Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Itinerario de
alta montaña de gran belleza. Cuando la nieve cubre las pedreras, las pequeñas
dificultades hacen entretenida la ruta y, en mi opinión, son preferibles al
cantizal que hay que cruzar en verano. Aunque es aconsejable que, al menos, una
persona del grupo tenga una sólida experiencia montañera.
Sobre la belleza de los
parajes recorridos, valga decir que acumulé dos horas parado, pese a ir solo.
Precisamente, aparte de la pura estética, me impresionó especialmente la
sensación de soledad que encontré en el circo superior, pisando nieve virgen
bajo un cielo que, de puro azul, se veía casi negro. Y en el silencio absoluto
que, en tales fechas, se encuentra uno cuando visita precisamente picos
secundarios o, simplemente, no tan famosos como sus vecinos.
RELATO GRÁFICO:
El día
amaneció fresco y apacible, aunque algunas nubes altas manchaban el cielo sobre
los Encantats. No hacía viento y la temperatura era agradable para caminar
sobre la nieve crujiente que cubría el camino que pasa por el Refugio Ernest
Mallafré hacia el Portarró de Espot.
No tardé
en encontrar una bifurcación. A la derecha, iría a la presa del Lago de Sant
Maurici, así que continué por el otro lado (SO). Enseguida, di con un segundo
cruce, donde giré a la derecha (O), siguiendo las indicaciones al Portarró de
Espot y Subenuix. El camino, tras doblar un lomo, me llevó a rodear por el sur
el Estany de Sant Maurici, cuya superficie helada entreveía a través de los
árboles a mi derecha, bajo un palio de nubes oscuras que parecía sostenido por
las crestas circundantes.
La luz
era tristona en el interior del bosque en el que la senda nevada abría un túnel
en la vegetación.
Llevaba
ya un rato caminando cuando los árboles se abrieron para dejar pasar al
torrente de Subenuix, que, no estando helado, era una excepción de bullicio
y movimiento en la blanca quietud que me
rodeaba. Cruzado el torrente, volví a entrar brevemente bajo los pinos, para...
... salir
en un nuevo claro, más amplio, donde un cartel señala la salida a la izquierda
(S) de una senda.
Desde
esta despejada pendiente, volviéndome al este, podía ver el gran lago enmarcado
por Les Agudes y los Encantats. Las nubes, por cierto, se iban poco a poco
retirando y, cada vez más altas y separadas, no eran ya amenaza sino adorno.
Tras una
regular parada donde me coloqué ya los crampones, tomé la senda que remonta la
Ribera de Subenuix. Quedaba oculta por la nieve pero una clara traza marcaba su
trazado.
Al
coronar un alto, apareció la Aguja del Portarró dominando el paisaje. A la
izquierda, llegaba a ver el Pico Inferior de Subenuix, que ocultaba la cumbre
principal, la cual no pude ver hasta bastante después.
Entré a
continuación en una zona en que el valle se llena de ondulaciones, de modo que seguía
ganando altitud, pero muy poco a poco y en un continuo sube y baja. Intenté
minimizar el desnivel yendo por lo alto de sucesivos lomos, siempre a la
izquierda del eje del barranco. A las cumbres visibles, se unió al poco el Pico
Morto que, junto al Inferior de Subenuix, ya totalmente visible.
No tardé
en llegar a la altura del Lago de Subenuix, que dejé a la derecha y bastante
abajo. Los árboles no fueron nunca muy densos y resultaba bella la combinación
de nieve y roca vistas entre los abetos.
Mirando
atrás, podía ver cómo las nubes estaban ya en franca retirada sobre las crestas
del Pui Pla y la Sierra de les Agudes.
Al poco,
pasé junto a un segundo ibón, el Lago Pequeño, al pie mismo del Pico Inferior
de Subenuix. Rodeando ambos por la izquierda, entré...
... en un
tubo nevado que ascendía suavemente entre árboles cada vez más escasos.
Donde el
valle se divide, dejé de lado la subida a la Collada de Coté y proseguí por la
rama de la derecha (S) que,...
... bajo el
Pico Morto, se va empinando poco a poco hacia...
... un
alto, a través del cual empezó a mostrarse un gran peñasco: por fin la cumbre.
Durante
la remontada de este tubo, encontré las mayores pendientes hasta el momento, en
dos cuestas separadas por el correspondiente rellano. Pero sólo sobrepasaban
muy ligeramente los 30º.
Tras
culminar esta subida, entré en un circo de cumbres dominado por el Pico de
Subenuix. Bajo un cielo ya totalmente despejado y en medio de un silencio
espeso, tenía ante mí la cumbre, enmarcada por los dos collados por los que
ganaría y dejaría la cresta: el Collet a la derecha y la horcada sur a la
izquierda. En medio, una inmaculada superficie blanca llenaba el espacio entre
el granito. Sublime. Comencé a remontar la suave rampa del fondo del circo,
derivando ligeramente a la derecha (SO).
Volviéndome,
la vista también impresionaba, con el Feixans del Prat entre les Agudes y los
Encantats.
Precisamente,
el collado sur de éstos enmarcaba la Pica de Estats.
La
vaguada que iba remontando fue girando gradualmente hasta tomar dirección oeste
para encarar la brecha. Entonces, la pendiente se fue incrementando durante los
150 m que supera la pala, hasta superar ligeramente los 40º cerca del final.
