Croquis
de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH
COMENTARIOS: Itinerario
largo tanto por desnivel como por distancia, pero que se lleva bien y no
plantea dificultades, al transcurrir casi íntegramente por caminos y no pasar
la pendiente de moderada. Incluso los tramos en que los erizones han prosperado
sobre la vía son cómodos, a condición de llevar piernas y tobillos bien
protegidos. A la vista precisamente de esos trechos, creo que esta opción para
ascender al Suerio es poco habitual; lo que constituye un atractivo más, pues
la soledad siempre realza la belleza de la naturaleza. Y eso es lo mejor de
esta ruta: la variedad de entornos que se atraviesan, todos ellos hermosos,
curiosos o ambas cosas.
Así pues, estamos ante una
ruta bella y variada, al alcance de andarines en buena forma. Hay que tener en
cuenta que la excursión se puede alargar hasta las diez horas a poco que nos
detengamos a disfrutar del horizonte o a curiosear por los parajes por los que
pasaremos. Y, por cierto, no recuerdo panorámica tan hermosa, no sólo amplia,
en los Pirineos como la que contemplé desde la cumbre del Suerio.
RELATO GRÁFICO:
El monte
Suerio está tan encima de Fiscal que, desde el pueblo, no se ve. Sin embargo,
al sur, sí que hay una perspectiva magnífica hacia la Peña Canciás, cuya cresta
brillaba al sol matinal cuando comenzaba yo a caminar por la carretera que va
de Fiscal a Boltaña.
Enseguida,
recién cruzado un barranco, tomé un camino que sale a la izquierda (N),
balizado como PR-HU 42. Un cartel indicaba a Sasé y Fanlo y, hasta el primero
de esos pueblos, me guiarían las marcas blancas y amarillas.
Tras un
breve tramo remontando el barranco, la senda giró al este y me llevó a
atravesar la ladera boscosa en una diagonal de mediana pendiente. Por otro
lado, esta vía debió de tener su importancia pues, aunque muy deteriorados por
el tiempo, encontré tramos empedrados y numerosa obra de contención. Al doblar
un espolón, entré en la cuenca del Barranco de Arresa y, en la ladera opuesta,
observé en el pinar el corte de una pista.
No tardé
en desembocar en la misma y, guiado por las marcas de pintura, la tomé a la
derecha (NE). Se trata de un carril amplio y de piso regular pero poco
transitado: la hierba y algún matojo crecían en todo su ancho. Por él, atravesé
horizontalmente la cuenca hasta que, cerca del lomo oriental, dejé el carril
por una senda que sale a la izquierda (SE) y...
... entra
en el pinar para ganar de nuevo altura.
Al doblar
un segundo espolón, salí de las sombras y me encontré ante el alegre espectáculo
del valle del Ara brillando al sol bajo un cielo limpio.
Entraba
en el Barranco de Santiago, que el camino remonta a mucha altura sobre el
cauce. Al poco, descubrí la cumbre del Suerio al fondo del valle, marcada por
una pincelada de nieve persistente.
No tardé
en llegar a Sasé, pueblo abandonado de cierta entidad, donde...
... sólo
se conservan decentemente un par de casas ocupadas y la torre de la iglesia.
Fui
atravesando la aldea siguiendo las señales hasta que, al salir de una
callejuela, me encontré sobre...
... una
ancha pista fuera del caserío. Dejando el PR, que va al otro lado, giré a la
izquierda (SO) y fui subiendo a través del pinar hacia el lomo meridional del
Suerio.
Llegando
a éste, el carril giró al norte para remontar la ancha loma, al tiempo que
salía a terreno descubierto y volvía a ver la cumbre, a mi espalda.
También, al otro lado del Ara, la cresta del
Canciás.
Tras
dejar atrás un par de desvíos, entré de nuevo bajo los pinos en el rellano de
Permuz y, al poco, llegué a una bifurcación. Giré a la izquierda (NO) y
proseguí ascendiendo suavemente, ahora por un carril poblado de hierba. Entre
los pinos, al fondo, se veía la Punta Fobions, por la que pasaría camino del
Suerio.
