Cabeza de la Yegua (2.142)

ASCENSIÓN DESDE PEÑALBA DE SANTIAGO

POR LA CUERDA, CON EL PICO TUERTO (2.051)

La Cabeza de la Yegua es el pico más alto y conocido de los Montes Aquilianos, que se levantan en el oeste de la provincia de León, entre la Cabrera y el Bierzo, prolongando al oeste la Sierra del Teleno. El terreno es el típico de los Montes de León: altísimas y empinadas laderas de monte bajo que surgen de los valles boscosos, rematadas por anchos lomos herbosos y cabezos. Sólo de vez en cuando aparecen pequeños enclaves rocosos entre tanta suavidad verde. En el sector de la Cabeza de la Yegua, la montaña muestra esas dos caras, con rampas suaves al sur y abruptos valles periglaciares al norte. Pero ambas vertientes tienen en común la soledad de sus pueblos pequeños y aislados y un monte en el que los caminos quedan en lo profundo de los valles; más arriba, sólo trazos precarios cortan una maleza donde se refugia una abundante población de corzos y jabalíes.

La ruta recorre el tramo de cordal comprendido entre el Pico Tuerto y la Cabeza de la Yegua, accediendo y dejando el mismo por los respectivos lomos septentrionales de ambas cimas.

Visto desde el norte, el cordal recorrido, cubierto de nubes, domina los arroyos del Aro y del Silencio

SITUACIÓN:

  • Zona: Sierra del Teleno, Montes Aquilianos y de León (Montes Galaico - Leoneses)
  • Unidad: Montes Aquilianos
  • Base de partida: Peñalba de Santiago (León)

ACCESO: Peñalba de Santiago es una localidad del municipio leonés de Ponferrada, comarca de El Bierzo, situada en el suroeste de la provincia, al pie del sector central y más alto de los Montes Aquilianos. Además de por su bellísimo entorno, este pueblo es notable por su casco urbano, formado por casas de arquitectura tradicional, a base de muros piedra vista bajo tejados de pizarra y calles estrechas, que se articula en torno a la iglesia, que es una joya mozárabe del siglo X. En el plano práctico, hay que dejar el coche en el aparcamiento que hay a la entrada del pueblo. Si estuviera lleno, hay unas explanadas subiendo unos 150 m por la pista que sale a la izquierda (N) justo antes de entrar al pueblo Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.042 / 2.142
  • Mi tiempo efectivo: 5h33
  • Mi tiempo total: 6h46
  • Dificultades: Muy fácil, en las condiciones del día (capa de nieve dura de muy poco espesor sobre la cota 1.800). Itinerario por sendas con tramos de nieve de pendiente ligera (<20º).
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: Salir de Peñalba de Santiago por su extremo sur, siguiendo el camino balizado (PR LE-14) que conduce a Montes. Tras cruzar los arroyos del Aro y el Silencio, dejarlo en El Carballal, girando a la izquierda (SO) para remontar la cresta del Nevero. En el Pico Tuerto, tomar a la izquierda (SE) la divisoria de los Montes Aquilianos hasta la Cabeza de la Yegua.

Descender al NE por la loma del Rabanero y, al llegar al collado (1.633) previo a Cosa Ladrón, girar a la izquierda (NO) para bajar por la vaguada. Cerca del fondo del Arroyo del Aro, al dar con un camino, tomarlo a la derecha (N) para regresar a Peñalba de Santiago.


Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Esta ascensión es un clásico local, dura por desnivel y pendiente: la media del recorrido está por encima del 10%. Sin embargo, se hace llevadera al transcurrir por sendas y carecer de obstáculos. Incluso con más nieve sería asequible, pues las pendientes no llegan siquiera a los 30º  y tampoco hay pasajes expuestos. Sin embargo, aun siendo suave el relieve, éste me sorprendió; los Montes Aquilianos que yo conocía, llegando desde la Cabrera, son todavía más suaves. Incluso, si el Teleno presenta alguna cabecera agreste por el norte, éstas no tienen nada que ver con los dos barrancos que convergen en Peñalba. Respecto al pueblo, está muy arregladito, es pintoresco y contaba, cuando estuve, con un correcto bar restaurante.

RELATO GRÁFICO:

En Peñalaba de Santiago, desde el mismo aparcamiento se ve todo el Arroyo del Aro, que se abre entre la Cabeza de la Yegua y el Alto de Berdiaínas. Parece una ruta evidente y estuve pensando en subir por allí pero la poca nieve me hizo replantearme el recorrido: no quería tener que remontar el circo cabecero peleando con la maleza. En lugar de eso, me desplazaría al oeste...

