Pico Culfreda (3.034)

ASCENSIÓN DESDE FREDANÇON

ARISTA NO

Los Picos de Culfreda son la tricéfala culminación del cordal que limita por el oeste el valle aragonés del Cinqueta, separándolo del de Rioumajou. Esta montaña de esquisto y pizarra es unos de los tresmiles más aislados y prominentes de la cordillera. Se presenta como una afilada cresta que se eleva sobre las masas de coníferas que llenan los valles de ambas vertientes. Pero con una diferencia: desde España surgen del bosque coloridas rampas de hierba y pedrera rojiza, mientras que, en el lado francés, lo que defiende la cresta es un oscuro frontón rocoso que presenta uno de los mayores desniveles continuos del Pirineo.

En la vertiente norte del macizo, esta arista es la de mayor desarrollo, invitando a remontarla como vía natural de ascensión. Luego, tras recorrer la cresta hasta la cima principal, bajé, como manda la lógica, por la vía normal de la vertiente norte; es decir, la del collado oeste de Cauarère.

Los picos de Culfreda, flanqueados por los de Niscoude y Cauarère, muestran su vertiente norte

SITUACIÓN:

  • Zona: Alto Sobrarbe (Pirineos)
  • Unidad: Macizo de Culfreda
  • Base de partida: Fredançon (Hautes-Pyrénées)

ACCESO: El área recreativa de Fredançon está 166 km al NE de Huesca, por Sabiñánigo, Aínsa, Aragnouet y Tramezaïgues. Puedes calcular un itinerario desde tu lugar de origen al punto de partida de la ruta en el siguiente link a GoogleMaps.

OTROS DATOS:

  • Cota mínima / máxima: 1.374 / 3.034
  • Mi tiempo efectivo: 7h45
  • Mi tiempo total: 9h46
  • Dificultades: PD, en las condiciones del día (neveros residuales en los accesos a la arista NO y pendientes superiores del Cortail de Batoua). Arista aérea y empinada de 400 m, con mucho II y un paso de II+, siempre por roca mediocre. Tramo sin señalización, cómodo y claro.
  • Track para descargar en Wikiloc

Mapa tomado del visor Iberpix. ©INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA

LA RUTA: En Fredançon, cruzar el puente sobre el Arroyo de Rioumajou y seguir la pista forestal que penetra en el Valle de Péguère. Tras cruzar el puente homónimo, dejar de lado un carril que sale a la derecha y continuar hasta que, pasada la tercera lazada, sale una senda a la izquierda (SE). Tomarla y remontar la boscosa ladera hasta salir al gran prado del Cortail de Batoua. Dejarla entonces por la izquierda (E) y dirigirse a una cabaña. A su espalda, buscar otra vereda que rodea el espolón que limita el circo por ese lado. Al salir del bosque en el Cortail de Roncal, abandonar el camino por la derecha (SE) y remontar la ladera de hierba y matorral, buscando el paso más accesible para ganar un rellano que se adivina más arriba. Una vez allí, se eleva a nuestra derecha (SO) una gran cresta de roca; encaramarse a la misma por el corredor que cae de una gran brecha o, mejor, por el contrafuerte rocoso que tiene a la izquierda (II). Una vez en la arista NO (PD), ascender superando pequeñas dificultades (II), en una trepada aérea y con largos tramos sostenidos hasta el Culfreda NE (PD). Tomar la cresta a la derecha (SO) para llegar al Pico de Culfreda.

Continuar cresteando, teniendo que realizar un pequeño destrepe en la brecha (I) previa al Pic de Cauarère (F), hasta su collado O (2.685). Dejarse caer a la derecha (NE) por una empinada ladera de nieve o cascajo. Al dar con un borroso trazo, seguirlo en bajada hasta el Cortail de Batoua, desde donde se vuelve por la ruta de ida a Fredançon.

Croquis de la ruta sobre ©GOOGLE EARTH

COMENTARIOS: Ascensión dura y de dificultad moderada, bellísima y espectacular, a uno de los tresmiles más hermosos de la cordillera. Combina la belleza de los bosques de Rioumajou con la espectacularidad del roquedo de la cara norte. Por la dificultad y compromiso de la arista, es una ruta reservada a montañeros experimentados. Incluso, dada la mala calidad de la roca, hay que ir sobrado de grado.

