil pero sin complicaciones (II). Quizá lo podía haber evitado por los
lados, pero no me pareció que mereciera la pena.
A partir
de ahí, la roca deja de cubrir todo el ancho del lomo y, además de tenderse, se
mezcla con prado y pedreras. Caminando, superé un tramo todavía de intensa pendiente
hasta pasar una discontinuidad y...
...
encontrarme ante una loma herbosa, ancha y suave. Estaba a 2.400 m de altitud
y, por tanto, me faltaban unos 500 para cumbre.
Esa
subida fue un verdadero paseo, por pendientes más que llevaderas y terreno
cómodo. A la derecha, veía la Sierra del Monteixo y el Pirineo Central a lo
lejos, mientras que...
... a la
izquierda llevaba la vertiente de Areste, dominada por los picos vecinos del
Macizo de Estats, entre los que pronto irían asomando las cumbres mayores.
Pasado un
trecho, la loma se estrechaba algo pero sin llegar a ser nunca incómoda ni
aérea. Vi, por entonces, unos hitos señalando una traza poco marcada que subía
del Barranco de Port Vell por una pedrera; parecía salir de un rellano más
arriba de donde había dejado yo el barranco; posiblemente, esta subida carezca
de la mínima dificultad que tuve que afrontar pero, a cambio, el terreno parece
más incómodo.
A mi
derecha, al haberme desplazado, pude ver en detalle la cresta entre el Gerri y
el Norís: un día debo recorrerla.
Poco más
arriba, ya veía todo el circo de Baiau.
Al otro
lado, el Sotllo y la Pica de Estats se habían descubierto sobre las crestas
cercanas.
La
cercanía de la cima se anunció al tenderse y ensancharse aún más el lomo en sus
últimos cien metros, además de que...
... por
encima de la cresta de Lavans, asomaban ya montañas andorranas: Medacorba, Roca
Entrevessada, Coma Pedrosa, etc.
Llegué a
la cumbre de la Pica Roja pasadas las diez y media de la mañana. Mirando atrás,
sobre la Carena y más allá del Monteixo y la Vall Ferrera, el horizonte se
llenaba con las crestas más altas del Pirineo:...
... además
del Macizo de la Maladeta, el del Perdiguero mostraba abundantes nieves. Más
lejos, llegaba incluso a distinguir una borrosa mancha pálida que bien podía
ser Néouvielle.
Mientras
a un lado el resto del Macizo de Estats se mostraba ya al completo, cresta
sobre cresta, al otro,...
... sobre
el valle francés de Soulcem, veía el grupo de Tristaina, con el Pic de l’Étang
Fourcat como cumbre más destacada, mientras que, en una segunda línea, se elevaba
el Pic du Port. Para ver mejor esa zona, me acerqué a la antecima septentrional
e incluso bajé unos metros por la arista que sube del Port Vell.
Desde
allí, tenía también una bella perspectiva de la Carena de Pica Roja, casi de
perfil, bajo la Sierra del Monteixo.
Se estaba
tan bien en la cima, que me demoré casi hora y media: hasta las doce no comencé
el descenso por la arista sureste, ancha, pedregosa y recorrida por una bien
pisada traza.
Tras un
primer tramo de mediana pendiente, la arista se empina pero la pude bajar
caminando.
Viene
luego un breve rellano, a continuación del cual...
... el
terreno se afila y torna rocoso, obligando a usar ocasionalmente las manos.
En ese
tramo, me encontré las dos únicas personas que vi todo el día: una pareja que
contemplaba, desde un pequeño hombro, las salvajes vertientes del Medacorba.
Al final
de la zona afilada, para subir a la última prominencia, está el paso menos
fácil de la arista: una cuchilla de roca llena de apoyos (I) que casi podía
haber pasado caminando.
En los
últimos cien metros previos al collado, entré en la vertiente derecha para
evitar una última punta y hacer más cómodo el descenso, siguiendo la traza.
Por el
Port de Boet, pasa la Alta Ruta Pirenaica, marcada con los trazos rojos y
blancos de los GR. Girando a la derecha, tomé su traza al oeste para descender,
primero por un terreno abierto y casi llano de prado y neveros, dejando a la
izquierda un pequeño estanque.
A mi
derecha, se elevaba la Pica Roja que, desde aquí, no se presenta muy atractiva.
Una falsa impresión, desde luego.
Más allá
del borde del rellano, la senda, cada vez más clara, me llevó a descender por
terreno empinado junto a un torrente.
Bajaba en
diagonal por una extensa ladera herbosa que, poco a poco, llegando al rellano
del Pletiu Gran, comenzó...
... a cerrarse
ligeramente en tubo.
Hay que
tener aquí un poco de atención, pues varias trazas claras se cruzan con la Alta
Ruta. Llegué a tomar una de ellas, pero pronto me di cuenta de mi error y tuve
que bajar directamente ladera abajo para volver a la buena senda.
Tras el
Pletiu Gran, una nueva bajada intensa por prado, ahora entre pinos dispersos,
me llevó hasta la Cabaña de Boet, situada al borde del llano que le da nombre y
perfectamente cerrada. Allí, atendiendo a las instrucciones de un letrero
situado junto a la pasarela que cruza un chorro secundario del Barranco de Arcalís,
giré a la derecha (N), para tomar...
... el
camino que, a través del pinar, atraviesa casi horizontal la curva del monte
para ir a salir al camino que sube al Refugi de Vall Ferrera a poco minutos de
éste. Tomándolo a la derecha, llegué al mismo hacia las dos y cuarto de la
tarde, con el calor apretando y, pese a la magnífica jornada que acababa de
vivir, la suave pena de finalizar aquí una semana en Pirineos.
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