... siguiendo la base del crestón que parece fijar un límite a la montaña y, tras cruzar ante la boca del otro arroyo, me encaramaría a la loma que baja del Pico Tuerto; allí tomaría la divisoria de los Montes Aquilianos hasta su cumbre y descendería por la loma norte. Así completaría un cresteo alrededor de los dos barrancos, a lo largo del cual iba a contar con senda, evitando la lucha con el monte bajo.

Para ello, comencé por internarme por las calles de Peñalba de Santiago y atravesarlo hasta salir por su extremo meridional, por...

... el sendero balizado PR LE-14, que comunica este pueblo con el de Montes. En realidad, de Peñalba salen varios itinerarios cuyas señales, al compartir tramos, forman un pequeño dédalo de marcas de diversos colores. Ante la duda, seguí las de PR que, por otra parte, son escasas. Nada más salir, crucé un pequeño barranco anónimo, siguiendo un umbrío camino que avanza entre laderas cubiertas de musgo y robles.

Al doblar un lomo, me encontré en una ladera más abierta, junto al minúsculo cementerio. Al fondo y a mi derecha, volvía a ver la boca del Arroyo del Silencio y, más allá, la terraza herbosa a donde me dirigía, dominada por un gran cancho.

Luego, el camino me llevó a entrar en la cuenca del Arroyo del Aro y bajar al cauce. Tras girar a la derecha (N) en un cruce, atravesé el torrente por un coqueto puentecillo de madera y...

... atravesé la herbosa ladera de la Cruz del Pico, por un estrecho pero estupendo sendero.

Al llegar a la boca del Arroyo del Silencio, perdí de nuevo altura para cruzarlo. Antes de alcanzar el torrente, encontré dos bifurcaciones, en las que giré respectivamente a la derecha (NE) e izquierda (SO), incorporándome a un camino ancho que avanza a través de un denso bosque de ribera.

A poco de comenzar a ganar altura por la otra vertiente, dejé el PR por una senda más modesta, poblada de hierba, que sale a la izquierda (NO) y remonta la ladera...

... abriéndose paso entre el denso matorral. Al principio la subida fue recia y, habiéndome alcanzado el sol, me costó los primeros resoplidos del día. Pero no tardó en ceder la pendiente y, parando entonces a tomar un respiro,...

... pude ver al volverme el caserío de Peñalba de la Sierra encajado en la verde y empinada vaguada que se abre entre las alturas del Corón y Cosa Ladrón, en un terreno vegetación densa, laderas abruptas y grandes peñas que recuerda más a la Cordillera Cantábrica que a los Montes Galaico-Leoneses. No me esperaba un terreno tan movido pero estaba encantado con la sorpresa.

En esa parte menos empinada, comencé a ver en algunas piedras viejas marcas de pintura de diversos colores pero pocas y muy dispersas. La vegetación fue perdiendo densidad en la última parte de la remontada. La cuesta culmina en un rellano, desde donde descubrí las crestas cantábricas, pintadas de nieve, al otro lado del Bierzo.

También me encontré ante una nítida senda marcada con las balizas del PR LE-14, por lo que resulta evidente que su trazado deja la pista que cruza el arroyo más adelante de donde la dejé yo. En todo caso, había llegado igual y cómodamente y, tomando esta nueva vereda a la izquierda (NO), comencé a recorrer una terraza dominada por...

... un impresionante cancho de roca lisa cortada por repisas de hierba.

Al otro lado, me llamó la atención un notable ejemplar de roble solitario que, en medio del mar de matorral elevaba al cielo sus ramas grises.

Más adelante, pasé junto a una curiosa espiral dibujada con piedras encajadas en el suelo. No sé si tendrá algún significado místico o su propósito será simplemente estético; incluso podría ser la obra de alguien aburrido.

La terraza, que acaba ascendiendo al oeste, me llevó a lo alto del lomo de El Carballal, desde donde la vista sobre el hoyo donde está Peñalba y los montes que lo rodean es magnífica.

Al otro lado, se abría el valle del Arroyo del Pico Tuerto, sobre el que se alza un vistoso crestón de roca rubia. Sin perder altura, dejé la senda, ahora sí definitivamente, por la izquierda (SO), dirigiéndome hacia el extremo del cancho que llevaba a ese lado.

Allí se dibujaba un rastro que lo atravesaba, una vez perdida su potencia, para continuar...

... recorriendo la ladera en cómoda repisa ligeramente ascendente. Luego, crucé un segundo espolón, desde el que...

... hay una maravillosa vista del pueblecito de Montes de Valdueza, recostado en el verde regazo del monte Forgos.

A continuación, ante una banda de matorral cerrado, el trazo giró a la izquierda y se borró paulatinamente, aunque eso no era ahora un inconveniente: se trataba de alcanzar la cresta que veía sobre mí, caminando por una pradera empinada y tan ancha que pude trazar las diagonales que quise.

