Pic de Peguera (2.984)

ASCENSIÓN DESDE EL LAGO SANT MAURICI

CRESTEO DE NORESTE A SUROESTE

Entre las Nogueras Ribagorzana y Pallaresa, se extiende una compleja región montañosa, de grandes peñas graníticas rodeadas de bosques y lagos, en una densidad como no se encuentra en otro lugar de la cordillera. El Macizo de Peguera, coronado por el pico homónimo, está en el sector oriental de este conjunto, formando su vertiente sur la cabecera de la Vall Fosca, mientras la norte queda separada de la divisoria pirenaica por el tajo del Río Escrita. Si bien no alcanza los 3.000 m, aunque se queda bien cerca, reúne las características ya citadas de este rincón del Pirineo en grado superlativo: sus bosques son los más densos, los lagos se concentran todavía más y los riscos aún son más altivos. En suma, una montaña maravillosa, de belleza avasalladora, pese a quedar por debajo de la cota mágica.

La ruta de subida es la normal, remontando el Valle de Monestero hasta el collado homónimo para alcanzar la cima por la arista. Para bajar, introduzco una variante consistente en descender por la cuerda opuesta al Coll de Peguera y volver desde allí al valle por su vaguada norte.

Vista desde el noroeste, el Peguera destaca netamente entre sus vecinos

SITUACIÓN:

  • Zona: Pallars Sobirà (Pirineos)
  • Unidad: Macizo de Peguera
  • Base de partida: Espot (Lérida)
ACCESO: La ruta parte del Refugio Ernest Mallafré, junto al Lago de Sant Maurici, situado en el área central de la comarca leridana del Pallars Sobirà. Para llegar, hay que caminar 4 km, con unos 250 m de desnivel (más o menos una hora), por buen camino balizado desde el Parking de Prat Pierró, al cual puedes calcular un itinerario en coche desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps. La población más cercana es Espot, a unos 4 km de dicho paraje.



OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.892 / 2.984
  • Mi tiempo efectivo: 6h05
  • Mi tiempo total: 8h15
  • Dificultades: PD (en las condiciones del día: nieve continua en todo el recorrido, salvo algún momento en la arista; dura o consistente durante la subida y blanda en el descenso, por debajo de la cota 2.500). Varios pasos de I y II grado, de hasta 20 m, y uno de II+ (4 m). Pendientes de nieve de hasta 50º, algunas bastante prolongadas.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Desde el Refugio Ernest Mallafré, tomar el camino del Portarró de Espot, dejándolo al poco por una senda que sale a la izquierda (S) para remontar el Río de Monestero. La misma lleva, por el lago homónimo y el Pletiu de la Coveta, hasta la Collada de Monestero (F). Dirigirse a la derecha (SO) por la vertiente sur de la cresta, ganando altura hacia una pala de nieve que corta por el roquedo cimero. Alcanzar por ella la arista y seguirla a la izquierda (SO) hasta el Pic de Peguera (PD).

Bajar de la cima por la vertiente meridional de la arista SO, destrepando una chimenea que luego se continúa en una canal. Una vez queda atrás la roca, seguir por el lomo pedregoso hasta el Coll de Peguera (PD). Descender por la vaguada derecha (N), hasta cerrar el itinerario en el Pletiu de la Coveta (F), tras lo que sólo queda regresar al Refugio Ernest Mallafré por el mismo camino de ida.


Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Itinerario de alta montaña con alguna pequeña dificultad que, sin ser de gran entidad, requiere al menos una persona con experiencia en el grupo para ser salvada con seguridad. Si repitiera la ruta, lo haría en sentido contrario; es decir, subiendo por el Coll de Peguera para bajar por Monestero, ya que de esa forma las mayores pendientes y los pasos menos fáciles quedan de subida, que siempre es mejor.

A la bajada de la cumbre, entré en una chimenea y luego una canal, donde hube de destrepar varios pasos de II y II+; parece que se puede hacer más fácil yendo un poco más allá por la arista suroeste, aunque no llegué a ver cómo es el inicio de la bajada para esta otra opción.

