Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Esta ruta me
sorprendió mucho por su belleza y amenidad. No tiene otra complicación que ir
atento en los numerosos cruces y bifurcaciones para no despistarse; por lo
demás, carece de obstáculos. El desnivel se lleva muy bien, ya que las
pendientes son casi siempre suaves, hasta en los cortafuegos. Recomiendo ir en
otoño, cuando el color marca la enorme variedad del arbolado, contrastando a su
vez con los diferentes tonos de verde del matorral y el pasto. Evidentemente,
iba en busca de belleza pero lo que encontré superó mis expectativas. Subir en
coche a una montaña nunca es bonito pero, en este caso, es un crimen.
Hay otros puntos de
interés que vi, más o menos de paso, en esta vertiente. Los canchos de Rodela y
Monzón merecerían una visita más calmada para curiosear entre ellos o trepar un
poco. La rocosa vertiente izquierda del Regueiro dos Campos das Lamas, ocupada
por varios cóncavos de origen glaciar, también parece interesante; creo que el
camino de los Curros debe pasar a su través; para otra visita. En fin, que es
ésta una excursión para ir con calma para poder detenerse a meter la nariz en
sus vericuetos.
RELATO GRÁFICO:
Tras
cubrir el corto tramo de asfalto que separa el cruce donde aparqué de las
primeras casas de O Pendón, entré en la aldea siguiendo la carretera. En una
primera bifurcación, giré a la derecha (SO), dejando de lado un arco entre dos
casas. Enseguida, la calle hace una curva a la derecha y la dejé por la otra
mano (S), para salir del caserío por un viejo camino con restos de empedrado
entre el verde oscuro de la hierba empapada y bajo los colores otoñales de los
árboles. El silencio absoluto y la atmósfera brumosa construían un ambiente
misterioso, hasta un poco intimidatorio. Por otra parte, si bien la temperatura
no era baja, la gran humedad enfriaba la mañana.
Pronto
llegué a una bifurcación, donde continué por la derecha (S), caminando ahora
por la alfombra de hierba que había invadido el sendero entre muretes medio
derruidos y comidos de matorral.
Al salir
de ese túnel vegetal, me encontré en lo alto de un amplio lomo herboso que el
carril cruza. Entonces, giré a la derecha (O), comenzando la verdadera
ascensión.
La
pendiente, que al principio no podía ser más suave, fue empinándose
paulatinamente, aunque sin dejar de ser moderada. También apareció el matorral,
pero la traza era amplia y estaba bien marcada. Al ganar altura, fue
mostrándose a mi espalda un ameno paisaje de prados verdes, que contrastaban
con el ocre de los robles, bajo los ondulados rebordes exteriores de la sierra.
Si miraba
a la derecha, veía la niebla inundando los valles del Sil bajo las crestas
oscuras de las sierras del Courel y el Eixe. Y, sobre todo ello, un palio
rasgado de nubes terminaba de formar un cuadro bellísimo.
Tras esa
primera cuesta moderada, la pendiente se suavizó y aparecieron ante mí unos
canchos que, rematando el lomo por el que subía, ponían un toque bravío en medio
de esta verde suavidad.
Se trata
del Penedo da Rodela, construido mayoritariamente por apilamientos de rocas.
A mi
izquierda, al otro lado del Regueiro do Rial, también surgía la roca sobre el
lomo vecino.
Más
arriba a ese lado, la Cabeza de Manzaneda permanecía oculta por estribaciones
cercanas.
Atravesé
la parte más alta y potente del Penedo da Rodela por un pasillo, a la salida
del cual apareció el Monzón.
Tras la suave bajada al collado intermedio, al
llegar al pie de la nueva subida,...
... giré
a la izquierda (SO) y atravesé la ladera, bajando en diagonal hasta el cauce
del Regueiro do Rial. Después de cruzarlo, giré a la derecha (NO) y...
... lo
remonté por su vertiente meridional.
Cuando mi
camino desembocó en una pista horizontal, la tomé a la derecha (O) para
dirigirme a un cercano collado, que separa el Penedo de los Lobos del Monzón.
Crece en el lugar un característico grupito de árboles, avanzadilla en estos
pastizales del pinar de repoblación que veía al fondo. Allí, giré a la
izquierda (SO)...
...
siguiendo la indicación de un cartel que rezaba “Roteiro dos Curros”. Éste es
un itinerario marcado como PR, que iba a seguir un trecho. Al principio, me
encontré con un cortafuegos medianamente empinado que, cortando el monte bajo,
llegaba...
