Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Otra bonita
ascensión cantábrica a una peña aislada y prominente, de horizonte despejado.
No incluye pasajes expuestos ni trepadas pero hay que estar habituado a caminar
fuera de senda. Además, la subida a la peña desde donde se deja el camino de
Ventaniella supone superar más de 800 m de desnivel de fuerte pendiente
sostenida. En resumen, que no se trata de una ruta difícil ni muy dura pero
tampoco es trivial. Más para montañeros que para senderistas.
Si no se piensa volver por
el Valle de Carcedo, se puede salir del km 10 de la carretera al bajar del
Puerto de Tarna, un par de kilómetros más allá de La Uña, tomando directamente
el Camino de Ventaniella en El Arenal y acortando algo la subida.
RELATO GRÁFICO:
Dejé La
Uña tomando el ramal izquierdo (N) de la bifurcación ya citada. Caminaba al
principio por una pista de cemento, que se hizo de tierra tras quedar atrás las
últimas casas y que me llevó a remontar el Valle de Carcedo. La mañana estaba
más fresca de lo previsible a finales de agosto y, aunque el cielo estaba en
general despejado, había nubes agarradas a las crestas. Tras pasar entre unos
grandes corrales, dejé la pista por un camino amplio pero en peores condiciones
que sale a la izquierda (NO), regresando a la vertiente del Esla para
remontarlo atravesando, a bastante altura, la ladera sur del Pico de Rebollar.
Desde
allí, podía ver a mi izquierda cómo quedaba atrás el pueblo bajo el horizonte
dibujado por las crestas del Mampodre.
El terreno
era mayormente despejado camino del prado donde desemboca el Riosol en el Esla
bajo la verde pirámide del Quiñón. Llegando a ese paraje, las nubes acabaron de
levantar, desvelando...
... la
Peña de la Cruz, cuya gris crudeza contrastaba con la suavidad del valle.
Mi camino
desembocó en el Camino de Ventaniella, balizado como PR-LE 20. Lo tomé a la
derecha (NO) y continué remontando el Esla que, a partir de ese lugar, gira al
norte y entra en...
... un
pasaje estrecho, dominado por el Castiello, al pie de cuyos...
...
desplomes coloridos pasaría a continuación.
Como para
resaltar la fiereza de la roca, un denso robledal prosperaba al otro lado del
río, que aquí se encajona aún más y corre en una sucesión de pozas y pequeños
saltos sobre un lecho de roca entre orillas verdes.
De
pronto, el valle se abrió en el ancho prado de La Vega, donde confluyen la
media docena de arroyos que forman el Esla. A la derecha, se elevaba...
... la
Peña Ten o, mejor, la empinada ladera herbosa cortada por bandas de roca por
donde subiría hacia la cumbre, que, de momento, permanecía oculta. Así que dejé
la pista por ese lado (N) al cruzar el cauce del Arroyo de las Corvas, el primero
que se encuentra.
Me
encaramé directamente a El Cantil, loma herbosa que prolonga el contrafuerte
suroeste de la montaña, aprovechando un pasillo de hierba que cortaba las
manchas de matorral y arbolado de su ladera. El terreno estaba despejado y la
pendiente era moderada, asé que la subida fue cómoda. No había senda ni hitos
en este tramo de ruta; encontré una pista, pero no me servía y la crucé.
Una vez
en lo alto de la loma, giré a la derecha (NE) y la subí hacia las bandas
rocosas. El único obstáculo aparente en este tramo fue un poco de matorral, que,
breve y formado por escobas abiertas, pude pasar con comodidad. Al acercarme a
la roca, encontré un hito... luego otro y otro más. La subida está marcada,
pero se ve que saliendo de La Vega por otro lado. Sin embargo, no creo que haya
opciones mucho más cómodas que la que escogí y aquí describo.
En fin,
los hitos me llevaron a superar el primer escalón rocoso por una chimenea de
hierba en su extremo izquierdo que, aunque es empinada, se sube caminando.
