Alto de La Safor (1.013)

ASCENSIÓN DESDE VILLALONGA

INTEGRAL DE LA CRESTA DEL CIRCO DE LA SAFOR

El extremo nororiental del Sistema Bético se sumerge en el Mediterráneo en la Marina, el marcado saliente de la costa levantina entre las provincias de Valencia y Alicante. Aquí, la llanura litoral es interrumpida por multitud de serrezuelas aisladas y altivas peñas, conformando un relieve caótico pero de escasa altitud. De hecho, los 1.000 m sólo se superan en el macizo más alto del conjunto: el de la Safor, situado frente a la costa entre Denia y Gandía. Pero si algo hace de esta montaña un lugar notable es el circo que abre al norte. La Sierra de la Safor es una cresta en forma de herradura que abraza una caldera de estrecha boca. El interior de la misma presenta unas empinadas laderas verdes que, coronadas de dentada caliza, alcanzan los 800 m de elevación; hacia fuera, el terreno se desliza en suave rampa hasta los valles y ramblas circundantes. Pese a que el entorno está muy urbanizado, lleno de chalés, huertos y canteras unidos por las consiguientes pistas, basta con alejarse unos minutos de las vías para encontrar terreno salvaje y soledad. Esto, junto a vistas amplias y parajes curiosos, son los atractivos de este monte.

La ruta consiste en, partiendo de la boca del circo, recorrer de este a oeste la cresta que lo remata. Aunque no se siga escrupulosamente la arista, se tocan, si no yodas sus puntas, sí la media docena más significativa.

La parte más alta de la cresta del Circo de la Safor, vista desde el interior

SITUACIÓN:

  • Zona: Extremo Nororiental (Cadenas Béticas)
  • Unidad: Marina Alta
  • Base de partida: Villalonga (Valencia)

ACCESO: Villalonga es un municipio valenciano de la comarca de La Safor, situado en el sureste de la provincia, encajado entre la montaña y a la costa. Cuenta con todo tipo de servicios. La excursión parte del Aparcament - Via Verda del Serpis, 3,5 km al oeste del pueblo. Puedes calcular un itinerario hasta allí desde tu lugar de origen en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 188 / 1.012
  • Mi tiempo efectivo: 5h11
  • Mi tiempo total: 6h47
  • Dificultades: PD. Un par de pasos cortos de II grado, varios de I, abundantes pasajes expuestos y largos trechos por monte bajo extremadamente denso.
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Desde la cantera de Arena, comenzar a caminar por la carretera del circo al SO y, a los pocos metros, dejarla por la izquierda (E) y remontar la ladera de matorral y pinos, superando pequeños muros de contención. No hay senda pero se encuentran trazos de animales. Al dejar atrás los árboles y con la referencia del agujero de la cantera a la izquierda, localizar en el resalte superior de roca un hueco que permite alcanzar andando la cresta en Els Portels. Seguirla a la derecha (S), alternando tramos de matorral cerrado con otros de roca, donde las trepadas (I / II) y ocasionales pasos vertiginosos permiten evitar lo más denso del monte bajo. En el Tossal Redó (PD), la arista pierde inclinación y va girando para adquirir dirección oeste, aunque aún habrá que pasar un par de puntas secundarias y sus consiguientes horcadas antes de llegar al Alto de la Safor (F).

Bajar de la cumbre por una senda con marcas de PR que prosigue por la cresta hasta la Penya Roja y desciende luego por la ladera occidental hasta salir a la carretera de Villalonga a L’Orxa junto al Tossal de Tarsan. Tomarla a la derecha (NE) y seguirla, sin hacer caso a desvíos, para regresar a la cantera.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: El recorrido íntegro de la cresta del Circo de la Safor debe de ser una actividad muy poco corriente, ya que no he visto referencias en Internet u otras fuentes: todo lo que he encontrado por esta vertiente son subidas por la senda del Tossal de Tarsan, que yo utilicé para bajar; también, un atrevido itinerario por el fondo del circo, ganando la cresta en el Pas del Bancal Fondo, pero no sigue a la cima por la cuerda, sino que rodea por el sur. Por otro lado, tampoco encontré rastro de presencia humana desde que dejé la zona de bancales al salir de la carretera hasta la cima: no sólo no había sendas ni marcas, tampoco estaba marcada ninguna de las puntas secundarias que pasé.

La ruta es muy exigente y está reservada a montañeros entrenados que tengan instinto y experiencia. No me refiero a una gran técnica de escalada ni orientación; lo que hay que tener es el pie firme en lugares expuestos y estar muy hecho a pelear con el matorral; se trata de abrirse paso en terreno salvaje de baja y media montaña. He de decir que pocas veces me he encontrado un matorral tan duro y cerrado como éste. Pero el premio es doble. En primer lugar, este cresteo es un atracón visual de primer orden y, en segundo, se tiene la sensación de estar haciendo algo especial.

