Cabeza de Hierro Mayor (2.380)

ASCENSIÓN DESDE EL PUERTO DE COTOS

RUTA CLÁSICA DEL TUBO NORTE

Las Cabezas de Hierro son la segunda cumbre del Guadarrama y culminan la Cuerda Larga, alineación que se extiende entre los puertos de Navacerrada y la Morcuera, al sur de la divisoria del Sistema Central. Íntegramente situada en la provincia de Madrid, separa el Valle del Lozoya de la llanura. Se trata de una montaña típicamente guadarrameña, con un lomo ancho y redondeado cubierto de prado eventualmente interrumpido por pequeños canchales y crestones de escaso porte. Más abajo, en sus laderas poco empinadas pero de considerable desnivel, prosperan piornos y retamas sobre los extensos pinares de los valles. En suma, una montaña bella sin espectacularidad, cuyo encanto reside en una suerte de apacible grandiosidad.

Se conoce por Tubo Norte de las Cabezas de Hierro al amplio pasillo abierto entre dos grandes y llamativos canchos que afloran del pedregal en la cara septentrional de la montaña, conocidos por su forma como Los Pulmones. Este itinerario es el trazado más habitual y clásico, que asciende buscando las líneas de mínima pendiente y evitando en lo posible las cascadas de hielo.

Cara norte de las Cabezas de Hierro, con el trazado de la ruta señalado

SITUACIÓN:

  • Zona: Cuerda Larga - Sierra de la Morcuera (Sistema Central)
  • Unidad: Cuerda Larga
  • Base de partida: Rascafría (Madrid)
ACCESO: El Aparcamiento del Puerto de Cotos, que se abre en el cordal principal del Guadarrama entre las provincias de Madrid y Segovia, es el punto de partida de esta ruta. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen hasta allí en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.746 / 2.381
  • Mi tiempo efectivo: 4h21
  • Mi tiempo total: 5h10
  • Dificultades: PD-. Subida casi continua de 600 m de desnivel por nieve helada, con 35º de pendiente media y 45º de máxima, durante 10 m.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir del Puerto de Cotos por la carretera de Valdesquí, dejándola por la izquierda (SE) para tomar el camino del Refugio del Pingarrón. De allí, continuar por la senda balizada (PR 27) que sale al sur y se dirige al Circo de Las Cerradillas. Al entrar en la cuenca del barranco homónimo y llegar a una bifurcación, tomar el camino de la izquierda (S), que baja a cruzar el Arroyo de las Cerradillas. En la orilla opuesta, avanzar al este manteniendo cota hasta dar con el torrente que baja del tubo norte. Subir a la derecha (S) junto al cauce para llegar a la base del corredor, remontarlo y continuar ascendiendo por las pendientes bajo la cuerda, derivando a la izquierda (SE), hacia la cumbre de las Cabezas de Hierro (PD-).

Descender por la cuerda al SO hasta el collado de Entrecabezas y girar allí a la derecha (NO), realizando una travesía en diagonal descendente a la izquierda hasta el lomo que cae de la Cabeza de Hierro Menor. Trasponerlo y entrar en el tubo que baja al fondo de Las Cerradillas (F). Este trazado coincide con el PR 27 que ya utilizamos a la ida, así que no hay más que seguirlo para regresar al Refugio del Pingarrón y, de ahí, por terreno conocido, al Puerto de Cotos.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: En la cara norte de Cabezas de Hierro podemos complicarnos la vida lo que queramos. Hay trazados difíciles (la cascada) o sin apenas dificultad (vaguada de Entrecabezas). Ésta que traigo aquí es una ruta clásica, más bien fácil pero larga, que transcurre por lo más impresionante de estos parajes. El trazado hace dos curvas para mantener la línea lógica de subida a través del tubo; aquélla que evita, en lo posible, los tramos más empinados o dados a la formación de cascadas. De todas formas, esto puede variar según las condiciones de la nieve. Aunque hay catalogado un puñado de vías en ese pasillo, para mí sólo cabe distinguir entre con o sin cascada; el resto, son tan parecidas en pendiente y longitud, que no se trata más que de variaciones más o menos aconsejables según espesor, distribución y calidad del manto nivoso. Y he probado la mayoría.

Ya dije que era una ruta más bien fácil y, de hecho, salvo el corto tramo a 45º, apenas diez metros, todo el resto lo hice con el piolet en plan bastón. Con precaución, pues había hielo, pero sin necesidad de emplear otra técnica que caminar. Diría incluso que la mayor dificultad inevitable dentro del pasillo entre los Pulmones es dar con la línea buena, la de menor pendiente y, luego, en las rampas de salida, escoger la que lleva directo a de la cima. Así pues, la ascensión es más un asunto de orientación e instinto, si es que no es lo mismo, que de técnica de progresión.