Tomé la idea de este recorrido del blog de Philippe Queinnec, único lugar donde he visto referenciada esta arista NO. Tuve la idea de haberme subido a la arista más abajo pero, donde doblé la misma hacia la cota 2.000, lo que hay es bosque impenetrable y, una vez en la vertiente del Cortail de Roncal, la facilidad de paso me llevó naturalmente a la brecha a 2.650 m por donde Philippe recomienda subir. Sin embargo, al llegar a la arista y mirar hacia abajo, creo que se la podría tomar hacia los 2.200 ó 2.300 m con comodidad pero por la vertiente contraria, la del Cortail de Batoua, iniciando la ascensión como para tomar el corredor de la norte clásica.

RELATO GRÁFICO:

Salí de Fredançon caminando por la pista que cruza el puente sobre el Arroyo de Rioumajou y se introduce en el bosque para remontar el valle por su vertiente oriental.

Luego, el carril me introdujo en el Valle de Péguère y...

... llegué a un segundo puente, que me encontré casi sepultado por los restos de un gran alud. Lo crucé y, a los pocos metros, dejé a la derecha un desvío, continuando...

... por la misma pista río arriba, llevando ante los ojos el Culfreda que mostraba, por encima de un cerro boscoso, parte de su arista NO, cuya culminación se perdía en las nubes. Al cabo de un corto trecho, el camino giró a la derecha y me condujo a remontar la ladera boscosa trazando amplias lazadas.

Después de tres curvas, vi un hito a la izquierda del carril; marcaba el arranque de...

... una estrecha senda que se internaba en el bosque. Como la salida es a contramano, sin la señal sería fácil pasársela.

La vereda mejoró y se hizo más ancha al poco y, aunque mantiene una mediana pendiente, sus condiciones y trazado hicieron cómoda la subida. Sin más que seguirla un buen rato, desemboqué en...

... un extenso prado al pie de la cara norte del Culfreda, sostenida por un zócalo por el que se despeñaban varias cascadas. El lugar es una hermosa mezcla de montaña amable y ceñuda. Una nube cubría la cresta y no sabría decir si restaba o añadía belleza al cuadro. A mi izquierda, al otro lado del torrente que atraviesa el rellano, vi...

... una cabaña de factura moderna: la sucesora del Cortail de Batoua (“cortail” es como llaman por estos valles a los chozos de pastores). El pequeño edificio estaba perfectamente cerrado y lucía un hermoso cartel advirtiendo que, si bien su uso se reserva a unos pocos, se construyó con el dinero de todos, a través fondos de la UE. En fin, que dejando la senda por la izquierda (E), me dirigí directamente a la cabaña.

Tras pararme a contemplar el fondo del circo, rodeé el edificio, encontrando...

... a su espalda el hito que marcaba...

... el borroso inicio de una senda que entra en el bosque y recorre...

... en suave ascenso diagonal la ladera de un contrafuerte, que no es sino la prolongación de la arista noroeste del Culfreda; es decir, aquella por la que pensaba alcanzar su punta nororiental. Si la estaba rodeando era para encaramarme a ella por un sitio más cómodo que la densa masa de matorral y pinos que me rodeaba.

Al poco de haber pasado a la vertiente de la Montaña de Guerreys, salí del bosque. Estaba en un rellano frente a la cresta del macizo, bajo la que varios torrentes rayaban de blanco la hierba de una empinada cuenca. En el suelo, un cuadrángulo de piedras caídas podían ser los restos de un cobijo: el Cortail de Roncal. Unos hitos indicaban la continuación de la senda, atravesando horizontalmente esa gran cabecera. Entonces, abandoné el camino por la derecha (SO), para...

... caminar a través del monte bajo, aprovechando los huecos cuando los había. Al principio, subí directamente pendiente arriba, y luego, siendo el terreno favorable, derivé a la izquierda (SE) para...

... continuar en diagonal y...

... terminar, ya por hierba, siguiendo en horizontal el borde superior de un resalte. Por encima, se adivinaba otro, sobre el que asomaba la arista a la que iba. A fin de superar el escalón, escogí un lomo herboso a la izquierda de unos chorros de agua. Tras remontarlo, salí a...

... la terraza superior, desde la que vi a mi izquierda la cresta del Lustou, elevada sobre las suaves rampas de su vertiente oeste.

A mi espalda, el Aret dominaba un paisaje marcado por una sucesión de aristas, verdes y suaves unas, grises y cortantes otras.

Por fin tenía ante mí, al otro lado de una moderada pendiente pedregosa, la arista NO del Culfreda, que presentaba un flanco vertical rematado por una quebrada arista de aspecto agudo. Viendo una gran brecha, me dirigí hacia ella.

En la base del corredor de acceso a la brecha, en torno a 2.600 m de altitud, pisé nieve y así se veía el vecino Pico de la Niscoude.

