Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Sin plantear
dificultades significativas, el Crestón de los Cubos es muy aéreo e incluye
trepadas fáciles, pero expuestas. Por otro lado, moverse sin senda o hitos que
marquen la ruta, por obvio y cómodo que sea el camino a seguir, requiere cierta
costumbre. En suma, que esta excursión está reservada para gentes con
experiencia, sin que se pueda decir que sea una actividad de gran nivel.
Digamos que varios pequeños obstáculos se han combinado para plantear una
dificultad mediana.
Por lo demás, este variado
recorrido montañero es largo, entretenido y solitario. En mi opinión, un plato
de lujo para los que buscan belleza y paz en la montaña. Siempre que salgo al
monte, voy ilusionado y vuelvo encantado pero, esta vez, mis expectativas
previas se quedaron cortas; y eso que ya conocía el Mampodre.
Sobre el sentido de la
ruta, las referencias que encontré al Crestón de los Cubos situaban la máxima
dificultad en el flanco sur de horcada previa a la punta más alta, de modo que
escogí bajar por él de la Peña del Convento para afrontarlo en subida. Tras pasar
por él, no estoy de acuerdo en esa apreciación; hay otros pasos más difíciles,
y casi todos los tuve que bajar. Por ello, recomiendo realizar la ruta en
sentido contrario. Por otro lado, desde Acebedo también se puede acceder al
Valle de las Arenas siguiendo algo más por el GR 1, hasta un desvío a la
derecha (SO) que traspone la loma del Monte Cea; de esta forma, se puede
reducir el tramo de camino que se repite a la ida y la vuelta.
RELATO GRÁFICO:
Aunque no
se parte de la ascensión, no me puedo resistir a incluir esta foto que paré a
tomar al pasar esa mañana por el Puerto de los Picones. Al fono, el Mampodre, iluminado
ya por el sol, asomaba entre las crestas de Riaño, junto al Pico Yordas.
Poco
después de las ocho de la mañana, partí de un cruce de pistas situado al
suroeste del casco urbano de Acebedo, siguiendo las balizas del GR 1, que sale
a la derecha (SO) y va remontando el Arroyo Cea. La mañana estaba despejada y,
aunque aún no hacía calor, éste se anunciaba. Desde el principio, podía ver la
vertiente oriental del Mampodre, con la Peña del Convento centrada entre el
Pico de Cuesta Rasa y la Peña de la Cruz; es decir, que tenía a la vista la
primera parte de la ascensión. La pista remonta el Arroyo Cea hasta un cruce
donde las marcas mandan ir a la izquierda; yo continué por la derecha (O),
siguiendo el barranco. Al poco de vadear el cauce sobre la confluencia del Río
de la Vega, dejé la pista para tomar,...

... a
través de un portillo en la cerca que llevaba a la izquierda, un camino que
sale a ese lado (SO) para remontar los prados de Los Pedregales, directamente
hacia el monte. La senda, amplia y bien marcada, sube en línea recta entre
campos. Cuando gira a la izquierda para entrar en el Valle de las Arenas,
continué recto (SO), siguiendo unos rastros de ganado, hasta alcanzar...
... un
rellano con abrevadero. Allí giré a la derecha (O) para...
... atravesar
en diagonal ascendente los prados, hacia el lomo que podía ver cortando la
ladera hacia ese lado.
Esta
parte de la subida, además de transcurrir por terreno suave, me la facilitaron
unas trazas discontinuas de ganado, que me fueron llevando hasta estar sobre
los prados de Mata Arenera y encaramarme en un lugar propicio al contrafuerte
citado.
Volviéndome
antes de seguir adelante, podía ver el valle de donde veía, enmarcado por mil
crestas.
Girando a
la izquierda (S), remonté el lomo de pasto y roca. A partir de ahí, la subida fue
más dura, pues, aunque...
... la
pendiente no pasaba de mediana, la acometía de frente.
