Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Teóricamente,
este sería el itinerario más accesible para alcanzar la cumbre de la Buitrera
pero, con tanto subibaja en la cresta, termina siendo más largo que el de
Hontanares. Si se sigue ida y vuelta el itinerario de regreso, es decir la
senda que faldea el cordal por el oeste, se ahorra bastante tiempo y algo de
desnivel pero se restan emociones a la jornada. Creo que lo ideal es como lo
hice: mantenerse en cresta dentro de lo posible a la ida, para ir viendo
cambiar las perspectivas, y regresar más relajadamente por el camino.
En suma, un recorrido por
cresta panorámico, de duración entre mediana y un poco larga pero sin excesos.
Por otro lado, el terreno es cómodo en general e, incluso con nieve, no se
encuentran obstáculos que reseñar, pues la pendiente nunca llega a 30º, excepto
en el par de trepadas para acceder a la Peña de la Silla o la arista cerca de
la Buitrera (innecesario ir por ahí, pero muy recomendable).
RELATO GRÁFICO:
Hacía un
frío pelón en el Puerto de la Quesera (-8ºC en el termómetro del coche, aunque
yo creo que hacía alguno menos). Desde allí, la cima de la Buitrera apenas
destaca un poco a la izquierda del más aparente Parrejón. Para empezar, tomé al
este el escarchado cordal, dorado ya por los primeros rayos del sol.
Pero poco
me duró su calidez: el sendero, amplio y de escasa pendiente, por el que
caminaba, me llevó enseguida a la umbría de la vertiente izquierda de la loma.
Delante, mostraba su doble cima el primer jalón de la jornada: la Peña de la Silla,
a la derecha de su vecino el Pico del Granero. Por si no hacía poco frío, la
pinta del entorno no colaboraba a templar el ánimo. Pero no me importaba, ya
que el día no podía estar más bonito.
Por un
hueco en los árboles a mi derecha, pude ver la cuerda de las Peñuelas al Rocín,
toda blanca y verde, inundada de luz... ¿quién se acuerda del cuerpo cuando se
calienta el ánimo? Muy cerca vi también la pista, helada, que va del Puerto de
la Quesera a Majaelrayo y es que, poco después, en un collado, la misma toca la
cresta.
De allí
salí por la continuación de mi carril, remontando al sureste la loma, más
empinada ahora. Estaba incómodo el camino, pues se hallaba cubierto de una
placa de hielo, de la que sobresalía el número suficiente de guijarros para
poder caminar con cierto tiento pero sin crampones y sin necesidad de ir por
los márgenes llenos de matorral.
Era
incómodo, pero bello... ¡sarna con gusto no pica!
Al llegar
al lomo del cordal, me encontré con el sol y con la visión del sector
meridional de la sierra: más allá de la Sierra del Rincón, el mundo se hacía
indistinto en la lejana campiña de Guadalajara.
Más cerca
la Cresta del Dragón.
En el
Collado de los Lobos, al pie de la Peña de la Silla, el camino que iba
siguiendo entra en la vertiente oeste de la cresta. Lo dejé por la derecha
(NE), para continuar por el lomo hacia el primer pico de la jornada, siguiendo...
... un
claro trazo en el matorral, junto a la cerca que recorre la divisoria.
Al llegar
a lo alto de la cuesta, apareció entre los dos canchos que veía desde abajo la
verdadera cima, un tercer peñasco, escarchado y coronado por una cruz.
Volviéndome,
tenía una magnífica vista panorámica sobre el Pico del Lobo rodeado por algunos
de sus satélites.
Para
encaramarme en la Peña de la Silla, crucé entre las dos rocas y, dejando a la
izquierda la cima, me situé al sureste de la misma. En esa vertiente, la roca se
presenta como...
...una
rampa lisa pero bastante tendida, por donde acabé de subir hasta el hito sin
más cuidado que evitar las pellas de hielo.
Al sur
quedaba otra peña, más allá de la cual la llanura brillaba entre las siluetas
del Ocejón y la Sierra del Rincón, mientras que, del lado contrario,...
... la
estepa castellana extendía sus apagados colores hasta el horizonte.
Continué
la ruta bajando de la peña por el mismo lugar por donde había trepado, para
luego dejarme caer por el lomo norte hacia el siguiente objetivo del día: el
Parrejón.
Este
cordal es ancho y suave y, además, no tardé en encontrar un claro trazo que lo
recorre cortando el matorral, haciendo aún más cómoda la bajada al...
...
