Peña Ten (2.142)

ASCENSIÓN DESDE LA UÑA

POR LAS PEDRICES Y REGRESO POR EL VALLE DE CARCEDO

En el relativamente suave tramo de divisoria cantábrica que va del Puerto de Tarna al del Pontón, se eleva una montaña descomunal, de laderas empinadas y afilada cresta, que se curva para abrazar un circo altivo y desolado, que le da un aspecto volcánico, tan curioso como falso, cuando se la contempla desde los vecinos montes del Mampodre o Riaño. Cumbre bastante conocida, no está sin embargo considerada entre las mayores de la Cordillera, pese a su relevancia orográfica: aunque hay montañas más altas cerca, en su cima alcanza la divisoria cantábrica su máxima altitud en el tramo de más de 100 km que se extiende de Peña Ubiña al Coriscao. En resumen, una peña caliza altiva y aislada; roca pelada surgida entre bosques y prados; carácter cantábrico en su máxima expresión.

La ruta reúne, en un itinerario circular, los dos accesos más asequibles a la cumbre, por este y oeste, remontando el valle del Esla para acercarse y descendiendo luego por el de Carcedo.

Las peñas Ten y Pileñes desde el sur

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Leonesa Oriental (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Divisoria de Tarna al Pontón
  • Base de partida: La Uña (León)
ACCESO: La Uña es una población del municipio leonés de Acebedo, situada en el noreste de la provincia. La aldea se asienta a los pies de la divisoria cantábrica y es el núcleo habitado más alto del valle del Río Esla. Al llegar al pueblo, atravesarlo hacia el noreste, cruzar el puente sobre el Esla y aparcar donde la pista se bifurca dejando en medio una casa aislada: empezaremos por el ramal de la izquierda y volveremos por el de la derecha. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.191 / 2.142
  • Mi tiempo efectivo: 5h10
  • Mi tiempo total: 6h30
  • Dificultades: Muy fácil. Tramos sin camino, a veces con pendientes pronunciadas, pero que se pasan caminando.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de La Uña por la pista de la izquierda (N) de la bifurcación citada en el apartado ACCESO, la cual remonta el Valle de Carcedo por su vertiente derecha. Tras pasar unos corrales, tomar a la izquierda (NO), el camino que atraviesa la ladera sur del Rebollar hasta desembocar en el Camino de Ventaniella. Tomarlo a la derecha (NO) y seguirlo hasta La Vega, donde confluyen el Arroyo de las Corvas con el Río Esla. Salir del camino por la derecha (N) y remontar la ladera herbosa del Cantil para, una vez en lo alto de la misma, seguirla a la derecha (NE). Al topar con el resalte rocoso de las Pedrices de Peña Ten, derivar a la izquierda para superarlo por las chimeneas herbosas de su extremo occidental, entrando en un tubo que asciende en diagonal a la derecha (NE). Remontarlo y, al salir del mismo, seguir subiendo por una amplia ladera herbosa, hasta ganar la arista cimera. Girar a la izquierda (N) y seguirla hasta la Peña Ten.

Continuar el cresteo al NE hasta la anónima cota 2.082 y bajar a la derecha (SE), siguiendo un poco marcad lomo. En la segunda horcada, descender a la derecha (S) hasta el fondo del circo de La Vegadona. Continuar perdiendo altura, por terreno mixto de hierba y piedras hasta una vaguada que baja del collado SO de la Peña Ten. Tomar a la izquierda (E) la senda que la recorre y seguirla hasta que sale del tubo y deriva a la derecha para trasponer una loma. Dejar el camino en lo alto de la misma, para bajar por ella a la izquierda (E), hasta el Puerto de la Fonfría. Salir de la horcada por su vaguada derecha (S), dirigiéndose al SE para trasponer la loma que cae de Peña Mora, entrando en el Valle de Carcedo. Enseguida, encontramos el final de la pista que lo recorre y que nos llevará hasta los Campos de María, donde se toma un desvío a la derecha (SO) para regresar a La Uña.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Otra bonita ascensión cantábrica a una peña aislada y prominente, de horizonte despejado. No incluye pasajes expuestos ni trepadas pero hay que estar habituado a caminar fuera de senda. Además, la subida a la peña desde donde se deja el camino de Ventaniella supone superar más de 800 m de desnivel de fuerte pendiente sostenida. En resumen, que no se trata de una ruta difícil ni muy dura pero tampoco es trivial. Más para montañeros que para senderistas.