Al llegar
al Collet, pude contemplar la vertiente occidental de la montaña, hasta
entonces oculta: una suave rampa nevada que bajaba hasta el Estany Llong. Sobre
él, destacaban las cumbres de Contraix, Colomer y Ratera.
Antes de
continuar, eché una mirada atrás, hacia el llano rodeado de crestas que quedaba
abajo, espacio luminoso y solitario, que parece ajeno a todo lo que pase más
abajo, en el mundo del hombre.
Llegaba
el momento emprender la última etapa de la ascensión: girando a la izquierda
(S), comencé a seguir la cresta de la montaña. Encontrando un muro considerable
como salida de la horcada, lo rodeé por la derecha, siguiendo el límite entre
la nieve y la roca.
Al
encontrar lugar favorable, accedí, mediante una trepada fácil (I / 10 m), a...
... una repisa
inclinada por donde acabé de rodear ese primer risco de la cresta. Encontré en
este tramo un hito, único y aislado, justo antes de salir de la sombra al sol y
a la arista.
La cuerda
es aguda y recortada, pero no en exceso. En lo alto, veía el hombro donde
entronca la arista suroeste con la sur, que iba siguiendo. Hacia allí me dirigí
alternando trepadas fáciles (I) por bloques y cortos tramos de nieve helada,
todos de buen pasar, pese...
... al
impresionante aspecto que presentaba. Al acercarme a la collada , una
mirada atrás, al pico inferior.
Sobre mí,
apareció ya la cima a la izquierda, mientras la poca dificultad disminuyó, con
que lo me pude recrear cuanto quise con las vistas, que eran...
...
amplísimas, tanto al oeste...
... como
al este.
A partir
del entronque de aristas, no encontré obstáculos ni exposición.
En un
momento, se abrió a mi izquierda un profundo abismo: uno de los corredores que
cortan la cara norte del pico, estrecho, sombrío y vertical.
Sólo en
algún tramo de nieve cercano al final, el terreno se empina, llegando de nuevo
a superarse brevemente los 40º.
Cuando
llegué a la cumbre del Subenuix, prácticamente había desparecido del cielo todo
rastro de nubes y apenas soplaba una brisa imperceptible. La temperatura era
agradable y la atmósfera clara. No es de extrañar que permaneciera allí más de
una hora, mientras paseaba la vista por el horizonte. Al este, más allá del
resto del macizo, coronado por el Pico Peguera, se alineaban las montañas del
Pallars, del Montroig al Saloria, pasando por la Pica de Estats o el Monteixo.
A mis
pies, corría al norte el valle de Subenuix hacia el de Sant Maurici, verde bajo
los picos de Bassiero.
Al oeste,
más allá de las crestas que rodean el Valle de Arán, el horizonte se quebraba
con...
... las
montañas ribagorzanas, con la cresta de la Maladeta en todo lo alto.
Más
plácida era la vista al sur, donde extendía la cuenca lacustre de la Vall
Fosca, bajo un complejo grupo de montañas.
Llegado
el momento de volver, comencé a buscar la bajada hacia la vaguada nevada que
podía ver al este de la cumbre.
Para
llegar allí comencé por descender al suroeste siguiendo una arista accidentada,
donde unos hitos marcaban los mejores pasos. Guiado por ellos, fui destrepando
por bloques, en...
... pasos
empinados (II), pero cortos, hasta...
... una
pequeña horcada donde un muro vertical corta la salida. Rodeé el obstáculo por
la derecha, por un ventisquero inclinado lateralmente. Al salir al otro lado
del roquedo, giré a la izquierda (S) para...
... bajar
por un amplio lomo pedregoso, por el que alcancé sin dificultad el collado sur
de Subenuix. Giré allí a la izquierda (NE) y...
... me
dejé caer por un ancho tubo de nieve, ante la afilada silueta del pico Morto,
que quizás muestre desde aquí su mejor ángulo. Más allá, asomaban los
Encantats, bajo un horizonte de cumbres blancas, en el que destacaban el
Montroig y la Pica de Estats.
La
pendiente del tubo comenzaba en 40º y disminuyó constante y gradualmente, durante
150 m de desnivel, hasta...
... la
extensa planicie que constituye el conocido fondo del circo de cumbres. En el
borde de ese extenso rellano, cerré el itinerario, al topar...
... con
mis huellas de subida, únicas que se marcaban en la nieve. Siguiéndolas, descendí
por el amplio tubo conocido, hacia la Ribera de Subenuix.
No hubo
más novedad que ir encontrándome, a partir del más alto de los lagos, con alguna
gente y ver que, de ese punto en adelante, el viejo trazo que seguí por la
mañana era un amplio pasillo de huellas frescas de raquetas. A la vista del
Lago de Sant Maurici, donde tomé...
... el
camino que lo bordea por el sur, esta vez a la derecha (E), el cual me llevó a
la sombra del pinar, sombra que agradecía pues iba haciendo calor, de vuelta al
Refugio Ernest Mallafré.
Allí puede decirse que acabó la ascensión,
aunque no la jornada: todavía me quedó el epílogo de bajar hasta el Prat de
Pierró, por el apacible camino que había remontado dos días atrás. Terminaba
otra salida pirenaica, breve pero muy hermosa. Hacía años que no me
impresionaba tanto la belleza de un valle como en esta primera visita al de
Sant Maurici. No tardaré en volver (aunque eso lo digo siempre y luego...).
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