Croquis
de la parte más alta de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Bonita
ascensión, entretenida en la cresta y hermosa a través de los prados, que es
una alternativa a la vía normal para trepariscos impenitentes. Aunque la roca
es mediocre en general, mejora mucho en las trepadas más difíciles y nunca llegué
a sentirme inseguro. Pero es de esas subidas que, para pasarlas en condiciones
y a gusto, es bueno ir sobrado: dominar por lo menos un grado más. Además, el
sitio bueno para pasar algunos resaltes no se ve a la primera y, un par de
veces, tuve que destrepar y probar por otro lado.
La bajada por los lagos es
una forma de alargar una excursión que, si no, resultaría algo corta. No me
decepcionó, aunque es cierto que el día se prestaba: a esos paisajes de
praderas onduladas les sientan bien las nubes bajas. Pero toda la zona es
bonita y tiene muchas más posibilidades. Respecto a la aproximación, el estado
de la pista a partir del cruce cercano a la Borda de Lana no es malo pero
atraviesa varias torrenteras, alguna con bastante agua; con un todo terreno se
llegaría sin problemas pero, con un turismo normal, hay que ir con mucho
cuidado y poco peso. Yo fui solo, pero, si hubiéramos ido más de dos en el
coche, seguramente hubiera aparcado más abajo.
RELATO GRÁFICO:
Después
de haber estado lloviendo toda la tarde anterior y parte de la noche, la mañana
se presentaba fresca y húmeda. El cielo se había despejado sobre las nubes
bajas que llenaban los valles. Llegué con el coche hasta la curva donde el GR
211 sale de la pista de que sube a las minas de Liat, dominada...
... por
el tajo que el Barranco de Coma Nera traza en las laderas inferiores de
Maubèrme.
Desde
ahí, comencé a caminar por el GR, que me llevó al sureste llaneando a través de
la falda del Tuc de Crabes. A mi derecha, en el fondo del valle de Unhola, se
extendía el Plan de Tor. En su hierba se pintaban arcos de avalancha, como una
advertencia para el invierno.
Al otro
lado, la niebla jugaba sobre mí con los agudos espolones y agujas que trufan
las pendientes superiores.
Ante mí,
nubes consistentes llenaban la parte baja del valle y, de ellas, surgía un
risueño Tuc dera Pincèla.
Al final
del flanqueo, la senda giró a la izquierda, terminando de rodear el Tuc de
Crabes, para entrar en...
... un
amplio tubo herboso de superficie ondulada que asciende suavemente al este,
entre el monte y una pequeña prominencia.
No tardé
mucho en alcanzar el profundo tajo abierto por el Arriu des Calhaus, ante el cual
el camino gira a la izquierda para pasar a remontarlo, muy por encima del cauce.
La traza
no es única y fui cambiando de una a otra según ganaba altura en diagonal por
la ladera.
Al doblar
un recodo, apareció la cumbre del Tuc de Maubèrme, donde estaba agarrada una de
las pocas nubes que quedaban en el cielo... ¡vaya! A pesar de eso, aún
distinguía, a los lados del pico, los perfiles de las crestas que limitan la
cara sureste que tenía ante mí.
Seguía
rodeando el Tuc de Crabes por su vertiente oriental, avanzando en horizontal y
pasando por verdes cóncavos, sobre los cuales me llamó la atención una peña
rocosa, altiva afilada, que contrastaba con el carácter de todo el resto del
entorno: el Morret, la llaman en el mapa. Al mantener cota, fui estando cada
vez más próximo al cauce, hasta...
...
llegar a su altura en el desagüe del Lac de Montoliu.
Allí dejé
el GR 211 para tomar una senda, marcada con manchas amarillas, que sale a la
izquierda (NO) y remonta una vaguada herbosa. Éste fue el primer tramo empinado
de la jornada, que hasta entonces se había desarrollado por terreno suave.
En poco
tiempo, quedó abajo el lago y no tardé en llegar al...
... Còth
de Maubèrme, amplia horcada que separa el pico homónimo del de Crabes. A su
través, asomó la Sierra de Armèros. Giré allí a la derecha, con la senda, para...
...
remontar la ladera de ese lado, por encima de la cual asoman la arista sur del
Maubèrme y el picacho que la remata.
Pocos
minutos después de dejar el collado, se despejó la nube agarrada al Tuc des
Armèros y, en lontananza, apareció el Perdiguero, entre el Posets y algunos de
sus satélites.
Mirando
atrás, el Tuc de Crabes, que acababa de rodear, me mostraba ahora una cara
diferente, rocosa y colorida.
Llegué a
un rellano donde hierba y roca se mezclaban con pequeños estanques, al pie de
la cara suroriental del Maubèrme. La nube seguía tapando la mitad superior del
pico pero no parecía que el tiempo fuera a estropearse en el próximo par de
horas, así que continué con la idea de la arista sureste. Para llegar a ella,
dejé la senda y me dirigí a la derecha (NE),...