Collado de las Lagunas, donde encontré un estanque helado. Al otro lado, en la
subida siguiente...
... menudeaban
las rocas, pero sin llegar a suponer un obstáculo.
Al ganar
altitud, el aspecto del Granero, verdadera cumbre del monte donde se haya la
Peña de la Silla, se fue haciendo impresionante.
A mi
derecha, se abría el Arroyo de la Zarza, más allá del cual se alzaban el Alto
Rey el Ocejón.
A partir
de un hombro, la loma se hizo casi horizontal: una sucesión de minúsculas
prominencias llamada Cuerda de las Berceras me separaba del Parrejón.
A mi izquierda,
la cuerda del Puerto de la Quesera al Pico del Lobo y su vertiente norte.
Por esta
zona, el terreno es más escabroso pero, poniendo algo de atención al trazo y
los hitos, se recorre con bastante comodidad. También fui descubriendo la cara
meridional del Parrejón, tremendo desnivel de hierba cortada por placas de roca.
A mi
derecha, veía otra desconocida loma: la culminada en el Alto de la Escaleruela,
mientras que, al otro lado,...
... el
panorama no podía ser más diferente, con Castilla haciendo honor al tópico.
Pasando
una collada anónima, me encontré con un camino que, llegando de la vertiente
oeste, alcanza la cuerda y la sigue luego hacia el norte. Tomándolo, acometí
por él la subida final al siguiente pico, pero cuando, poco antes de la cima,
el camino se fue a la vertiente izquierda y yo lo dejé para continuar a pleno
lomo.
A punto
de alcanzar el pico, descubrí, a través de un collado en la loma vecina, una
impresionante visión del Moncayo, como flotando. Fíjate bien, que no es una
nube.
Al llegar
al Alto del Parrejón, apareció el resto del cordal hasta la Buitrera y, más
allá del mismo, las nevadas crestas de Neila, el Urbión y la Cebollera.
Ahora ya
veía en toda su extensión el vallecito del Arroyo de la Zarza corriendo al
sureste, con la silueta lejana del Ocejón al fondo. Al otro lado,...
... el
núcleo central y más alto de Ayllón se alzaba blanco y brillante ante los
colores apagados del llano.
Continué
caminando por el cordal, descendiendo al nordeste por una loma ancha y suave.
Pasé por un collado desde el que veía, a mi izquierda,...
... la
ladera occidental de la cresta que va del Cervunalillo a la Buitrera, en la que
se distingue el trazo de un camino: se trata de la continuación de aquél que
dejé poco antes del Parrejón, pero que de nuevo dejé de lado. De momento,
porque luego regresaría por él de la cumbre.
Ahora,
sin hacer caso de sendas, me mantuve en el cordal y, tras la depresión, comencé
a ascender por una ladera cómoda, de mediana pendiente, hacia una cota anónima
situada al sur del Cervunalillo. Entonces vi la primera persona que me encontré
en el día, caminando por el cordal tras de mí; no llegamos a encontrarnos.
Al llegar
a ese alto, que es un entronque de crestas, contemplé al sureste el atractivo
aspecto de la que va a la Escaleruela. Pero no era ese mi camino, sino el
contrario.
En primer
lugar, tenía el Alto del Cervunalillo, del que me separaba una horcada amplia y
suave, como casi todo en el recorrido. Por cierto, que el pico me mostraba
ahora su bonita arista oriental: 500 m de roca...
... desde
el cauce del Río Lillas. Un día tengo que probar a recorrerla. Por algo he
dicho siempre que Ayllón, y sobre todo esta zona, es la montaña más montañera
de las que rodean Madrid. Por fortuna, por aquí no viene tanta gente.
Del Alto
del Cervunalillo a la Buitrera, nuevo colladito, la bajada al cual transcurrió
por un lomo amplio y despejado, muy cómodo.
La
continuación presentaba dos alternativas: la arista está ocupada por un crestón
de roca que puede rodearse por la izquierda, por una senda al pie del cancho, o
pasarse por el filo, que es...
... menos
aguda de lo que parece. Los obstáculos que presenta son cortos y se pasan más gateando
que...
... trepando.
En todo caso son muy fáciles y nunca expuestos. Yo fui alternando ambas
posibilidades, según lo iba viendo.
En los
metros finales, a la vista del hito de La Buitrera, la cuerda vuelve a
ensancharse y culminé la ascensión caminando por terreno herboso entre rocas.
Desde la
cumbre, descubrí la llanura soriana, limitada por el largo cordal de la Ibérica
septentrional. A la derecha,...
