Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Pese a sus
amplios horizontes, hermoso entorno e importancia orográfica, el Risco de
Alanillas Altas es un pico muy poco visitado. No hay rutas balizadas ni hito en
su cima. Una pista pasa por el cordal a 300 m de la cumbre y, sin embargo, no
se observan trazas de paso en el matorral que rodea el cancho cimero. Además,
en Internet sólo encontré, en su día, dos reseñas y es ignorado en la guía de
la zona de la Tienda Verde. Yo me enteré de su existencia al ascender al vecino
Pico Vicente; identificando sobre el mapa una cima que se elevaba al oeste, vi
con sorpresa que su altitud era de las mayores de la cordillera: 1.443 m, sólo
seis menos que el Corocho de Rocigalgo. Y en ese mismo momento me hice el
propósito de ascenderla.
La ruta que reseño aquí es
una exploración: es seguro que hay mejores alternativas pero no siempre se
acierta a la primera. En primer lugar, quería haber partido del Embalse Cabeza
del Torcón; no sólo está más cerca al pico, sino que el tramo entre los dos
pantanos no aporta nada a la ruta. Pero fui incapaz de dar con la forma de
llegar en coche a éste, al encontrarme el itinerario previsto bloqueado por una
finca, y terminé asumiendo 6 km de ida, y otros tantos de vuelta, adicionales.
He visto un posible acceso al más alto desde Menasalbas, pero no estoy seguro
de que sea factible.
Luego, íbamos a remontar
el Arroyo del Torcón en su totalidad pero, cuando la maleza hizo el barranco
punto menos que impracticable, decidimos remontar directamente el lomo NO al
pasar por él. En ese caso, no doy por mala la vía: es bonita y no llega a ser
incómoda; mejor, en todo caso, que el fondo enmarañado del arroyo. Sin embargo,
al subir, vimos en enfrente, en la vertiente este del Corral de Cantos, el
corte de una senda bastante alta sobre el cauce: otra posibilidad abierta.
Ahora, al repasar la
reseña, he visto en Wikiloc un puñado de rutas que ascienden a la cumbre por el
cordal, unas desde el Vicente y otras por el Corral de Cantos. Pero este intento
de encontrar una buena ruta al Risco de Alanillas Altas desde el norte sigue siendo original. Aunque es posiblemente mejorable, resulta
bonito y variado. Requiere tener buen fondo y estar acostumbrado a caminar sin senda
por terreno variado, aparte de cierto sentido de la orientación ante los
múltiples cruces y bifurcaciones. Por último, este monte tiene actividad
cinegética y se pasa por cotos, por lo que sólo se debe ir en veda; además,
entonces los días son largos, lo que es otro factor importante.
RELATO GRÁFICO:
Tras
aparcar junto a la presa del Embalse del Torcón, comenzamos caminar cruzándola
y viendo, al fondo sobre el agua, las cumbres del Cuervo, el Pico Vicente y el
Risco de Alanillas Altas, bajo un cielo despejado. Unas finas nubes altas no
llegaban a atenuar el calor del sol, que sería una constante durante toda la
jornada.
Al otro
lado del dique, bajamos a la banda de arena que se a lo largo de extiende la
orilla y fuimos rodeando el embalse por el norte y oeste, cruzando una
torrentera, hasta ver...
... el
arranque de un carril que se internaba en el encinar.
Tras
ganar altura suavemente, desembocamos en la Senda de Carboneros. Tomándola a la
izquierda (S), pasamos a...
... caminar
a través de un ondulado terreno de jaras y encinas dispersas, hacia la sierra.
Seguimos la pista más marcada, sin hacer caso a desvíos, hasta que...
... otro
carril nos cortó el paso. Giramos entonces a la derecha (O), vadeamos el Arroyo
de la Gimena y, llegando junto al Arroyo del Torcón, nos encontramos ante...
... otra
bifurcación. Continuamos por la derecha (S) para...
... mantenernos
en la misma orilla y remontar el modesto curso, que corre apacible cortando una
alfombra verde entre árboles; algo un poco inesperado al sur de Toledo.
Aunque el
entorno es bonito, acaba siendo un poco monótono y la hora larga de camino
hasta el Embalse Cabeza del Torcón se nos hizo algo larga. Claro que peor sería
a la vuelta, con el cansancio de la ascensión en las piernas. De momento,
cruzamos el riachuelo por un puente de cemento frente a la puerta de la
instalación, donde se encuentran varios caminos, y tomamos el que sale a la
izquierda de la entrada (SE).
