Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Ruta más
larga y dura de lo que aparenta, su constante subibaja requiere un esfuerzo
físico aún mayor del que señalan desnivel y distancia, que ya de por sí no son
escasos. Sin embargo, es una de las ascensiones más fáciles de toda la zona.
Aún con nieve, es una actividad al alcance de mucha gente y, a condición de
estar en buena forma, creo que es un buen itinerario de iniciación invernal: la
pendiente del tubo del Portillo del Pluviómetro es moderada pero se presenta
sostenida, salvo en el par de rellanos que lo dividen en tres rampas de 50 m,
que incluso ayudan en la subida.
La poca dificultad de la
ruta puede evitarse totalmente subiendo y bajando por el itinerario de regreso,
que es la opción más habitual; el paso por el Portillo del Pluviómetro no tiene
otro propósito que enriquecer el recorrido con alguna perspectiva nueva y darle
un poquito de emoción. Sin nieve, el tubo es un pedregal inmundo y, en ese
caso, es mejor seguir por la Trocha Real y tomar la cresta en la Portilla del
Rey.
En comparación con las
vías a Cabeza Nevada que parten de Navalperal, las más usadas hoy día, el nivel
de exigencia física o dificultad es similar aunque se materializan de forma
diferente. Pero veo esta opción ventajosa porque visita el Circo de Gredos.
Por último, hay un
considerable segmento recto al regreso, entre la Pradera del Gargantón y el
rodeo del Cerro Negro: se agotaron las pilas del GPS y tardé en darme cuenta.
Pero no debería de haber problema, pues ese trecho es por senda y, siendo al
volver, siempre contaremos, como mínimo, con nuestras propias huellas.
RELATO GRÁFICO:
El camino
empedrado que sale del fondo de La Plataforma hacia el Circo de Gredos era una
pista de hielo, así que salimos con los crampones ya puestos y, excepto por el
brevísimo tramo en rocas de la arista cimera, los conservamos durante toda la
jornada. Y es que, pese al magnífico día de invierno castellano, con el cielo
limpio y ausencia de viento, y a que el sol hacía ya brillar la nieve en las
crestas, hacía un frío glacial en las umbrías y la helada nocturna debió de ser
severa.
Fue un
alivio alcanzar el Prado de las Pozas, donde salimos por fin al sol y se alzó
ante nuestros ojos el Morezón que, aunque es la más humilde de sus cimas,
alegra la vista como anuncio del circo. A la entrada del llano, atendiendo a un
cartel, continuamos recto (O) en un cruce antes de atravesarlo siguiendo las
estacas que marcan el trazado del camino, oculto bajo la nieve.
Al cabo
de poco tiempo de ganar altura por su suave rampa, fue desvelándose al este, a
nuestra espalda, la Mira, primera de las cumbres ilustres que íbamos a
contemplar.
Caminando
sobre una capa crujiente y regular, entre las lomas blancas donde jugaban el
fulgor de la nieve y...
... los
apagados colores de la meseta, fuimos ascendiendo suavemente hasta Los
Barrerones y,...
... tras
doblar horizontalmente el lomo, se fueron descubriendo ante nosotros las
cumbres mayores de Gredos: Almanzor, La Galana y Cabeza Nevada.
Al entrar
en la vertiente del circo, pudimos ver toda la cara oriental la cumbre de la
jornada, desde su base a la cima, y reconocimos la segunda parte de la ruta,
desde la Pradera del Gargantón al Portillo del Pluviómetro, incluyendo el tubo
de acceso. La cresta de ahí a la cumbre parece suave pero el color oscuro de la
roca la anuncia agreste. Por último, también vimos el amplio y suave lomo este
por donde bajaríamos.
Al sur,
los famosos cuchillares entre el Morezón y el Almanzor nos marcaban el camino,
por si éste no fuera claro pues, aunque la senda era invisible,...
... una
huella bien marcada señalaba su trazado, en suave descenso, a través de la cara
oeste del Morezón, donde la sombra refrescó el ambiente y nos hizo acelerar
para dejar atrás el frío.
Llegando
a la Laguna Grande y tras una cuesta algo más intensa, nos encontramos ante una
bifurcación con cartel indicador. Siguiendo la dirección a “Cinco Lagunas”,
tomamos la senda de la derecha (O), conocida como Trocha Real.
Al poco,
cruzamos el torrente que baja de la laguna por un paso acondicionado de piedras
y emprendimos el ascenso de la suave ladera que se extiende al otro lado, bajo
el Cerro de los Huertos y el Risco Negro. La senda rodea este último por su
base para pasar al Gargantón.
Al ganar
altura, volviendo la vista, podíamos contemplar la cara oeste, la más agreste
del Morezón; un oscuro paredón cortado por estrechos corredores de aspecto
vertical... ¿quién dijo que ése era un pico soso?
También,
pese a la suavidad de la subida, comenzamos a sentir el calor del sol, reconcentrado
por la ausencia de viento y el reflejo de la nieve. Acabamos de manga corta y
así seguimos incluso en la bajada subsiguiente. Ésta fue, como toda la ruta,
cómoda y rápida, por una nieve consistente en que los crampones se clavaban sin
esfuerzo pero apenas se hundían los pies.
