Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: En 1997, en
la cumbre de la Peña de la Cruz del Mampodre, me sorprendió la seductora
altivez de una montaña lejana. Entonces supe cómo era el Pico Torres y pensé
subirlo. Pasaron años y siempre tenía otros proyectos pero la idea se mantuvo
fresca al ir viendo la montaña desde otras cimas y comprobar que todas sus
vertientes se mostraban igualmente arrogantes. Finalmente, cumplí mi propósito
al cabo de 17 años y, para compensar la tardanza, quise realizar una ruta que
no fuera habitual.
El valle de los Fueyos
parece el menos utilizado pero no carece de atractivo. Si bien no presenta la
arrogancia rocosa de otras vertientes, este empinado y recóndito cuenco verde
me pareció prometedor sobre el mapa y no me defraudó. Por un lado, la subida
transcurre por parajes apartados y tiene más entidad que las rutas cortas y trilladas
de San Isidro; por otro, es más directa y lógica que remontar los Arrudos.
Se puede realizar un
recorrido muy similar sin necesidad de afrontar más que una dificultad mínima
si, en vez de trepar por la arista oeste, al llegar al pie del crestón cimero
se continua por senda a la izquierda, pasando bajo la cara noroeste del pico
para culminar la ascensión por las chimeneas herbosas que la remontan (F) o,
incluso, llegar a la arista norte y subir por ella, habiendo de ayudarse de las
manos sólo en un par de escalones que no pasan del metro. Para la bajada, se
pueden evitar la mayoría los resaltes del lomo por la senda que abandoné por
incómoda y que traza una diagonal bajo la cresta para ir a parar bajo el
Collado Los Fueyos. Estas soluciones fáciles son, sin embargo, más incómodas.
En suma, es ésta una ruta
poco habitual y bastante directa, que combina el paso por un recóndito
vallecito, un relajado cresteo y una trepada aérea y divertida. Para montañeros
con soltura en la pequeña escalada y sin vértigo. Existe una opción fácil sin
renunciar a la belleza del recorrido, la cual no pasa de ser una caminata de
nivel medio, pero resulta menos divertida y más incómoda que la ruta aquí
descrita.
RELATO GRÁFICO:
Tras
aparcar en el primer ensanche de la carretera, cubrí los pocos metros que me
separaban del Puente Cimero para tomar allí a la izquierda (NE)...
... la
senda que remonta el Arroyo de los Fueyos por su orilla derecha. La vegetación
es densa y, el terreno, abrupto, en este primer tramo de subida. El caminillo
me separó del cauce en busca de mejor paso y acometió una subida empinada y
directa entre denso matorral y unas pocas hayas.
Ese puñado
de árboles era el desbordamiento a este lado del torrente del bosque que prospera en
la otra orilla. No sé por qué me había hecho la idea de que este barranco
carecía de arbolado y encontrar este hayedo, punteado por rodales de aliso y
roble, fue una sorpresa inesperada y agradable.
Incluso
vi algún modesto adelanto de la otoñada.
Hacia los
1.300 m de altitud, fui saliendo gradualmente a terreno más despejado y pude
ver, por primera vez en el día, el Pico Torres al extremo de su arista
occidental, que asomaba por encima del lomo que separa el arroyo que iba
remontando del que baja del Collado de la Almagrera.
Pronto
llegué al prado de los Fueyos de Abajo, donde hay una cabaña en ruinas bajo los
desplomes del Pandu la Mozquita.
Desde ese
lugar, también pude ver el fondo del valle de San Isidro bajo el Pico Nogales.
La senda
se pierde aquí en la hierba, pero la dirección a seguir está clara: remontar el
tubo verde del arroyo. Pude hacerlo con comodidad, siguiendo...
... unas trazas de ganado que van por la
orilla derecha y encontré en la parte alta del claro.