Volví a
ganar el lomo al tiempo que salía a terreno despejado y pude ver, al este, las
crestas del Posets y el Cotiella asomando ya sobre otras más cercanas, más la
Peña Montañesa, donde había estado el día anterior, medio tapada por la mole de
Santa Marina.
Al otro
lado de la loma, mirando hacia el Canciás, veía ahora también las casas de
Fiscal a sus pies: ¡buen desnivel!
Tras
cruzar el cordal, la pista pierde pendiente al internarse en la vertiente
occidental. Yo, por mi parte, la abandoné por un desvío que sale a contramano a
la derecha (E) justo al pasar una alambrada (la foto está hecha hacia atrás).
Este
nuevo camino continua la remontada hacia la ondulada sucesión de cúpulas
herbosas que constituye la cresta del Suerio.
Después
de subir un trecho bajo la divisoria por la vertiente este, cambié de lado con
el camino, que se encontraba cubierto por una capa cada vez más densa de
erizones: no parece que pase mucha gente por aquí. Pese a llevar pantalón largo
de cordura, de lo que me alegré, acabé poniéndome los guetres, harto de
arañarme los tobillos.
Al poco,
se unieron a los erizones unos arbustos que me llegaban al pecho. Éstos
ocultaron totalmente el trazo del carril y, cuando me quise dar cuenta, estaba
fuera del mismo. Dado que no lo veía por debajo, gané trabajosamente unos
metros de altura y, efectivamente, lo recuperé. Parece mentira que me haya podido
salir de una terraza de casi tres metros de ancho, pero así fue. Para entonces,
estaba bastante cerca de...
... doblar
un lomo que cae al oeste del cordal. Al cambiar de vertiente, me encontré ante
un camino limpio de vegetación y con evidentes huellas de paso: una de las
subidas desde Asín de Broto. Me incorporé al mismo, ganando enseguida el lomo
en la collada próxima a la Punta Aguilar, modesto hombro que rompe la
regularidad del lomo meridional de la montaña. Me pareció que merecía la pena
asomarse al mismo y, saliéndome por la derecha (S) de la ruta,...
... me
encaramé al modesto cabezo.
Al este,
junto a los de antes, ahora asomaba también la cumbre de la Punta Suelza.
Girando a la derecha, veía...
... el
surco del Ara, luego del Cinca, correr al sureste, hacia un horizonte impreciso
de brumas brillantes.
Al sur,
el Canciás seguía dominándolo todo, con la cresta de Guara comenzaba a entreviéndose
sobre su hombro izquierdo.
Y, al
oeste, una multitud de nuevos montes: Oturia, Collarada, la Sierra de Partacúa,
Manchoya y toda la cresta de Tendeñera.
Tras el
recreo visual, volví a la ruta, retornando al camino que recorre el cordal,
primero por el lomo y luego por la vertiente oeste, evitando así un tramo más empinado.
El carril
es amplio, de buen piso y pendiente moderada, con lo que la andadura fue
relajada y...
... reservé
la atención para disfrutar del panorama que me rodeaba. Como esta vista del
Oturia.
Cuando la
pista pasó brevemente por el lomo, podría haber culminado la subida a la
primera punta de la cresta directamente, pero juzgué más cómodo seguirla,
volviendo al flanco oeste hasta estar a la altura de la Punta Fobions.
Donde el
camino deja de subir, se descubrió la vista asombrosa del Vignemale y
Mondarruego desde el que, creo, es su mejor ángulo. Entre ambos, se alzaba un
par de montes, de los que me llamó la atención la silueta aguda del de la
derecha: el Pic Labas. Entonces, dejé el carril por la derecha (E) para...
... subir
por una suave y despejada rampa herbosa hasta la Punta Fobions.
Desde
este pico secundario, mirando al oeste, seguía viendo el cordal Collarada -
Telera más allá de la Manchoya, así como la Sierra de Tendeñera.
Pero al
norte, además del Vignemale y Mondarruego, veía toda la cresta que va del Taillón
a las Tres Sorores.
Volviéndome
al sur, más allá del cordal recorrido hasta entonces, podía contemplar el
Canciás y el Tozal de Guara. Llevaba rato viendo esas montañas, pero no me
cansaba.