A la
salida de la misma, me volví a contemplar la cabecera del Esla.
Estaba
sobre un lomo poco marcado, al otro lado del cual se abre un tubo verde que
remonta las Pedrices de Peña Ten. Al principio, fui siguiendo una traza que
cortaba el matorral rastrero. Aparentemente me dirigía a una loma sobre la que
brillaba el sol pero, pocos metros de llegar a ella, encontré un hito a la
izquierda (N), marcando...
... otra canal
que subía a ese lado y continué por ella.
De ahí,
sí que alcancé una arista, desde donde...
... podía
ver al este una multitud de crestas, marcadas por el contraluz, donde reconocí
las siluetas características del Espigüete y el Yordas, en ambos extremos de la
imagen.
Mirando
abajo, seguía viendo el cóncavo verde de la cabecera del Esla, pero ahora
asomaban otras montañas más allá.
Girando
ligeramente a la izquierda, continué ascendiendo, directamente de cara a la
pendiente, por una amplia loma herbosa.
Ahora, este
terreno más abierto, había una muy buena perspectiva atrás del Mampodre sobre
los valles.
Al
desembocar en la arista cimera, me encontré ante la considerable caída del
circo sur. Girando a la izquierda (N), comencé a...
... recorrer
la arista cimera. Al principio, era amplia y bastante empinada, hasta que, a
partir de una especie de entronque de aristas, desapareció la hierba y...
... el
terreno se afiló, suavizándose a la vez la pendiente. Aun así, la arista no
opone obstáculos al avance.
Siendo
razonablemente regular y ancha como para caminar por su filo, se podía además
optar por seguir una buena senda en la ladera oeste. Sin embargo, tenía también
sensación aérea y casi fue una decepción ver aparecer tan pronto la cima.
Si, a mi
izquierda iba viendo la Peña Pileñes, a mi derecha,...
... al llegar
a las proximidades del hito, comenzaron a descubrirse los Picos de Europa;
primero, los Urrieles.
Luego, al
pisar la cima, la Peña Santa de Castilla junto a sus satélites. Eran las 12
menos cuarto de la mañana y, pese a lo despejado del día y que apenas hacía
viento, seguía sin dejarse sentir demasiado el calor.
Al este, mirando
abajo, se abría un abismo hasta las pedreras del circo oriental. Siguiendo el
giro a la derecha, se sucedían...
... las
sierras de la Montaña Oriental y Central, destacando el cercano Mampodre.
Delante
de la Sierra de Sentiles, me llamó la atención el aspecto fiero de un pico más bajo y aislado; era...
... el de
San Justo, que, de este lado, presenta un alto circo, angosto y vertical. Habrá
que ir a verlo de cerca un día.
Al cabo
de media hora, emprendí el regreso, recorriendo la cresta al noreste. Con los
Picos de Europa ante los ojos, de nuevo podía elegir entre caminar por el filo
de la arista o por la senda de la vertiente oeste.
Al poco,
la cresta se bifurcó. Por la izquierda, cae al Collado del Cardal, por donde va
la ruta más transitada. Yo pensaba bajar al circo oriental y, cerca del
entronque citado, hay una canal practicable; sin embargo, en vez de eso,...
...
proseguí por la arista de la derecha, hacia una cota anónima que me pareció que
debía ser un buen mirador sobre el circo.
Ese tramo
de arista es ancho y cómodo de caminar, pero “con mucho aire”. Un paseo colgado
entre dos valles y con los mayores macizos de la cordillera a la vista. Tras
unas cortas subida y bajada, llegué a esa cota 2.082, que era,...
...
efectivamente, un estupendo punto de vista sobre la cumbre de la Peña Ten y su
desolada vertiente este.
La cuerda
continuaba descendiendo suavemente al noreste, hacia Collada Campa. Es otro
itinerario habitual de ascensión, pero yo iba a volver por otro sitio. En
primer lugar, bajé a la derecha (SE),...
