Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Si hay una
actividad típica y propia de la Sierra de Guadarrama, es recorrer cordales; los
anchos lomos que rematan estos montes, amplios, suavemente ondulados y sin
obstáculos reseñables, permiten caminatas muy plácidas. Ésta, no partiendo de
un puerto accesible en coche, añade un desnivel considerable a su longitud, que
tampoco es poca. A cambio, al tener un gran rango altitudinal, añade al
atractivo del cresteo panorámico el paso por entornos variados. Siendo
sumamente fácil, estar en buena forma es la única condición para acometer esta
caminata, aunque no hay que olvidar que subiremos a más de 2.000 m y a una
cresta que cae directamente a la submeseta norte: aquí siempre hace viento y, a
veces, las condiciones pueden ser terriblemente inclementes para su altitud.
RELATO GRÁFICO:
En una
mañana fresca y tranquila, con bastantes nubes pero sin amenazas meteorológicas,
dejamos La Granja por el ancho camino de tierra que prolonga el Paseo de Santa
Isabel, dirigiéndose derecho a la Sierra. Al principio, subimos suavemente en
paralelo al muro nororiental de los jardines del palacio. Enseguida, cuando el
carril gira a la izquierda y se mete entre unos árboles, lo dejamos por ese
mismo lado (E), para...
...
atravesar una cancela que da paso a una urbanización. Seguimos el ascenso por
una calle entre chalés, llamada Camino de Fuente Infantes, hasta su final,
viendo asomar sobre los tejados la cumbre todavía nevada de Peñalara. Al final,
un cartel nos indicó gira a la izquierda (NE), momento en que...
...
comenzó la subida de verdad: la pendiente se hizo intensa ya en el último tramo
urbanizado, y no disminuiría prácticamente en toda la subida... ¡por algo se
llama así el Puerto del Reventón! Al ganar altura, comenzamos a ver a nuestra
espalda el Montón de Trigo la Mujer Muerta por encima de los robles del parque
del palacio.
Tras
pasar una cancela, el camino se hizo de tierra y se internó en un pinar poco
denso, que remonta en lazadas.
Los
árboles clareaban cuando el carril desembocó en una pista de mejor piso, que
tomamos a la izquierda (S) para proseguir la subida.
Cuando el
terreno se despejó del todo en el Poyo Judío, pasamos a caminar entre floridas
matas de retama, dominando el llano segoviano bajo la Atalaya, picacho secundario
pero muy característico.
También
comenzamos a ver la cresta hacia la que nos dirigíamos, aunque no el tramo que
íbamos a recorrer, sino el Alto del Morete, situado más al oeste. Poco después,
cambiamos de dirección, girando a la izquierda para...
...
ascender en diagonal hacia el Puerto del Reventón. Mirando atrás, además del
Montón de Trigo y la Mujer Muerta, se habían descubierto los Siete Picos sobre
la gran cuenca boscosa de Valsaín.
Alcanzamos
al poco el primer hito de la ruta: la Fuente del Infante, con su cabaña
centenaria. Asentada en un pequeño prado, el lugar pide hacer un alto antes de
acometer la subida final a la cresta.
Poco más
adelante, la pista gira a la derecha para encarar la vaguada septentrional del
Puerto del Reventón, junto a un muro de piedras a la derecha.
El último
tramo es una senda mucho más estrecha aunque clara, que serpentea entre el
matorral. Aunque la subida es suave, quizá el tramo menos empinado desde el
comienzo, había que detenerse para mirar atrás y ver la meseta, ya muy abajo, perderse
en un horizonte impreciso.
En el
Puerto del Reventón, apareció al otro lado el extremo oriental de la Cuerda
Larga, donde destaca la silueta característica de la Najarra. La horcada está
marcada por una vieja pilastra, última que queda de las que señalizaban el
camino entre Rascafría y La Granja. Precisamente, una inscripción en ella
recuerda a José Ibáñez Marín, presidente de una “Sociedad Militar de
Excursiones”; por su iniciativa, se balizó la ruta en 1905 y se construyeron
tres refugios a lo largo de la misma, de los que sólo persiste el de la Fuente del
Infante. Sin detenernos, giramos a la izquierda (NE) para...