Si no se piensa volver por el Valle de Carcedo, se puede salir del km 10 de la carretera al bajar del Puerto de Tarna, un par de kilómetros más allá de La Uña, tomando directamente el Camino de Ventaniella en El Arenal y acortando algo la subida.

RELATO GRÁFICO:

Dejé La Uña tomando el ramal izquierdo (N) de la bifurcación ya citada. Caminaba al principio por una pista de cemento, que se hizo de tierra tras quedar atrás las últimas casas y que me llevó a remontar el Valle de Carcedo. La mañana estaba más fresca de lo previsible a finales de agosto y, aunque el cielo estaba en general despejado, había nubes agarradas a las crestas. Tras pasar entre unos grandes corrales, dejé la pista por un camino amplio pero en peores condiciones que sale a la izquierda (NO), regresando a la vertiente del Esla para remontarlo atravesando, a bastante altura, la ladera sur del Pico de Rebollar.

Desde allí, podía ver a mi izquierda cómo quedaba atrás el pueblo bajo el horizonte dibujado por las crestas del Mampodre.

El terreno era mayormente despejado camino del prado donde desemboca el Riosol en el Esla bajo la verde pirámide del Quiñón. Llegando a ese paraje, las nubes acabaron de levantar, desvelando...

... la Peña de la Cruz, cuya gris crudeza contrastaba con la suavidad del valle.

Mi camino desembocó en el Camino de Ventaniella, balizado como PR-LE 20. Lo tomé a la derecha (NO) y continué remontando el Esla que, a partir de ese lugar, gira al norte y entra en...

... un pasaje estrecho, dominado por el Castiello, al pie de cuyos...

... desplomes coloridos pasaría a continuación.

Como para resaltar la fiereza de la roca, un denso robledal prosperaba al otro lado del río, que aquí se encajona aún más y corre en una sucesión de pozas y pequeños saltos sobre un lecho de roca entre orillas verdes.

De pronto, el valle se abrió en el ancho prado de La Vega, donde confluyen la media docena de arroyos que forman el Esla. A la derecha, se elevaba...

... la Peña Ten o, mejor, la empinada ladera herbosa cortada por bandas de roca por donde subiría hacia la cumbre, que, de momento, permanecía oculta. Así que dejé la pista por ese lado (N) al cruzar el cauce del Arroyo de las Corvas, el primero que se encuentra.

Me encaramé directamente a El Cantil, loma herbosa que prolonga el contrafuerte suroeste de la montaña, aprovechando un pasillo de hierba que cortaba las manchas de matorral y arbolado de su ladera. El terreno estaba despejado y la pendiente era moderada, asé que la subida fue cómoda. No había senda ni hitos en este tramo de ruta; encontré una pista, pero no me servía y la crucé.

Una vez en lo alto de la loma, giré a la derecha (NE) y la subí hacia las bandas rocosas. El único obstáculo aparente en este tramo fue un poco de matorral, que, breve y formado por escobas abiertas, pude pasar con comodidad. Al acercarme a la roca, encontré un hito... luego otro y otro más. La subida está marcada, pero se ve que saliendo de La Vega por otro lado. Sin embargo, no creo que haya opciones mucho más cómodas que la que escogí y aquí describo.

