Morrón de Parapanda (1.602)

ASCENSIÓN DESDE ÍLLORA

RUTA CIRCULAR RECORRIENDO LA CRESTA DEL MORRÓN

La Sierra de Parapanda está situada al noroeste de la ciudad de Granada, dominando la vega del Genil. Se trata de una montaña caliza, achaparrada y no muy alta, con sus laderas cubiertas de pinos y unas crestas anchísimas y áridas. Aunque geológicamente emparentada con la subbética cordobesa, no forma parte de ningún conjunto orográfico; ese aislamiento y una prominencia notable la hacen destacar, pese a sus modestas proporciones, y son la causa del amplio panorama que se domina desde la cumbre. Por desgracia, la naturaleza dejó aquí de ser salvaje hace mucho; la presencia humana es notoria desde los olivares del pie de monte a las antenas de la cumbre, pasando por las canteras, majadas y cortijos que abundan por sus laderas.

La ruta parte de Íllora y se encarama a la sierra, subiendo por pistas y cortafuegos, hasta la cumbre del Morrón. A continuación, recorre la cuerda al noreste hasta la caseta de vigilancia situada en el extremo de la cresta, desde donde desciende directamente al sureste para regresar al pueblo.

Vistas desde el noreste, las sierras de Loja y Parapanda (a la derecha) llenan el horizonte más allá de la del Marqués

SITUACIÓN:

  • ZonaSubbética Central (Cadenas Béticas)
  • Unidad: Sierra de Parapanda
  • Base de partida: Íllora (Granada)
ACCESO: Íllora es una población granadina situada en el occidente de la provincia, al pie de la Sierra de Parapanda, sobre el Valle del Genil y en límite septentrional, por tanto de la Vega de Granada. Yo aparqué y partí caminando del cruce de la Calle Pilarejo con la de San Pedro, que es el punto señalado como destino en el siguiente link a GoogleMaps. Pero lo mejor es dejar el coche en cuanto se pueda y atravesar caminando el casco urbano hasta el final de la Calle de la Joya, por donde se sale del mismo.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 778 / 1.602
  • Mi tiempo efectivo: 4h28
  • Mi tiempo total: 5h39
  • Dificultades: Muy fácil. Ruta por caminos o terreno cómodo, salvo los 250 m de cota a perder por la ladera de Las Yeseras, sin senda y extremadamente empinados.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de Íllora por la Calle de la Joya y remontar al N la ladera del Cerro Joaquín. Tras rodear su cima, bajar al Arroyo del Moral, alcanzando el paraje de Cercas del Padre. Salir del mismo por un camino que sube al O y, dejando atrás el cruce donde se cerrará la ruta al regresar, llega hasta un cortijo en la zona de La Hoja. Desde allí, remontar el pinar por un cortafuegos, dejándolo momentáneamente para visitar la Hoya de los Endrinos. Al encontrar la pista del Puerto de la Artesilla, cogerla a la izquierda (SO) y seguirla, atravesando la Hoya del Brezal antes de llegar al collado sur de la cumbre. Dejarla entonces por la izquierda (NO) para ascender, por rastros de senda, hasta la cumbre del Morrón.

Seguir la cuerda al NE hasta la caseta de observación de Las Yeseras. Girar a la derecha (SE) y dejarse caer por la ladera hasta topar con una pista que pasa entre varias minas de mármol. Tomarla a la derecha (S) y, tras dejar atrás las explotaciones y llegar a un ancho barranco, desviarse a la izquierda (E), por la senda que desciende junto al mismo hasta las cercanías del Cortijo Bajo de Pajuela. Seguir a la derecha (NE) una carretera de asfalto que termina enseguida junto a una casa a medio construir. Dejándola a la izquierda, continuar bajando por senda en la misma dirección, hasta otra carretera que, de nuevo, se ha de tomar a la derecha (SE). Por ella, se atraviesa la zona de El Zumacal hasta aquel primer cruce que se encontró a la ida. Girando a la izquierda (E), ya sólo queda deshacer camino para regresar, por Cercas del Padre, a Íllora.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: El principal atractivo de esta excursión son las magníficas vistas sobre la Vega de Granada y Sierra Nevada, además de un horizonte quebrado por las montañas que van de los Montes de Málaga a Mágina, pasando por la Sierra Harana o las subbéticas de Córdoba. El entorno está, si no degradado, sí muy transformado por la mano del hombre y, si encontraremos pocos excursionistas, no será raro compartir la jornada con moteros y cazadores si es temporada. Sin embargo, por lo primero que dije, creo que merece la pena la visita a esta cumbre.