Pronto
pude diferenciar el Otero de los Hórreos de la primera cima de la jornada, el Pico
de Cuesta Rasa, que estaba más a la derecha. A mi izquierda,...
... se
abría el Valle de las Arenas, por donde bajaría.
El Otero
de los Hórreos es un hombro donde convergen varias aristas, constituyendo el
extremo oriental de la cuerda del macizo. Allí giré a la derecha (O) para
recorrerla, ascendiendo en primer lugar el Pico de Cuerda Rasa, modesta cima
secundaria donde aún persiste la hierba, aunque...
... el
carácter calizo ya se manifestó, en forma de dolina en pleno lomo.
La subida
comenzó por un lomo herboso, amplio y cómodo, cuyo único accidente es el antes
citado, que no incomodó el paso. Desde el Pico de Cuesta Rasa, se disfruta de
una hermosa vista al noreste, donde los tejados de Acebedo brillaban al extremo
de lo que llevaba recorrido. Más allá de las crestas cercanas, los Picos de
Europa desplegaban su quebrado perfil, descollando, cómo no, la Peña Santa de
Castilla.
Al
sureste, el Collado de Lois enmarcaba el Pico Yordas, cumbre de Riaño, y la
cresta altiva de Peña Cabeza, mientras la cima de Peñas Pintas apenas asomaba
sobre el Pico Lázaro y el Espigüete se reconocía en el horizonte. Por delante
del collado, un cerrillo verde mostraba un hermoso roquedo; lleva el curioso
nombre de Pico de Todos los Vientos.
Al otro
lado, se veían el Tiatordos y la Peña Ten, más allá de Maraña y las modestas
peñas que rodean la aldea.
Desde
este pico, continué al oeste por la cuerda, hacia la Peña del Convento, que
ahora podía ver de nuevo.
El
cresteo comenzó con una empinadísima bajada, por terreno suelto, hasta la
horcada inmediata. A continuación, el terreno se suavizó al ir quedando atrás
el Pico de Cuesta Rasa y entré en un tramo de loma ancha, ligeramente ondulada.
Una
segunda bajada intensa me llevó a un ancho collado, partido por un par de
crestones calizos, que crucé para situarme al pie del Pico Valjarto, pirámide
verde y gris que se elevaba delante de la cumbre. Decidí subir por el lomo que
limita la cara este por el sur, que me pareció más suave. Para ello, recorrí la
base de la ladera a la izquierda (S), por...
... una
traza que atraviesa horizontal la pendiente. Al llegar al cambio de vertiente,
giré...
... a la
derecha (NO) para remontar un amplio lomo pedregoso, donde me encontré algunos
hitos marcando la subida. Creo que esta debe ser una ruta habitual, que
arrancará posiblemente de los alrededores de la majada de los Hoyos, en el
Valle de las Arenas. A mi izquierda podía ver ahora, con cierto detalle,...
... la arista que se extiende entre las peñas del Convento y Brava. Me interesaba especialmente su parte central, llamada Crestón de los Cubos, que sabía accidentada y aguda. Desde aquí, apreciaba varios resaltes verticales y el recorrido se intuía entretenido pero asequible.
El panorama al este se iba ampliando al ganar altitud, mostrándose ahora con más precisión los montes de Riaño y el Alto Carrión. Por cierto, que el Espigüete aparecía cada vez más dominante, mientras que el Curavacas, a su lado, casi costaba distinguirlo. Aquél será el menos alto de los tres grandes del Alto Carrión, pero no se puede negar que a carácter gana a sus hermanos.
Y, de Picos de Europa, ¿Qué voy a decir?
Al llegar al Pico Valjarto, me impresionó la cara este de la peña del Convento, vertical y rocosa, aunque llena de chimeneas y espolones. Por fortuna, la cumbre se presentaba bastante más accesible por la cuerda.