... subir
por la amplia y suave cuerda. Un trazo de senda a la izquierda del murete que
demarca el límite provincial nos proporcionó un cómodo pasar a través del
matorral. Llegamos en pocos minutos al pico del Reventón, punto más alto del
tramo de cordal que íbamos a recorrer. Pero no su cima más destacada, pues su
prominencia es mínima: apenas 40 m y la Flecha, con una altitud sólo dos metros
por debajo triplica esa cantidad. Cosas del Guadarrama.
Aquí sí
que paramos a reponer fuerzas y disfrutar de las vistas, especialmente notables
al sur, donde el cordal se alzaba blanco en Peñalara. A la izquierda,
distinguíamos otra cumbre nevada: las Cabezas de Hierro.
Al otro
lado, sin embargo, la amplísima cuerda restaba perspectiva y las crestas del grupo
del Nevero apenas sobresalían por los pelos del gran lomo, casi una planicie,
que culmina la sierra. En esa dirección retomamos la marcha, caminando siempre
a la izquierda del muro divisorio. Tras pasar una ligerísima depresión en la
alargada culminación del Reventón, pasamos por...
... su
antecima norte, desde donde descubrimos a nuestra izquierda el Embalse de
Pinilla, brillante en la atmósfera apagada que la sombra de las nubes creaba en
el Valle de Lozoya.
La ancha cuerda
se comba suavemente en pequeñas prominencias y está cubierta de un matorral de
escaso porte, castigado por el clima: si el de la meseta ya es duro, aquí hemos
de sumarle una altitud en torno a los 2.000 m. Tras una segunda cota anónima,
llegamos a una punta rocosa, cuyo carácter le ha valido el nombre de El Cancho.
Desde su
cima, hay una buena vista al suroeste, sobre las crestas que rodean el valle de
Valsaín.
En esta
punta, la cuerda gira a la derecha, adoptando dirección oeste - este y
perdiendo bruscamente altura en el Collado de la Flecha, al otro lado del cual
se alzaba la cumbre del día. La bajada discurrió por una ladera de matorral y
cantos, bastante empinada en la que no encontramos senda; sólo unos hitos de
dudosa utilidad, pues era prácticamente igual ir por un sitio u otro.
Pero no
fue tan malo: con un poco de paciencia y atención, fuimos trazando un
zigzagueante línea, llevando siempre el muro a la derecha, que nos permitió
pasar a través de los arbustos sin un arañazo; incluso con comodidad.
Al otro
lado de la horcada, nos esperaba una subida de mediana pendiente, con tramos de
prado y matorral poco denso. También pasamos una breve pedrera, bien asentada,
por la que rodeamos por la izquierda el pequeño cancho que hay a media altura.
Desde La
Flecha, dominábamos el anchísimo cordal que acabábamos de recorrer. Más allá,
podíamos ver las dos máximas alturas del área,...
... las
Cabezas de Hierro y Peñalara, enfrentadas a través...
... del
Valle de Lozoya que, más abajo, al este, mostraba su verdor bajo las siluetas
oscuras del Mondalindo, la Sierra de la Morcuera y la Najarra.
Siguiendo
su curso con la vista, encontramos el Embalse de Pinilla bajo los sucesivos
espolones de Peñacabra y el Nevero, por donde el cordal sigue hacia Somosierra.
Mirando
al oeste, veíamos un profundo barranco abierto entre lomas de apariencia
desolada; se trata de Siete Arroyos, por donde regresaríamos a La Granja. Pero
no íbamos a descender ya al mismo, sino que...
...
continuamos por la cuerda, que ahora vuelve orientarse sur - norte, caminando
por un lomo amplio y suave, como había sido la tónica previamente. Tras pasar
una modestísima antecima, nos volvimos a...