Respecto a la ruta, es relativamente entretenida, al alcance de cualquier senderista en mediano estado de forma. Además de las amplias panorámicas, se pasa por alguna antigüedad y paraje curiosos. También, la soledad en el lomo sobre los pinares llega a ser impresionante. Claro que a mí siempre me han fascinado esas extensas desolaciones kársticas que culminan algunas sierras béticas, especialmente cuando el viento bate bien fuerte; en esos lugares, la vivencia compensa de aguantar el vendaval.

En el mapa que acompaña a la descripción, he señalado con flecha azul un punto de arranque alternativo para la ruta: ese lugar es accesible en coche y, si partí de Íllora, es porque no lo sabía. El ahorro, ida y vuelta, es de unos 45 minutos y 160 m de desnivel (subida y bajada). El único inconveniente sería perderse la vieja fuente de Cerca del Padre, pero a ésta se llega en cinco minutos desde el cruce, si se quiere ver. Si se sale de Íllora caminando, la alternativa que tomé de regreso es bastante más práctica que la de la ida, también con un poco de ahorro de desnivel y distancia; tenerlo en cuenta, aunque dejo reseñada la ruta tal como la hice.

RELATO GRÁFICO:

Dieron las diez de la mañana mientras atravesaba las estrechas calles de Íllora, viendo al fondo las boscosas laderas de la Sierra de Parapanda. A pesar de la hora y del sol ya alto, hacía frío todavía pero, a cambio, la jornada prometía: un día claro y con la atmósfera transparente, ideal para visitar una cumbre cuyo mayor atractivo es un horizonte despejado. Llegado a la Calle de la Joya, que corre horizontal por lo alto del pueblo, la tomé hacia el oeste. A la salida del casco urbano, la calle se prolonga por una pista de tierra. Sin embargo, ese camino está cortado por una finca privada. Para salir de la población, al pasar por un hueco entre las casas superiores, a través del cual veía un cerro cercano coronado por una cruz, dejé la calle por la derecha (N) y...

... remonté una árida ladera salpicada por unos pocos árboles raquíticos y chumberas. En lo alto de la misma, reencontré la pista a la salida de la finca de marras y la tomé a la derecha (NE), para...

... rodear otro modesto cabezo, al cabo del cual, torcí a la izquierda (N) en un desvío indicado al antiguo vertedero, hoy sellado. Enseguida salí a un colladito desde donde se domina el Arroyo del Moral.

Delante, tenía la sierra y, aunque la cumbre quedaba oculta, distinguía el cortafuegos por donde habría de superar el pinar y la pista que conduce a su base. Bajé por una empinada pendiente terrosa hacia...

... el torrente, cuyo abrupto tajo tiene su encanto. Una vez junto al cauce, tomé a la derecha (N) la senda que va junto la orilla, llegando enseguida al vado de Cercas del Padre. Al otro lado, vi los muros de cantos que afirman un camino que asciende por la ladera y, cruzando el arroyuelo, comencé a seguirlo.

No tardé en encontrar una curiosa fuente con pilón hecho de losas de piedra unidas con grapas, eficacísimo procedimiento de origen romano para obtener estanqueidad: las grapas se fijan cuando están al rojo y, al enfriarse, se comprimen y aplastan una lámina de estaño o plomo previamente colocada en la juntura. Prueba de la bondad del método es que aún funciona.

Como se puede ver, la construcción data de 1709, según una lápida bastante erosionada que hay sobre el caño. La inscripción también específica, en una muy castiza ortografía, que “NO CEPERMITE LABAR EN EFTE PILAR”.

A partir de la fuente, el senderillo que sube del vado se transforma en pista de cemento, por la cual fui ascendiendo al este entre olivares hasta el cruce con una carretera, a la vista de nuevo de la cresta de la sierra. Por esa otra vía regresaría por la tarde pero, de momento, proseguí recto (E), aproximándome a las laderas cubiertas de pinos.

Al ganar suavemente altura, comenzó a desvelarse a mi izquierda Sierra Nevada, por encima de las lomas cercanas.

Próximo el pie de monte, el carril, por entonces de tierra, giró a la izquierda y, tras un tramo horizontal, acabó en un cortijo en La Hoja, muy cerca de la base de un cortafuegos. Dejando la finca a la izquierda, me dirigí a ese ancho corte en el bosque,...

... muy empinado en algunas partes y recorrido por un trazo abierto por motos. Precisamente, me encontré a un trío empeñado en pasar lo más recio de la subida. Los motores se negaban y yo creo que acabé de desmoralizarlos cuando me vieron pasar entre ellos caminando tan pancho: poco después se daban la vuelta.