La nieve estaba endurecida y me dio pereza sacar los pinchos, que no había utilizado hasta entonces (ni lo haría durante la jornada). Para evitar pendientes que me obligaran a ello, decidí seguir los pasos de Queinnec y subir por el contrafuerte rocoso a la izquierda del corredor. Aunque, en las condiciones que lo encontré, hubiera sido más fácil subir por él. Lo primero fue rodear la base del saliente, a fin de evitar un primer muro por...

... una rampa de pedrera del flanco izquierdo. El canchal me dejó al pie de un segundo resalte, desde donde...

... la arista ya impresionaba de verdad.

Esta primera trepada del día consistió en unos quince metros casi verticales, de roca sólida y cincelada en multitud de repisitas, que formaban casi una escala (II).

Siguen dos muros algo mayores, unos 25 m cada uno, separados por una terraza estrecha. Son un poco menos empinados y tienen más apoyos (II-), pero la roca es de mucha peor calidad. Al final del segundo, el terreno...

... se tendió en una rampa que recorrí caminando hasta el filo de la arista NO, la cual presentaba el aspecto sombrío de una cuchilla quebrada de flancos verticales que iba a perderse en un impreciso palio blanco... ¡Maravilloso!

Aquí, a 2.700 m de altitud, la vista era ya magnífica hacia el Aret y sus vecinos, a pesar del cielo encapotado, con el palio de nubes cada vez más bajo y oscuro. Mirando hacia la parte baja de la arista, me pareció que la roca comienza prácticamente con el fin del bosque y que es abordable con comodidad por bastantes sitios, a partir de los 2.200 ó 2.300 m. Y, además, por cualquiera de sus dos flancos.

La arista se presentó al principio como una aérea sucesión de bloques, en que hube de ir haciendo continuas superaciones (I / II) cortas. La calidad de la roca era relativa, con una mayoría de agarres firmes, pero varias veces me quedé con un canto en la mano. En resumen, que no es lo peor que me he encontrado en el Pirineo y no me llevé ningún susto gordo pero no tardé en ir comprobando cada presa y a cada apoyo antes de confiarme a ellos.

Al poco de comenzar el recorrido, me encontré con el que posiblemente sea el paso más difícil: tras una brecha de la que salí por un muro de unos cuatro metros con pocos agarres (II+), caminé por una especie de pasarela de roca hasta un segundo escalón similar, un nuevo tramo horizontal y un tercer muro. Siendo éste más alto, vertical y liso, lo sorteé por una repisa expuesta del lado derecho (I+), por la que alcancé...

... un diedro tumbado (I) de 6 u 8 metros, por el que volví a la arista.

A partir de ahí, la trepada volvió a discurrir sostenida y aérea (II) durante bastantes metros. Me fijé en que a la derecha llevaba una buena terraza unos metros más abajo, que posiblemente hubiera podido alcanzar de seguir el anterior flanqueo. Pero era más divertido ir por el filo.

Llevaba superados unos cien metros de desnivel cuando esa repisa se fundió con la arista y ésta se convirtió en lomo pedregoso, empinado pero sin dificultad, durante otros cincuenta.

Mirando abajo a la derecha, podía ver... 

... los prados que se extienden bajo...

.... la cara norte, inmensidad de roca en la que se adivinaba, cerca,...

... el costurón blanco que sigue la vía clásica y su salida en lo alto.

Hacia los 2.900 m, empezó a pintarse en la niebla la silueta imprecisa de la cresta. Progresaba entonces por una arista de bloques estrecha y accidentada (II), que ascendía regularmente. A la derecha, vi alternativas aún más fáciles pero la trepada era divertida y me mantuve en el filo.

Los vapores se iban haciendo más densos en torno a mí y pronto empecé a no distinguir gran cosa al mirar abajo.

En los metros finales, la arista presenta un resalte afilado (II), justo antes de ir a encajarse en la Punta NE de Culfreda,...

... pocos metros a la derecha del hito cimero. La visibilidad era nula entonces, y sólo me detuve lo necesario para comer un bocado y recuperar los bastones, pues volvía a caminar tras más de hora y media de trepada.

Tomé la cuerda a la derecha (SO), comenzando por bajar a la horcada inmediata, siguiendo una traza nítidamente marcada en el cascajo del lomo.

No tardó en irse dibujando el perfil abrupto del Culfreda Central, la más modesta de las tres puntas, pero también la que presenta un aspecto más altivo.

A partir de ella, la arista se volvió rocosa pero siguió siendo ancha y sin dificultad.

Esta otra horcada es más acusada y, desde su punto más bajo, llegué a ver a mi derecha el verde de los prados, al fondo de una caída de mil y pico metros.

La subida subsiguiente transcurre por una suave pasarela de roca. Había algo melancólico en este cresteo sin sobresaltos y a través de una niebla inmóvil, silenciosa y húmeda.