El itinerario transcurre por una zona de extraordinaria belleza y sirva como reflejo de ello el tiempo que estuve parado. Lo mismo me pasó, además, al día siguiente cuando fui al Subenuix por el valle paralelo. He visto bastante Pirineo pero reconozco que no recuerdo otra comarca que me haya impresionado tanto. También, evidentemente, influyó mucho en esto las condiciones, ideales, que me encontré en ambas jornadas.


RELATO GRÁFICO:

LA APROXIMACIÓN

La víspera de la ascensión, a primera hora una tarde soleada de primavera, pero con las nieves pintando aún las alturas, salí de Prat de Pierró por la misma pista por la que había subido en coche desde Espot. Según pasé la barrera que corta el paso de vehículos particulares, tomé a la derecha (O) una pasarela de madera que se interna en el bosque, indicada al Pont de la Gorga. Pese a lo civilizado de la vía, el entorno era a la vez plácido e impresionante: desde la sombra de los abetos, a mi derecha veía brillar al sol las crestas de la sierra de Les Agudes y las aguas bulliciosas del Río Escrita.

Cuando salí de los árboles, acabó la pasarela y crucé por un puente la corriente, pasando a atravesar el prado de Xaulet, con los Encantats alzándose agudos a la izquierda. El paisaje es una mezcla de sabores entre lo suave y lo bravío realmente encantadora.

Tras cruzar la carretera del lago, perdí de vista las cumbres poco después, al entrar en el pinar del Matet, denso y umbrío. En este tramo hay un par de subidas algo más considerables que las que había encontrado hasta entonces pero ninguna llega a ser empinada o larga. Por otra parte, salvo alguna raíz y algún charquito, el camino era inmejorable; conozco peores aceras de ciudad.

En un nuevo cruce con la carretera, la senda se transformó en pista y salí del bosque para acceder a una zona de arbolado abierto. Volvía a ver los Encantats dominándome sobre las copas circundantes.

Poco después, pasé junto a la ermita de Sant Maurici y acometí otra subida algo más fuerte para salvar un resalte, desde lo alto del cual, me volví a admirar el valle, por cuya boca asomaban lejanas crestas nevadas. Estaba cerca del final.

Al poco, llegué a una bifurcación. Si seguía recto, iría en cosa de cinco minutos al Lago de Sant Maurici. Por la izquierda (SO), se llega enseguida al Refugio Ernest Mallafré, agazapado entre los árboles y a la sombra de los omnipresentes Encantats.

LA ASCENSIÓN

Al día siguiente, los primeros rayos del sol doraban las copas de los árboles y la cresta de los Encantats cuando salí del Refugio Ernest Mallafré. La mañana se presentaba totalmente despejada, pese a lo cual no hacía demasiado frío. De hecho, si bien la nieve estaba consistente y crujía bajo mis pasos, aún podía caminar sobre ella sin crampones. Comencé por tomar al oeste la pista que pasa ante el edificio, la cual enseguida gana altura en lazadas.

En pocos minutos, me encontré una bifurcación con cartel, A la derecha, iría a la presa del Lago de Sant Maurici, así que tomé por el otro lado (SO). Enseguida, di con un segundo cruce, donde seguí de nuevo por el carril de la izquierda (S), indicado a Monestero. En un par de minutos, llegué junto al arroyo homónimo. Estaba en el vértice de una curva a la derecha, lugar de donde sale la senda que remonta el valle pero, ese día, la nieve tapaba el trazo. Sin embargo, con la guía del torrente y de una vieja huella, dejé el camino por la izquierda (S), remontando el riachuelo por su orilla derecha.

Durante la subida a través del bosque, fui alternando pendientes suaves con rellanos y arbolado más y menos denso, pero el terreno fue siempre cómodo. Iba buscando el paso mejor en función de las ondulaciones de la nieve, que seguía siendo espesa y consistente; una alfombra crujiente, comodísima para caminar. Cambié un par de veces de orilla, siempre por pasarela. Llevaba apenas media hora andando cuando, al paso por un claro, pude ver varias peñas elevándose sobre el bosque. Entre ellas,...

... el Peguera, que mostraba su impresionante cara norte. Afortunadamente, hay por donde rodearla.

Mirando atrás, el Pui Pla y Le Agudes se mostraban más amigables.

