La
víspera de la ascensión, a primera hora una tarde soleada de primavera, pero
con las nieves pintando aún las alturas, salí de Prat de Pierró por la misma
pista por la que había subido en coche desde Espot. Según pasé la barrera que
corta el paso de vehículos particulares, tomé a la derecha (O) una pasarela de
madera que se interna en el bosque, indicada al Pont de la Gorga. Pese a lo
civilizado de la vía, el entorno era a la vez plácido e impresionante: desde la
sombra de los abetos, a mi derecha veía brillar al sol las crestas de la sierra
de Les Agudes y las aguas bulliciosas del Río Escrita.
Cuando
salí de los árboles, acabó la pasarela y crucé por un puente la corriente,
pasando a atravesar el prado de Xaulet, con los Encantats alzándose agudos a la
izquierda. El paisaje es una mezcla de sabores entre lo suave y lo bravío
realmente encantadora.
Tras
cruzar la carretera del lago, perdí de vista las cumbres poco después, al
entrar en el pinar del Matet, denso y umbrío. En este tramo hay un par de
subidas algo más considerables que las que había encontrado hasta entonces pero
ninguna llega a ser empinada o larga. Por otra parte, salvo alguna raíz y algún
charquito, el camino era inmejorable; conozco peores aceras de ciudad.
En un
nuevo cruce con la carretera, la senda se transformó en pista y salí del bosque
para acceder a una zona de arbolado abierto. Volvía a ver los Encantats
dominándome sobre las copas circundantes.
Poco
después, pasé junto a la ermita de Sant Maurici y acometí otra subida algo más
fuerte para salvar un resalte, desde lo alto del cual, me volví a admirar el
valle, por cuya boca asomaban lejanas crestas nevadas. Estaba cerca del final.
Al poco,
llegué a una bifurcación. Si seguía recto, iría en cosa de cinco minutos al
Lago de Sant Maurici. Por la izquierda (SO), se llega enseguida al Refugio
Ernest Mallafré, agazapado entre los árboles y a la sombra de los omnipresentes
Encantats.
LA ASCENSIÓN
Al día
siguiente, los primeros rayos del sol doraban las copas de los árboles y la
cresta de los Encantats cuando salí del Refugio Ernest Mallafré. La mañana se
presentaba totalmente despejada, pese a lo cual no hacía demasiado frío. De
hecho, si bien la nieve estaba consistente y crujía bajo mis pasos, aún podía
caminar sobre ella sin crampones. Comencé por tomar al oeste la pista que pasa
ante el edificio, la cual enseguida gana altura en lazadas.

En pocos
minutos, me encontré una bifurcación con cartel, A la derecha, iría a la presa
del Lago de Sant Maurici, así que tomé por el otro lado (SO). Enseguida, di con
un segundo cruce, donde seguí de nuevo por el carril de la izquierda (S),
indicado a Monestero. En un par de minutos, llegué junto al arroyo homónimo.
Estaba en el vértice de una curva a la derecha, lugar de donde sale la senda
que remonta el valle pero, ese día, la nieve tapaba el trazo. Sin embargo, con
la guía del torrente y de una vieja huella, dejé el camino por la izquierda
(S), remontando el riachuelo por su orilla derecha.

Durante
la subida a través del bosque, fui alternando pendientes suaves con rellanos y
arbolado más y menos denso, pero el terreno fue siempre cómodo. Iba buscando el
paso mejor en función de las ondulaciones de la nieve, que seguía siendo espesa
y consistente; una alfombra crujiente, comodísima para caminar. Cambié un par
de veces de orilla, siempre por pasarela. Llevaba apenas media hora andando
cuando, al paso por un claro, pude ver varias peñas elevándose sobre el bosque.
Entre ellas,...
... el
Peguera, que mostraba su impresionante cara norte. Afortunadamente, hay por
donde rodearla.
Mirando
atrás, el Pui Pla y Le Agudes se mostraban más amigables.
Los
árboles clareaban al encontrarme con el Lago de Monestero, que rodeé por su
orilla izquierda. En esta sombría cuenca helada, rodeada de altas crestas y
agujas, dejé de oír el ruido del agua y el silencio hizo aún más impresionante
el entorno. Precisamente, la vista del sol golpeando las crestas circundantes
acentuaba la sensación de frío en la umbría por la que caminaba.