Al ganar altitud, descubrí a mi derecha la silueta trapezoidal de la Guiana.

Y, al alcanzar la cresta, me encontré ante los barrancos ante los que había cruzado antes. Las nubes se habían levantado mientras tanto y dejaban ver la Cabeza de la Yegua más allá de la cresta de la Mayada.

Estaba cerca de los 1.500 m de altitud y, tras una parada para contemplar el hermoso paisaje y reponer fuerzas, me dispuse a remontar el lomo que cae del Pico Tuerto y que se elevaba a mi derecha (SO), verde contra el cielo.

El primer tramo es empinado, pero se hizo cómodo pues, desde el inicio del matorral, reapareció el trazo que había ido siguiendo desde que dejé al camino a Montes. Al mirar abajo, veía ahora la otra cara, más vertical y rocosa aún, del cancho que cierra la cresta.

Vino luego un segmento más tendido y ancho, casi un rellano tras lo pasado, antes de acometer otra subida recia que me dejó en El Nevero, modesto hombro que desde abajo parecía pico.

Desde ese punto destacado, pude ver a placer las vertientes noroccidentales de la Cabeza de la Yegua y el Alto de Berdiaínas, con sus estratos y corredores pintados de blanco. Por otro lado, las nubes se iban dispersando y el azul ganaba terreno sobre el rincón más alpino de los Montes Aquilianos.

Mirando atrás, más allá del hoyo de Peñalba asomaba ahora el Becerril, máxima cumbre del monótono cordal llamado propiamente Montes de León y que enlaza las cordilleras Galaico-Leonesa y Cantábrica a través de las Omañas.

La cresta que tenía por delante hasta el Pico Tuerto era ya bastante tendida y, además, para más comodidad, la nieve la cubrió poco después, haciéndose continua a partir de los 1.850 m, especialmente...

... en la vertiente oriental del lomo. Por ese lado fui, pues el manto era consistente y, con los crampones, el avance era incluso más confortable y regular que por la senda.

Al reganar la cuerda, muy cerca ya de la cima, vi a mi derecha la bonita cresta que va a la Cruz Mayor. También apareció en el horizonte el Macizo de Trevinca.

Al otro lado, la Cabeza de la Yegua y el Berdiaínas mostraban ya sus amplias cimas. Finalmente, el sol había ganado la batalla y el cielo se despejó casi en su totalidad. Claro que el viento que se llevó las nubes también me alcanzó a mí en cuanto perdí la protección del cordal principal. Venía del sureste y, aunque no soplaba muy frío, su fuerza lo hacía molesto. A pesar de ello, y aunque el Pico Tuerto no deja de ser más que una cima secundaria, satélite modesto del objetivo del día, estuve casi media hora dedicado a recorrer con la vista un horizonte amplio y hermoso.

Al volverme a contemplar el camino recorrido, lo primero que me impresionó fue el larguísimo trazo blanco del gran arco montañoso que va de los Ancares a los montes de Luna, brillando sobre una indistinta extensión de tonos apagados.

Al sur, se abría el Arroyo de la Sierra entre el Funtirín y la Cruz Mayor, que servían de marco a la Sierra de la Cabrera. Más allá del segundo de esos picos,...

... en la Sierra Segundera, se llegaba distinguir Peña Trevinca.

Siguiendo el giro a la derecha, la montaña se volvía toda verde, aunque altiva en la Guiana.

Al nordeste, seguía viendo abajo las bocas de los dos arroyos que corren hacia Peñalba.

Al este, sucesivas lomas bajaban del cordal principal bajo la cumbre de la Cabeza de la Yegua.

Por último, al sureste se alzaban las tres cimas más altas de los Montes Aquilianos: Cabeza de la Yegua, Berdiaínas y Funtirín. Para llegar a aquélla, sólo tenía que recorrer el ancho y suave lomo, que cuenta además por una senda estrecha pero clara. Comencé por bajar de la cima del Pico Tuerto hacia ese lado, por...

... un apacible lomo, primero de nieve y luego de matorral, cortado por una buena traza. Tras una corta bajada empinada, pasé...

... un rellano, en que la vista hacia la cumbre del macizo es aún más impresionante, quizá por la cercanía de la caída al norte.

Una segunda bajada me dejó en el punto más bajo de la cresta. A mi izquierda tenía el enorme surco curvado del Arroyo del Silencio, que se proyectaba hacia el horizonte cantábrico, en el que destacaba una mancha blanca más nítida: la Sierra de Gistreo.

