Cabeza de Manzaneda (1.781)

ASCENSIÓN DESDE PARADELA

CIRCULAR POR O PENEDO DOS LOBOS Y MOSENDA

El Macizo de Queixa ocupa el centro de los montes Galaico-Leoneses, haciendo de charnela entre las alturas mayores y las serrezuelas de la Galicia central. La Cabeza de Manzaneda es su cumbre más alta y en torno a ella se estructuran las modestas sierras que conforman este núcleo montañoso. Se trata de un cabezo redondeado, cuyas laderas, generalmente suaves, se yerguen altivas en las cabeceras de los valles e incluyen abruptos roquedos. Bajo el extenso páramo culminante, sus vertientes alojan extensos bosques de pino y roble, así como manchas de árboles de ribera escondidos en los barrancos, entre piornales y praderas. Todo ello da lugar a un entorno bello y variado, donde abundan jabalíes y corzos. Hay que subir a pie desde abajo, despreciando la carretera que alcanza la cumbre, disfrutando así no sólo del horizonte que se domina desde la cima, sino también de un entorno tan atractivo

Partiendo de la aldea de O Pendón, barrio de Paradela, la ruta asciende a la Cabeza de Manzaneda, utilizando diversos caminos, por su vertiente nororiental y, luego, regresa dan un amplio rodeo por el sureste para visitar los prados de altura de Mosenda y el alto valle del Río Requeixo.

Vertiente meridional de Cabeza de Manzaneda, desde los altiplanos de Mosenda

SITUACIÓN:

  • Zona: Macizo de Queixa (Montes Galaico - Leoneses)
  • Unidad: Sierra de Queixa
  • Base de partida: Paradela (Orense)

ACCESO: Paradela es una parroquia del municipio orensano de Manzaneda, situado en el norte de la provincia, en la vertiente oriental de los montes de Queixa. La ruta comienza un kilómetro más arriba de la población, en el acceso al barrio abandonado de O Pendón, también conocido como Paradela de Arriba, donde conviene dejar el coche, pues en el caserío es imposible. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen a ese punto en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.009 / 1.781
  • Mi tiempo efectivo: 5h24
  • Mi tiempo total: 6h41
  • Dificultades: Ninguna. Itinerario por caminos.
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de O Pendón por un camino que se dirige al sur. Al trasponer una loma, subir a la derecha (O) por lo alto de la misma. Pasado el Penedo da Rodela, derivar a la izquierda (SO) para faldear el Monzón, cruzar el Regueiro do Rial y ascender por cortafuegos al Penedo dos Lobos. En la collada que lo une a la ladera, tomar a la derecha (O) la pista que conduce al Munxidoiro Grande, donde se coge a la izquierda (SO) otro cortafuegos. Tras dejar atrás algunos desvíos, se entra en la cuenca de la Fonte Fria y, cruzado el barranco, se gira a la izquierda (SE) para encaramarse a una loma, que se sigue a la derecha (SO) hasta la ladera del cabezo cimero. Continuar monte arriba hasta una explanada con varias construcciones, donde tendremos a pocos metros a la izquierda (S) la cumbre de la Cabeza de Manzaneda.

Bajar por la ladera al SO hasta una pista que, tomada a la izquierda (SE), nos llevará a atravesar el páramo culminante. Marcas de PR y carteles indican el camino hasta el Curro da Mosenda. A partir de ahí, se sigue el descenso por senda señalada con hitos, que se bifurca en el rellano de Becerreiras. Continuar por la izquierda (NE) para bajar al Río Requeixo, cuya orilla derecha se sigue para alcanzar la aldea abandonada de Prada. Cruzar el cauce para buscar, en la otra ribera, un camino con marcas de PR, por el que se continúa el descenso del valle hasta el Bico do Lombo. Dejar por la izquierda (N) carril y señales, remontando la ladera por una senda con hitos. Tras una collada, la vereda conduce por una suave ladera hasta el Regueiro do Rial, lo cruza y, al tiempo que se va ensanchando. Se trata del mismo camino por el que se salió de O Pendón y que ya no hay más que seguir para rematar la excursión.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Esta ruta me sorprendió mucho por su belleza y amenidad. No tiene otra complicación que ir atento en los numerosos cruces y bifurcaciones para no despistarse; por lo demás, carece de obstáculos. El desnivel se lleva muy bien, ya que las pendientes son casi siempre suaves, hasta en los cortafuegos. Recomiendo ir en otoño, cuando el color marca la enorme variedad del arbolado, contrastando a su vez con los diferentes tonos de verde del matorral y el pasto. Evidentemente, iba en busca de belleza pero lo que encontré superó mis expectativas. Subir en coche a una montaña nunca es bonito pero, en este caso, es un crimen.

