Pico Cerroso (1.838)

ASCENSIÓN DESDE OCEJO DE LA PEÑA

CRESTEO ENTRE LOS COLLADOS ARGOVEJO Y DE LA PEÑA

El Pico Cerroso es el más alto de los montes que rodean el curso alto del Río Cea. Pese a ello, no es una montaña famosa. En primer lugar, Peña Corada, que cierra el macizo por el sur, es visible desde media provincia de León y le ha robado bastante fama. Además, para lo habitual en esta zona, destaca más bien poco. Se trata de una pirámide herbosa de laderas suaves engarzada en un largo cresterío entre altivas peñas calizas de parecida altitud. Si bien el conglomerado perfila sus aristas, no tiene nada que ver con el vértigo gris presente en sus satélites. Pero, aunque ligeramente, sobresale por encima de ellos y el panorama desde la cumbre es uno de los mejores de la Cordillera Cantábrica. Esto, junto a la placidez de los prados que albergan sus laderas, es su principal atractivo.

El recorrido une las dos rutas más asequibles desde el sur; las que, tras aproximarse por los respectivos barrancos, alcanzan la cima por la cuerda desde los dos collados, este y oeste, que flanquean inmediatamente el pico.

El Pico Cerroso muestra su arista SO al llegar por el Valle del Pico Moro

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Oriental Leonesa (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Montes del Alto Cea
  • Base de partida: Ocejo de la Peña (León)
ACCESO: Ocejo de la Peña es una población del municipio de Cistierna, a 11 km de su núcleo principal. Está situada en el extremo noreste de la provincia de León, encajada en las estribaciones meridionales de la Cordillera Cantábrica, entre los ríos Esla y Cea. Carece por entero de servicios, encontrándose los más cercanos en Cisterna y Sabero (8km). Tampoco es fácil aparcar en el pequeño casco urbano; la ruta comienza en uno de los pocos lugares que lo permiten, al final de la carretera asfaltada, donde ésta se bifurca en dos pistas de cemento junto a una fuente. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen a ese punto en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.148 / 1.838
  • Mi tiempo efectivo: 3h37
  • Mi tiempo total: 4h30
  • Dificultades: PD. En la arista SO, resalte de 30 m de II grado, más bastantes pasos cortos de I, a lo largo de unos 100 m de desnivel.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Dejar Ocejo de la Peña por su extremo SO, donde, junto al cementerio y la iglesia, sale una pista que remonta la ladera occidental del valle, pasando al barranco vecino. Girar a la derecha (NE) en una bifurcación para volver a la vertiente de Ocejo y al Valle del Pico Moro, donde muere el camino. Cruzar el prado al NO y tomar a la derecha (N) otro camino que atraviesa la vertiente bajo la cresta de la sierra. A la altura del Collado Argovejo, dejarlo por la izquierda (N) para encaramarse al cordal y ascender por el mismo a la derecha (NE) hasta el Pico Cerroso (PD).

Seguir cresteando al NE hasta el Collado de la Trapa y tomar allí unas trazas de ganado a la derecha (SE), que atraviesan la vertiente meridional de la Peña Verde. Al cruzar el segundo lomo, dejarlas y descender por él a la derecha (SO) hasta el Arroyo Valcabadiello, que se alcanza donde lo cruza una senda. Tomarla a la derecha (S) hasta una collada en la loma SE del Pico Bermejil y dejarse caer por la vaguada de la izquierda (NE) hasta llegar de nuevo al cauce. Tomar a la izquierda (E) la pista que lo cruza y, en una bifurcación, girar a la derecha (S) para bajar al Río de la Duerna. Allí se desemboca en otro camino que, a la derecha (SO), conduce hasta Ocejo de la Peña.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Bonita excursión, bastante corta y fácil. Evitando la arista suroeste por la ladera herbosa que se extiende a la derecha (S), está al alcance de cualquier senderista. Quienes se diviertan trepando pasarán un ratito entretenido superando el conglomerado.

Mayor dificultad puede ser la falta de espacio para aparcar en Ocejo de la Peña. Yo apenas encontré dónde dejar el coche: al final, un hueco mínimo medio arrinconado, después de buscar bastante. Una solución sería dejar el coche en una de las pequeñas explanadas con banco que hay poco antes de llegar, entre uno y dos kilómetros, que habría que cubrir por asfalto.