Todo este tramo es suave y cómodo y su carácter panorámico, que no aéreo, invita a la parsimonia. De vez en cuando, me volvía incluso a contemplar la cada vez más impresionante caída septentrional del Pico Tuerto.

Durante la subida hacia el Alto de Berdiaínas, pasé ante un par de corredores que subían desde la vertiente del Arroyo del Aro y que servían de marco magnífico a la Cabeza de la Yegua.

Con el cambio de perspectiva, también se había descubierto en su totalidad la cresta de la Cruz Mayor al Pico Tuerto.

No llegué a pasar por la cima del Berdiaínas, ligeramente desplazada al sur de la divisoria, sino que, al pasar por un rellano próximo a la misma, la rodeé para bajar a la depresión inmediata.

Apareció ahora a mi derecha el valle del Río Caprada bajo la cresta del Funtirín.

Al llegar a la Cabeza de la Yegua, pude ver los dos corredores ante cuya boca había pasado, que tienen una pinta estupenda. Más allá, las siluetas blanca y verde, respectivamente, del Pico Tuerto y la Guiana, que formaban una armónica pareja.

A continuación, crucé la extensa y herbosa explanada cimera, ligeramente convexa, para asomarme a su extremo oriental y ver la gran masa del Teleno al cabo de un largo lomo de monótona suavidad. Estaba solo y únicamente rompían el silencio el viento y el tintineo de los cristalitos de hielo que se desprendían de las antenas. Lo bueno es que pude aprovechar una de sus casetas para refugiarme a sotavento.

Como esa cara era también soleada, estuve muy a gusto almorzando, con la cara más abrupta del Funtirín ante los ojos y, más allá, la sombra de la Sierra de la Cabrera, toda oscura salvo por la nieve del Vizcodillo.

Al norte, seguía viendo la Cordillera Cantábrica, más allá de un gran hito. Éste está en la cumbre, sino, a...

... la salida de un camino que, a su derecha, recorre la cuerda de los Montes Aquilianos, que aquí se orienta al nordeste. Por él abandoné la cima, al cabo de un buen rato. Cuando cordal y carril giran a la derecha, yo continué recto (NE)...

... por lo alto de la cresta que baja por el Rabanero. Seguía una senda estrecha marcada con estacas y viejas manchas de pintura roja. Algunas señales debían de haber desaparecido y otras estaban medio borradas o caídas pero el trazo en los matojos estaba tan definido que no se echaban de menos... además ¿quién necesita que le balicen una cresta? Enseguida, el terreno se empinó pero carece de obstáculos. Con la pérdida de altitud, el viento cesó de golpearme y la nieve se fue haciendo escasa hasta desaparecer al llegar al rellano rematado por el Rabanero.

La vista sobre la Cordillera Cantábrica era ahora más nítida pues la atmósfera se estaba aclarando y pude identificar, al menos, unos pocos picos: Cuiña, Miro, Valdeiglesia, Catoute, entre otros.

Y, si a mi derecha llevaba la apacible hermosura de la vertiente norte de la Silla de la Yegua,...

... al otro lado, los barrancos del Aro y el Silencio aparecían como tajos bravíos bajo los picos Tuerto y de la Guiana.

La cumbre iba quedando atrás y la tarde estaba cada vez más cálida y plácida.

Tras la zona más tendida del Rabanero, la loma volvió a empinarse en el tramo anterior al collado (1.633) previo al remate de la cresta en la Cosa Ladrón.

La vista hacia el oeste desde allí, con la cara norte del Berdiaínas nuevamente visible junto al Pico Tuerto, era ya sublime.

En la horcada, giré con la senda a la izquierda (NO) y bajé por una banda de hierba que descendía hacia la boca del Arroyo del Silencio, abierta entre el matorral y una vistosa cresta rocosa.

El terreno era muy empinado pero, siendo despejado y sin obstáculos, el descenso fue rápido y tan relajado como para poder disfrutar de...

... las hermosas perspectivas, cambiantes a cada paso.

Cerca del final, atravesé un encinar y, al salir del mismo,...

... me encontré muy cerca del fondo del Arroyo del Aro, que a mi izquierda trepaba hacia el Berdiaínas.

Cuando di con un ancho camino cubierto de hierba, lo tomé a la derecha (N) e, inmediatamente, me encontré ante una bifurcación por donde ya había pasado esa mañana. En esta ocasión, continué por la derecha (NE) y, tras una corta subida,...

... doblé el espolón del cementerio, desde donde pude ver Peñalba de Santiago al otro lado del barranco que lo bordea. Sólo me quedó cruzarlo para entrar en el caserío y atravesarlo para acabar...

... en el aparcamiento, desde donde el Arroyo del Aro mostraba ahora un aspecto muy distinto del tristón que tenía cuando salí.

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