Pico Torres (2.100)

ASCENSIÓN DESDE EL VALLE DE LOS FUEYOS

ARISTA OESTE, MÁS EL PICO LOS FUEYOS (1.892)

Justo al norte del Puerto de San Isidro se alza el Pico Torres, montaña notable por su aislamiento y altivez. Se trata de una descomunal pirámide bien definida: todas sus caras son empinadas y las limitan aristas agudas. Y la culminación es una arrogante peña caliza donde se extreman esas cualidades. En un sector de cordillera donde los picos se engarzan en largos cordales alomados, tal alarde alpino atrae la mirada y no es extraño que, a pesar de su moderada altitud y del entorno urbanizado del puerto, sea una cumbre de prestigio entre los montañeros cantábricos.

Tras aproximarse remontando el vallecito de Los Fueyos, que cae de la vertiente noroccidental del pico, se trata de ascender por la arista oeste y descender por la norte.

El Pico Torres visto desde el este

SITUACIÓN:

  • Zona: Montaña Leonesa Oriental (Cordillera Cantábrica)
  • Unidad: Divisoria de San Isidro a Tarna
  • Base de partida: Puerto de San Isidro (León)
ACCESO: El Puerto de San Isidro se abre en la divisoria cantábrica, entre las provincias de León y Asturias. Cuenta con algunos servicios enfocados a la estación de esquí, pero, para encontrar algo más de comercio y alojamiento, las poblaciones más cercanas de cierta entidad son Puebla de Lillo (León) y Felechosa (Asturias), ambas a 15 km de distancia. La ruta comienza en la vertiente asturiana del puerto, a seis kilómetros y pico, donde la carretera hace una curva cerrada para cruzar el Arroyo de Los Fueyos por el Puente Cimero. Un cartel clavado en un viejo cargadero señala el lugar y, enfrente y un poco más abajo, hay dos ensanches de la carretera para aparcar. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.097 / 2.100
  • Mi tiempo efectivo: 4h21
  • Mi tiempo total: 5h53
  • Dificultades: PD+. Escalada de 70 m en buena roca, por arista muy aérea y empinada; mantiene una dificultad de II grado en todo su recorrido, con dos pasos cortos de III-. También hay algunos cortos escalones fáciles (I) al inicio del descenso. El resto es por senda.
  • Track para descargar en Wikiloc
Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Tomar, en el Puente Cimero, la senda que sube por la orilla derecha del Arroyo de los Fueyos. A partir de los Fueyos de Abajo, continuar remontando el barranco, ahora por trazos discontinuos, hasta la  Mayaína. Girar allí a la derecha (SO) y, aprovechando trazas de ganado, atravesar la vertiente occidental del Pico Torres hasta su arista O. Remontarla a la izquierda (E), primero por un lomo de hierba y piedras y luego por una empinada cuchilla de roca, hasta la cima del Pico Torres (PD+).

Descender por la arista norte, alternando empinadas pendientes de matorral rastrero con cortos resaltes de roca, hasta el Collado Almagrera (F), donde el lomo se torna más suave y amplio. Seguirlo, pasando por el Pico Los Fueyos, hasta llegar al Collado Los Fueyos, donde se gira a la izquierda (SO) para bajar a la Mayaína y de allí, por terreno conocido, volver al Puente Cimero.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: En 1997, en la cumbre de la Peña de la Cruz del Mampodre, me sorprendió la seductora altivez de una montaña lejana. Entonces supe cómo era el Pico Torres y pensé subirlo. Pasaron años y siempre tenía otros proyectos pero la idea se mantuvo fresca al ir viendo la montaña desde otras cimas y comprobar que todas sus vertientes se mostraban igualmente arrogantes. Finalmente, cumplí mi propósito al cabo de 17 años y, para compensar la tardanza, quise realizar una ruta que no fuera habitual.

El valle de los Fueyos parece el menos utilizado pero no carece de atractivo. Si bien no presenta la arrogancia rocosa de otras vertientes, este empinado y recóndito cuenco verde me pareció prometedor sobre el mapa y no me defraudó. Por un lado, la subida transcurre por parajes apartados y tiene más entidad que las rutas cortas y trilladas de San Isidro; por otro, es más directa y lógica que remontar los Arrudos.

Se puede realizar un recorrido muy similar sin necesidad de afrontar más que una dificultad mínima si, en vez de trepar por la arista oeste, al llegar al pie del crestón cimero se continua por senda a la izquierda, pasando bajo la cara noroeste del pico para culminar la ascensión por las chimeneas herbosas que la remontan (F) o, incluso, llegar a la arista norte y subir por ella, habiendo de ayudarse de las manos sólo en un par de escalones que no pasan del metro. Para la bajada, se pueden evitar la mayoría los resaltes del lomo por la senda que abandoné por incómoda y que traza una diagonal bajo la cresta para ir a parar bajo el Collado Los Fueyos. Estas soluciones fáciles son, sin embargo, más incómodas.