RELATO GRÁFICO:

Del final de la carretera en Ocejo de la Peña, salen dos pistas de cemento. Tomé la de la izquierda (O), que asciende entre las casas trazando un arco a través del barranco en que se asienta el pueblo.

Tras dejar atrás la iglesia y el cementerio, continué por un camino de tierra que sale a la izquierda (NO) y me llevó en una diagonal ascendente a través de la ladera del valle principal.

Al doblar un morro, entré en el siguiente barranco, que remonté ya de cara a la sierra. En una bifurcación, a la vista de una llamativa pared que domina la vertiente, giré a la derecha (NE).

Una subida moderadamente empinada pero constante me llevó hasta el Prado de los Casados, desde el que hay una buena perspectiva del Campriondo y las sucesivas crestas de la vertiente sur del valle del Río de la Duerna, sobre las que asomaba Peña Corada en el último horizonte.

En este rellano, el camino desaparece prácticamente, aunque esto no supone un obstáculo en un terreno tan cómodo. Además, tenía una referencia clara en el tajo abierto entre el resalte que iba viendo y su continuación al este. El boquete está abierto por un torrente, que es el mismo que atraviesa Ocejo de la Peña; es decir, que había vuelto al barranco inicial.

Remontándolo, entré en el Valle del Pico Moro, extenso rellano colgado a los pies de dicho monte y de la Peña Rionda. Aquí muere el camino y yo proseguí mi avance en la misma dirección, atravesando la pradera hacia la caída derecha de la segunda de esas cimas.

Al remontar la ladera, mirando atrás, podía ver la silueta de Peña Corada más allá del vallecito por el que iba subiendo.

Entonces, me encontré con una pista que atraviesa la vertiente sur de la sierra pocos metros por debajo de los collados. La tomé a la derecha (N) y, a la vista ya de la cumbre, la seguí hasta estar a la altura de la horcada previa. Allí, me encontré con una estrecha traza que subía a la izquierda (N) a través del matorral.

Al poco desapareció pero, para entonces, retamas y zarzas se habían aclarado lo suficiente para no entorpecer el paso y alcancé, a través de una pendiente moderada, el Collado Argovejo, desde donde se ve así el Pico Moro sobre el valle del mismo nombre.

Y, al otro lado, la cumbre, en lo alto de una arista cortada por varios resaltes de roca, que pueden evitarse yendo por la derecha. Sin embargo, a la vista de que no parecían difíciles, decidí poner algo de salsa a la ascensión y atacarlos de frente. Comencé por ir hacia la base del roquedo, caminando por la loma herbosa mientras

... veía a mi izquierda las montañas del otro lado de la sierra, entre las que destacaban la pirámide clara del Susarón y la abrupta crestería del Mampodre.

La roca es un conglomerado de bastante firmeza, para lo que es ese tipo de roca. El primer obstáculo fue un corto escalón de cuatro metros, inclinado y lleno de agarres (I). El siguiente resalte tiene ya 12 m y un aspecto más fiero; de hecho, no lo afronté directamente, sino que trepé por una especie de repisa (I) a la derecha.

De ahí salí al pie del obstáculo mayor: un resalte de 30 m, que escalé por una chimenea, también del lado derecho, casi vertical pero con sólidos apoyos a ambos lados (II).

Ahí terminó prácticamente la trepada, pues sólo encontré otros dos escalones, ambos muy cortos e inclinados, antes de alcanzar...

... una amplia loma predominantemente herbosa, por la que superé los últimos 100 m hasta la cumbre del Pico Cerroso.

Lo primero que asombra la vista es la sucesión de quebradas líneas calizas que se extiende al norte: Jano, Peñas Pintas, Yordas, el Cornión, los Urrieles...

Girándome al noroeste, a mis pies se elevaba la Peña Cebedo y, por encima, las crestas cantábricas se extendían hasta el horizonte. En ese mar de picos sobresalían las dos montañas que ya me habían llamado antes la atención:...

... el racimo de peñas del Mampodre, ensombrecido entonces por las nubes, y...

... la solitaria pirámide del Susarón, cuya caliza pálida, como para contrastar más aún, relucía el sol.