Sólo los primeros metros, hasta bajar a la horcada inmediata, son un poco más abruptos y los rodeé por la izquierda de la arista (derecha en la foto), a través de unas repisas estrechas y expuestas pero sin dificultad.
A continuación, flanqueé por la derecha una prominencia herbosa que parte en dos el collado, encontrando incluso por una traza que me facilitó el paso.
Una vez al otro lado, otras perspectiva de los Cubos a mi izquierda, antes de...
... iniciar la subida final. Lo primero que me encontré fue un resalte rocoso de tres o cuatro metros, que ya me obligó a trepar, pero con mínima dificultad (I). A continuación, el cancho se tiende y, poco después, el terreno pasa a ser pedregoso y, aunque vuelve a empinarse, ya no volví a apoyar las manos hasta la cumbre de la Peña del Convento.
Con tanta panorámica y los dos picos intermedios, se me habían hecho las doce de la mañana y el calor comenzaba a apretar, sin que la brisa que soplaba del oeste consiguiera aliviarlo. La vista en el arco noreste seguía siendo fantástica. Bajando los ojos a ese lado, impresionaba...
... la caída al norte, donde se veían algunas curiosas agujas.
Al oeste, la vista se extendía hasta las Ubiñas, sobre los picos del centro del macizo. Curiosamente, las cumbres de Valcerrao y la Peña de la Cruz, enmarcaban la característica silueta puntiaguda del...
... Pico Torres, que domina el Puerto de San Isidro.
Un inconveniente del verano, aparte del calor, es que, con frecuencia, te encuentras enjambres de bichos voladores en las cimas. Cuando el mío empezó a comerme, decidí abandonar la cumbre, pese a que apenas llevaba veinte minutos allí y se estaba bastante bien. Comencé descendiendo por la cuerda al sur, que en su inicio es pedregosa, amplia y suave.
Pero, pronto, encontré un primer destrepe, fácil (I) pero agudo, situado sobre...
... el profundo hoyo bajo la Peña de la Cruz.
Luego, el terreno se tiende, aunque la arista continua siendo aérea. Si bien se podría rodear, eso hubiera supuesto perder bastante altura y, además, sería menos divertido que caminar por los estrechos canchos culminantes.
Y, cuando la cuerda se ensancha, es para volverse accidentada al llegar ante la punta más alta del Crestón de los Cubos, para acceder a la cual tuve que franquear una profunda brecha, tras un par de abruptas prominencias. Para ello, destrepé un resalte fácil (I+) de 6 u 8 metros, a la derecha del filo, y...
... seguí
por una repisa herbosa al pie de la roca, hasta encontrar, a mi izquierda,...
... una
corta y empinada canal que me permitió recuperar la arista sin dificultad.
Había leído que este era el paso más difícil del recorrido y lo graduaban como
II-. No estoy de acuerdo con ninguna de esas apreciaciones: hay pasos más
complicados y esto no es un II; además, es más fácil aún si se pasa en sentido
contrario, pues la dificultad de salir de la brecha al sur, como se ve, es
nula.
La vista
del resto del macizo desde ese punto de la cresta es impresionante; además, al
ser ahora visible la Peña de la Polinosa, podía contemplar a la vez las cuatro cimas
principales del Mampodre.
Al
suroeste, la Reguera de Murias bajaba hacia el Embalse del Porma, junto al cual
se distinguía un impresionante cerro calizo: el Susarón. Y, más allá, el gris
laberinto de crestas en torno al Valle del Curueño.
La cresta
continua bajando hacia la Peña Brava. Fue en el tramo restante donde encontré
el terreno que me pareció más complejo: una sucesión de tramos de arista aguda,...
...
destrepes de hasta 10 m, de los que al menos dos llegaban al II grado, y...
...
flanqueos expuestos por terreno poco firme.
