Al ganar
altura y acercarme a la base de la peña, fueron apareciendo entre las copas de
los árboles unos pináculos calizos que resultaron ser las culminaciones de los
espolones que enmarcan la Canal de las Escaleretas,...
... la
parte baja de la cual es un diedro vertical difícil de superar. Allí acababan
los hitos, por lo que supongo que éstos son asunto de escaladores.
También
se aclaraba la vegetación lo suficiente para tener al sur un hermoso y amplio
panorama del valle del Cinca y el Prepirineo, con el Tozal de Guara y el
Canciás como cumbres más destacadas. Me detuve a contemplar ese hermoso paisaje
y, de paso, ir pensando...
... cómo seguir,
pues estaba donde no había previsto. Lo obvio hubiera sido volver al PR pero,
mirando hacia la pared, me fijé en que, al pie del espolón de la izquierda,
había un contrafuerte desprendido, a lo alto del cual podía acceder...
...
remontando una corta y empinada rampa pedregosa. Por no volver atrás, pensé que
merecía la pena subir a ver qué me encontraba al otro lado.
Dicho y
hecho, me encaramé al peñasco, encontrándome fuera del bosque, en un rellano...
... bajo
paredes impresionantes.
Pero, al
oeste, una faja se extendía hacia la Canal Mayor.
Era
estrecha, estaba inclinada hacia el vacío y no había trazo, pero no presentaba
dificultad alguna y era cómoda.
Me podía
ahorrar la vuelta y, después de todo, es bonita esta forma de llegar al gran
tubo. Además, había conocido, sin intención, otro paraje interesante.
Cerca de la Canal Mayor, volvieron a entrarme
las dudas, pues no llegué a ver el acceso a la misma hasta doblar el último
espolón.
Allí,
apareció el fondo del tubo, al que bajé, pasada una estrecha banda de matorral
denso, por una rampa pedregosa.
Estaba en
el eje de la canal, hacia los 1.500 m de altitud. Mirando a mi izquierda, podía
ver el arranque de la misma, que es un ancho cono de pedrera entre riscos
todavía modestos: no parece que me haya perdido gran cosa al salirme de la ruta
habitual; es más, creo que este acceso puede ser más cómodo que atacar desde
abajo.
La cosa
es que había llegado el momento de emprender la remontada del accidente que
caracteriza la ruta, el cual se abría ante mí como un pasillo estrecho y
empinado. Entre las enormes paredes, se extendía una rampa y pedregosa, aunque
estable, con bastantes matorrales que siempre dejaban hueco suficiente para
pasar.
Caminando
con cierta contención, pues conviene reservarse en el inicio de tales subidas,
fui acercándome a un cancho de roca de aspecto vertical, mientras que, a mi
espalda,...
... el
mundo exterior iba quedando bellamente enmarcado por la caliza.
Hacia la
cota 1.650, me encontré ante el primer resalte, de 12 ó 15 m y que presenta una
chimenea con unos bloques encajados. Aunque no parece demasiado difícil, no
deja de ser un paso vertical y expuesto. Pero no es necesario acometerlo de
frente: a mi derecha,...
... una marca
roja pintada en la piedra invitaba a trepar por un graderío tendido, fácil de
superar (I). Estas marcas desvaídas las fui encontrando en cada obstáculo de
cierta importancia, dirigiendo el paso hacia el lugar más accesible. Quien
fuera su autor, no llenó la canal de señales innecesarias: hay las justas y
están bien situadas; algo poco habitual.
Superados
unos quince de metros de desnivel, alcancé una ancha terraza inclinada adosada
a la pared de la derecha.
A mi
alrededor, las vistas seguían fascinantes, tanto dentro como...
... fuera
de la canal.
De vuelta
en el fondo, me encontré ante un segundo resalte: una estrecha chimenea de unos
ocho metros equipada con una cuerda; sin embargo, me pareció más sencillo, y
así lo marcaba el punto rojo, evitar el obstáculo. De nuevo por el lado
derecho,...
... trepé
por una placa de 12 m, escasa de apoyos pero relativamente inclinada (II+), que
aquí se ve desde arriba.