... se
abre el valle del Río Lillas, con la sierra del Alto Rey al fondo. Contrastando
con tanta suavidad,...
... caen
hacia ese lado una serie de agudas aristas marcando las sucesivas puntas de la
cresta. Al otro lado del cordal,...
... las pendientes
son más suaves hacia tierras segovianas, aunque las alturas sean mayores.
Y ya al
noroeste, llanura infinita: la meseta en su más pura manifestación.
Estuve un
buen rato, más de tres cuartos de hora, en la cima. Apenas soplaba viento y la
temperatura (al sol) no era mala. Para regresar, podía haberme dejado caer por
la ladera al oeste, entre matorral denso pero no agobiante, hasta el camino que
la corta a media altura. Sin embargo, en busca de nuevas perspectivas, decidí
seguir cresta adelante, al noroeste, hacia el Portillo de los Lobos, por donde
pasa dicho carril.
Un amplio
lomo de pendiente suave y una senda cómoda une el pico con dicha horcada. Y,
efectivamente, las vistas son cambiantes y atractivas.
De vez en
cuando, pasé junto a alguna peña que da ambiente y ameniza el camino.
Sólo la
bajada final es algo más empinada pero sin presentar problema alguno.
Antes de
llegar a lo más hondo del Portillo de los Lobos, me encontré con el camino que
buscaba, aquél de la ladera, cortándome el paso. Lo tomé a la izquierda (SE),
mientras el cielo comenzó a cubrirse bastante rápidamente. Sin apenas
anunciarse, un gran palio de nubes altas había llegado con notable rapidez desde
el norte.
El camino
en cuestión es ancho al comienza, aunque luego se estrecha, pero conservando el
buen trazado.
Al
acercarme al Parrejón, fui distinguiendo la horcada por donde debía salvar la
arista norte. Y, en la vertiente oeste, el trazo de la senda que antes había
dejado de lado y que ahora me disponía a utilizar para facilitar el retorno.
Como el sendero cruza la cresta ganando altura para luego perderla, decidí
atajar.
Cuando
llegué al cauce del torrente que nace en el collado entre el Cervunalillo y el
Parrejón, dejé el camino por la derecha (O), para cruzarlo y remontar la
vertiente opuesta en diagonal, directo al hueco del crestón donde reencontraría
la senda. La ladera no es empinada ni incómoda y rápidamente gané la arista.
Al
trasponerla, una mirada atrás, a la Buitrera.
Al otro
lado, la senda me llevó por la vertiente oeste, cerca de y paralelo a la
cresta.
Las
vistas sobre el núcleo central de Ayllón habían cambiado de carácter, pasando
del brillo de esa mañana a un gris helador con la llegada de las nubes.
Esta
corta travesía tampoco presenta ningún problema y, al salir de la misma al...
... lomo
sur del Parrejón, o Cuerda de las Berceras, me encontré en el recorrido de
subida, que durante un corto trecho desharía. Concretamente durante la bajada
al collado siguiente y anónimo, donde el camino deja la cresta para descender a
la derecha y...
...
volver a la vertiente occidental del cordal.
Por el
mismo, rodeé la Cuerda de las Berceras y salí al Collado de las Lagunas, donde
volví a deshacer camino durante unos metros, para desviarme enseguida.
Siguiendo la senda, dejé el cordal, de nuevo por el lado oeste, pasando junto a...
... dos
pinitos aislados en un lomo que, si no fuera visible el camino, serían una
buena referencia.
Rodeaba
la Peña de la Silla, cuyos canchos cimeros destacaban sobre la ladera monótona
a mi izquierda. Al otro lado tenía...
... la
linde del Hayedo de la Pedrosa, desnudo y escarchado, imagen que ayudaba a
agudizar el frío creciente, pues la temperatura estaba bajando con rapidez
desde que las nubes cubrieran el sol. Aunque el monte tenía un aspecto
melancólico muy atractivo, me alegré de ir llegando.
De este
tramo de travesía salí al Collado de los Lobos y volví a ver las crestas
meridionales de Ayllón.
Continué
por el itinerario de subida, bajando por el camino helado de esa mañana, donde
el cristal se había mantenido incólume durante el día.
Al llegar
al colladito junto al que pasa la carretera de Riaza a Majaelrayo, dejé el
camino que llevaba y me desvié a la izquierda para tomar aquélla y cubrir, con
más comodidad aún, los escasos 500 metros que me separaban del Puerto de la
Quesera.
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