Justo delante
de la Collada del Tejo, punto más bajo de la cresta entre la Peña del Convento y
la Brava, me encontré ante un escalón extraplomado que no me decidí a
destrepar. En vez de eso, retrocedí unos metros a la horcada previa y me dejé
caer por un empinadísimo tubo a la derecha (SO). Al principio, perdí unos diez
metros por un suelo de gravilla suelta, que termina en un...
...
escalón rocoso de otros doce, vertical pero sólido y con buenos apoyos (II-).
Así, llegué a la base del roquedo, que recorrí por una estrecha repisa de hierba
para volver a salir a...
... la arista,
a pocos metros de la Collada del Tejo, de la que me separaba un lomo rocoso
ancho y regular. Tras recorrerlo, hube de trepar un resalte breve y fácil (I /
6 m), última dificultad de la jornada, antes de alcanzar, por una arista
pedregosa y amplia, la cima de la Peña Brava.
Desde
este pico secundario, panorámico por excéntrico, podía contemplar toda la
cresta recorrida y, por encima de la misma, Peña Ten y los Picos de Europa. En
medio, se abría a mis pies el cóncavo de los Cubos, reseco pedregal que
contrastaba con...
... el
variado verdor del Monte de Cea y el valle de las Arenas, por donde me disponía
a bajar. Es posible que hubiera podido bajar directamente a este último por la
ladera meridional de la Peña Brava pero ésta es tan empinada que seguro que es
mejor, y más bonito, lo que hice:...
...
seguir por la cresta al suroeste, hacia el collado cabecero de dicho valle. La
primera parte de la cuerda es aérea en el grado justo para resultar bonita,
pero poder caminar por su filo con tranquilidad. Durante el trayecto, pasé dos
prominencias, en la segunda y más baja de las cuales...
...
alguien dejó un cartel nombrándola como Pico Azahara; como no he encontrado
otra referencia del mismo y el topónimo me parece más bien poco cantábrico, lo
dejaré entre interrogantes. Otra ventaja de recorrer íntegramente la cresta es
que, desde aquí, se ve la cabecera de la Reguera de Murias, encajada bajo lo
más bravo del Mampodre.
El
descenso desde esa última punta, en realidad hombro terminal de la cuerda, es
una empinada y amplia cuesta de hierba y piedras, que no conviene tomarse con
demasiadas alegrías, por si los tobillos, que desemboca en el Collado del Valle
de las Arenas. Una vez allí, giré a la izquierda (NE) para...
... bajar
por ese verde barranco, de nuevo por terreno amable, tras varias horas
deambular por cantizales menos confortables.
Este
valle tiene una pendiente mediana, ideal para soltar piernas y, aunque no hay
una verdadera senda, siempre encontré...
...
trazas de ganado que me permitieran pasar las eventuales bandas de matorral con
comodidad. Según descendía, iba quedando atrás la Peña Brava, que mostraba
ahora el verdadero carácter del descenso directo que me había tentado en su
cima.
Siguiendo
el curso de un menguado torrente, no tardé mucho en encontrarme con una pista
que me cortaba el paso. Tomándola a la izquierda (NE), continué por ella el
descenso, separándome del cauce para transitar por una amplia terraza herbosa
que recorre la vertiente septentrional.
Bajo el
Pico de Cuesta Rasa, pasé por la Majada de los Hoyos, en cuya cabaña no sé lo
que les darán a los caballos, pero les vuelve locos.
Rodeando
dicha cima por el este, vi a mi derecha, en el fondo del valle, otra pista que
llega de Acebedo: una alternativa para volver, aunque no me decidí a cogerla.
Cuando el terreno se abre en el valle del Río de la Vega, dicho camino se
encuentra con el mío.
Tras
girar a la izquierda (NE) en la encrucijada, en pocos minutos llegué al lugar
en que esa mañana había abandonado el camino que remonta Los Pedregales para
subir por los prados hacia el Pico de Cuesta Rasa. A partir de ahí, sólo me
quedó retornar, por terreno conocido, a Acebedo, donde llegué a las cuatro
menos cuarto de la tarde.
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