Los árboles clareaban al encontrarme con el Lago de Monestero, que rodeé por su orilla izquierda. En esta sombría cuenca helada, rodeada de altas crestas y agujas, dejé de oír el ruido del agua y el silencio hizo aún más impresionante el entorno. Precisamente, la vista del sol golpeando las crestas circundantes acentuaba la sensación de frío en la umbría por la que caminaba.

Frío sobre todo visual porque, la verdad, con el aire en calma, iba muy a gusto con sólo la camiseta y un forro ligero. Tras el lago,...

... me encontré en un rellano, el Pletiu de la Coveta. A partir de ahí, en vez de seguir por el eje del valle, derivé a la izquierda (SE), remontando a la ladera de ese lado...

... por una amplia terraza que ascendía suavemente adosada a la misma.

Ésta acabó bruscamente ante el gran hoyo de los Fangassals de Monestero, al pie ya del Peguera. No bajé sino que, girando a la izquierda (E), continué...

... subiendo por la ladera, ahora más empinada. A la vista del terreno, me puse los crampones y cambié bastones por piolet.

Hice bien: durante 200 m de desnivel, la pendiente se mantuvo por encima de 30º, llegando cerca del final a los 45º. Afronté directamente la subida hasta que, cerca de unas rocas que me cortaban el paso, continué en diagonal a la derecha, buscando otra collada que había sobre un gran cancho. 

Salí de esa subida a una prominencia, cotada en el mapa como 2.513, que se une a la ladera del pico Peguera por un modesto hombro. Lo crucé para tomar a la izquierda (SE), al otro lado, una terraza que sube en diagonal hacia la Collada de Monestero.

El ascenso fue suave pero con una inclinación lateral que, en algún punto, llegó a ser considerable.

Mientras remontaba este vallecito, el entorno había pasado de hermoso a impresionante. La dureza de la alta montaña se manifestaba aquí en el Pico de Monestero.

Si me volvía, los bosques quedaban ya ocultos y el horizonte se iba llenando de crestas recortadas. En esta parte de la subida, me crucé con las pocas personas que me encontré en el día, al menos por encima del lago: un par de parejas que bajaban del Peguera y que me dejaron...

... una huella bien marcada. El acceso a la Collada de Monestero era una rampa de nieve de pendiente moderada (40º), que salva un desnivel de unos 100 m. Habiendo huella, la aproveché para hacer más confortable el ascenso.

Al salir a la horcada, me encontré con un panorama hasta entonces oculto: a la izquierda, comenzaban a asomar las crestas más altas del Pallars entre los adustos roquedos que rodeaban un invisible Estany Negre.

Delante, tenía el grupo del Saburó sobre la más alta cabecera del valle de Peguera, y, a la derecha (SO),...

... la cima rocosa, asentada sobre una cresta de engañoso aspecto alomado. Me dirigí directamente a ella, siguiendo las huellas en la nieve, y un trazo de senda sobre el prado pedregoso cuando ésta faltaba, atravesando en diagonal la ladera.

El panorama al este se iba ampliando según ganaba altura y no tardó en aparecer en el horizonte el grupo de la Pica de Estats, más allá de un Monestero, humilde pero atractivo. Hay que resaltar el carácter altivo y recortado de todas las cimas de este macizo; incluso las más modestas.

Al llegar al pie de una canal que corta el cancho cimero, fui girando a la derecha hasta encararla y acometer de frente su ascenso. Son 80 m de desnivel donde se llegan a alcanzar, si no a superar ligeramente, los 50º; la mayor pendiente de la ruta, aunque...

... habiendo huella y con la nieve en buenas condiciones, no presenta problemas. Al llegar a la arista, giré a la izquierda (S),...

... terminando de ganar el filo mediante una travesía un tanto expuesta y recorriendo luego los últimos metros hasta el Pic de Peguera por...

... una sucesión de bloques fácilmente superables (I), donde se alternaban la roca limpia con costras de nieve helada.

La cima estaba materializada por un palo sostenido por unas piedras sobre un bloque. Tengo mis dudas de que ése sea realmente el más alto de los varios que había. Al oeste, durante el rato que llevaba con la vista bloqueada en esa dirección, el horizonte se había ampliado considerablemente y podía ver el Turbón y los macizos de Cotiella,...

... Posets y Maladeta. Incluso se distinguía el Perdiguero.