En suma, es ésta una ruta poco habitual y bastante directa, que combina el paso por un recóndito vallecito, un relajado cresteo y una trepada aérea y divertida. Para montañeros con soltura en la pequeña escalada y sin vértigo. Existe una opción fácil sin renunciar a la belleza del recorrido, la cual no pasa de ser una caminata de nivel medio, pero resulta menos divertida y más incómoda que la ruta aquí descrita.

RELATO GRÁFICO:

Tras aparcar en el primer ensanche de la carretera, cubrí los pocos metros que me separaban del Puente Cimero para tomar allí a la izquierda (NE)...

... la senda que remonta el Arroyo de los Fueyos por su orilla derecha. La vegetación es densa y, el terreno, abrupto, en este primer tramo de subida. El caminillo me separó del cauce en busca de mejor paso y acometió una subida empinada y directa entre denso matorral y unas pocas hayas.

Ese puñado de árboles era el desbordamiento a este lado del torrente del bosque que prospera en la otra orilla. No sé por qué me había hecho la idea de que este barranco carecía de arbolado y encontrar este hayedo, punteado por rodales de aliso y roble, fue una sorpresa inesperada y agradable.

Incluso vi algún modesto adelanto de la otoñada.

Hacia los 1.300 m de altitud, fui saliendo gradualmente a terreno más despejado y pude ver, por primera vez en el día, el Pico Torres al extremo de su arista occidental, que asomaba por encima del lomo que separa el arroyo que iba remontando del que baja del Collado de la Almagrera.

Pronto llegué al prado de los Fueyos de Abajo, donde hay una cabaña en ruinas bajo los desplomes del Pandu la Mozquita.

Desde ese lugar, también pude ver el fondo del valle de San Isidro bajo el Pico Nogales.

La senda se pierde aquí en la hierba, pero la dirección a seguir está clara: remontar el tubo verde del arroyo. Pude hacerlo con comodidad, siguiendo...

... unas trazas de ganado que van por la orilla derecha y encontré en la parte alta del claro.

Al ganar altura, el matorral fue cediendo paso al pasto, mientras el barranco se estrechaba, transformándose en un sombrío tajo herboso rematado por canchos. Los trazos se fueron desdibujando, pero no importaba en un terreno tan cómodo.

Las laderas se abrieron bruscamente cuando alcancé el rellano de la Mayaína, alto prado próximo a la cresta del monte, con restos de varias cabañas. Giré allí a la derecha (SO) para...

... atravesar la ladera en suave diagonal ascendente, guiado por una senda claramente dibujada en el pasto.

Al pasar el lomo que baja del Pico Los Fueyos, aquél que separaba los dos barrancos, entré en la cara noroeste del Torres, que fui atravesando hacia un boquete muy marcado en la arista al otro lado. Este tramo de la ruta es muy bonito, bajo la cumbre y dominando...

... el Valle Los Fueyos, más allá del cual se extendía una sucesión de crestas hasta la Sierra de Aramo.

Aunque la senda se perdió a media travesía, la ladera no tenía una pendiente excesiva y el matorral rastrero que la poblaba apenas estorbaba el paso.

Y el panorama seguía estupendo. Aquí, el Retriñón y nubes cubriendo Asturias.

Mirando atrás, los picos Forcada y los Fueyos enmarcaban el collado donde, luego, dejaría la arista norte al bajar.

Llegando cerca del corte en la arista O que me servía de referencia, me encontré con un trazo horizontal en el pasto: el Senderón de Valverde, antiguo itinerario de pastores que, pasando por ese collado, más los de Valmartín y Los Fueyos, unía las brañas de altura alrededor del Pico Torres. Tomándolo a la derecha (SO), fue cuestión de minutos asomarme a esa brecha y descubrir al otro lado...

... la Cuerda de Ajo, por encima de la que podía vislumbrar las cumbres de Faro. Más a la izquierda,...

... al lado, el vecino Pico Valverde, remate del espolón que cae al sur, hacia San Isidro. La ruta hacia la cumbre no podía ser más obvia: girar a la izquierda (E) y...

... remontar el lomo hacia el cielo hasta su final. Su inicio era amplio y cómodo, dejando a la derecha el cancho que me había servido previamente de guía.

Más arriba, se hizo pedregoso, sin dejar llegar a ser incómodo, y se empinó un tanto; lo justo para mostrar hermosas perspectivas hacia el valle, sin agobiar el paso.

Cuando la cuerda se estrechó, la pendiente se tendió y apareció la cumbre, como un peñasco altivo y afilado más allá de una serie de modestos bultos, en que se mezclaban cantos y matojos. La progresión se hizo un poquito más incómoda, aunque sin ser un obstáculo.