Hay otros puntos de interés que vi, más o menos de paso, en esta vertiente. Los canchos de Rodela y Monzón merecerían una visita más calmada para curiosear entre ellos o trepar un poco. La rocosa vertiente izquierda del Regueiro dos Campos das Lamas, ocupada por varios cóncavos de origen glaciar, también parece interesante; creo que el camino de los Curros debe pasar a su través; para otra visita. En fin, que es ésta una excursión para ir con calma para poder detenerse a meter la nariz en sus vericuetos.

RELATO GRÁFICO:

Tras cubrir el corto tramo de asfalto que separa el cruce donde aparqué de las primeras casas de O Pendón, entré en la aldea siguiendo la carretera. En una primera bifurcación, giré a la derecha (SO), dejando de lado un arco entre dos casas. Enseguida, la calle hace una curva a la derecha y la dejé por la otra mano (S), para salir del caserío por un viejo camino con restos de empedrado entre el verde oscuro de la hierba empapada y bajo los colores otoñales de los árboles. El silencio absoluto y la atmósfera brumosa construían un ambiente misterioso, hasta un poco intimidatorio. Por otra parte, si bien la temperatura no era baja, la gran humedad enfriaba la mañana.

Pronto llegué a una bifurcación, donde continué por la derecha (S), caminando ahora por la alfombra de hierba que había invadido el sendero entre muretes medio derruidos y comidos de matorral.

Al salir de ese túnel vegetal, me encontré en lo alto de un amplio lomo herboso que el carril cruza. Entonces, giré a la derecha (O), comenzando la verdadera ascensión.

La pendiente, que al principio no podía ser más suave, fue empinándose paulatinamente, aunque sin dejar de ser moderada. También apareció el matorral, pero la traza era amplia y estaba bien marcada. Al ganar altura, fue mostrándose a mi espalda un ameno paisaje de prados verdes, que contrastaban con el ocre de los robles, bajo los ondulados rebordes exteriores de la sierra.

Si miraba a la derecha, veía la niebla inundando los valles del Sil bajo las crestas oscuras de las sierras del Courel y el Eixe. Y, sobre todo ello, un palio rasgado de nubes terminaba de formar un cuadro bellísimo.

Tras esa primera cuesta moderada, la pendiente se suavizó y aparecieron ante mí unos canchos que, rematando el lomo por el que subía, ponían un toque bravío en medio de esta verde suavidad.

Se trata del Penedo da Rodela, construido mayoritariamente por apilamientos de rocas.

A mi izquierda, al otro lado del Regueiro do Rial, también surgía la roca sobre el lomo vecino.

Más arriba a ese lado, la Cabeza de Manzaneda permanecía oculta por estribaciones cercanas.

Atravesé la parte más alta y potente del Penedo da Rodela por un pasillo, a la salida del cual apareció el Monzón.

Tras la suave bajada al collado intermedio, al llegar al pie de la nueva subida,...

... giré a la izquierda (SO) y atravesé la ladera, bajando en diagonal hasta el cauce del Regueiro do Rial. Después de cruzarlo, giré a la derecha (NO) y...

... lo remonté por su vertiente meridional.

Cuando mi camino desembocó en una pista horizontal, la tomé a la derecha (O) para dirigirme a un cercano collado, que separa el Penedo de los Lobos del Monzón. Crece en el lugar un característico grupito de árboles, avanzadilla en estos pastizales del pinar de repoblación que veía al fondo. Allí, giré a la izquierda (SO)...

... siguiendo la indicación de un cartel que rezaba “Roteiro dos Curros”. Éste es un itinerario marcado como PR, que iba a seguir un trecho. Al principio, me encontré con un cortafuegos medianamente empinado que, cortando el monte bajo, llegaba...

... a lo alto del Penedo dos Lobos, desde donde volví a disfrutar de una bella perspectiva del valle del Sil, que continuaba lleno de espesa niebla. A mi alrededor, también se extendían unos vapores que, sutiles, no llegaban a entorpecer la vista;...