Retomé
camino por la cresta ancha, suavemente ondulada y cubierta de hierba, que traza
ahora un arco a la derecha hasta tomar dirección este, frente a las Sorores y
las Marías. Mientras descendía tranquilamente hacia el nordeste,...
... si
miraba a mi derecha veía la Peña Montañesa, en la que había quedado prendida
una de las escasas nubes que había.
Y, al
otro lado, la Manchoya.
Tras el
paso por el collado, una subida asimismo suave me dejó en la cima de la Punta
Corona, desde donde,...
... por
su situación adelantada, tenía la mejor panorámica de las montañas de Ordesa,
todas nieve y roca, mientras que, al otro lado, veía...
... el
Barranco de Santiago deslizarse entre lomas boscosas hacia el valle del Ara.
¡Qué contraste!
Para
llegar a la cumbre del Suerio, me restaba sólo una casi imperceptible bajada y
una subida corta y suave, siempre...
... por
un comodísimo lomo, amplio, romo y herboso.
Al estar
en el extremo oriental de la cresta, se me descubrió la Foz de Jánovas, entre
los cerros de Santa Marina y Ferrera. Más cerca, se deslizaba hacia el valle
del Ara el cordal del Santiago, que cruzaría durante la bajada.
Al sur,
ya era totalmente visible el Tozal de Guara junto al Canciás.
Al oeste,
sobre la Manchoya, se mostraba ese oleaje calizo que forma la Sierra de la
Partacúa. Girándome más a la derecha,...
... todo
el cordal de la Tendeñera y,...
... ya al
norte, el Vignemale aparecía como un descomunal trapezoide blanco, contrastando
con la roca oscura de las paredes de Mondarruego.
Tras
pasar los ojos por las Tres Sorores, llegaban al...
...
Castillo Mayor, más allá del cual, por desgracia, las nubes tapaban las crestas
de la Punta Suelza y el Posets.
Más al
sur, el panorama se aclaraba sobre el Cotiella y la Peña Montañesa. He de decir
que, habiendo sobrepasado el millar de picos ascendidos, de los que más de 300
en el Pirineo, no recuerdo un panorama tan hermoso y amplio, como éste del
modesto Suerio. Aunque eso no deja de ser una opinión.
En fin,
al cabo de casi una hora embobado, emprendí el regreso, que consistiría en un
amplio y bello rodeo cortando la vertiente suroriental de la montaña. En primer
lugar, continué el cresteo al este, por una ancha loma herbosa que desciende
suavemente. No había senda ni hitos... ni los eché de menos.
A mi
derecha, se iba descubriendo la Guarga de Cajol, barranco bajo cuya cabecera
cruzaría luego. Es más: veía en el pinar el corte de la pista por donde iría a
encaramarme a la loma del Santiago para pasar a la cuenca siguiente.
Al pasar
la Punta Pardina, hombro ligeramente destacado al norte, pude ver la vertiente
septentrional del Suerio, empinadísima y alta rampa desolada que surge del
pinar.
También,
otra perspectiva más del Macizo de Marboré.
Desde
ahí, pude distinguir cómo el cordal se empinaba hacia un pequeño prado, para
luego allanarse al llegar al bosque.
Durante
ese primer descenso fuerte, en que además apareció el matorral sobre la arista,
busqué el paso cómodo por el cascajo del flanco izquierdo, encontrando incluso
sutiles trazas de paso que me facilitaron la bajada. Al llegar al prado de
abajo,...
... tomé
un camino que nace allí y, de nuevo por el lado izquierdo del lomo, entra bajo
los pinos.
El carril
es ancho, de buen trazado y suelo decente pero estaba interrumpido cada pocos
pasos por árboles caídos: otro lugar poco transitado. Por él llegué,
descendiendo gradualmente, hasta...
... un
collado al pie de la Punta Pardina que, desde aquí, sí que parece un pico. Y
bastante impresionante. Continué recto (NE) en el cruce que hay en la horcada,
pasando ahora a...
... recorrer
el cordal por el lado derecho, entre vegetación menos densa, lo que permitía
unas vistas más amplias, hasta alcanzar...
... la
Collada Alseto. En esta amplia depresión herbosa del cordal, el camino que
llevaba recibe a otro que llega de la izquierda. Sin hacerle caso, proseguí
recto (E), cambiando de nuevo al sur de la loma.