Por él,
ganamos altura entre árboles llevando a la derecha la cerca del embalse, al
fondo del cual veíamos, además de la cumbre del día, el pico del Corral de
Cantos. Esta cuesta no sólo fue la primera, sino la más empinada del día. Pero
es corta y no tardamos en llegar a la parte superior de la Raña de Pedro
Martín, que se extiende al este del valle. Cuando el camino se allanó, dejamos
de lado un par de desvíos a la izquierda para tomar el primero que sale a la
derecha (SO) y...
... continuar
bordeando la misma valla. Aunque este carril no debe de estar muy transitado, a
tenor de las plantas que crecen sobre el mismo, es cómodo. Más lo sería si no
hubiésemos tenido que salvar una cerca de alambre de un par de metros que lo
atraviesa.
A
continuación, llegamos a un cruce, donde giramos a la derecha (NO), pasando la
verja de ese lado por una puerta.
Tras
recuperar el rumbo suroeste por un trecho, volvimos a girar a la derecha (NO)
en un desvío y descendimos una intensa pendiente.
Al final
de la bajada, volvimos a encontrar el Arroyo del Torcón que ahora, por encima
de la presa, bajaba bastante más ancho. El camino se esfumó ante el cauce y, a
fin de cruzarlo con comodidad, giramos a la izquierda (SO) y remontamos la
corriente unos 50 metros, hasta que se divide y unas oportunas rocas permiten vadearla
sin mojarse.
Luego,
ascendimos suavemente por la otra orilla hasta dar con un camino que tomamos a
la izquierda (S). El mismo se bifurca poco después, en un paraje dominado por
el pico del Cuervo.
Al tiempo
que remontábamos el arroyo, el arbolado en torno se fue haciendo más espeso y,
pese a llevar cerca el agua, la oíamos sin verla. Al poco, cruzamos el Camino
de los Rubielos y proseguimos recto (SO) tras un doble giro derecha -
izquierda.
A
continuación, atravesamos una zona más abierta pobalada por grandes árboles.
Cuando el
arbolado volvió a espesarse, vadeamos el torrente y...
... continuamos
remontando el barranco, separándonos del agua.
A la
altura del Molino de los Tejos, del que apenas quedan los cimientos, el camino
se bifurcó y nosotros seguimos por la derecha (O) para continuar siguiendo el
barranco. Luego, vimos que podíamos haber ido por la izquierda pues, más
adelante, acabamos cortando la misma senda. Pero vayamos por orden.
El camino
junto al torrente acabó bruscamente poco después, hacia los 880 m de altitud,
en un claro del bosque. Proseguimos caminando en la misma dirección, entrando
nuevamente bajo los árboles, donde encontramos un rastro en la hojarasca que...
... nos
separó del cauce, ganando altura y saliendo por un momento a terreno despejado
al doblar un espolón. Desde allí, podíamos ver el boscoso fondo del barranco,
dominado por el Corral de Cantos, cuyas vertientes aparecían cortadas por afilados
canchos.
De nuevo
bajo los árboles, cruzamos un arroyo anónimo y volvimos junto al del Torcón,
que corre aquí entre vertientes abiertas en pleno bosque. Enseguida desapareció
toda traza pero el terreno era cómodo.
Hacia la
cota 900, pasamos por una fuente rústicamente acondicionada con piedras
sueltas.
A partir
de ella, el torrente fue haciéndose saltarín y sus riberas, abruptas. Cerca de
los 940 m de altitud y a fin de evitar una zona especialmente enmarañada,
giramos a la izquierda (S) y ganamos altura por la vertiente, encontrándonos...
... al
cabo fuera de los árboles y ante una banda de jara poco densa. Estábamos en el
arranque del lomo NO del Risco de las Alanillas Altas y decidimos continuar...
...
subiendo por lo alto del mismo, a la vista del panorama: una pendiente moderada
y el matorral cortado por numerosos huecos. En el anchísimo lomo, hacia la cota
1.000, un cancho que sobresalía del matorral nos orientó para tomar la cuerda.
Desde
allí, mirando al otro lado del Arroyo del Torcón, descubrimos una senda que
cortaba a similar altura las laderas del Corral del Cantos. Hubiera sido otra
posibilidad para remontar cómodamente el barranco pero no figura en el mapa y
tampoco habíamos visto ningún camino salir del fondo del barranco.
Proseguimos
subiendo por la loma, que resultaba cómoda, con sus suaves curvatura y
pendiente, y una vegetación de hierba y jara de poca densidad. Tras cruzar una
delgada banda de árboles, nos encontramos ante...
... un
rellano empradizado. Al otro lado del mismo, otra breve arboleda daba paso a
una collada hacia los 1.100 m de altitud, desde la que hay ya...