... a lo
alto del Penedo dos Lobos, desde donde volví a disfrutar de una bella
perspectiva del valle del Sil, que continuaba lleno de espesa niebla. A mi
alrededor, también se extendían unos vapores que, sutiles, no llegaban a entorpecer
la vista;...
... sólo
ponían algo de misterio en el ambiente. A partir de ahí, el terreno perdió
pendiente y ganó anchura, al punto que no se llega a percibir que se va
siguiendo una loma.
Tras una
bajada mínima, la senda llegó a un camino que la cortaba perpendicularmente. El
PR seguía a la izquierda pero yo giré al otro lado (O), caminando ahora por una
pista de tierra bien apisonada que, tras un trecho entre matorral, se acerca al
pinar de Munxidoiro Grande y sigue su linde,...
Al llegar
a un cortafuegos de pendiente escasa para lo que son estas obras, lo tomé a la
izquierda (SO). Seguía llevando pinos a la derecha y...
... una
extensión de matorral rematada por modestos roquedos a la izquierda.
Dejé
atrás algún ramal y crucé una pista forestal mientras...
...
ganaba altura muy suavemente e iban apareciendo a mi derecha algunas
instalaciones de la estación de esquí.
Perdí
algo de altura al entrar en la cuenca de la Fonte Fria, barranquillo que crucé
justo antes de tomar a la izquierda (SE)...
... otro
cortafuegos que remonta la ladera por pendiente más recia, hasta encaramarse a
lo alto de una loma. Allí, me desvié de nuevo, tomando a la derecha (SO)...
... una
senda que se dirigía, siguiendo la cuerda, hacia la culminación de la sierra,
que ahora podía por fin ver. O, al menos, sus pendientes superiores. El camino
acabó al pie de la subida terminal, y más empinada, que superé por una pista de
esquí.
El
panorama al este se fue ampliando al ganar altitud y situarme claramente por
encima de las estribaciones cercanas. En el horizonte, al otro lado de un
soleado valle del Bibei, las nubes oscurecían las sierras...
... del
Eixe y Segundera, aunque dejando ver la nieve que cubría las crestas. Se
distinguía la Peña Trevinca como un pequeño cono y, a la izquierda, una
sorpresa: asomaba ligeramente la cima del Teleno.
Al
culminar la cuesta, llegué a un aparcamiento entre edificios, antenas y
remontes. Después de casi tres horas de absoluta soledad, me encontré con
varios grupos que habían subido en coche. Desviándome a la izquierda (S),...
...
remonté la tendida ladera del domo cimero. Curiosamente, pese a la cercanía y
escasa pendiente, y a que un ancho sendero corta el matorral para hacerlo aún
más cómodo, ningún paseante parecía interesado en asomarse a la amplia cumbre
de la Cabeza de Manzaneda.
Al tiempo
que alcanzaba el hito, despiadadamente mordido por la inclemencia, llegaba una
nube que me hurtó el panorama.
Pero
fueron unos pocos minutos, ya que soplaba un buen ventarrón y algo bueno tiene
tal fenómeno (realmente, eso es lo único bueno): no deja que nieblas y brumas
se estacionen. Lo primero que me llamó la atención fue la cresta de la vecina
Sierra de San Mamede, segundo núcleo del macizo que, estando al oeste, se había
mantenido oculto hasta entonces. Volviéndome a la derecha,...
... al
norte sólo se llegaban a distinguir las estribaciones más meridionales del
Courel.
Al este,
hacia la Segundera, además de Peña Trevinca, las nubes dejaban ahora entrever
la masa achaparrada del Moncalvo.
Al sur,
destacaba la lámina de agua del embalse de Cenza, rodeado de suaves lomas.
Después
de un rato aguantando el viento gélido, comencé la bajada descendiendo por la
ladera herbosa al suroeste, hacia un collado atravesando por una pista de
tierra que sale de la carretera. Al llegar al carril, lo tomé a la izquierda
(S), pasando a...
...
atravesar un extenso páramo de altura, con la única compañía del murmullo de
los chorros de agua que corrían bajo el matorral y el lamento de un viento cuya
presencia parece aquí inevitable. Al llegar a un cruce, continué recto pero
ahora siguiendo de nuevo las marcas de la ruta de los Curros que, desde que la
dejé, atraviesa la vertiente oriental de la Cabeza por la vertiente rocosa del
Regueiro dos Campos das Lamas, que podía ver a mi izquierda y debe de ser
interesante visitar.
Enseguida,
llegué a una bifurcación y continué por la izquierda (SE), caminando ahora por
un extenso llano entre el Regueiro dos Campos das Lamas, a la derecha, y...
