Morrón de Caparrós (1.507)

ASCENSIÓN DESDE EL CORTIJO DE LA FUENTE

LOMO NO Y CRESTA HASTA EL MORRÓN DE LA CRUZ (1.500)

En la zona limítrofe de Almería, Granada y Murcia, la Sierra de las Estancias atraviesa el alto páramo que se extiende entre ambos brazos de la Cordillera Bética, corriendo paralela al sur de la de María. El Morrón de Caparrós es el pico más alto del tramo central de su cordal septentrional, llamado Sierra del Saliente, y la segunda cumbre del conjunto. Se trata de una altiva loma rodeada por un gran llano cultivado; una isla silvestre en territorio humano. Aunque predomina el relieve alomado, la roca surge en la cresta y en las aristas que separan las empinadas laderas de pasto. Precisamente hierbas y matojos raquíticos han sido los únicos vegetales capaces de soportar el calor extremo del verano, el frío glacial del invierno y el viento perpetuo que castigan estas tierras.

La ruta consiste en ascender directamente al Morrón de Caparrós por su vertiente noroeste, recorrer luego la cuerda al suroeste hasta el de la Cruz y regresar bajando directamente y atravesando el pie de monte.

Morrones de Caparrós y de la Cruz desde el norte

SITUACIÓN:

  • Zona: Sierras de Orce, María y Gigante (Cadenas Béticas)
  • Unidad: Sierra de las Estancias
  • Base de partida: Chirivel (Almería)
ACCESO: La ascensión comienza en el Cortijo de la Fuente, que es una casa aislada entre campos de labor, situada al pie de la vertiente septentrional de la Sierra del Saliente. Está en el norte de la provincia de Almería, dentro del término municipal de Chirivel, de cuyo casco urbano dista 11 km yendo al sureste por la carretera AL-7100 y luego por el camino vecinal del Cordel de las Cumbres. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.110 / 1.507
  • Mi tiempo efectivo: 2h42
  • Mi tiempo total: 3h36
  • Dificultades: F. Recorrido por arista con unos pocos tramos vertiginosos, bastantes pasos de I grado y uno corto de II. La mayor parte de la ruta transcurre fuera de camino y está sin marcar pero el terreno es cómodo y la orientación no presenta grandes dudas.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Dejar el Cortijo de la Fuente por el Camino de los Cerricos, caminando al SO, y tomar el primer desvío que sale a la izquierda (SE) para dirigirse hacia la sierra. En la siguiente bifurcación, seguir por la izquierda (E) y subir al Cerro del Capitán. Ya sin senda, bajar por la vertiente opuesta para situarse al pie de la cara NO de la sierra. De los lomos que caen de la cumbre, tomar el de más a la derecha y remontarlo hasta el Morrón de Caparrós.

Seguir la cresta a la derecha (SO), alternando caminar con cortas trepadas y gateos, hasta el Morrón de la Cruz (F). Bajar por lo alto de un contrafuerte que cae al NO. Cuando la pendiente se extrema, derivar a la derecha de la cuerda, manteniendo la misma dirección NO mientras se desciende en diagonal por la ladera. Tras cruzar un par de barrancos, el descenso acaba dando con el camino que recorre el pie de monte; tomarlo a la derecha (NE) hasta llegar a la segunda de las bifurcaciones que se encontraron a la ida. Desde allí, no queda sino deshacer camino hasta el Cortijo de la Fuente.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: El Morrón de Caparrós es, según el IGN, siete metros más alto que el de la Cruz; mi GPS reducía la diferencia a cuatro, pero en el mismo sentido. Creo, por tanto, que se puede asegurar que aquél es el pico más alto de esta Sierra del Saliente. Sin embargo, la cima conocida y visitada es la segunda: vértice geodésico mucho más accesible a partir de un santuario popular en la zona, así que no es de extrañar que ese segundón se quedara con la fama. De hecho, no había ninguna señal en la cumbre del Morrón de Caparrós: ni un humilde montoncito de piedras (ojo; en 2014). Tampoco se veían otros indicios de paso frecuente (cáscaras de pistachos, algún envoltorio olvidado, un viejo tapón... ¡nada de nada!). Y así la dejé. Por supuesto, no vi un solo hito ni marca de pintura en toda la ruta. No dudo de que aquí habrá subido gente antes, pero me da la impresión de que la soledad está garantizada en el Morrón de Caparrós. No así en el de la Cruz, que contaba incluso con libro de firmas.