Llegué a
un rellano, a partir del cual continué un trecho por el fondo de la canal hasta
un tercer escalón, consistente en una panza de roca lisa y extraplomada en su
base. La salida fue esta vez por la izquierda, superando...
... un
muro tumbado de unos 20 m lleno de buenas presas (II-), que me dejó en una
repisa.
Caminando
por ella a la derecha, pasé ante una chimenea ciega y salí superando el morro
de un espolón, que se presenta como un resalte de cinco metros vertical pero
muy cincelado (II).
Al otro
lado, me encontré en otro rellano en el fondo, que es el tramo más estrecho de
la canal. Continué la subida caminando hasta lo que parecía un cuarto
obstáculo: en un estrechamiento, un bloque parece impedir el paso pero se puede
evitar gateando por la derecha, donde forma con la pared una repisa empinada
(I).
Allí, me
tomé un respiro y aproveché para mirar atrás, donde las paredes enmarcaban un
verde paisaje soleado, ya que, a continuación, la canal gira a la derecha y
perdería ese panorama por un rato.
Continué
caminando por terreno pedregoso, que se elevaba con pendiente moderada hacia un
horizonte próximo, más allá del cual clareaba el cielo: la salida estaba cerca.
O eso parecía. Fui superando esa rampa con algún eventual apoyo de manos,
aunque ya no puede hablarse de dificultad, y, al cabo de la misma, me encontré
con que...
... aún
me quedaba por superar otro trecho más tendido, cubierto de pedrera y rodeado
ahora de más vegetación que roca.
Hacia la
mitad del mismo, por encima de un escalón rocoso a 1.835 m de altitud, me
encontré a la derecha la entrada de la senda que recorre la Faja del Toro.
Sobre un bloque, una inscripción de pintura desvaída la indicaba. Para
entonces, las paredes que limitaban la canal habían sido sustituidas por unas
empinadas praderas arboladas, a las que llegaba ya el sol; un paisaje más
risueño marcaba el final del fascinante tubo.
A partir
de ese cruce de itinerarios, dispuse de una traza marcada en el canchal y
señalizada con hitos. Tras ganar unos 120 metros más de desnivel, y...
... en medio del enorme embudo de salida, me
encontré con un verdadero camino: la ruta normal que sube desde San Victorián.
Desde
allí impresiona asomarse a la canal, que se presenta como un tubo angosto
rodeado de pináculos, más allá del cual se extiende un verde y amable valle del
Cinca, limitado al otro lado por la Sierra de Guara.
Tomando
la senda a la izquierda (O), comencé a superar en cómoda diagonal una empinada
ladera de erizones. Enseguida, estando en una ruta normal, se acabó la soledad
y empecé a encontrarme con gente, circunstancia que no sólo se mantendría, sino
que iría aumentando hasta el final de la jornada.
A mi
derecha, tenía sobre mí la cumbre, al otro lado de una ladera de mediana
pendiente, por donde podía haber culminado una subida más directa. Sin embargo,
preferí seguir rodeando su base.
Al salir
a la arista oriental, junto al hombro que forma el Picón de Libro, descubrí al
oeste la vista impresionante de un arco de montañas que va de la Peña Telera al
cercano Bachimala, que asomaba por encima de las vecinas Peña Solana y Punta
Llerga. Tras el atracón visual, giré a la derecha (E) para...
...
remontar la arista por la comodidad de su flanco derecho, hasta la cumbre de la
Peña Montañesa.
Al sur,
la boca de la Canal Mayor se adivinaba más que verse por efecto de la
perspectiva pero, más allá, se extendía un ameno paisaje de tierras bajas, en
el que resaltaba la brillante lámina del Embalse de Mediano bajo las crestas de
Guara.
Al otro
lado, la vista hacia la Peña Solana y Punta Llerga es vertiginosa. Girando a la
derecha,...
... el Collado
de Santa Isabel enmarcaba la Peña de Sin, sobre la que se elevan en el
horizonte Bachimala y Posets, mientras que el Cotiella domina el Barranco de la
Garona, que separa del resto del macizo la Sierra Ferrera.