De todas formas, este cortafuegos es para tomárselo con calma. Además, merece la pena ir parándose a mirar atrás un panorama cada vez más amplio. Poco antes de culminar la cuesta, el trazo que iba siguiendo se desvió a la derecha, dibujando una tendida diagonal bajo los pinos. Me pensé si seguir directamente el cortafuegos, pues más arriba habría de volver a él, pero me pudo la comodidad y me dejé llevar por ese rodeo, que acabó sacándome del bosque...

... al borde de un rellano herboso: la Hoya de los Endrinos. Enfrente, donde vuelve a erguirse la ladera, se levantaban...

... unos rústicos refugios pastoriles. Por la factura y condiciones, parecían bastante antiguos. Había un par de carteles pero no informaban de nada que no estuviera a la vista, aparte de calificar las construcciones con la curiosa (y desenfocada) expresión de “artesanía étnica”.

Atravesé el claro hacia su extremo izquierdo (SO), por donde pasa el cortafuegos y, entrando de nuevo en él, comencé a remontar lo que me quedaba.

Este otro tramo no tiene nada que envidiar en pendiente al anterior pero, además, no había traza y, en algún sitio, peñascos y zarzas hacían el paso incómodo, aunque sin llegar a suponer obstáculo.

No sé si fue el cortafuegos o el bosque lo que se acabó antes. El caso es que no tardé en encontrarme fuera de aquél, siguiendo la línea eléctrica que lo recorre. Estaba en una pendiente pedregosa más suave, salpicada por pinos dispersos y muy cerca de una culminación aparente, hacia la cual continué subiendo. Al perder la cubierta vegetal, el terreno mostraba con más claridad su carácter kárstico y, aunque no vi formaciones espectaculares, pasé junto a algún que otro canto curioso.

Al topar con una pista horizontal, la tomé a la izquierda (SO), con objeto de rodear por ese lado el Cerrajón, modesto mogote que me separaba de la cumbre. Durante el recorrido de este carril, pasé por varios desvíos y bifurcaciones: en todos seguí por la derecha.

El final del rodeo se anunció cuando comencé a ver a mi derecha, sobre la copa de los árboles, las numerosas y grandes antenas que se levantan en la cima: servidumbres de las cimas destacadas a la vez que accesibles.

La circunvalación acabó por meterme en la Hoya del Brezal, extenso y suave cóncavo abierto entre Morrón y Cerrajón. Al llegar al fondo de la depresión, giré con la pista a la derecha y la remonté hasta el collado cabecero.

Allí, al dar vista al contrafuerte de Las Yeseras, dejé la pista por una senda que, a la izquierda (NO),...

... supera la ladera hacia la cumbre. En el inicio, la subida fue suave, a través de...

... una ladera desnuda, donde sólo crecían unos pocos arbolitos dispersos.

Al pie de la roca, el sendero me llevó a rodear por la izquierda el cueto cimero y se perdió ante las primeras instalaciones. Pero ya ahí el camino a seguir era indudable: junto a las dos antenas más altas, alcancé a ver el vértice geodésico, que resulta inalcanzable al estar dentro de una zona vallada.

Al llegar lo más cerca que pude al hito cimero del Morrón, me asomé al suroeste, donde se extiende la vega granadina bajo las sierras Harana y Nevada y con la modesta de Elvira plantada en medio.

Alcazaba, Mulhacén y Veleta se distinguían perfectamente. Girando la vista hacia la derecha,...

... un contraluz violento destacaba el perfil de la alineación que forman las sierras malagueñas de Tejeda y Almijara, más allá de la extensa Hoya del Brezal.

Al oeste, sobre un panorama de suaves lomas, destacaba el grupo de sierras en torno a la Horconera, cumbre de la subbética cordobesa.

En fin, al nordeste, hacia donde seguía mi camino, el horizonte se elevaba con las montañas jiennenses. Pero la vista era breve sobre el cordal, interrumpida por un vecino resalte. Al cabo de veinte minutos en la cumbre, me cansé de aguantar el ventarrón helado del que, racheado como venía, era casi imposible protegerse. Así que bajé de la cumbre y, dirigiéndome al desnivel precitado, lo superé caminando por donde mejor me pareció.