La visita al Morrón de la Cruz, más que por el pico en sí, se justifica por la entretenida y panorámica cresta que lo une a su hermano mayor, mayormente formada por una sucesión de crestones rocosos fáciles y divertidos. La mayor parte tienen el ancho y regularidad suficiente como para caminar por su lomo deleitándose con el paisaje y sintiendo un poco de vacío. Un lujo a su alcance, oiga. Y, aunque resulta bastante asequible, exige costumbre de pasar por terrenos variados y no tener vértigo.

RELATO GRÁFICO:

Lloviznaba cuando llegué al Cortijo de la Fuente. Vaya día; no hacía viento y frío como la víspera en el Argerín, pero tampoco es que el panorama fuera como para animarse. Esto es lo que se veía mirando al norte, hacia el cordal de Orce y María, al otro lado del valle.

Comencé a caminar al suroeste de la pista por el Camino de los Cerricos, que va paralelo a la sierra. No tardé en llegar a la salida, a la izquierda (SE), de...

... un camino más modesto que se dirige a la sierra. Lo tomé y me fui acercando al primer hito de la jornada: el Cerro del Capitán, pequeño apéndice de la sierra que se identifica muy bien por el pequeño edificio que se eleva en su cima.

En un collado, me encontré con una bifurcación marcada por un hito (el único en todo el día). Continué por la izquierda (E), llevándome este nuevo camino a subir por derecho, entre pinitos de repoblación. Había dejado de llover y llevaba camino de despejar, así que paré a quitarme la capa de agua y, de paso, me volví a contemplar el cortijo de donde había partido y, más allá, las sombras de algunas de las modestas montañas isla que se elevan en el llano entre las sierras de las Estancias y María.

Parecía aclarar, pero muy poco a poco. Al suroeste, me llamó la atención la altivez de un cerro cercano, que identifiqué como El Picacho, o vértice Roza, en la zona de Los Cerricos. Más allá, y como pasaba el día anterior, otra pirámide dominaba el horizonte lejano, inundado de sol: la Tetica de Bacares, en la Sierra de los Filabres, a 40 km en línea recta.

Ante mí, al sur, se alzaba la Sierra del Saliente, al otro lado de una depresión y acabé de planear la subida: de la cima del Morrón de Caparrós caía, a la derecha y apuntando hacia donde yo estaba, un lomo con una definida arista de roca en su mitad superior. Me dirigí al pie de la misma, comenzando por bajar hacia el campo de almendros que ocupaba el collado, a través de una empinada ladera cubierta de pasto y piedras. Un vez en la linde, que alcancé en el fondo de la vaguada, la seguí a la derecha (S) ascendiendo muy suavemente, hasta su esquina superior derecha, desde donde...

... proseguí la subida, que se empinaba progresivamente, siguiendo la cuerda. Ésta es ancha y alomada en su base, poco definida, y el terreno es pedregoso y árido pero bastante estable. Al ir ganando altitud, se fueron descubriendo a mi izquierda...

... las moles del Maimón, en la Sierra de María, y la Muela Grande, en la del Gigante. Parecía que el tiempo hoy se iba a portar mejor. Al otro lado,...

... el crestón más alto entre los dos morrones (1.481), se mostraba muy airoso por encima de un descarnado barranco. Y, si me volvía del todo a tomar aire, podía ver...