... una
amplísima panorámica al noreste: más allá del robledal del pie de monte, se
extendía la llanura castellana, donde destacaban las montañas isla de Noez,
Pulgar y Layos, así como la Sierra del Castañar.
Un
crestón rocoso nos dominaba desde lo alto de la ladera que teníamos delante a
la izquierda, cubierta de robledal su vertiente norte. No se trataba aún del
Risco de Alanillas Altas, sino de su antecima noroeste, pero marcaba el camino
a la cumbre.
El
collado estaba atravesado por una especie de senda pedregosa, que posiblemente
sea la continuación de aquel desvío a la izquierda que dejamos de lado cerca
del Molino de los Tejos. La subida hubiera sido más cómoda hasta aquí por él
pero, en el cruce, aún no sabíamos que acabaríamos aquí. Como la vereda cruza
la loma y no teníamos (ni tenemos) claro dónde acaba, la atravesamos y seguimos
por el lomo. Éste es predominantemente herboso y las bandas de matorral,
pedrera o arbolados que lo cortan, nunca son extensas ni incómodas. Y como la
pendiente tampoco exigía un esfuerzo demasiado intenso, pudimos ir...
... recreándonos
los ojos con, por ejemplo, la cresta del Corral de Cantos, que se iba
definiendo cada vez más, aunque no llegamos a identificar con total seguridad
los bloques que forman su característica cima y le dan nombre.
Al
coronar la cota 1.218, nos encontramos ante un rellano pedregoso, al cabo del
cual comienza la última cuesta hacia la cima. A partir de ahí, cambió el
entorno y pasamos a caminar entre jóvenes robles.
Al paso
por un claro, nos encontramos con un curioso peñasco de superficie curva, algo
muy poco habitual en la cuarcita, que tiende a estructurarse en prismas.
Desde ese
lugar, pudimos ver que, al oeste, el Corocho de Rocigalgo asomaba ya por encima
de la divisoria de la sierra.
Tras otro
trecho a través del bosque, salimos del mismo cerca ya del cancho que corona la
antecima noroeste. Vimos un corte que permite cruzarlo con facilidad y hacia él
nos dirigimos, caminando ahora por un terreno mineral de pedrera y rocas.
Al otro
lado de la horcada, encontramos una acusada bajada por canchal relativamente
estable hasta...
... una
especie de tajo transversal en la roca. Allí giramos a la izquierda (E) para
continuar descendiendo por prado pedregoso entre árboles dispersos y, al
desaparecer la pared que nos cerraba el paso, volver a girar a la derecha (SE)
y recuperar la dirección original.
Estábamos
en un rellano pedregoso, con el cancho a la derecha y viendo los picos Cuervo y
Vicente al otro lado.
Al
avanzar y dejar atrás el crestón, se nos descubrió la cumbre ya cercana. En
medio, encontramos un corte en el terreno y derivamos a la derecha (S),
volviendo a meternos en el cancho.
Aparecimos
en un pasillo entre rocas, que tomamos a la izquierda (SE), bajando brevemente
hasta salir del roquedo al...
... pedregoso
llano cimero que se extiende entre los riscos y desde donde presentan un bonito
aspecto tanto la antecima que acabábamos de dejar atrás, como...
... la
cumbre, que se elevaba en varios escalones. Éstos son bajos y presentan además
diversas fracturas y graderíos, por lo que los superamos con mucha facilidad y
prácticamente sin apoyar las manos.
Una vez
en lo alto del Risco de Alanillas Altas, localizamos la punta que nos pareció
más alta y que no sólo carecía de hito, sino que tampoco encontramos la menor
huella humana. Efectivamente, no viene por aquí mucha gente. Las vistas son
hermosas desde esta cima, y extensas, a tono con su importante prominencia.
Al este,
más lejos de los vecinos Cuervo y Vicente, veíamos la Sierra del Castañar a un
lado e incluso algo del cresterío de los Yébenes.
Al norte,
se extendía la verde llanura toledana, con sus montañas isla. Ahora, además,
podíamos ver los dos embalses que marcan la primera parte de la ruta.
Al
noroeste, se elevaban el Corral de Cantos y el Cerro Camocho, más allá de la
antecima noroeste.
Al oeste,
la Sierra Majana, con el Corocho de Rocigalgo destacado sobre la llanura de
Cabañeros. Y por encima de su cresta, una lejana sorpresa: el cono del Pico de
las Villuercas, máxima altura de la cordillera.
No nos
demoramos en exceso en cumbre, pues el día ya estaba avanzado y nos quedaba un
largo retorno. En primer lugar, bajamos directamente al sur, a través de una
breve pedrera que nos dio paso a una banda de matorral. Más allá, una antena
nos servía de referencia para buscar el camino que recorre el cordal.