Claro que cualquier incomodidad la compensaban las vistas. A mi izquierda, el Tiatordos más allá del Collado Almagrera.

No sé muy bien cómo, me encontré sobre una senda estrecha pero clara y señalada con unos hitos marcados con pintura anaranjada. Este trazo, que no sé de dónde vendría, se introducía en la cara noroeste del pico, evitando por ese lado el imponente crestón de roca que culmina la arista oeste.

Lo seguí al principio, pues esa cuchilla de roca imponía y no quise complicarme la vida.

Al pasar bajo un corredor herboso que se menciona en las referencias de esta ruta, dejé la senda por la derecha (E) para culminar por él la ascensión. Pero la umbría por la que discurre estaba húmeda y, al segundo resbalón, juzgué que sería más agradable ganar la arista que llevaba a mi derecha (S) y ver qué deparaba. Después de todo, su aspecto desde allí no era tan terrible como vista de frente.

El acceso a la misma lo realicé mediante una fácil (I) y corta (5 m) trepada mixta por hierba y roca.

Al salir al filo, miré el altímetro del GPS: 2.020 m; es decir, que estaba unos 20 m por encima del arranque. Ese inicio no parecía difícil visto desde arriba y, si volviera, no dudaría en tomar la roca desde abajo.

Sin embargo, la continuación no se presentaba tan franca. Precisamente, había ido a salir ante uno de los dos pasos algo más difíciles que iba a encontrar: una verdadera proa de seis metros, empinada pero no vertical (III-).

Viene luego una sección estrecha, pero no tanto, con abundantes apoyos y menos empinada (II), que acabó ante...

... un resalte de ocho metros, vertical pero con buenos agarres (III-).

Mientras trepaba por ahí, veía a mi derecha la caída vertical de la cara norte. No es un buen lugar para traer a alguien con vértigo.

Superado el segundo resalte, me encontré con un tramo horizontal de cantos afilados (II+), al cabo del cual...

... la arista se vuelve a levantar pero con pendiente moderada y apoyos abundantes (II-), para superar los últimos 50 m de desnivel.

Es más, al ganar altura se ensancha y tiende gradualmente, de modo que la dificultad va bajando hasta desaparecer junto al hito cimero del Pico Torres, desde donde descubrí...

... la arista oriental y un montón de cimas conocidas extendiéndose hasta una brumosa Peña Santa de Castilla.

Todo alrededor las vistas eran hermosas y sería difícil destacar ninguna. Mampodre y Puerto de San Isidro al sureste.

Al sur, las crestas de Cebolledo.

Los cordales de Ajo, Faro y el Cuadro al suroeste.

Al otro lado de la arista por la que había subido, el Retriñón más allá de Los Fueyos.

Comencé el descenso por la arista norte. Los primeros metros son empinados y, aunque una senda serpentea entre los cantos y el matorral, la progresión se me hizo incómoda.

Además de tener que ayudarme de las manos en varios escalones, encontré el piso inestable y resbaladizo.

Al llegar a una collada, el trazo y los hitos me llevaron al lado izquierdo para atravesar la ladera occidental en diagonal descendente. Sin embargo, la progresión seguía siendo tan incómoda que, en cuanto me pareció que el terreno era propicio, dejé el camino marcado por la derecha (NE) y avancé horizontalmente hasta regresar al lomo.

Éste presenta varios resaltes pedregosos donde tuve que destrepar (I), pero nunca más de un par de metros.

Pese a ser más empinado, el terreno firme hacía más agradable la progresión que por la ladera, además de...

... ser las vistas más bonitas. A un lado, los Puertos de Cortogán y, al otro,...

... Los Fueyos.

A partir del Collado Almagrera, el lomo es más ancho y prácticamente desaparecen las piedras. Una subida corta y tendida, me llevó al Pico Los Fueyos, que podía haber rodeado pero incluí en el cresteo por...

... llevarme una buena imagen de la cumbre. Y no quedé decepcionado.

Desde allí, me fijé en la “Ventanona”, que da nombre al primer collado de la arista este.

La continuación del cresteo al norte comienza por una rampa de hierba de mediana inclinación, a la que sigue...

... un potente resalte, atravesado por tres tubos; tomé el de la derecha, que...

... es herboso, el menos empinado y el único que se puede bajar caminando, aunque con cierta precaución.

Luego, el terreno se tiende y bajé directamente, desviándome a la izquierda sólo para rodear unas prominencias anónimas y alcanzar el Collado Los Fueyos. Allí giré a la izquierda (SO) para...

... bajar, por senda bien marcada, a la Mayaína, donde cerraba el itinerario.

Sólo me quedó bajar por el Arroyo de Los Fueyos, deshaciendo el camino de esa mañana a través de prados, matorral y...

... bosque, hasta la carretera, en el Puente Cimero, a donde llegué justo cuando el calor empezaba a ponerse desagradable.

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