RELATO GRÁFICO:

Dejé el aparcamiento del Puerto de Cotos con las primeras luces del día, tomando la carretera que va, al sur, hacia Valdesquí. La mañana, totalmente despejada, no era, sin embargo, demasiado fría: apenas cero grados. Ya desde el inicio de la excursión, iba viendo ya la helada cara norte de las Cabezas de Hierro por encima de los pinos. Al cabo de aproximadamente un kilómetro, me desvié a la izquierda (SE) por una pista cerrada con barrera.

Al momento, me encontré en un pequeño alto, desde donde la vista se amplía. A la derecha, apareció el circo que aloja la estación de esquí, mientras que, al otro lado,...

... dominaba el barranco que baja al Valle del Lozoya y, más allá, las crestas de Ayllón recibiendo el primer sol.

También Peñalara iba dorándose a mi espalda.

Estaba junto al Refugio del Pingarrón y, más allá, veía ahora más claramente las Cabezas de Hierro. Destacaban allí, oscuros en la vertiente, los dos canchos llamados Los Pulmones,...

... entre los cuales pasa la ruta que pensaba ascender. Incluso distinguía el hito cimero y, así, me detuve a ir calculando el trazado de la subida, buscando con los ojos las zonas más blanqueadas.

Dejé el refugio tomando un sendero balizado que, desde la puerta misma del edificio, se interna en el pinar en ligera bajada al sur, camino del Circo de Las Cerradillas.

El descenso me llevó ante el Arroyo de las Guarramillas, que crucé por una pasarela.

Sigue luego una breve subida y un flanqueo a través del pinar que cubre el espolón que baja al norte del Cerro de Valdemartín. 

Traspuesto el mismo, llegué una bifurcación, indicada con un postecillo. El camino de la derecha continua a Las Cerradillas y, por él, regresaría más tarde. De momento, tomé el de la izquierda (S), que...

... pierde altura hacia el cauce del Arroyo de las Cerradillas, también con su puentecillo.

El riachuelo, semihelado, presentaba un atractivo aspecto.

Tras cruzarlo, me encontré esta otra bifurcación, donde seguí por la derecha (E), manteniendo cota a través del bosque. Aquí ya no se distinguía el trazo pero una copiosa huella no dejaba lugar a dudas.

Tras cruzar un par más de torrentes helados, me cortó el paso un cauce más importante, que abre a su paso un considerable surco. Se trata del arroyo que baja del tubo norte y, girando a la derecha (SE), comencé a remontarlo, siempre siguiendo huella. Y menos mal que la había, pues las condiciones de la nieve no eran demasiado buenas: pese al tiempo transcurrido desde la última nevada y las heladas, persistían 30 ó 40 cm de polvo sobre el suelo irregular y era muy incómodo caminar fuera de la traza.

Al ratito, llegué a un claro, donde me encontré con uno de los varios grupos con que me iría topando durante toda la ascensión. Sin ser un lugar de multitudes, ésta es una ruta clásica y difícilmente se encontrará aquí la soledad un sábado con nieve y buen tiempo. El tubo norte ya se iba viendo bastante cercano, sobresaliendo sobre los últimos pinos.

Desde este rellano, había también una estupenda vista de Peñalara y aproveché para hacer otra parada, comer algo y, de paso, separarme un poco.

Cuando dejé atrás los últimos pinos, pasé un pequeño lomo y la traza me llevó a flanquear en subida muy suave la vertiente izquierda del torrente, acercándome poco a poco al cauce hasta alcanzarlo y cruzarlo.

Podía ver ya muy bien la cascada de hielo que suele formarse en la base del gran corredor. Bajo la misma, pasaban de vez en cuando montañeros para rodearla por la izquierda.

Una vez al otro lado del torrente, inicié la subida hacia el tubo, a través de una empinada pedrera, cuya travesía sin huella y con la nieve tan blanda y poco espesa hubiera sido una tortura. Había comenzado la verdadera subida: 600 m de desnivel me separaban de la cumbre, pero...

... de momento, la pendiente no pasaba de 30º.Mientras ganaba altura, se iban desvelando nuevas montañas. A mi izquierda, asomaba el Nevero, más abajo en el Valle del Lozoya.

Al cabo, llegué al pie de la cascada, que cubría, con algún hueco, una extensa llambria suspendida. Colgando bonitamente del borde, numerosos carámbanos decoraban la cosa.