Al ganar
altura, el matorral fue cediendo paso al pasto, mientras el barranco se
estrechaba, transformándose en un sombrío tajo herboso rematado por canchos. Los
trazos se fueron desdibujando, pero no importaba en un terreno tan cómodo.
Las
laderas se abrieron bruscamente cuando alcancé el rellano de la Mayaína, alto
prado próximo a la cresta del monte, con restos de varias cabañas. Giré allí a
la derecha (SO) para...
...
atravesar la ladera en suave diagonal ascendente, guiado por una senda claramente
dibujada en el pasto.
Al pasar
el lomo que baja del Pico Los Fueyos, aquél que separaba los dos barrancos,
entré en la cara noroeste del Torres, que fui atravesando hacia un boquete muy
marcado en la arista al otro lado. Este tramo de la ruta es muy bonito, bajo la
cumbre y dominando...
... el
Valle Los Fueyos, más allá del cual se extendía una sucesión de crestas hasta
la Sierra de Aramo.
Aunque la
senda se perdió a media travesía, la ladera no tenía una pendiente excesiva y
el matorral rastrero que la poblaba apenas estorbaba el paso.
Y el
panorama seguía estupendo. Aquí, el Retriñón y nubes cubriendo Asturias.
Mirando
atrás, los picos Forcada y los Fueyos enmarcaban el collado donde, luego,
dejaría la arista norte al bajar.
Llegando
cerca del corte en la arista O que me servía de referencia, me encontré con un
trazo horizontal en el pasto: el Senderón de Valverde, antiguo itinerario de
pastores que, pasando por ese collado, más los de Valmartín y Los Fueyos, unía
las brañas de altura alrededor del Pico Torres. Tomándolo a la derecha (SO),
fue cuestión de minutos asomarme a esa brecha y descubrir al otro lado...
... la
Cuerda de Ajo, por encima de la que podía vislumbrar las cumbres de Faro. Más a
la izquierda,...
... al
lado, el vecino Pico Valverde, remate del espolón que cae al sur, hacia San
Isidro. La ruta hacia la cumbre no podía ser más obvia: girar a la izquierda
(E) y...
... remontar
el lomo hacia el cielo hasta su final. Su inicio era amplio y cómodo, dejando a
la derecha el cancho que me había servido previamente de guía.
Más
arriba, se hizo pedregoso, sin dejar llegar a ser incómodo, y se empinó un
tanto; lo justo para mostrar hermosas perspectivas hacia el valle, sin agobiar
el paso.
Cuando la
cuerda se estrechó, la pendiente se tendió y apareció la cumbre, como un
peñasco altivo y afilado más allá de una serie de modestos bultos, en que se
mezclaban cantos y matojos. La progresión se hizo un poquito más incómoda,
aunque sin ser un obstáculo.
Claro que
cualquier incomodidad la compensaban las vistas. A mi izquierda, el Tiatordos
más allá del Collado Almagrera.
No sé muy
bien cómo, me encontré sobre una senda estrecha pero clara y señalada con unos
hitos marcados con pintura anaranjada. Este trazo, que no sé de dónde vendría,
se introducía en la cara noroeste del pico, evitando por ese lado el imponente
crestón de roca que culmina la arista oeste.
Lo seguí
al principio, pues esa cuchilla de roca imponía y no quise complicarme la vida.
Al pasar
bajo un corredor herboso que se menciona en las referencias de esta ruta, dejé
la senda por la derecha (E) para culminar por él la ascensión. Pero la umbría
por la que discurre estaba húmeda y, al segundo resbalón, juzgué que sería más
agradable ganar la arista que llevaba a mi derecha (S) y ver qué deparaba.
Después de todo, su aspecto desde allí no era tan terrible como vista de
frente.
El acceso
a la misma lo realicé mediante una fácil (I) y corta (5 m) trepada mixta por
hierba y roca.