En la cumbre de los Picos de Culfreda, me detuve un rato, a ver si tenía suerte y despejaba aunque fuera por un momento. Pero el viento continuaba ausente y, tras un descanso que no me vino mal, continué camino.

Tras recorrer hacia el suroeste la alargada cima, comencé a perder altura por el lomo, que es al principio ancho, pedregoso y de pendiente moderada. Apenas perdidos 50 m, me encontré ante...

... un resalte de 12 m de roca sólida, que destrepé con facilidad (I). A continuación, vino otro tramo por lomo de cascajo, junto a un haz de estratos que surgía en plena arista. Otros 50 m más abajo, los mismos forman un crestón rocoso más abrupto, que...

... la senda me llevó a soslayar por una repisa del lado izquierdo, teniendo que apoyar las manos alguna vez, más por seguridad que por otra cosa.

Un poco más abajo, llegué a una amplia horcada y el cordal cambió momentáneamente de naturaleza: por un momento, pasé a caminar por un ancho lomo formado por una grava negra apretada y compacta.

A continuación, de nuevo me encontré con el cascajo esquistoso de antes y una breve subida me dejó en el Pic de Cauarère, donde el lomo se divide en dos. Los hitos indican girar a la izquierda (S) para seguir la divisoria de la cordillera. Pero no era ese mi camino. Yo debía volver a Fredançon y, para ello, continué recto al oeste, por...

... el cordal que se proyecta en esa dirección y luego gira al norte para abrazar los prados del Cortail de Batoua. El descenso es acusado pero...

... el terreno, amplio y cubierto de pedrera razonablemente estable, resultó cómodo.

Con la pérdida de altitud, salí de las nubes y, a mi izquierda, vi incluso por momentos algo de la vertiente opuesta: las laderas verdes de la Montaña de la Plagne, pues estaba entre las cabeceras de Péguère y Rioumajou.

Al llegar al collado oeste del Cauarère, giré a la derecha (NE) y dejé el cordal, deslizándome por una amplia y empinada vaguada de pedrera fina. A la derecha, tenía...

... la impresionante cara norte de los Culfredas, donde los vapores que tapaban la cresta formaban bonitos juegos de sombras con las aristas que cortan el murallón.

El descenso fue cómo y raudo, tanto la primera parte por grava y nevero, como...

... la continuación por cascajo más grueso. Tras un estrechamiento de la canal, llegué a...

... un rellano en que la hierba ya era continua, a unos 2.220 m de altitud. Estaba cerca de donde los torrentes se despeñan por las cascadas del resalte inferior, bajo un picacho verde marcado en el mapa con la cota 2.471.

Me cortó entonces el paso un rastro no muy claramente dibujado en la hierba. Como cruzaba horizontalmente y no viene en los mapas, cabía la duda de en qué dirección debía tomarlo. Pareciéndome que lo lógico sería que buscara la bajada fuera de la zona más rocosa del zócalo y de las cascadas, lo tomé a la izquierda (O).

Acerté. Tras un corto trecho de travesía casi horizontal por prado y pedreras, la traza giró a la derecha (N), perdiendo altura junto a un arroyo, que cruzó más abajo, cuando el lecho rocoso presentó unas repisas abordables. Aun así, el paso es delicado: la superficie pulida de la roca resbalaba bastante y, con una película de agua corriendo sobre la misma, es fácil dar un resbalón que acabe en una mala caída. Al otro lado, prosigue el descenso en diagonal, hasta cruzar un segundo chorro, éste sin complicaciones.

A continuación, el trazo, casi imperceptible entonces, giró a la derecha (NE), frente al zócalo de las cascadas: estaba a mitad de su altura.

Los últimos 80 m de bajada fueron por una zona rocosa abarrancada, que ese día estaba afortunadamente seca. Y ahora no había dudas pues precisamente ahí me encontré el único hito de toda esta parte de la bajada. Durante el descenso, hube ayudarme de las manos en algún escalón un poco más alto, pero sin dificultad ni exposición, yendo a salir al pie de la cascada más occidental.

Estaba ya en los prados del Cortail de Batoua, que crucé hacia la boca del circo, a través de una hierba mullida, donde dejé de prestar atención al trazado de la senda.

Al llegar cerca de la cabaña, me detuve para echar una última mirada a este bonito circo, antes de...

... deshacer el camino esa mañana: primero la senda a través del bosque y luego, la amplia pista de Péguère hasta...

... Fredançon, donde llegué muy oportunamente, pues arrancó a llover cuando pasaba junto a una casa a la vista del aparcamiento.

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