... atravesando
la pradera hacia la definida raya del camino que franquea el Port d’Urets. Una
vez en la senda, la tomé a la derecha (E), pero no llegué a la horcada: 300 ó
400 m antes, la dejé por la izquierda (N), para remontar un lomo herboso, por
el que alcancé...
... la
arista sureste, justo por encima de un llamativo crestón, el segundo desde el
puerto. Allí me asomé al abismo de la vertiente norte, que se presentaba ese
día como un sombrío caldero repleto de bullente bruma.
Nada que
ver con los soleados prados que dejaba atrás.
Girando a
la izquierda (NO), comencé a remontar la cresta, que, de momento, se presentaba
como un lomo de hierba, ancho pero empinado. Al llegar a una pequeña
prominencia, la cosa cambió y me encontré ante un tramo casi horizontal,
bastante afilado. A partir de ahí, era roca lo que quedaba hasta la cumbre;
paré a plegar los bastones y, de paso, hice un alto para desayunar. Durante el
mismo, las nubes se retiraron por unos minutos y pude ver los sucesivos
resaltes que jalonaban los 200 y pico metros que restaban hasta la cima.
Y no sólo
eso; también, el circo de Urets y...
... el
valle que desciende de allí.
Reemprendí
la marcha recorriendo la suave depresión que me separaba del inicio del primer
resalte.
Lo
primero que encontré fue una placa escalonada muy tendida, que se va empinando
hasta ponerse casi vertical en sus últimos 15 metros. Esa parte la superé por la
izquierda de la divisoria, superando...
... un
diedro muy abierto (II+) de unos 12 m de altura. No hay que fiarse de otras
opciones aparentemente más fáciles; el primer sitio que probé fue una chimenea
tumbada más a la izquierda, pero, por encima de la parte visible, me encontré
un techo y tuve que destrepar.
Salí del
resalte a otra zona de repisas paralelas en la ladera izquierda, por la que
avancé bajo la arista, hasta salir de la hierba debajo de una horcada,
defendida por un muro corto con buenos apoyos (II).
De vuelta
en la arista, continué la subida, trepando por otro resalte todavía más fácil
(I).
A
continuación, después de un tramo horizontal y ancho, nuevo escalón, éste sin
dificultad, aunque hube de usar las manos para superar algunos bloques.
Pese a
las nubes, o precisamente por ellas, impresionaba mirar abajo.
Por otro
lado, la cumbre se veía cercana cuando llegué al siguiente descanso, más
accidentado y afilado. El siguiente resalte, penúltimo, es otro murete con...
...
apoyos de sobra (II) y 8 m de altura.
Tras él,
alcancé el hombro previo a la cima, donde me encontré un hito; el único de toda
la arista. Como no vi claro el ataque directo a la pirámide cimera, evité un
primer tramo vertical por la derecha, ganando unos 20 ó 25 m por una pendiente
herbosa. Luego, me fui a la izquierda, aprovechando una terraza de lo mismo,
para reganar la arista (I), muy cerca de...
... donde
entronca la arista sur, que, al asomarme, vii caer brumosa. También tiene buena
pinta.
Superé caminando
los 20 m de lomo pedregoso que me quedaban hasta los grandes hitos que marcan
la culminación del Tuc de Maubèrme. Eran las once y media de la mañana y las
nubes se habían cerrado del todo coincidiendo con mi llegada.
Muy de
vez en cuando, se abrió un hueco mínimo que permitía echar una ojeada a la
hasta entonces invisible vertiente noroeste.
Cuando me
cansé de esperar que despejara, reemprendí la marcha, bajando por lo alto de un
espolón que sale al noroeste. En la pedriza del lomo, aparecía una traza no muy
clara, marcada con hitos. Ésta me llevó enseguida a girar a la izquierda y...
...
realizar un flanqueo bajo la arista cimera, por terreno un tanto expuesto pero
seguro. Al poco, otro giro a la izquierda (O) me metió por...
... un
embudo a un tubo de pedrera que se despeña muy amplio y empinado. Perdí altitud
con rapidez, viendo bajo mis pies los Estanhets de Maubèrme por los que haría
un retorno algo más largo del habitual, ya que aún era pronto.
Perdidos
unos 200 m, derivé a la izquierda (S) hasta salir a la hierba, donde el
precario trazo se transformó en magnífica senda, que prolongaba el descenso en
diagonal suave, rodeando el extremo de la arista sur.
A los
ibones que iba viendo, se añadieron el Long de Liat y el de la Pica Palomera,
más allá de la ruta de bajada, consistente en seguir el torrente de los lagos
de Maubèrme y, luego, girar a la izquierda para bajar al valle principal, por
donde terminaría de descender hasta el coche.
Al llegar
al contrafuerte de la arista sur, me volví para despedirme de la cumbre, de la
que, por un momento, se retiraron las nubes.
Estaba de
vuelta en las Pales de Maubèrme y, ante mí, se elevaba el Tuc de Crabes. A mi
izquierda, me dominaba...
