Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ascensión
breve y espectacular, que, con nieve, resulta emocionante pero fácil. Sin
conocerla de primera mano, creo que esta ruta en verano debe perder bastante:
en lugar de pendientes moderadas de nieve, encontraremos unas pedreras
seguramente menos agradables. Por contra, mejorará el recorrido de la arista
pues el único obstáculo que me planteó el breve tramo de bloques es la
inestabilidad de la nieve, que volvía delicado el paso; en seco o con buen
hielo, se debe recorrer andando sin problemas. Sabiéndolo, puede evitarse el
paso subiendo por donde bajé.
Con una meteorología más
agradable, el entorno ofrece posibilidades para alargar la jornada si se desea,
recorriendo la cresta oeste del Alto de Salguerón o visitando la Peña de
Machamedio. En resumen, un itinerario muy recomendable, de dificultad asequible
y gran belleza; la pena fue la falta de visibilidad en la cresta.
RELATO GRÁFICO:
Yendo por
la carretera que sube al Puerto de Pajares, al paso por Fontún sólo sale un
desvío a la derecha, el cual, a su vez, se bifurca, abrazando una casa siempre
pintada muy llamativa, aunque el color (antes verde, ahora rojo) puede variar.
El ramal izquierdo (SE), en cuyo arranque hay una fuente, remonta el arroyo que
baja del collado meridional del Machacao.
Por él comencé
a caminar, ascendiendo suavemente entre prados. A mi izquierda, sólo veía...
... el
pie de la montaña bajo una nube agarrada a la cumbre, que permaneció así toda
la jornada.
Pero el
tiempo no era malo: el cielo estaba cubierto pero se abrían claros aquí y allí;
el ambiente, fresco y húmedo, era agradable para caminar; apenas soplaba el
viento y, sobre todo, no llovía: después de todo, había cruzado media Península
para evitar el agua. Y tan liviana era la subida, que sólo la mayor abundancia
de nieve a mi alrededor me hacía notar la altitud. Llegando a la altura de un
pinar en la vertiente opuesta, el camino cruza el torrente girando en redondo y
enseguida se trifurca. Doblé a la izquierda (SE), continuando la subida junto a
la linde del bosquecillo antes de...
... afrontar
la cabecera del arroyo, de pendiente más recia, que el carril supera en
lazadas. Esta parte transcurrió bajo la ceñuda vertiente suroeste del Machacao,
donde la caliza oscura aparecía resaltada por el blanco de tubos y repisas.
Más
arriba, llegando a los pies del Alto de Salguerón, cuando el camino gira a la
derecha, lo dejé por otro más pedregoso que sigue recto (SE).
A esas
alturas, volviéndome, dominaba con la vista todo el Arroyo del Aguilón hasta
Fontún y Villamanín y, más allá del Bernesga, el valle de Rodiezmo rodeado de
crestas ocultas por las nubes.
Poco a
poco, el camino se fue tendiendo al acercarse al Collado de Gete. Como lo pasa
a cierta altura por la vertiente meridional, hube de dejar el trazado por la
izquierda (NE) para llegar a la horcada.
Al otro
lado, aparecieron la cresta de Sancenas y la Sierra de la Arena sobre el tajo
del Barranco de Gete.
Las nubes
se retiraron justo para dejarme ver, sólo por un momento, la hermosa pirámide
del Polvoreda.
A la
izquierda (N), la cumbre del Machacao estaba oculta pero, por debajo de los
vapores, llegaba a ver tres amplios tubos que remontaban la cara sur. A la
vista del mapa, el central parece el más accesible y lógico, así que me dirigí
hacia él, empezando por caminar junto a la cerca que recorre la divisoria, para
luego derivar a la izquierda cuando el terreno me lo marcara.
Por
pendientes suaves, gané unos 50 metros de desnivel antes de...
... girar
para continuar en diagonal hacia la entrada del pasillo, mientras la ladera se
iba empinando gradualmente.
A mi
izquierda, la perspectiva sobre el valle del Rodiezmo se iba ampliando, pero
las crestas del otro lado seguían cubiertas.
La canal
superó los 30º al entrar en el estrechamiento entre un gran cancho a la derecha
y...
... una
característica torrecilla al otro lado. Aunque la nieve era continua, seguía
sin echar mano al piolet y los crampones, pues estaba tan blanda que éstos eran
innecesarios y aquél no me hubiera servido para nada en caso de caída.