Sobre la
cuerda al este, llegaba a ver el Turbón, a la izquierda de...
... la
magnífica pirámide caliza barreada de blanco de la Tuca. Precisamente por ese
lado iniciaría el descenso; si había subido por la arista oeste bajaría por el
lado contrario aunque, para evitar el inicio afilado y abrupto de la cresta,
perdí primero algo de cota por la vertiente sur, hasta tomar un trazo que me
llevó en descenso diagonal, paralelo a la arista, por una empinada y movediza
pedrera.
A la
altura del collado entre las dos cimas, giré a la derecha (S) y...
... bajé
cara a la pendiente hasta otra traza que veía cruzar un poco más abajo pero por
encima de la senda de la ruta normal.
La Canal
Mayor sí que aparecía desde allí vertiginosa. Tomé la traza a la izquierda (SE)
para...
...
flanquear en ligera bajada la base de la Tuca, cruzando un cuenco pedregoso
hasta el lomo del otro lado. Tras cruzar un breve ventisquero inclinado, única
nieve que pisé en todo el día, lo alcancé en una pequeña brecha del crestón
rocoso que lo recorre, desde donde hay...
... una
estupenda perspectiva de la Peña y de lo más bravío de la arista que la une a
la Tuca.
A
continuación, giré ligeramente a la derecha para dejarme caer en bajada directa
por una empinada rampa herbosa y desembocar en el camino de la ruta normal, que
tomé a la izquierda (S) para...
...
seguirlo ya hasta su arranque en el Pilar. Sólo me salí del mismo en dos
ocasiones, al paso por las praderas culminantes de sendos espolones colgados
sobre la cara sur de la montaña.
El primer
saliente, limita por el este la Canal Mayor y desde él se tiene una hermosa
visión de la misma,...
... vertiginosa
cuando uno se asoma a la punta.
También,
de la cresta.
Delante
del morro, se destaca una espectacular torre: el Picón. Y, al otro lado del
mismo,...
... al
este, el terreno se hunde en la Canal de las Escaleretas, bajo una pared
cortada por numerosas fajas. Sobre la más alta, distinguí una senda; debe de
ser la Faja del Toro. De vuelta en el camino, lo seguí brevemente para salirme
por la derecha a visitar la proa del segundo saliente.
Ahora
veía la Canal de las Escaleretas desde el otro lado, comprobando...
... su
carácter extremadamente abrupto y vertical.
De nuevo
sobre la senda, ésta me llevó a una cómoda bajada a través de una anchísima
terraza herbosa que se desliza suavemente al sureste, bajo la cresta de la
Sierra Ferrera, sostenida por espectaculares canchos.
La
placidez del descenso sólo se vio interrumpida por un pequeño resalte, que la
senda salva por la rampa formada en una fractura del muro en cuestión. El paso
está bien señalizado y no presenta más dificultad que mirar dónde se ponen los
pies.
La senda
hace luego un pequeño flanqueo para ganar el centro de la terraza, pasando
además...
... bajo
la parte vertical del resalte que, si no es muy alto, resulta bonito: un limpio
muro de roca brillante de color naranja y gris, ligeramente extraplomado.
Al poco,
retomé un descenso más directo y comencé a ver San Victorián bajo el amesetado
del Tozal del Castellar.
Cuando la
terraza se acaba, la senda me acercó a la base de las paredes para rodear por
arriba un barranco y,...
...
alcanzado el siguiente lomo, continuar bajando por él.
Al llegar
a una collada junto al Puyuelo Alto, merece la pena detenerse para contemplar
la verde rampa por donde se ha bajado, adosada a la pared de la sierra.
Siguiendo
el camino, pasé al otro lado del lomo y atravesé una zona de matorral alto y
árboles dispersos hasta llegar a El Pilar, inicio de la ruta normal.
Aún me
faltaba volver al coche. Para ello, no tuve más que coger a la derecha (NO) la
carretera que por allí pasa y recorrer el poco más de un kilómetro,
prácticamente llano, que hay hasta Oncins.
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