Aunque no
encontramos trazas en el monte bajo, éste no estaba tan cerrado como
aparentaba, lo atravesamos con relativa comodidad y pronto quedó atrás la cima.
Cerca de
la antena, dimos con una pista, que tomamos a la izquierda (SE) para...
... descender
por el flanco norte de la cuerda, entrando así en la vertiente del Arroyo de la
Yedra, por donde transcurriría la principal parte del retorno. Éste nace a los
pies de los picos del Cuervo y las Lagunillas, formando un hermoso embudo verde
de formas suaves y armoniosas.
También
podíamos ver, a través del boquete del Puerto del Reventón, la verde llanura
meridional extenderse hasta un impreciso horizonte ondulado: Sierra Morena.
Cuando
llegamos al collado, sin cruzarlo, giramos con el camino a la izquierda (E)
para...
...
continuar el suave descenso diagonal, atravesando ahora el hermoso robledal de
la ladera norte del Vicente. A nuestra izquierda, algún claro entre los árboles...
... nos
dejó ver el Arroyo de la Yedra y, sobre él, un testero empradizado por donde
alcanzaríamos su fondo.
Antes,
encontramos un desvío a la izquierda (N), que tomamos para cambiar de dirección
y seguir con la bajada.
Pasamos a
continuación por el rellano que antes habíamos visto desde arriba. En él se
alza una casa medio ruinosa junto a la que pasa el camino antes de bajar al
Arroyo de la Yedra.
Tras
cruzar el modesto cauce, poco más de un hilo de agua que se pasaba de una
zancada, el carril nos llevó a seguir su curso a través del bosque de la ribera
izquierda.
Al rato,
salimos a una zona de prado salpicada de grandes árboles, observando que el
cielo se había ido cubriendo mientras atravesábamos el bosque. Pero todo quedó
en un amago: las nubes sólo sirvieron para dar una sombra que agradecimos.
Mirando
atrás, podíamos ver el Risco de las Alanillas Altas, con la cima entre un
espolón destacado al norte, llamado el Barderón, y la antecima noroeste.
Tras otro
buen rato andando sin nada que reseñar, nuestra pista desembocó en otra, que
tomamos a la derecha (SE). Se trata del mismo Camino de los Rubielos que esa
mañana habíamos cruzado remontando el Arroyo del Torcón.
Por él,
vadeamos enseguida el de la Yedra, dejamos de lado un desvío a la izquierda y
llegamos a una puerta abierta en una cerca que, el carril atraviesa haciendo
una doble curva. Allí buscamos un camino que, según el mapa, debía salir a la
izquierda (N) para encaramarse a la Raña de Pedro Martín, pero no apareció. En
su lugar, había un campo de avena.
Tras
pensarlo un poco, vimos una posible alternativa y, rogando porque no hubiera
sido igualmente destruida, continuamos adelante por la pista. Pasábamos ahora
entre sendas filas de árboles y con campos a los lados. A la derecha,...
... destacaba
altivo el Pico del Cuervo.
Llegando
cerca de las Casas del Zarzal, encontramos aliviados un desvío a la izquierda
(NE), junto al que un cartel rezaba “A LA CASA”. Lo tomamos y, en un par de
minutos,...
...
llegamos a otra bifurcación, en la que giramos de nuevo a la izquierda (NO). Una
corta cuesta nos llevó a encaramarnos a la Raña de Pedro Martín y pasamos a
caminar entre la linde de un robledal y un campo cultivado. Fuimos siguiendo el
carril, que va cambiando de dirección según el contorno del campo, hasta dar
con una cerca donde gira a la derecha para seguirla.
Nosotros
lo dejamos por la izquierda (SO) en la curva siguiendo la cerca por unas
roderas. Enseguida tomamos dirección noroeste, que era la que nos convenía.
Al
caminar por terreno elevado, veíamos a la izquierda el bonito cuadro que
formaba la extensión verde del cereal contra el fondo de montañas que iban del
Cuervo al Corral de Cantos.
Acabó
este tramo cuando otra cerca de alambre que se une a la veníamos siguiendo nos
cerró el paso. La saltamos para acceder a un camino que tomamos a la derecha
(NE).
Éste es
el mismo que ya habíamos seguido esa mañana al rodear el Embalse de Cabeza del
Torcón y, al poco, nos encontramos en una bifurcación conocida. Concretamente
aquélla a partir de la cual descendimos hacia el cauce del Arroyo del Torcón.
Esta vez, seguimos por la derecha (NE) y...
... ya sólo
nos quedó deshacer el recorrido de ida, eso sí, durante casi hora y media
todavía, para regresar al Embalse del Torcón.
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