Continuando con la vuelta a izquierdas, venían los montes del Valle de Curueño, destacando el Bodón, aislado al norte del núcleo más alto que rodea al Pico Polvoreda.

Al suroeste, la cresta se volvía a elevar magnífica en el Pico Moro, la Peña Rionda y el Pico Rasca, por delante de un horizonte que se aplanaba en la lejanía, en el Páramo leonés.

Peña Corada, cierre meridional de estas montañas, asomaba por encima del Campriondo, que es la peña a que alude el nombre del pueblo.

Al sureste, el Alto Carrión aparecía sugestivamente iluminado por un haz de rayos de sol. Entre el Espigüete y la Sierra del Brezo, identifiqué la silueta achaparrada, pero bien reconocible, del Peñón de Arbillos, objeto de mi anterior visita a la Cantábrica.

Finalmente, la cresta corría al este, volviendo a levantarse en las peñas Blanca y Verde. Por ahí bajé tras un buen rato contemplando toda la maravilla que me rodeaba, andando cómodamente por la amplia y compacta arista.

Tras un tramo algo más empinado, pasé una primera depresión. La siguiente cota puede rodearse por la derecha pero yo preferí salvar su escasa prominencia para llevarme...

... esta hermosa perspectiva del Pico Cerroso.

Cerca del final del descenso, atravesé una peculiar trinchera natural de cinco metros de profundidad que cortaba la loma, tajada verticalmente en un estrato de roca. A través de tan peculiar accidente, resultaba curioso ver el Pico de la Muga, secundario del Jano.

Luego, se abrió el panorama a ese lado.

En el Collado de la Trapa, abandoné el cresteo, tomando a la derecha (SE) una traza de ganado que cortaba, en muy ligera subida, la hierba de la vertiente meridional de la Peña Verde.

Al doblar un primer lomo, se descubrió un barranco que corre al sureste, hacia la base del Pico Campriondo, donde desemboca en el Río de la Duerna, el mismo que pasa por Ocejo. Ésa sería mi ruta de bajada.

A mi derecha, iba viendo la arista por donde había descendido del Cerroso y su vertiente oriental, que abriga un bonito cuenco donde los estratos diagonales de la caliza quedaban marcados por bandas de vegetación.

Al llegar a un segundo lomo, giré a la derecha (SO), dejando las trazas para bajar por una empinada ladera de hierba hasta el Arroyo Valcabadiello, que alcancé justo donde lo cruza una senda estrecha pero clara. La tomé a la derecha (S), para...

... atravesar horizontalmente la vertiente meridional del Bermejil, evitando el cauce, que estaba lleno de matorral denso y se despeña poco más abajo en un resalte rocoso.

Al llegar a una collada que da vista a la Majada Arada, di la espalda a esa vertiente y giré a la izquierda (NE) para...

... bajar entre el matorral disperso que puebla la pendiente. Llevaba delante el despeñadero que antes había visto desde arriba y mi propósito era reganar el cauce bajo el mismo.

Llegué al fondo del barranco en un paraje donde crecían algunos de los escasos árboles del entorno. A su sombra, pasaba una pista que giraba al cruzar del riachuelo. La tomé a la izquierda (SE) para descender, ahora sí, por el fondo del barranco.

La bajada fue relajada y cómoda; el camino es bueno y, aunque presenta alguna subida, éstas son cortas y suaves. Uno de esos altos me sirvió para despedirme de la cumbre.

En otro, me encontré con un cruce, donde giré a la derecha (S). Entré entonces en una zona donde el valle se estrecha, y...

... pasé por una sucesión de parajes encajonados entre altas paredes.

El terreno volvió a abrirse en la confluencia del arroyo con el Río de la Duerna. Allí, la pista desembocó en otra, que sigue el curso de éste último. La tomé a la derecha (SO) y...

... entré en un nuevo congosto, dominado por un contrafuerte que baja del Campriondo.

... entré en un nuevo congosto, dominado por un contrafuerte que baja del Campriondo.

... dominado por grandes riscos, llegué a...

... Ocejo de la Peña, que apareció, casi de improviso, a la salida de una revuelta. La pista se cubrió de cemento al alcanzar las primeras casas y, en pocos minutos, llegué a la bifurcación de donde había partido.

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