La parte aventurera es sólo la subida, ya que la bajada transcurre en su integridad por caminos: primero un buen PR y, luego, una pista asfaltada. Por ese lado oeste, se puede salir del Tossal de Tarsan y visitar el Alto de la Safor mediante un agradable paseo sin dificultad de un par de horas, ida y vuelta. Así, resulta una actividad bonita y suave, que está muy bien, pero que no llega a tener la entidad del recorrido completo.

Y, para acabar, una curiosidad: tan tremendo es el boquete del Circo de la Safor que, en tiempos pasados, se pensaba que la montaña se había hundido por un cataclismo de enormes proporciones. Sin embargo, el desarrollo de la geología terminó por mostrar que, en realidad, no fue ninguna descomunal fuerza desatada, sino la discreta y paciente acción del agua la causa de este inmenso agujero.

RELATO GRÁFICO:

Desde la cantera de Arena, caminé por la carretera que se interna en el Circo de la Safor, de cuya cresta podían verse, entre los pinos, las peñas más altas. A los pocos metros, al pasar una zona de vegetación menos poblada, giré a la izquierda (E) y comencé a remontar la ladera.

Fui aprovechando precarias trazas discontinuas de paso, más marcadas al superar los muros de contención que cortaban la pendiente en su tercio inferior, como si en tiempos hubiera habido bancales, aunque ahora todo el terreno estaba uniformemente poblado de matorral y pinos.

Al quedar éstos atrás, pude ver con más amplitud, a mi derecha, la corona caliza del circo, pálida y quebrada sobre un gran embudo verde de 500 m de profundidad.

Al otro lado, llevaba cercano el corte de la cantera. Por encima del mismo, el resalte rocoso que defiende la cresta presentaba una discontinuidad y, derivando en diagonal a la izquierda, me dirigí allí a través de la empinada ladera de matorral cerrado pero blando y de un porte moderado. Además, seguía encontrando de vez en cuando rastros de animales, estrechos pero suficientes para pasar con cierta comodidad.

Llegando a la cresta, al mirar atrás, vi que se me había descubierto un monte árido de suave silueta triangular: la Cuta de Ador. 

Al otro lado, apareció la verde vega inferior del Río Serpis entre Villalonga y Gandía, donde desemboca en el Mediterráneo.

Estaba en Els Portels, a unos 430 m de altitud y cerca del extremo nororiental del circo. Girando a la derecha (SE), me dispuse a recorrer su cresta, que se presentaba como un empinado lomo cubierto de un cerrado monte bajo, que me llegaba por encima de la cintura. Además, los trazos pasaron a ser más estrechos y menos abundantes y este primer tramo se fue realmente penoso.

Al menos, acabó pronto: hacia los 500 m, se destacó sobre el matorral un crestón rocoso al que me encaramé para evitar los incómodos arbustos. Esta pasarela caliza, empinada pero ancha y llena de agarres (I+), se prolonga por unos 30 m de desnivel, hasta una prominencia anónima (532).

Al otro lado, me encontré una brecha de 25 m de profundidad, a partir de la cual la arista se define y...

... sube decididamente hacia las peñas superiores, presentando una tira de roca despejada entre el matorral cerrado de la izquierda y el abismo de la derecha. Todo el tiempo, tuve que ir superando pequeñas trepadas, vertiginosas a veces, estrechas en ocasiones, pero siempre fáciles: mayoritariamente I, con algún paso de II.

Mientras, el panorama era fastuoso en todas direcciones: mirando atrás, veía la cresta recorrida desde la punta anónima;...

... a mi izquierda, el Montgó sobre la costa y, a la otra mano,...

... el circo, especialmente seductor al verlo enmarcarlo por la roca de las sucesivas brechas.

Pasados los 700 m de altitud, la cresta se ensanchó y tendió, al tiempo que aparecía cercano el Tossal de la Sàlvia. La arista rocosa que iba recorriendo perdió potencia y, en algunos puntos, el matorral se la tragaba, obligándome a abrirme paso penosamente.

En ocasiones, si veía alguna repisa practicable, preferí incluso descolgarme unos metros por los vertiginosos desplomes del interior del circo.

Estos pasajes eran aéreos y espectaculares; aunque la dificultad que encontré fue siempre asequible (I / II), procuré poner atención y no embelesarme en exceso con las vistas, pues no son éstos buenos sitios para dar un traspiés.

Tras el de la Sàlvia, un subibaja mínimo por matorral me llevó a lo alto del Tossal Redó, a partir del cual volví a encontrar...

... una arista rocosa que, prolongando hacia arriba la pared del circo, me sirvió para evitar, con un poco de funambulismo, los fastidiosos arbustos.

A mi derecha, cambiaban continuamente las perspectivas; tanto el aspecto de la otra rama del circo como las formas de la caliza en la pared bajo mis pies.

El paso por la Penya Blanca marca la llegada al sector central del circo y es un buen lugar para detenerse a contemplar...

... el fondo del gran hoyo,...

... la cresta recorrida y...