... echar
una mirada de despedida a la cumbre antes de...
... bajar
al Puerto de las Calderuelas, extensa depresión donde se encuentran varios
caminos. Sin llegar al fondo del mismo, giramos a la izquierda (NO) y cruzamos
el prado hacia un picacho de cota 1.975.
Cuando
una pista nos cortó el paso, la tomamos a la izquierda (SO) y comenzamos a
descender, a través de una ladera cubierta de matorral, al fondo del barranco de
Siete Arroyos, cuyo...
... cauce
alcanzamos cerca de donde el mapa marca la existencia de un chozo, del cual no
encontramos rastro. Tras cruzarlo, el camino nos llevó en ligero descenso por
la vertiente septentrional del vallecito.
Íbamos
entre pinos de repoblación pero, a través de los huecos de los árboles de la izquierda,
podíamos ver...
... las
abruptas laderas del cordal recorrido, cortadas por los arroyos que dan nombre
al paraje. Caminando por aquí, el cielo se fue paulatinamente terminando de
cubrirse pero, pese a su aspecto amenazador, no llegó a descargar una gota de
agua durante lo que quedaba de excursión.
Tras
dejar atrás un par de desvíos a la derecha, el carril que llevábamos desembocó
en otra pista más ancha y mejor acondicionada. Tomándola a la izquierda (SO),
volvimos a cruzar el torrente de Siete Arroyos para entrar en...
... el
monte de La Umbría. Éste es un hermoso pinar cortado por arroyuelos que se
extiende por la ladera meridional de una loma desprendida al noroeste del
Cancho, la cual atravesamos, de modo...
... que
deshicimos, ahora entre pinos, el desplazamiento previamente realizado por la
cresta. Aunque la vegetación era generalmente densa,...
...
veíamos de vez en cuando, a la derecha, el fondo del barranco y su cabecera
boscosa, que dejábamos atrás al acercarnos a...
... la
confluencia con el Río Cambrones, donde la hierba gana terreno al pino.
Al entrar
en la vertiente oriental del monte, nos encontramos ante una bifurcación.
Obviamente, tomamos el camino que bajaba, el de la derecha (S), saliendo
enseguida a terreno despejado, desde donde comenzamos a ver La Granja en la
boca del gran cuenco de Valsaín; más allá, la cresta de la Mujer Muerta e,
incluso, la sombra borrosa de las Sierras de Ávila. A nuestra derecha,...
... se
levantaba la característica Atalaya sobre el tajo abrupto del Río Cambrones.
Volvimos
al bosque, esta vez de altísimos pinos de tronco recto A través del corte de la
pista, veíamos las bonitas Peñas Buitreras, prácticamente el único roquedo de
este plácido sector de la sierra.
Poco
después nos encontramos con un arroyo, el del Hueco, que el carril cruza para
luego descender junto a su cauce hasta alcanzar el pie de monte, donde el mismo
se abre. En esos pocos minutos, el paisaje había cambiado, ensanchándose el
terreno y poblándose de una mezcla de robles y árboles de ribera. Volviéndonos,
podíamos ver la cresta de la sierra tras las mismas Peñas Buitreras, que se
podían apreciar mejor ahora.
Este
nuevo bosque se fue haciendo más denso al avanzar. No tardamos en llegar frente
a una cancela que pasamos para entrar en la Mata de la Sauca, finca...
...
cercana a La Granja, que sólo se puede atravesar por este camino. Fuimos
andando entre cercas, alternando...
...
prados, desde los que podíamos ver la nevada vertiente de Peñalara, con...
...
hermosas arboledas donde la primavera estallaba en los robles. Al salir
definitivamente del bosque, nos encontramos junto a las chimeneas de la fábrica
de cristales de La Granja y frente a una cancela, a partir de la cual el camino
se convertía en la calle Paseo Pocillo. Caminando por ella apenas 100 metros,
llegamos al cruce con santa Isabel de donde habíamos partido.
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