Frío
sobre todo visual porque, la verdad, con el aire en calma, iba muy a gusto con
sólo la camiseta y un forro ligero. Tras el lago,...
... me
encontré en un rellano, el Pletiu de la Coveta. A partir de ahí, en vez de
seguir por el eje del valle, derivé a la izquierda (SE), remontando a la ladera
de ese lado...
... por
una amplia terraza que ascendía suavemente adosada a la misma.
Ésta
acabó bruscamente ante el gran hoyo de los Fangassals de Monestero, al pie ya
del Peguera. No bajé sino que, girando a la izquierda (E), continué...
...
subiendo por la ladera, ahora más empinada. A la vista del terreno, me puse los
crampones y cambié bastones por piolet.
Hice
bien: durante 200 m de desnivel, la pendiente se mantuvo por encima de 30º,
llegando cerca del final a los 45º. Afronté directamente la subida hasta que,
cerca de unas rocas que me cortaban el paso, continué en diagonal a la derecha,
buscando otra collada que había sobre un gran cancho.
Salí de
esa subida a una prominencia, cotada en el mapa como 2.513, que se une a la
ladera del pico Peguera por un modesto hombro. Lo crucé para tomar a la
izquierda (SE), al otro lado, una terraza que sube en diagonal hacia la Collada
de Monestero.
El
ascenso fue suave pero con una inclinación lateral que, en algún
punto, llegó a ser considerable.
Mientras
remontaba este vallecito, el entorno había pasado de hermoso a impresionante.
La dureza de la alta montaña se manifestaba aquí en el Pico de Monestero.
Si me
volvía, los bosques quedaban ya ocultos y el horizonte se iba llenando de
crestas recortadas. En esta parte de la subida, me crucé con las pocas personas
que me encontré en el día, al menos por encima del lago: un par de parejas que
bajaban del Peguera y que me dejaron...
... una
huella bien marcada. El acceso a la Collada de Monestero era una rampa de nieve
de pendiente moderada (40º), que salva un desnivel de unos 100 m. Habiendo
huella, la aproveché para hacer más confortable el ascenso.
Al salir
a la horcada, me encontré con un panorama hasta entonces oculto: a la izquierda,
comenzaban a asomar las crestas más altas del Pallars entre los adustos
roquedos que rodeaban un invisible Estany Negre.
Delante, tenía
el grupo del Saburó sobre la más alta cabecera del valle de Peguera, y, a la
derecha (SO),...
... la
cima rocosa, asentada sobre una cresta de engañoso aspecto alomado. Me dirigí
directamente a ella, siguiendo las huellas en la nieve, y un trazo de senda
sobre el prado pedregoso cuando ésta faltaba, atravesando en diagonal la ladera.
El
panorama al este se iba ampliando según ganaba altura y no tardó en aparecer en
el horizonte el grupo de la Pica de Estats, más allá de un Monestero, humilde
pero atractivo. Hay que resaltar el carácter altivo y recortado de todas las
cimas de este macizo; incluso las más modestas.
Al llegar
al pie de una canal que corta el cancho cimero, fui girando a la derecha hasta
encararla y acometer de frente su ascenso. Son 80 m de desnivel donde se llegan
a alcanzar, si no a superar ligeramente, los 50º; la mayor pendiente de la
ruta, aunque...
... habiendo
huella y con la nieve en buenas condiciones, no presenta problemas. Al llegar a
la arista, giré a la izquierda (S),...
...
terminando de ganar el filo mediante una travesía un tanto expuesta y
recorriendo luego los últimos metros hasta el Pic de Peguera por...
... una
sucesión de bloques fácilmente superables (I), donde se alternaban la roca
limpia con costras de nieve helada.
La cima
estaba materializada por un palo sostenido por unas piedras sobre un bloque.
Tengo mis dudas de que ése sea realmente el más alto de los varios que había.
Al oeste, durante el rato que llevaba con la vista bloqueada en esa dirección,
el horizonte se había ampliado considerablemente y podía ver el Turbón y los
macizos de Cotiella,...
...
Posets y Maladeta. Incluso se distinguía el Perdiguero.
Más
cerca, estaba el Subenuix, segunda cima del macizo y mi objetivo para el día
siguiente.