Más cerca, estaba el Subenuix, segunda cima del macizo y mi objetivo para el día siguiente.

A mis pies, el valle de Monestero descendía hacia el de Escrita, bajo las montañas aranesas.

Al este, sobre la gran cuenca lacustre de la cabecera de Peguera, quebraban el horizonte las crestas pallaresas, con el grupo de Estats como más destacada.

Al sur, bajo el Montsent, otro puñado de lagos puebla un alto rellano sobre la Vall Fosca.

Tras más de una hora en cumbre, decidí llegado el momento de emprender el retorno, para lo que debía bajar al suroeste, hacia el Coll de Peguera. Dejé la cumbre recorriendo la arista suroeste, en busca de una bajada favorable.

Enseguida, vi un lazo de cuerda en el fondo de una chimenea que se continuaba en una canal que descendía paralela a la cresta que deseaba seguir. Así pues, destrepé por la derecha (SO), unos 10 metros fáciles (I) y...

... luego otros cuatro un poco más difíciles (II+), donde estaba la cuerda. Aterricé en un rellano, del que...

... bajé hacia la izquierda para entrar en una canal, donde el terreno se empinaba de nuevo hasta salir...

... al lomo pedregoso que constituye la cuerda por debajo del risco cimero. Roca y neveros se mezclaban en un descenso abrupto pero carente de dificultad, excepto en...

... los últimos 20 m, donde me encontré un resalte bastante vertical pero con buenos y abundantes apoyos (II).

Al pie del mismo, vi a mi izquierda la silueta recortada contra el cielo de unos hitos, justo por encima de los picos de Mainera y Coma Pedregosa, que se ven al fondo. Parece que había una bajada más fácil.

Pero como lo que me quedaba hasta la horcada carecía de dificultad, no les hice caso y bajé directamente hacia el Coll de Peguera, por una rampa pedregosa de regular inclinación Allí, debía girar a la derecha (N) para...

... volver al valle de Monestero, cuyo tramo superior enmarcaba los picos de Bassiero y Pui Pla al fondo.

La vaguada por donde debía bajar tiene dos entradas divididas por una peña. Escogí para descender la más lejana (izquierda), donde además encontré un poste que debió sostener en su momento un cartel: por él va la senda. Me pareció la más accesible, lo que no quita para que tuviera que...

.. resolver una pequeña cornisa y me encontrara un primer tramo de 60 ó 70 m con 40º de pendiente, todo ello...

... bajo las impresionantes paredes del Peguera, que me dominaba a la derecha.

Cuando el tubo se ensanchó, disminuyó la inclinación, que…

… se mantuvo en torno a los 30º durante otro tanto desnivel, hasta un rellano, que recorrí sin encontrar más huellas que las mías ni oír más sonido que el de mis pasos. La cumbre adusta y hermosa quedaba atrás, mientras …

… por el borde de la terraza iba descubriendo la belleza, más risueña, del valle.

La siguiente etapa del descenso fue una empinada ladera de nieve de más de 300 m de altura, que alcanza los 40º en su tercio central. Aquí empecé a hundirme más allá del tobillo pero, en terreno tan empinado, preferí continuar con los crampones. No los cambié por las raquetas hasta estar…

… en el gran llano del Pletiu de la Coveta, mirando atrás mi traza, que rectificaba las zetas de unos esquiadores. Otra pareja de montañeros aprovechaba mis huellas; a partir de aquí, me fui encontrando gente. Había llegado al límite del senderista.

Convenientemente calzado para la nieve blanda, proseguí el descenso. Pero no por el exacto itinerario de ida; esta vez preferí seguir el agua que corría por el eje del barranco, en vez de ir a por la terraza de esa mañana.

No tardé en estar a la vista del lago de Monestero, que presentaba un aspecto menos sombrío a esta hora vespertina.

Aunque se pueda pensar que el descenso del valle puede hacerse largo sin la expectativa de la cumbre, no fue así, por la belleza del entorno que iba atravesando.

Así, llegué casi sin sentir a la pista del Portarró de Espot y, tomándola a la derecha (E), en pocos minutos estaba mirando los Encantats sobre los pinos que rodean el Refugio Ernest Mallafré.

Comentarios