... el
desolado altiplano al otro.
... sobre
pasado el regueiro, hay una bonita perspectiva de la Cabeza de Manzaneda desde
el otro lado.
Luego, el
terreno se empinó a la vista del embalse de Cenza. Antes de llegar al mismo,...
... pasé
junto a este trabajado hito, tras el que...
... el
camino gira a la izquierda y llega el Curro da Mosenda, donde se bifurca. Seguí
por la derecha (E), con las señales, caminando a través de un amplio prado.
A partir
de aquí, la ruta balizada discurre por una senda más estrecha e irregular, pero
clara. Y me enteré de qué son los dichosos curros: majadas. Éste estaba
construido aprovechando el abrigo de un cancho y era bastante grande, reuniendo
varios corrales y cabañas en un solo recinto.
A
continuación, una nueva bajada más empinada, me dejó en otro rellano, que aloja
el Curro da Vidueira, algo más modesto, que queda a la izquierda del camino. En
ese lugar, termina la ruta de los curros pero la senda prosigue, a veces
borrosa pero siempre bien marcada con hitos.
Tras otro
descenso, alcancé una tercera terraza, llamada As Becerreiras, donde la senda
se bifurca. Tiré a la izquierda (NE) y atravesé el llano, al fondo del cual se
abría el corte del Río de Requeixo, por el que concluiría la ruta.
El
descenso hacia el fondo del valle, comienza siguiendo un barranco anónimo, que
guarecía en su cabecera una pequeña arboleda, cuyas...
... copas
otoñales contrastaban con el verde de la hierba y la roca gris de las
vertientes.
Y más
cuando, por un momento, las iluminó el sol.
Cuando
ese tajo se estrecha y empina, el camino, viró a la derecha para atravesar el
espolón y continuar por el barranco vecino, menos abrupto. El sendero
presentaba varios tramos empedrados, pero tan deteriorados que resultaban más incómodos
que los de tierra.
Pronto
tuve a la vista el fondo del valle de Requeixo, apacible lugar, protegido por
fin del viento y donde la naturaleza prodigaba sus colores. Los contrastes se
enriquecían con la rápida alternancia de luz y sombras de las nubes.
Este
valle es un magnífico ejemplo de fenómeno periglaciar, con un fondo ancho y
plano, donde prosperaban el pasto y los robles, bajo escarpadas laderas que
alternaban matorral y roca. Cuando alcancé el cauce, lo crucé y comencé a descender
el curso, dejando atrás la cabecera cerrada y abrupta, hacia...
... la
aldea abandonada de Prada. Allí me encontré con las marcas de otro PR: el
G-138, que remonta el Río Requeixo y me dispuse a seguirlo.
Por sus
marcas, localicé el vado de piedras por el que crucé el río con comodidad.
Una vez
de vuelta en la orilla izquierda, tomé un viejo camino que, entre árboles y
muretes de piedra, desciende el valle.
Durante
este tramo, tuve que cruzar un arroyo tributario bastante crecido. Aunque el
camino vadea las aguas, a la derecha, permitía cruzar en seco un viejo puente
de losas, al que se ha dotado posteriormente de una barandilla (¿se ha vuelto
el ser humano más torpe?).
Dejé el
PR al llegar al Bico do Lombo, paraje donde el río gira al este y la loma que
llevaba a mi izquierda presenta un collado muy accesible, en lo alto de una ladera
suave cubierta de piornos. Hacia ese lado (N), busqué y tomé una senda estrecha
pero clara, y...
...
marcada con hitos, que sube a la horcada, desde donde me volví a...
... contemplar
el valle.
Al otro
lado, se extendía una sucesión de lomas verdes y suaves que constituye el borde
inferior de las laderas de la Sierra de Queixa. El sendero me llevó a
atravesarlo al norte.
En ese
subibaja, el matorral alternaba con las arboledas al pasar por el fondo
abrigado de los barrancos, el más importante de los cuales es...
... el
Regueiro do Rial, a partir del cual el camino se hace ancho y está mejor
acondicionado.
Este
carril es el mismo por el que había salido esa mañana y, sin dejarlo, no tardé
en caminar por terreno conocido, llegando a O Pendón mientras caía la tarde.
Nadie se va a 400 km de su casa a subir un monte si no piensa que va a pasarlo
bien; pero, sinceramente, este ha sido una de las salidas más bellas y
fascinantes que he hecho en los últimos años. Incluyendo algunas a cumbres
mucho más altas y prestigiosas.
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