En fin, los hitos me llevaron a superar el primer escalón rocoso por una chimenea de hierba en su extremo izquierdo que, aunque es empinada, se sube caminando.

A la salida de la misma, me volví a contemplar la cabecera del Esla.

Estaba sobre un lomo poco marcado, al otro lado del cual se abre un tubo verde que remonta las Pedrices de Peña Ten. Al principio, fui siguiendo una traza que cortaba el matorral rastrero. Aparentemente me dirigía a una loma sobre la que brillaba el sol pero, pocos metros de llegar a ella, encontré un hito a la izquierda (N), marcando...

... otra canal que subía a ese lado y continué por ella.

De ahí, sí que alcancé una arista, desde donde...

... podía ver al este una multitud de crestas, marcadas por el contraluz, donde reconocí las siluetas características del Espigüete y el Yordas, en ambos extremos de la imagen.

Mirando abajo, seguía viendo el cóncavo verde de la cabecera del Esla, pero ahora asomaban otras montañas más allá.

Girando ligeramente a la izquierda, continué ascendiendo, directamente de cara a la pendiente, por una amplia loma herbosa.

Ahora, este terreno más abierto, había una muy buena perspectiva atrás del Mampodre sobre los valles.

Al desembocar en la arista cimera, me encontré ante la considerable caída del circo sur. Girando a la izquierda (N), comencé a...

... recorrer la arista cimera. Al principio, era amplia y bastante empinada, hasta que, a partir de una especie de entronque de aristas, desapareció la hierba y...

... el terreno se afiló, suavizándose a la vez la pendiente. Aun así, la arista no opone obstáculos al avance.

Siendo razonablemente regular y ancha como para caminar por su filo, se podía además optar por seguir una buena senda en la ladera oeste. Sin embargo, tenía también sensación aérea y casi fue una decepción ver aparecer tan pronto la cima.

Si, a mi izquierda iba viendo la Peña Pileñes, a mi derecha,...

... al llegar a las proximidades del hito, comenzaron a descubrirse los Picos de Europa; primero, los Urrieles.

Luego, al pisar la cima, la Peña Santa de Castilla junto a sus satélites. Eran las 12 menos cuarto de la mañana y, pese a lo despejado del día y que apenas hacía viento, seguía sin dejarse sentir demasiado el calor.

Al este, mirando abajo, se abría un abismo hasta las pedreras del circo oriental. Siguiendo el giro a la derecha, se sucedían...

... las sierras de la Montaña Oriental y Central, destacando el cercano Mampodre.

Delante de la Sierra de Sentiles, me llamó la atención el aspecto fiero de un pico más bajo y aislado; era...

... el de San Justo, que, de este lado, presenta un alto circo, angosto y vertical. Habrá que ir a verlo de cerca un día.

Al cabo de media hora, emprendí el regreso, recorriendo la cresta al noreste. Con los Picos de Europa ante los ojos, de nuevo podía elegir entre caminar por el filo de la arista o por la senda de la vertiente oeste.

Al poco, la cresta se bifurcó. Por la izquierda, cae al Collado del Cardal, por donde va la ruta más transitada. Yo pensaba bajar al circo oriental y, cerca del entronque citado, hay una canal practicable; sin embargo, en vez de eso,...

... proseguí por la arista de la derecha, hacia una cota anónima que me pareció que debía ser un buen mirador sobre el circo.

Ese tramo de arista es ancho y cómodo de caminar, pero “con mucho aire”. Un paseo colgado entre dos valles y con los mayores macizos de la cordillera a la vista. Tras unas cortas subida y bajada, llegué a esa cota 2.082, que era,...

... efectivamente, un estupendo punto de vista sobre la cumbre de la Peña Ten y su desolada vertiente este.

La cuerda continuaba descendiendo suavemente al noreste, hacia Collada Campa. Es otro itinerario habitual de ascensión, pero yo iba a volver por otro sitio. En primer lugar, bajé a la derecha (SE),...