... cómo el llano del que había partido aparecía cada vez más claro aunque, al otro lado, el cordal de Orce y María seguían bien cubiertas por un denso y oscuro palio.

Hacia los 1.350 m de altitud y a falta de 150 de desnivel, topé con la roca. Ésta se presentó en forma de canchos poco sobresalientes y bastante tendidos, que pude recorrer caminando por sus lomos.

De todas formas, a los lados, especialmente el derecho, el terreno regular y despejado permitía una andadura más cómoda aún. Pero creo que es más divertido por la cuerda que, por otra parte, no puede ser más fácil.

Llegando cerca de la cima, empecé a poder ver bien, a mi derecha, la cresta que separa el Morrón de Caparrós del de la Cruz, con el primero de los crestones que surgen en la misma muy cercano. Las nubes estaban clareando, apenas soplaba viento y la temperatura era agradable. Perfecto, salvo...

... al norte, donde el panorama seguía oscuro, más allá del páramo intermedio. Éste me impresionaba por su carácter, más que llano, liso; no me acostumbro a ver terreno sin ondular.

En los 15 metros finales, la arista rocosa se yergue y estrecha un tanto, y tuve que gatear para superarla. Tras ese último paso,...

... alcancé la extensa cima del Morrón de Caparrós, donde, como ya dije, no encontré ningún tipo de marca. Tampoco huellas de paso gente. Se ve que es poco visitada. Estuve un buen rato, más que descansando, ocupado en pensar en mis cosas y recorriendo con los ojos el horizonte. Volviéndome al suroeste...

... podía ver la Piedra Lobera, iluminada por el sol, asomando sobre las estribaciones occidentales de la Sierra de las Estancias. Más a la derecha, al norte,...

... la llanura aparecía aún más irreal al quedar las montañas del otro lado ocultas por las nubes.

Del cordal de Orce - María sólo se llegaba a distinguir la silueta oscura e imprecisa de la Sierra del Gigante. Más a la derecha, la sierra se prolongaba hacia la Piedra del Águila, que marca su extremo oriental.

Al este, el contraluz destacaba el perfil de modestas sierras costeras sin dejar distinguir el mar.

Finalmente, al sur, se abría el Valle del Almanzora, limitado al otro lado por el largo cordal de los Filabres.

Reemprendí el camino, recorriendo el cordal al suroeste, hacia el Morrón de la Cruz. En primer lugar, perdí altura por...

... unas empinadas placas de roca, que me dejaron ante un breve corredor, por el que terminé de bajar hasta...

... el pie de la pirámide cimera. Me encontré allí con...

... un primer crestón de roca, de lomo horizontal, regular y bastante ancho. Es sólo un poco aéreo y pasé caminando sin más.

A la salida de la primera horcada (1.443), vi esta curiosa aguja a mi derecha.

A continuación, el cancho se irguió en el paso más difícil del recorrido: un resalte de cuatro metros de altura, presas abundantes y firmes y poca exposición (II). El mismo me dio acceso a...

... la culminación de un segundo crestón (1.457), desde donde me volví a mirar la cumbre. ¡Qué pico más bonito!

Este cancho sigue la tónica del anterior: lomo de roca con algún obstáculo de mínima dificultad (I), todos bajos, aunque...

... algún pasaje era vertiginoso.

Al final del cancho, la cuerda se aloma y se comba en un amplio collado. Tras el mismo, vino una subida de...

... pendiente llevadera y sin obstáculos.

Al disminuir la pendiente, reapareció la roca, con la tónica conocida, al tiempo que descubrí más allá de este tercer crestón, el Morrón de la Cruz, con su hito destacando en lo alto. En este tramo, encontré una cueva que se abre en plena cresta y que, al asomarme, no llegué a verle el fondo.

También, la sección más aérea del recorrido, aunque el filo de la roca carecía de obstáculos.

A mi derecha, se extendía el altiplano entre los dos cordales de Las Estancias y Orce.