A mis
pies, el valle de Monestero descendía hacia el de Escrita, bajo las montañas
aranesas.
Al este, sobre
la gran cuenca lacustre de la cabecera de Peguera, quebraban el horizonte las
crestas pallaresas, con el grupo de Estats como más destacada.
Al sur,
bajo el Montsent, otro puñado de lagos puebla un alto rellano sobre la Vall
Fosca.
Tras más
de una hora en cumbre, decidí llegado el momento de emprender el retorno, para
lo que debía bajar al suroeste, hacia el Coll de Peguera. Dejé la cumbre
recorriendo la arista suroeste, en busca de una bajada favorable.
Enseguida,
vi un lazo de cuerda en el fondo de una chimenea que se continuaba en una canal
que descendía paralela a la cresta que deseaba seguir. Así pues, destrepé por
la derecha (SO), unos 10 metros fáciles (I) y...
... luego
otros cuatro un poco más difíciles (II+), donde estaba la cuerda. Aterricé en un rellano,
del que...
... bajé
hacia la izquierda para entrar en una canal, donde el terreno se empinaba de
nuevo hasta salir...
... al
lomo pedregoso que constituye la cuerda por debajo del risco cimero. Roca y
neveros se mezclaban en un descenso abrupto pero carente de dificultad, excepto
en...
... los
últimos 20 m, donde me encontré un resalte bastante vertical pero con buenos y
abundantes apoyos (II).
Al pie
del mismo, vi a mi izquierda la silueta recortada contra el cielo de unos hitos,
justo por encima de los picos de Mainera y Coma Pedregosa, que se ven al fondo.
Parece que había una bajada más fácil.
Pero como
lo que me quedaba hasta la horcada carecía de dificultad, no les hice caso y bajé
directamente hacia el Coll de Peguera, por una rampa pedregosa de regular
inclinación Allí, debía girar a la derecha (N) para...
... volver
al valle de Monestero, cuyo tramo superior enmarcaba los picos de Bassiero y
Pui Pla al fondo.
La
vaguada por donde debía bajar tiene dos entradas divididas por una peña. Escogí
para descender la más lejana (izquierda), donde además encontré un poste que
debió sostener en su momento un cartel: por él va la senda. Me pareció la más
accesible, lo que no quita para que tuviera que...
.. resolver
una pequeña cornisa y me encontrara un primer tramo de 60 ó 70 m con 40º de
pendiente, todo ello...
... bajo
las impresionantes paredes del Peguera, que me dominaba a la derecha.
Cuando el
tubo se ensanchó, disminuyó la inclinación, que…
… se
mantuvo en torno a los 30º durante otro tanto desnivel, hasta un rellano, que
recorrí sin encontrar más huellas que las mías ni oír más sonido que el de mis
pasos. La cumbre adusta y hermosa quedaba atrás, mientras …
… por el
borde de la terraza iba descubriendo la belleza, más risueña, del valle.
La
siguiente etapa del descenso fue una empinada ladera de nieve de más de 300 m
de altura, que alcanza los 40º en su tercio central. Aquí empecé a hundirme más
allá del tobillo pero, en terreno tan empinado, preferí continuar con los
crampones. No los cambié por las raquetas hasta estar…
… en el
gran llano del Pletiu de la Coveta, mirando atrás mi traza, que rectificaba las
zetas de unos esquiadores. Otra pareja de montañeros aprovechaba mis huellas; a
partir de aquí, me fui encontrando gente. Había llegado al límite del
senderista.
Convenientemente
calzado para la nieve blanda, proseguí el descenso. Pero no por el exacto
itinerario de ida; esta vez preferí seguir el agua que corría por el eje del
barranco, en vez de ir a por la terraza de esa mañana.
No tardé
en estar a la vista del lago de Monestero, que presentaba un aspecto menos
sombrío a esta hora vespertina.
Aunque se
pueda pensar que el descenso del valle puede hacerse largo sin la expectativa
de la cumbre, no fue así, por la belleza del entorno que iba atravesando.
Así,
llegué casi sin sentir a la pista del Portarró de Espot y, tomándola a la
derecha (E), en pocos minutos estaba mirando los Encantats sobre los pinos que
rodean el Refugio Ernest Mallafré.
Comentarios
Publicar un comentario