Más allá, se extiende una extensa loma hacia unas antenas más modestas que marcan la situación del siguiente punto de referencia: el observatorio forestal donde pensaba dejar la cresta. El terreno, sin plantear obstáculos, no era cómodo para caminar, pues el suelo era irregular, sembrado de piedras y matojos. El viento seguía soplando, a veces bastante fuerte, acentuando, junto a la soledad, el carácter desolado de esta cuerda.

Mientras avanzaba, pasé junto a una cantera de mármol, más allá de la cual se veía la Sierra de Ahillo.

A partir de la explotación, encontré un camino que iba en mi dirección y lo tomé. Desde aquí, volviéndome, podía contemplar la urbanizada cumbre.

El carril me dejó en la antedicha caseta de observación de Las Yeseras, que estaba cerrada.

Como era de esperar, una extensa vista se domina desde ese lugar: valles del Cubillas y el Colomera, bajo un horizonte que va de la sierra de Alta Coloma a la de Alhama.

También veía desde allí mi ruta de regreso: descender al rellano árido que tenía a mis pies, continuar bajando hasta el nivel de los olivares y tomar allí la carretera que me conduciría a Íllora. Así, tras unos minutos, reemprendí la marcha dejándome caer directamente al sudeste, por la ladera empinada y predominantemente pedregosa, tras...

... despedirme de la cumbre.

La bajada fue rápida y poco incómoda, pese a la carencia de senda y a la fuerte pendiente los 250 de descenso.

Hacia su último tercio, me encontré otra de las enormes zanjas mineras y, rodeándola por encima, terminé de bajar recorriendo su borde derecho, yendo a salir...

... junto a una caseta, en un amplio rellano que se extiende bajo los desplomes impresionantes de Las Yeseras.

A pocos metros, una pista que va de nordeste a suroeste se bifurca precisamente allí, como yendo a abrazar el Cerrajón. Giré a la derecha (SO) y me fui por el ramal izquierdo (S), que me llevó...

... a atravesar el rellano bajo paredes calizas.

Luego, se acerca al borde del mismo y lo sigue.

Al pasar sobre el arranque de una torrentera ancha y suave pero bien definida, dejé el carril por la izquierda (SE) y descendí por ella, encontrado al poco una senda.

Ésta me llevó en cómoda bajada hacia el pie de monte, donde huertos y arboledas se extendían hasta un resalte que parecía marcar el límite entre monte y valle. Llegué entonces al inicio de un ancho carril de tierra que, enseguida, desembocó en otra pista horizontal, donde giré a la izquierda (N) para encontrarme a los pocos metros ante el Cortijo Bajo de Pajuela.

Esa construcción está abrazada por la curva de una carretera, que tomé a la derecha (NE) para proseguir el suave descenso, llevando al fondo la Sierra Madrid, estribación más oriental de la de Parapanda.

El asfalto acabó, poco después, junto a una casa en construcción. Tomé allí una senda que rodea el edificio por la derecha y prosigue ladera abajo entre olivos hasta...

... una segunda carretera, que alcancé al pie de un potente cantil. La tomé a la derecha (S) y no tardé en salir a un terreno más despejado, cerca de...

... la Fuente del Zumacal, que mana de un doble caño, en el fondo de un pozo de un par de metros de profundidad. A diferencia de la otra que había pasado, ésta se encuentra muy “retocada”, vandalismos aparte, y no posee el encanto de la que encontré en Cercas del Padre, a pesar de que tampoco la hicieron ayer: 1887.

Luego, me encontré caminando entre olivares, con Sierra Nevada ante los ojos. No tardé en llegar a aquél primer cruce de pistas que había encontrado al poco de dejar Íllora, cerrando la ruta. Girando a la izquierda (E), comencé a...

... deshacer camino, pasando junto a la vieja fuente donde no se podía lavar y llegando a Cercas del Padre. Allí, tras vadear el torrente, en vez de remontar directamente la ladera del Cerro Joaquín, tomé a la derecha (SE) el camino que sigue la ribera del riachuelo, que me pareció mejor forma de regresar.

En efecto, cuando el tajo se estrecha, la vereda remonta la ladera pero cruza el monte sin ganar tanta altura. Una vez arriba, me volví para echar un vistazo a la sierra, donde podía con los ojos casi toda la ruta menos, precisamente, el paso por cumbre.

Al otro lado del lomo, me encontré junto a la cerca de la finca que cortaba la pista a la salida del pueblo. Dejándola a la derecha, la fui rodeando hasta encontrarme con su puerta superior. Allí, volví a tomar la ruta de ida, cruzando el carril y bajando por la desolada pendiente de las chumberas por la que había dejado Íllora esa mañana. Poco después entraba entre las casas del pueblo.

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