... hacia
el fondo del circo, por un poco definido lomo.
El
descenso transcurrió por terreno empinado y pedregoso, sin dificultad, pero que
exige un mínimo de atención a los cantos sueltos. Perdidos unos 150 m de
desnivel, al pasar...
... por
la segunda horcada que encontré, giré a la derecha (O) para dejarme caer hacia
el fondo del circo.
A los
pocos metros, nuevo giro, ahora...
... a la
izquierda (S), para evitar la pedrera, progresando por el límite de la hierba.
La pendiente se fue suavizando poco a poco al perder altura y acercarme al fondo
plano pero suavemente ondulado de La Vegadona, desolado paraje dominado por la
cresta de Peña Ten. Tenía delante el contrafuerte, rematado por un vistoso
crestón, que divide este circo del meridional. A la derecha del mismo,...
... en lo
alto, se abre la horcada en que había alcanzado la arista cimera a la subida y,
bajo ella, vi cómo la hierba estaba marcada por una senda, cuya existencia
desconocía hasta entonces.
Antes de
meterme en lo más hondo del embudo, y sin entrar nunca en las pedreras, derivé
a la izquierda (SE) para bajar a la vaguada que cae del citado collado suroeste
por lo más corto.
Descendí
a través de un terreno de hierba y guijarros, con pendiente más o menos intensa
pero nunca excesiva, hasta dar con...
... una
senda. La tomé a la izquierda (E) y progresé por el fondo del vallecito hasta
que éste se abre, momento en que la vereda giró a la derecha, abrazando la loma
que se eleva a ese lado.
Al pasar
por lo alto de la misma, dejé el camino por la izquierda (E), para seguir el
lomo, herboso y suave, no sin volverme de vez en cuando para contemplar la
montaña que quedaba atrás.
Un
apacible descenso me llevó, a través de esta región de prados, hasta una amplia
horcada que se abre en medio de un verde altiplano de relieve ondulado y un tanto
caótico. Al otro lado, se levantaban dos pequeños cabezos y me dirigí al
espacio entre ellos, al otro lado del cual...
... una
suave bajada me dejó en un segundo collado, el Puerto de la Fonfría, paso
principal y, como tal, marcado por numerosas trazas de ganado. Por una de
ellas, salí por la vaguada derecha (SE), para girar enseguida a la izquierda
(E) y encaramarme, atravesando un rellano herboso, a la horcada que se veía más
a la izquierda, la primera bajo los espolones que caen de la peña Mora.
Volviéndome
en ese anónimo collado, podía contemplar la Peña Ten, que aparecía como una
montaña de contrastes, de cresta afilada sobre formas anchas y masivas, mezcla
de frescos pastos y caliza desnuda.
Al otro
lado, con el Mampodre de nuevo a la vista, bajé por una pequeña vaguada para
encontrarme a los pocos metros con el inicio (o final) de una pista, que
recorre el Valle de Carcedo y que, sin posibilidad ya de pérdida, me llevaría
de vuelta a La Uña.
Este
valle es muy suave y abierto, pero proporcionaba el abrigo justo de la brisa
como para que el calor se hiciera intenso. Además, el sol entraba en él de
embocada y apenas había árboles; sólo un par de reducidas manchas a mitad de
camino. Tras un buen rato bajando por la vertiente derecha del barranco, el camino...
... cruza
el cauce y, ya en la otra orilla, da un notable rodeo por el este, separándose
del riachuelo. Al llegar a la Majada de los Campos de María, con corral y
cabaña, encontré un cruce señalizado con cartel. Giré allí a la derecha (SO), y
vi que...
... este
alejamiento tiene algo bueno y es que proporciona una estupenda perspectiva
(otra) de la Peña Ten.
Finalmente,
apareció el pueblecito de La Uña al entrar en un paso estrecho, bajo el
horizonte del Mampodre. No eran las tres de la tarde cuando estaba de regreso
junto al coche, tras una jornada variada, tranquila y, sobre todo, muy bonita.
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