Tampoco
la situación era expuesta: cuando te hundes hasta la pantorrilla y sientes cada
guijarro bajo las suelas, difícilmente vas a resbalarte. Mirando atrás, hacia
el Collado de Gete, me llamó la atención una solitaria silueta triangular que
asomaba sobre la vecina Sierra de la Arena: la modesta Peña Castro.
Poco a
poco, fui entrando en la nube y la visibilidad fue reduciéndose. Hacia abajo,
la pendiente blanca perdiéndose en un abismo impreciso impresionaba más que cuando
se podía ver con claridad.
Hacia los
1.850 m llegué a un rellano y vi con un hito pero, para entonces, la
visibilidad era muy escasa y no conseguí ver el siguiente. Lo que sí distinguí
fue un resalte oscuro y vertical que me cerraba el paso: estaba al pie de la
cresta culminante. Tras nueva consulta al mapa, decidí girar a la derecha (NE)
y...
...
ascender por un corredor, donde el terreno vuelve a superar ligeramente los
30º, hasta alcanzar...
... la
cuerda hacia la cota 1.900. Allí me golpeó un viento fuerte y helado, que
arrastraba cristalitos de hielo. Tras una breve parada para taparme todo lo que
pude, continué por la izquierda (NO), caminando por un amplio lomo.
La subida
fue corta y suave hasta la Peña Majaón, aunque hube de poner un mínimo cuidado
pues el viento había reducido el espesor de la nieve al mínimo y la roca que
había debajo resbalaba.
A partir
de ahí, cambió la cosa: me encontré ante una cresta horizontal de bloques
que, en seco, no debe plantear otra dificultad que su carácter aéreo. Pero ese
día, con la roca húmeda cubierta de nieve inestable, avanzando casi a ciegas y
golpeado por el vendaval, se presentaba delicada y desagradable. Por fortuna el
pasaje es corto; apenas 60 ó 70 m, por los que avancé con parsimonia, tanteando
cada apoyo, hasta una pequeña depresión, apenas dos o tres metros.
Luego, la
cuerda volvió a ensancharse, presentando un suave ascenso que se mantuvo hasta...
... la
cima de El Machacao. El ambiente era sumamente desapacible, con mucho frío y
viento y poca visibilidad. Bajando unos metros a sotavento, estuve el tiempo
mínimo para dar dos bocados a una barrita antes de salir pitando de vuelta a la
horcada previa.
Para no
volver a afrontar los bloques y protegerme del viento cuanto antes, me dejé
caer a la derecha (SE), para bajar en diagonal izquierda, siguiendo...
... el
borde inferior de la cresta, sobre una capa de nieve fresca que volvía a tener
más espesor y una pendiente que sólo superó por poco los 30º, similar a la de
subida.
No tardé
mucho en encontrarme con mis huellas de ida, inconfundibles, pues no había
otras ese día en la montaña. Siguiéndolas, fui deshaciendo camino.
Al perder
altitud, iba recuperando visibilidad, hasta que salí totalmente de la nube, cerca
ya del Collado de Gete.
Allí, no
solamente estaba claro, sino que llegó a alcanzarme brevemente el sol y se
abrieron sobre mi cabeza grandes claros azules, especialmente hacia la Peña de
Machamedio.
Al otro
lado, a poniente, se habían descubierto las airosas siluetas de dos montes
culminados por sendos roquedos: el Pico el Cueto y La Maja, según el mapa. No
los había oído mencionar pero los incluí en mi lista de futuribles.
Por el
mismo camino de la ida, comencé a descender el Arroyo del Aguilón, hasta llegar
a la encrucijada cercana al lugar donde había cruzado el torrente. A partir de
allí, realicé una pequeña variante, continuando por el carril del medio (O),
que...
...
recorre la vertiente sur del barranco en casi imperceptible bajada,
manteniéndose a media altura.
Así, hay
desde allí una interesante perspectiva del Machacao que, aunque mostraba algo
más que por la mañana, seguía con la cumbre oculta.
Al cabo,
llegando a la boca del valle, giré a la derecha (NE) en un cruce, para bajar a
través de Pras del Río hacia el pueblo, ya visible bajo la cresta de la Carba.
Finalmente,
entré en Fontún por su extremo sur, donde el camino cruza el Bernesga, y a la
vista de la característica casa roja de donde había partido esa mañana.
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