Al salir
al filo, miré el altímetro del GPS: 2.020 m; es decir, que estaba unos 20 m por
encima del arranque. Ese inicio no parecía difícil visto desde arriba y, si
volviera, no dudaría en tomar la roca desde abajo.
Sin
embargo, la continuación no se presentaba tan franca. Precisamente, había ido a
salir ante uno de los dos pasos algo más difíciles que iba a encontrar: una verdadera
proa de seis metros, empinada pero no vertical (III-).
Viene
luego una sección estrecha, pero no tanto, con abundantes apoyos y menos
empinada (II), que acabó ante...
... un
resalte de ocho metros, vertical pero con buenos agarres (III-).
Mientras
trepaba por ahí, veía a mi derecha la caída vertical de la cara norte. No es un
buen lugar para traer a alguien con vértigo.
Superado
el segundo resalte, me encontré con un tramo horizontal de cantos afilados
(II+), al cabo del cual...
... la
arista se vuelve a levantar pero con pendiente moderada y apoyos abundantes
(II-), para superar los últimos 50 m de desnivel.
Es más,
al ganar altura se ensancha y tiende gradualmente, de modo que la dificultad va
bajando hasta desaparecer junto al hito cimero del Pico Torres, desde donde
descubrí...
... la
arista oriental y un montón de cimas conocidas extendiéndose hasta una brumosa
Peña Santa de Castilla.
Todo alrededor
las vistas eran hermosas y sería difícil destacar ninguna. Mampodre y Puerto de
San Isidro al sureste.
Al sur,
las crestas de Cebolledo.
Los
cordales de Ajo, Faro y el Cuadro al suroeste.
Al otro
lado de la arista por la que había subido, el Retriñón más allá de Los Fueyos.
Comencé
el descenso por la arista norte. Los primeros metros son empinados y, aunque
una senda serpentea entre los cantos y el matorral, la progresión se me hizo
incómoda.
Además de
tener que ayudarme de las manos en varios escalones, encontré el piso inestable
y resbaladizo.
Al llegar
a una collada, el trazo y los hitos me llevaron al lado izquierdo para
atravesar la ladera occidental en diagonal descendente. Sin embargo, la
progresión seguía siendo tan incómoda que, en cuanto me pareció que el terreno
era propicio, dejé el camino marcado por la derecha (NE) y avancé
horizontalmente hasta regresar al lomo.
Éste presenta
varios resaltes pedregosos donde tuve que destrepar (I), pero nunca más de un
par de metros.
Pese a
ser más empinado, el terreno firme hacía más agradable la progresión que por la
ladera, además de...
... ser
las vistas más bonitas. A un lado, los Puertos de Cortogán y, al otro,...
... Los Fueyos.
A partir
del Collado Almagrera, el lomo es más ancho y prácticamente desaparecen las
piedras. Una subida corta y tendida, me llevó al Pico Los Fueyos, que podía
haber rodeado pero incluí en el cresteo por...
...
llevarme una buena imagen de la cumbre. Y no quedé decepcionado.
Desde
allí, me fijé en la “Ventanona”, que da nombre al primer collado de la arista
este.
La
continuación del cresteo al norte comienza por una rampa de hierba de mediana
inclinación, a la que sigue...
... un
potente resalte, atravesado por tres tubos; tomé el de la derecha, que...
... es
herboso, el menos empinado y el único que se puede bajar caminando, aunque con
cierta precaución.
Luego, el
terreno se tiende y bajé directamente, desviándome a la izquierda sólo para
rodear unas prominencias anónimas y alcanzar el Collado Los Fueyos. Allí giré a
la izquierda (SO) para...
...
bajar, por senda bien marcada, a la Mayaína, donde cerraba el itinerario.
Sólo me
quedó bajar por el Arroyo de Los Fueyos, deshaciendo el camino de esa mañana a
través de prados, matorral y...
...
bosque, hasta la carretera, en el Puente Cimero, a donde llegué justo cuando el
calor empezaba a ponerse desagradable.
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