... hacia el fondo del circo, por un poco definido lomo.

El descenso transcurrió por terreno empinado y pedregoso, sin dificultad, pero que exige un mínimo de atención a los cantos sueltos. Perdidos unos 150 m de desnivel, al pasar...

... por la segunda horcada que encontré, giré a la derecha (O) para dejarme caer hacia el fondo del circo.

A los pocos metros, nuevo giro, ahora...

... a la izquierda (S), para evitar la pedrera, progresando por el límite de la hierba. La pendiente se fue suavizando poco a poco al perder altura y acercarme al fondo plano pero suavemente ondulado de La Vegadona, desolado paraje dominado por la cresta de Peña Ten. Tenía delante el contrafuerte, rematado por un vistoso crestón, que divide este circo del meridional. A la derecha del mismo,...

... en lo alto, se abre la horcada en que había alcanzado la arista cimera a la subida y, bajo ella, vi cómo la hierba estaba marcada por una senda, cuya existencia desconocía hasta entonces.

Antes de meterme en lo más hondo del embudo, y sin entrar nunca en las pedreras, derivé a la izquierda (SE) para bajar a la vaguada que cae del citado collado suroeste por lo más corto.

Descendí a través de un terreno de hierba y guijarros, con pendiente más o menos intensa pero nunca excesiva, hasta dar con...

... una senda. La tomé a la izquierda (E) y progresé por el fondo del vallecito hasta que éste se abre, momento en que la vereda giró a la derecha, abrazando la loma que se eleva a ese lado.

Al pasar por lo alto de la misma, dejé el camino por la izquierda (E), para seguir el lomo, herboso y suave, no sin volverme de vez en cuando para contemplar la montaña que quedaba atrás.

Un apacible descenso me llevó, a través de esta región de prados, hasta una amplia horcada que se abre en medio de un verde altiplano de relieve ondulado y un tanto caótico. Al otro lado, se levantaban dos pequeños cabezos y me dirigí al espacio entre ellos, al otro lado del cual...

... una suave bajada me dejó en un segundo collado, el Puerto de la Fonfría, paso principal y, como tal, marcado por numerosas trazas de ganado. Por una de ellas, salí por la vaguada derecha (SE), para girar enseguida a la izquierda (E) y encaramarme, atravesando un rellano herboso, a la horcada que se veía más a la izquierda, la primera bajo los espolones que caen de la peña Mora.

Volviéndome en ese anónimo collado, podía contemplar la Peña Ten, que aparecía como una montaña de contrastes, de cresta afilada sobre formas anchas y masivas, mezcla de frescos pastos y caliza desnuda.

Al otro lado, con el Mampodre de nuevo a la vista, bajé por una pequeña vaguada para encontrarme a los pocos metros con el inicio (o final) de una pista, que recorre el Valle de Carcedo y que, sin posibilidad ya de pérdida, me llevaría de vuelta a La Uña.

Este valle es muy suave y abierto, pero proporcionaba el abrigo justo de la brisa como para que el calor se hiciera intenso. Además, el sol entraba en él de embocada y apenas había árboles; sólo un par de reducidas manchas a mitad de camino. Tras un buen rato bajando por la vertiente derecha del barranco, el camino...

... cruza el cauce y, ya en la otra orilla, da un notable rodeo por el este, separándose del riachuelo. Al llegar a la Majada de los Campos de María, con corral y cabaña, encontré un cruce señalizado con cartel. Giré allí a la derecha (SO), y vi que...

... este alejamiento tiene algo bueno y es que proporciona una estupenda perspectiva (otra) de la Peña Ten.

Finalmente, apareció el pueblecito de La Uña al entrar en un paso estrecho, bajo el horizonte del Mampodre. No eran las tres de la tarde cuando estaba de regreso junto al coche, tras una jornada variada, tranquila y, sobre todo, muy bonita.

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