Al poco
dejé a la derecha la Pardina Alseto, edificio amplio y en muy buen estado pero
impracticable por dentro, pues ha sido utilizado intensamente como establo. De
la ermita que señala el mapa, no hallé rastro. Eso sí, hay que volverse de vez
en cuando para mirar la Punta Pardina.
Este
camino desembocó poco después en una pista aún más amplia y acondicionada: me reencontraba
con el PR-HU 42, el del principio. Tomándolo a la derecha (O), no tendría más
que seguirlo para retornar a Fiscal. Pero eso no significaba que estuviera
terminando la excursión; me quedaban todavía más de tres horas de camino.
Al
principio, la pista me llevó en ligero descenso, trazando una diagonal sobre el
Barranco de las Planas, alternando zonas boscosas con...
...
claros en que volvía a ver la cresta sobre laderas pobladas de un multicolor
monte bajo.
A punto
de dejar atrás la cabecera, al encaramarse el carril a una loma y girar a la
derecha, lo dejé por el exterior de la curva (SO), tomando una senda señalizada
que entra en el pinar y...
... se
lanza a una bajada más directa por la vertiente de la Guarga de Cajol. Pronto
me encontré siguiendo, por una u otra margen, una torrentera. Pero el sendero
es cómodo; aunque estrecho, conserva bastante obra de acondicionamiento,
estragada por el tiempo y el abandono pero aún reconocible y útil.
Una
bajada rauda me dejó en la pista que atraviesa el caserío abandonado de Cajol.
Se trata de la misma que había seguido antes pero, con la senda, me había
ahorrado un buen rodeo. Tomando la pista a la derecha (SO), me encontré
enseguida...
... fuera
del caserío y ante la cabecera descarnada de la Guarga, cuya cuenca iba a
rodear. Éste es un barranco importante y,...
... al
atravesarlo, vi al fondo el valle del Ara y la boca de la Foz de Jánovas.
Una vez
en la vertiente occidental, no pasó mucho hasta encontrar un nuevo desvío. Las señales
me llevaron a tomar una buena senda que salía a la derecha (O) y...
...
remontaba, alternando tramos empinados con prolongados llaneos e incluso algún
ligero descenso, la boscosa ladera que se extiende bajo la loma de Santiago.
De vez en
cuando, veía entre las copas de los árboles el collado por donde la cruzaría.
El
sendero no sólo era ancho y bien marcado; estaba trazado y afirmado a base de
obras, algunas de bastante entidad.
El camino
se abalcona en una diagonal tendida y los árboles se abren dejando hueco a un
bonito matorral justo antes de llegar al collado donde se encuentra...
... la
Ermita de Santiago, edificio sólido pero de interior arruinado.
Desde
allí hay una hermosa vista al noreste, sobre la Guarga, más allá
de la cual se distinguían aún...
... las
Tres Sorores sobre Cajol y...
... el Cotiella
sobre Castellar. Perdería definitivamente de vista ambas montañas, al pasar a
la vertiente opuesta.
Un amplio
camino cruza la horcada pero, ignorándolo, tomé una senda bien marcada que sale
del mismo y baja directamente por la vaguada suroeste.
El
sendero, más rústico que los anteriores pero también cómodo, se lanza a un
empinado descenso. Tras encontrarse de nuevo con la pista y cruzarla...
...
disminuye su pendiente y pasa a recorrer la ladera en diagonal, a través de la
vertiente del Barranco Gabisonera, tributario del de Santiago.
Después
de cruzar el Barranco de Santiago, descendí su curso por la vertiente oeste.
En ese
tramo, el camino fue haciéndose más amplio y mejor, hasta encontrarme en una
verdadera calzada antes de entrar en...
... Sasé,
precisamente por el cruce donde por la mañana había dejado el PR.
A partir
de ahí, retomé la ruta de la ida. De ese capítulo final de la jornada, merece
destacar la vista sobre el pueblecito de Muro, encaramado en un rellano del
monte de Los Castillones, cuyo colorido podía apreciar ahora, con el sol
vespertino.
Poco
después emboqué el valle del Ara y ya no tardé en llegar al arranque de la
senda y al lugar de partida en Fiscal.
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