... sólo ponían algo de misterio en el ambiente. A partir de ahí, el terreno perdió pendiente y ganó anchura, al punto que no se llega a percibir que se va siguiendo una loma.

Tras una bajada mínima, la senda llegó a un camino que la cortaba perpendicularmente. El PR seguía a la izquierda pero yo giré al otro lado (O), caminando ahora por una pista de tierra bien apisonada que, tras un trecho entre matorral, se acerca al pinar de Munxidoiro Grande y sigue su linde,...

Al llegar a un cortafuegos de pendiente escasa para lo que son estas obras, lo tomé a la izquierda (SO). Seguía llevando pinos a la derecha y...

... una extensión de matorral rematada por modestos roquedos a la izquierda.

Dejé atrás algún ramal y crucé una pista forestal mientras...

... ganaba altura muy suavemente e iban apareciendo a mi derecha algunas instalaciones de la estación de esquí.

Perdí algo de altura al entrar en la cuenca de la Fonte Fria, barranquillo que crucé justo antes de tomar a la izquierda (SE)...

... otro cortafuegos que remonta la ladera por pendiente más recia, hasta encaramarse a lo alto de una loma. Allí, me desvié de nuevo, tomando a la derecha (SO)...

... una senda que se dirigía, siguiendo la cuerda, hacia la culminación de la sierra, que ahora podía por fin ver. O, al menos, sus pendientes superiores. El camino acabó al pie de la subida terminal, y más empinada, que superé por una pista de esquí.

El panorama al este se fue ampliando al ganar altitud y situarme claramente por encima de las estribaciones cercanas. En el horizonte, al otro lado de un soleado valle del Bibei, las nubes oscurecían las sierras...

... del Eixe y Segundera, aunque dejando ver la nieve que cubría las crestas. Se distinguía la Peña Trevinca como un pequeño cono y, a la izquierda, una sorpresa: asomaba ligeramente la cima del Teleno.

Al culminar la cuesta, llegué a un aparcamiento entre edificios, antenas y remontes. Después de casi tres horas de absoluta soledad, me encontré con varios grupos que habían subido en coche. Desviándome a la izquierda (S),...

... remonté la tendida ladera del domo cimero. Curiosamente, pese a la cercanía y escasa pendiente, y a que un ancho sendero corta el matorral para hacerlo aún más cómodo, ningún paseante parecía interesado en asomarse a la amplia cumbre de la Cabeza de Manzaneda.

Al tiempo que alcanzaba el hito, despiadadamente mordido por la inclemencia, llegaba una nube que me hurtó el panorama.

Pero fueron unos pocos minutos, ya que soplaba un buen ventarrón y algo bueno tiene tal fenómeno (realmente, eso es lo único bueno): no deja que nieblas y brumas se estacionen. Lo primero que me llamó la atención fue la cresta de la vecina Sierra de San Mamede, segundo núcleo del macizo que, estando al oeste, se había mantenido oculto hasta entonces. Volviéndome a la derecha,...

... al norte sólo se llegaban a distinguir las estribaciones más meridionales del Courel.

Al este, hacia la Segundera, además de Peña Trevinca, las nubes dejaban ahora entrever la masa achaparrada del Moncalvo.

Al sur, destacaba la lámina de agua del embalse de Cenza, rodeado de suaves lomas.

Después de un rato aguantando el viento gélido, comencé la bajada descendiendo por la ladera herbosa al suroeste, hacia un collado atravesando por una pista de tierra que sale de la carretera. Al llegar al carril, lo tomé a la izquierda (S), pasando a...

... atravesar un extenso páramo de altura, con la única compañía del murmullo de los chorros de agua que corrían bajo el matorral y el lamento de un viento cuya presencia parece aquí inevitable. Al llegar a un cruce, continué recto pero ahora siguiendo de nuevo las marcas de la ruta de los Curros que, desde que la dejé, atraviesa la vertiente oriental de la Cabeza por la vertiente rocosa del Regueiro dos Campos das Lamas, que podía ver a mi izquierda y debe de ser interesante visitar.

Enseguida, llegué a una bifurcación y continué por la izquierda (SE), caminando ahora por un extenso llano entre el Regueiro dos Campos das Lamas, a la derecha, y...