... lo que me restaba hasta el Alto de la Safor, la Penya Roja y el inicio de la bajada.

Tras esa punta secundaria, se sucedieron los remates de varios espolones, zonas donde la vegetación volvía a tragarse la cresta.

Al sur, hacia fuera del circo, se había ido descubriendo el panorama, pudiendo distinguir, al otro lado del Vall d’Ebo, las crestas de la Carrasca, Aixortá, el inconfundible Puig Campana, Aitana y la Serrella.

Tras la horcada más profunda del recorrido, que no llega a 80 metros, alcancé el Tossal de l’Hedra, desde donde...

... empecé a ver cerca la arbolada cumbre, aunque aún me quedaban otro par de prominencias anónimas.

La última subida es más empinada y prolongada que las anteriores en la cresta y, al ganar altura sobre la misma, volví a ver por encima de ella la costa y el Montgó.

A punto de culminar, me encontré con una buena senda con marcas de PR que subía desde la vertiente meridional. Tomándola a la derecha (O), cubrí por ella los últimos metros de ascensión, atravesando ahora una rampa suave en la que el matorral disminuyó en porte y densidad. La primera vez desde que dejé la carretera en que conté con una senda... y fue cuando menos falta hacía. Respecto al panorama, a lo que ya venía viendo, se sumó un pico altivo que fue asomando sobre la loma a la izquierda de la cima:...

... el Benicadell.

Y así llegué a la cima del Alto de la Safor, marcada con hito geodésico y un cartel indicador, ya que aquí llegan un par de PRs. Por uno de ellos transcurrirá la bajada. Pero antes hay que detenerse a mirar: al sur, las crestas ya mentadas de Aitana y Aixortá quebraban un horizonte sobre el que las nubes iban velando el sol. Girando a la izquierda,...

... al sureste el Montgó seguía presente. En el entorno del pico crece una pequeña arboleda que estorba la vista pero, moviéndose en torno, se puede dar un buen repaso panorámico, excepto por lo que toca precisamente al fondo del circo (¡vaya!).

En todo caso, al noreste queda el mar, más allá del amplio valle del Serpis.

Continuando la vuelta, más allá del vecino Pla de la Nevera, donde se aprecian los restos de una de esas construcciones, y la Penya Roja, se elevaba la masa oscura del Mondúver.

No estuve mucho en la cumbre pues la progresión había sido más lenta de lo que había calculado, iba cayendo la tarde y aún quedaba bajar. Abandoné la cima caminando por una senda que desciende al suroeste, prácticamente apuntando a la cima del Mondúver. No es por donde va exactamente el PR que me devolvería a la civilización pero el trazo es amplio, cómodo y muy directo.

El camino balizado lo encontré al alcanzar una vaguada que cae al Pla de la Nevera. Tomándolo a la derecha (NE), me dirigí a dicho paraje, donde me entretuve un momento en...

... curiosear el pozo, y...

... remonté la ladera opuesta hasta la punta más alta de la Penya Roja. Volviéndome desde allí, aprecié otro trazo aún más directo para ir de la cumbre a la nevera. De haberlo sabido, hubiera bajado por él. A continuación, sólo me quedó seguir la senda. Pero la cosa no perdió el interés.

Pasé por zonas de vegetación tan densa que la senda se hacía túnel.

También por lugares panorámicos y curiosas formaciones rocosas, como...

... agujas vertiginosas o...

... alguna peculiar ventana.

No tardé en ver, hacia fuera del circo y bajo una empinadísima ladera de matorral, un modesto cabezo abrazado por una carretera y con una casa en lo alto: es el Tossal de Tarsan, donde desemboca en el asfalto la senda por la que iba.

Pese al carácter abrupto del terreno y la pujanza del monte bajo, el descenso por la senda fue cómodo. Si bien hay tramos empinados e incluso algún escalón donde hube de apoyar las manos, el trazo es siempre franco y el piso, estable. 

Iba alternando tramos por la ladera occidental con cortos pasos por la cresta, desde donde podía ver el interior del circo y, a poco de abandonarla definitivamente, apreciar la cantera de donde había salido y, a la derecha, la ladera por donde había ganado la cresta al inicio del recorrido.

Frente al Tossal de Tarsan, la senda me dejó en una carretera, que seguí a la derecha (NE), recorriendo en suave diagonal descendente la ladera occidental de la Safor, a través de un pinar interrumpido por abundantes chalés.

Sin hacer caso a ningún desvío, proseguí por la misma vía y rodeé el espolón de Les Matxones, remate noroccidental de la cresta de la sierra desde donde hay una vista impresionante de las áridas laderas de la Cuta, al otro lado del Río Serpis.

A continuación, volví a entrar en el interior del circo, pasando a contemplar desde abajo la cresta que acababa de recorrer, que impresionaba por su altivez y carácter. Y sin más que seguir la carretera, alcancé la cantera de donde había salido cuando declinaba ya la luz de la tarde, tras un día de montaña de los de recordar.

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