Cuando se acabó la roca, volvió el terreno alomado de tierra compacta y pasto clareado. Sólo me quedó trasponer un último collado para alcanzar la cima del Morrón de la Cruz. Aparte del hito topográfico y una caseta que debe ser algún tipo de repetidor, encontré un libro de firmas del Club de Montaña Desamparados, bien resguardado en un bidón de plástico. Se ve que este pico es más visitado que,...

... el de Caparrós, que presentaba un aspecto ya definitivamente magnífico. Coincidiendo con la llegada a esta cima, por cierto, dejaron las nubes pasar al sol. ¿Qué más podía pedir?

Pasé aquí otro buen rato pues nuevos detalles del paisaje se presentaban ahora a la vista. Por ejemplo, al este, tenía a mis pies este curioso llano arrugado.

Al sur, la Sierra de los Filabres llenaba el horizonte más allá del cercano Peñón de la Chaparra, atractivo cerro que mostraba una bonita cara rocosa sobre una de las escasas masas forestales del área. En la Sierra de los Filabres, sólo destacaba un cono solitario:...

... la Tetica de Bacares.

Al oeste, más allá de la cárcava del Monte Zurrio y de la sombría Piedra Lobera, las nieves de la Sierra de Baza asomaban bajo las nubes que tapaban la cresta.

Y, del páramo al norte, ¿qué voy a decir?

Llegaba el momento de regresar y lo hice volviendo unos metros atrás por la cresta, para dejarme caer por lo alto de un contrafuerte que cae al noroeste, rampa empinada pero regular de tierra compacta sembrada de matojos raquíticos y guijarros. Desde el inicio del descenso veía dos elementos clave: una repoblación de pinos, que atravesaría, y el Cortijo de la Fuente, muy a la derecha.

Cuando afloró la roca, sin suponer obstáculo y la pendiente aumentó hasta que no pude bajar caminando, giré a la derecha (N) y descendí por una ladera muy empinada y bastante suelta al fondo de...

... la torrentera que llevaba a ese lado. La crucé y me encaramé al siguiente lomo.

Continué el descenso al otro lado, manteniendo la dirección norte para cruzar el siguiente cóncavo y ganar un tercer lomo, de curvatura y pendiente más suaves que los anteriores. Por lo alto del mismo...

... terminé de bajar hasta el llano. Una vez al pie de la ladera, me acerqué al torrente seco que llevaba a mi derecha y me dejé guiar por él en una suave bajada hasta dar con un deteriorado camino, que alcancé cerca de la linde de la plantación de pinos que veía desde arriba. Tomando el carril a la derecha (NE), entré...

... entre los arbolitos, no sin antes echar una mirada atrás, al...

... Morrón de la Cruz y la ladera por donde acababa de descender.

El camino no estaba muy pisado, pero servía para atravesar con comodidad esta repoblación, bastante poco próspera, algo normal dadas las condiciones del lugar.

Lo que sí se dan bien son las plantas aromáticas: el olor a tomillo, sobre todo, pero también a romero o espliego era intensísimo bajo el Morrón de Caparrós. Luego encontré la causa, en forma de cartel prohibiendo su recolección. Lo había visto con setas o piña, pero no con esto.

Al cabo, salí de entre los pinos frente a unas construcciones al pie del Cerro del Capitán. Aquí el camino gira a la izquierda y se dirige al norte.

No tardé en llegar cerca de la segunda bifurcación que había tomado esa mañana, sólo que ahora regresaba por el otro ramal. Encontrándose en un alto entre el Capitán y otro cerrillo anónimo, era un buen mirador hacia la cresta recorrida.

Ya sólo me quedaba deshacer camino durante pocos minutos para estar de vuelta en el Cortijo de la Fuente. Al fondo, las nubes seguían cubriendo la Sierra de María. Yo mismo entraba bajo su sombra, dejando atrás la luz alegre que había disfrutado mientras recorría el cordal de la Sierra del Saliente.

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