... el desolado altiplano al otro.

... sobre pasado el regueiro, hay una bonita perspectiva de la Cabeza de Manzaneda desde el otro lado.

Luego, el terreno se empinó a la vista del embalse de Cenza. Antes de llegar al mismo,...

... pasé junto a este trabajado hito, tras el que...

... el camino gira a la izquierda y llega el Curro da Mosenda, donde se bifurca. Seguí por la derecha (E), con las señales, caminando a través de un amplio prado.

A partir de aquí, la ruta balizada discurre por una senda más estrecha e irregular, pero clara. Y me enteré de qué son los dichosos curros: majadas. Éste estaba construido aprovechando el abrigo de un cancho y era bastante grande, reuniendo varios corrales y cabañas en un solo recinto.

A continuación, una nueva bajada más empinada, me dejó en otro rellano, que aloja el Curro da Vidueira, algo más modesto, que queda a la izquierda del camino. En ese lugar, termina la ruta de los curros pero la senda prosigue, a veces borrosa pero siempre bien marcada con hitos.

Tras otro descenso, alcancé una tercera terraza, llamada As Becerreiras, donde la senda se bifurca. Tiré a la izquierda (NE) y atravesé el llano, al fondo del cual se abría el corte del Río de Requeixo, por el que concluiría la ruta.

El descenso hacia el fondo del valle, comienza siguiendo un barranco anónimo, que guarecía en su cabecera una pequeña arboleda, cuyas...

... copas otoñales contrastaban con el verde de la hierba y la roca gris de las vertientes.

Y más cuando, por un momento, las iluminó el sol.

Cuando ese tajo se estrecha y empina, el camino, viró a la derecha para atravesar el espolón y continuar por el barranco vecino, menos abrupto. El sendero presentaba varios tramos empedrados, pero tan deteriorados que resultaban más incómodos que los de tierra.

Pronto tuve a la vista el fondo del valle de Requeixo, apacible lugar, protegido por fin del viento y donde la naturaleza prodigaba sus colores. Los contrastes se enriquecían con la rápida alternancia de luz y sombras de las nubes.

Este valle es un magnífico ejemplo de fenómeno periglaciar, con un fondo ancho y plano, donde prosperaban el pasto y los robles, bajo escarpadas laderas que alternaban matorral y roca. Cuando alcancé el cauce, lo crucé y comencé a descender el curso, dejando atrás la cabecera cerrada y abrupta, hacia...

... la aldea abandonada de Prada. Allí me encontré con las marcas de otro PR: el G-138, que remonta el Río Requeixo y me dispuse a seguirlo.

Por sus marcas, localicé el vado de piedras por el que crucé el río con comodidad.

Una vez de vuelta en la orilla izquierda, tomé un viejo camino que, entre árboles y muretes de piedra, desciende el valle.

Durante este tramo, tuve que cruzar un arroyo tributario bastante crecido. Aunque el camino vadea las aguas, a la derecha, permitía cruzar en seco un viejo puente de losas, al que se ha dotado posteriormente de una barandilla (¿se ha vuelto el ser humano más torpe?).

Dejé el PR al llegar al Bico do Lombo, paraje donde el río gira al este y la loma que llevaba a mi izquierda presenta un collado muy accesible, en lo alto de una ladera suave cubierta de piornos. Hacia ese lado (N), busqué y tomé una senda estrecha pero clara, y...

... marcada con hitos, que sube a la horcada, desde donde me volví a...

... contemplar el valle.

Al otro lado, se extendía una sucesión de lomas verdes y suaves que constituye el borde inferior de las laderas de la Sierra de Queixa. El sendero me llevó a atravesarlo al norte.

En ese subibaja, el matorral alternaba con las arboledas al pasar por el fondo abrigado de los barrancos, el más importante de los cuales es...

... el Regueiro do Rial, a partir del cual el camino se hace ancho y está mejor acondicionado.

Este carril es el mismo por el que había salido esa mañana y, sin dejarlo, no tardé en caminar por terreno conocido, llegando a O Pendón mientras caía la tarde. Nadie se va a 400 km de su casa a subir un monte si no piensa que va a pasarlo bien; pero, sinceramente, este ha sido una de las salidas más bellas y fascinantes que he hecho en los últimos años. Incluyendo algunas a cumbres mucho más altas y prestigiosas.

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