Así
llegamos a la Pradera del Gargantón, amplio llano que forma dicho barranco
entre el Risco Negro y la Cabeza Nevada. Tras cruzar el torrente, que abría un
profundo surco en la nieve, atravesamos la blanca planicie para comenzar el
ascenso final a la cumbre. Si bien no seguíamos el trazado de la senda,
invisible, aprovechamos las mismas terrazas por donde ésta trepa a la cuerda,
comenzando por una diagonal a la derecha, seguida de otra a la izquierda.
Mientras
iba quedando abajo el llano de donde habíamos partido, se nos fue descubriendo...
... a la
izquierda la impresionante cuenca superior del Gargantón, dominada algunos de
los riscos más impresionantes de este enclave alpino: Risco Moreno, el Ameal de
Pablo y el Canchal de la Galana.
Por entonces,
me fijé en los peculiares dibujos que, en la ladera de enfrente, el efecto del
desprendimiento irregular de la capa superficial de nieve, que dejó un
caprichoso relieve.
La
pendiente se atenúa para atravesar la ladera, perdiendo la senda incluso unos
metros de altura, y cruzar el diedro que forman las aristas este y sur antes de
emprender la subida a la Portilla del Rey. Vimos entonces sobre nosotros el
Portillo del Pluviómetro y, a la izquierda del mismo, un risco que lo separa de
otra horcada. Desde una cubeta, suben sendos tubos divergentes a ambos collados
y, por lógica, iríamos por la derecha (NO).
Sus
primeros 50 metros son una amplia rampa regular en que la pendiente se mantiene
en torno a 30º, al cabo de los cuales...
...
alcanzamos un rellano. A partir de ahí, la nieve volvió a empinarse hasta...
...
adquirir la misma pendiente durante otros 50 metros, al cabo de los cuales,
nuevo rellano y nueva rampa de la misma longitud e inclinación. Sólo en los
metros finales se alcanzaron y, posiblemente, se superaron los 35º.
Al llegar
al Portillo del Pluviómetro, apareció al otro lado la cresta que cierra al
oeste el vecino Circo de las Cinco Lagunas, cuya superficie helada era
invisible desde aquí. Tras tomar resuello pues, si el tubo no es muy fiero, nos
había pillado ya con bastante desnivel en las piernas, giramos a la derecha
(NE) para acometer los últimos 100 m.
Primeramente,
superamos un corto lomo de nieve dura, en lo alto del cual hubimos de quitarnos
los crampones, pues vino a continuación una arista de bloques bastante tendida
pero que va presentando...
...
resaltes de pocos metros, entre I grado y II-. En realidad, se pueden soslayar
todos ellos pero, sin crampones como íbamos, preferimos no exponernos a pisar
la nieve helada que cubría la loma fuera de los bloques.
Hacia los
2.400, alcanzamos una antecima, a partir la cual el terreno se tiende y
ensancha hasta convertirse en un suave lomo, por el que caminamos hasta la
redondeada cima de la Cabeza Nevada.
Desde esa
ancha culminación, lo primero que nos llamó la atención, fue la hermosa vista
de la cadena azulada de los Montes de Toledo, volando sobre la bruma, que
asomaba entre el Morezón y las agujas del Cuchillar de Cerraíllos. Girando a la
derecha,...
... al
sur, el panorama era apabullante, con el Almanzor y la Galana exhibiendo sus
agudas siluetas entre una corte de satélites.
Al oeste,
por encima del Picurucho y el Meapoco, asomaban el núcleo de la Covacha y la
Sierra de Candelario. Siguiendo con el giro a la derecha, llegamos al...
...
adusto páramo castellano, que...
... se
eleva en las Parameras al nordeste. Más allá, se distinguían incluso las nieves
del Guadarrama.
Por
último, al este se elevaba la Mira, enmarcada por las sierras del Cabezo y el
Torozo y el cabezo del Cervunal.
Al cabo
de media hora, emprendimos el regreso, precisamente en esa dirección,
descendiendo por la amplia loma oriental, bastante empinada en su inicio, pero
carente de obstáculos. A la izquierda llevábamos ahora...
... la
Hoya Nevada, que baja hacia la Garganta de Gredos y merece la pena acercarse a
ese lado para contemplar...
... la
pequeña cara nordeste de Cabeza Nevada.
Hacia los
2.200 m de altitud, la pendiente disminuyó en un rellano y nosotros giramos a
la derecha (S) para bajar directamente por la ladera, buscando la traza de la
Trocha Real. Cuando la encontramos, la tomamos a la izquierda (SE) y volvimos a
la Pradera del Gargantón.
No
teníamos más que seguir el itinerario de ida, rodeando el Risco Negro para
volver al desagüe de la Laguna Grande y tomar...
... el
camino que asciende a los Barrerones. Aunque esta subida es corta y gradual y
las condiciones de la nieve seguían siendo excelentes, pese al calor, de nuevo
sufrí en ella; no acabo de acostumbrarme a estas “propinas” cuando ya llevo un
rato de descenso.
Desde el
alto, nos despedimos de Cabeza Nevada y del resto de cumbres del Circo antes de
cambiar ese decorado por...
... el menos
espectacular pero no menos hermoso de La Mira y emprender el suave descenso
hacia La Plataforma.
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