Allí empieza el tubo de verdad. Dejando la helada maravilla a mi derecha, tomé un tubo poco marcado a pocos metros, por donde iba la huella. El mismo, gira enseguida a la derecha y...

... se empina, alcanzando los 45º durante una decena de metros. Aquí me encontré algunas panzas de hielo pero tan pequeñas que pude superarlas pisando y apoyándome sólo en la nieve.

A la salida de ese tramo,...

... la ladera se tiende un poco y vienen unos 100 m a menos de 40º, donde derivé a la derecha con la huella. Ésta buscaba la nieve mejor y, aun así, en cuanto apoyaba un pie fuera de la misma era para hundirme dos palmos en el polvo y tocar la roca con los crampones. Sin embargo, la traza estaba bien.

A mi derecha, por encima del Pulmón de ese lado, iba viendo ya la Mujer Muerta que, dentro de los montes que podía distinguir, era el que tenía mejor pinta. Caprichos de la nieve. Cerca ya de la roca, enderecé la trayectoria pendiente arriba para salir del tubo.

Me quedaban unos 60 m, en los que la pendiente fue disminuyendo poco a poco hasta acabar en 30º o algo menos.

Desde lo alto del pasillo, la vista hacia atrás, viendo lo ya subido bajo la mole de Peñalara, era estupenda.

Estaba fuera del corredor, pero aún me quedaban 100 m de desnivel, ya por una pala más tendida, entre 20 y 25º, a la cumbre.

A mi izquierda, divisaba ya un buen trozo de Valle del Lozoya bajo las cumbres de Peñalara, el Nevero y La Muela.

Al otro lado, Las Guarramillas y Valdemartín se habían unido a la Mujer Muerta. Incluso veía el perfil de Gredos en el horizonte.

Los metros finales se anunciaron por la escasez de nieve y el murmullo de voces que bajaban de la cumbre de Cabezas de Hierro. 

Al culminar, el sol me golpeó en la cara y se extendió ante mis ojos la llanura brillante más allá de las crestas de La Pedriza.

Sorprendentemente, hacía incluso calor y no soplaba nada de aire. Pese a lo cual, el aire estaba muy claro y la vista se extendía a gran distancia. Al oeste, más allá de la Cabeza Menor y las Guarramillas, se llegaban a individualizar algunas cumbres de Gredos.

La Mujer Muerta se veía muy bien, lo mismo que...

... Peñalara.

Al nordeste, más allá del cordal principal del Guadarrama, se llegaban a distinguir trozos del Urbión a través de los collados.

Para cerrar la vuelta, al este se veía continuar la cuerda y, a la derecha, la Pedriza y el Cerro de San Pedro.

Tras 45 minutos en la cumbre, emprendí el retorno, siguiendo el cordal al suroeste, camino del collado de Entrecabezas. Allí giré a la derecha (NO), pero no para dejarme caer por la vaguada, sino...

... para trazar una diagonal a la izquierda, bajo la Cabeza Menor, hacia un rellano en el lomo norte de dicho pico al. De ahí, cae al otro lado, al oeste,...

... el tubo de Las Cerradillas. Descendí por él, bastante rápido, pues la nieve aquí estaba ideal, perdiendo 200 m de desnivel...

... por pendientes entre 20 y 25º.

Cuando ésta se atenúa aún más, el tubo gira a la derecha y yo con él, con Peñalara ante los ojos. Más adelante, la huella, que seguía el recorrido de lo que es un sendero en verano, me separó del cauce para evitar la parte más cerrada del mismo.

Volviéndome, veía quedar atrás el tubo por donde había bajado.

Pasando un pequeño lomo, aparecieron a mi izquierda los resaltes de Las Cortadillas, la parte más agreste de este circo.

Luego, entré en el pinar y crucé varios torrentes, haciéndose el camino cada vez más nítido. Por cierto, que es el mismo por el que había dejado el Pingarrón, así que sólo me quedaba seguirlo.

No tardé en llegar a la bifurcación de esa mañana, aquélla en que tomé a la izquierda. En esta ocasión, seguí recto. A través de un hueco en los pinos, pude ver las Cabezas de Hierro, entre el tubo norte y el de las Cerradillas; es decir, entre las rutas de subida y bajada, ahora brillando por el sol.

Pronto alcancé el Refugio del Pingarrón y me topé con una considerable multitud disfrutando del sábado soleado. De ahí salí a la carretera de Valdesquí, por donde regresé al Puerto de Cotos.

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