... el
picacho en que muere la arista sur, y cuyo nombre, si lo tiene, no he
localizado.
Estaba ya
muy cerca de cerrar el itinerario, cuando vi a mi derecha, por debajo de la
senda que llevaba,...
... una
traza más sutil, pero con sus hitos y todo, que bajaba muy suavemente al oeste.
Como era mi dirección, sin esperar a que ambas veredas se cruzaran, atajé los
escasos 40 m de pradera que las separaban y cogí esta nueva a la derecha.
Mientras tanto, el día se había ido volviendo más gris y las nubes eran cada
vez más espesas y oscuras pero, como parecía que lo que se anunciaba no iba a
ser demasiado violento y aún quedaba un rato para que abrieran el grifo, decidí
seguir con mi propósito.
Llevaba
pocos minutos siguiendo el nuevo trazo, que cada vez se difuminaba más, cuando
volví a ver por debajo mía otro camino casi paralelo... aunque esta vez se
trataba de una senda mucho más definida y marcada de rojo y blanco: la Alta
Ruta. Otra vez me dejé caer directamente para cambiar de camino, tomándolo a la
derecha (O). Sin duda, esta senda debe cruzarse con la que me bajó del Maubèrme
más al este, pero esta forma de tomarla no es incómoda.
Donde lo
alcancé, el caminillo se asoma al corte de la Coma Nera. Si hubiera querido
abreviar la excursión, podría haberla descendido, posiblemente con alguna que
otra peripecia, pero generalmente por buen terreno, hasta el coche.
Pero
preferí dar la vuelta por los laguitos, así que me dejé conducir por la Alta
Ruta al oeste, primeramente a través de un rellano herboso, con el Tuc des
Armèros y la Pica Palomera ante los ojos. El ambiente sombrío con las nubes
bajas sobre estos prados solitarios, donde hasta el viento apenas osaba
susurrar, era fascinante.
Estaba
cerca de pistas y cabañas. No muy lejos de pueblos. Y, sin embargo, el paisaje
parecía remoto.
Las nubes
se habían vuelto a cerrar sobre la cumbre y la temperatura había bajado
sensiblemente, pero yo iba encantado.
A la
altura del más alto de los Estanhets de Maubèrme, el camino giró a la derecha
(NE), para bajar al mismo y rodearlo por la derecha hasta adquirir dirección
noroeste y comenzar el descenso del barranco.
Pero no
junto al cauce, sino por una terraza elevada sobre la orilla derecha, desde la
que no llegué a ver el lago intermedio, sino que salí directamente...
... al mayor
y más bajo, que rodeé también por la derecha.
Luego,
entré en unas extensas laderas herbosas, de pendiente moderada, que la senda
atraviesa al noroeste, bajando apenas. Al fondo, veía el Estany Long de Liat
bajo el Pic de Serre Haute y, a la izquierda, el río Unhola, por el que
volvería al punto de partida.
Tras un
rato de travesía, la senda da un rodeo, subiendo a la derecha para facilitar el
cruce de una torrentera que corta la ladera. Justo al otro lado, dejé la Alta
Ruta por a la izquierda (SO), para tomar...
... un
trazo estrecho pero bien marcado que baja directo al fondo del valle. Antes de
llegar, dejé la senda por la izquierda (S) para...
... dirigirme
al collado que separa del monte una cota anónima. Se marcaban en la hierba
abundantes trazas de ganado que, al llegar al paso estrecho, se unieron en una
senda.
Ésta baja
al otro lado, haciendo cómodo el descenso al Planeth deth Pas Estret por una
vaguada de pasto y piedras. Una vez abajo, el mismo trazo me condujo a rodear
ese verde llano por su borde izquierdo.
Resulta
curioso que este lugar, donde el valle se ensancha tanto, reciba el nombre de
Paso Estrecho; pero no se refiere al llano en sí sino...
... al
congosto por donde entran las aguas en el mismo, abriéndose paso a través de
una barrera rocosa, al abrigo de la cual hay una cabaña.
No tardé
en llegar a una pista, que es la misma por donde había subido con el coche. La
tomé a la izquierda (SE) y me guio, en...
...
subibajas por entre las suaves lomas verdes donde nacen las laderas del
Maubèrme. Como mantenía cota, el cauce del río quedaba cada vez más abajo y el
terreno por el que discurría era más abrupto. Estaba yo cerca del final, cuando
comenzó a caer el agua que se venía anunciando, pero que no fue más que una
fina y pacífica llovizna, que apenas molestaba.
Al pasar
una collada, dejé atrás un ramal que bajaba y una cabaña construida al abrigo
de las ruinas de otra construcción más antigua. Y prácticamente enseguida, al
doblar un espolón, entré en el Barranco de Coma Nera, donde había dejado el
coche a la sombra (es un decir) del Tuc de Crabes. Pasaban pocos minutos de las
tres de la tarde y seguía cayendo una lluvia mínima. Más tarde caerían un par
de tormentas regulares pero esas ya me pillaron bien resguardado.
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